Una madre bastante puta y cachonda no se puede controlar

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Mido 1,69 m, tengo los pies pequeños, mis piernas son firmes y algo largas, con mucha carne y bien definidas, el pubis lampiño, la vagina rosada y apretada, hago sentadillas todo el día, así que imaginen, mi vientre es plano pero con estrías por el embarazo, mi espalda es pequeña y mis tetas son grandes y caídas, nunca fui muy amiga de los corpiños, la gravedad les dió forma de gota, mi piel es como la leche, las areolas son grandes y rosadas, los pezones casi ni sobresalen.

Después viene mi cara, a mi no me gusta mucho, porque siento que mi nariz es larga; de frente me siento agradable, pero no me siento así de perfil, no me siento fea sin embargo tampoco soy una belleza.

Mi hijo se despide cada noche diciendo lo qué va a hacer al día siguiente, en la semana o en el futuro, mis respuestas son ambiguas o irónicas: «si», «ojalá», «puede ser», «seguro», «eso espero», «no te creo».

Cuando creo que no se atreverá con algo o me promete algo, tiro de manera irónica mi respuesta hincando en su ego para lograr que cumpla lo que dijo.

Así fue qué tuvo su primer novia, todos los días la nombraba y decía que le hablaría, pero no se animaba. Una noche seguía con lo mismo «Nadia esto», «Nadia aquello» y antes de irse me dijo: «mañana le hablo».

Con ánimo de molestar le dije: «no te creo», «no te animas», «si si, seguro» – al día siguiente tenía novia.

A veces prometía flores o dulces y mi ironía me conseguía esos regalos, a veces no, pero muchas veces si.

Ya con novia y más experiencia, sumado a preguntas indiscretas que le hacía sobre su relación con Nadia, dieron como resultado que me caliente la imaginación.

De repente esas conversaciones se fueron yendo a lo sexual, con indirectas y provocaciones.

Había una tensión sexual entre ambos todo el tiempo. Arrimones. Toqueteos «casuales».

Un pene es un pene, no importa cual te toque, pero el pene que me tocó es el de mi hijo.

Y él ya se daba cuenta que si quería, me podría tener.

Una noche como otras, pero con más carga sexual me dijo muy bajo:

– uno de estos días te voy a coger.

Por lo gral no contestaba, pero ese día sin haber escuchado bien lo que dijo contesté:

– si, seguro. Eso espero.

Un segundo después de abrir la boca entendí lo que dijo: «uno de estos días te voy a coger» e instantáneamente entendí lo que dije: «sí, seguro. Eso espero».

Me tape la boca y me asome para ver si estaba, si escuchó lo que dije y para preguntarle si lo que escuché fue lo que dijo.

Estaba nerviosa, «lo único que falta es que llegue mañana del colegio y me coja», «sabrá coger?», «no me vendría mal coger con alguien, pero no con él», «cómo la tendrá» eran mis pensamientos.

Al día siguiente me desperté con la cola mojada, entonces pasé la mano por la cama hasta mi vagina. Estaba nadando en mis jugos.

El día lo pasé fatal, con el miedo y la excitación de no saber que pasará.

Todas las noches me bañaba antes de dormir, pero ese día no quería que pensará que me preparaba para él, así que me bañé en la tarde.

Su rutina era de mañana al trabajo y de noche al colegio, desde muy chico el fue mi soporte y el hombre de la casa.

Mi rutina era como la de cualquier ama de casa.

Cuándo se acercaba la hora que llegue me encontraba nerviosa, muy nerviosa, tenía miedo y dudas.

Rezaba «por favor Dios qué no me viole».
Pero también pensaba «como será» y mi imaginación volaba «como se sentirá que me penetre», «no seas puta Viviana, es tu hijo».

De repente, frente al espejo me ví cogiendo con mi hijo, fuerte y varonil y temblando como una hoja acabé, me mojé hasta los pies.

– la puta madre, me tengo que bañar.

Reflexionando bajo la ducha me tranquilice «no me va a coger, soy su madre», tranquila con mi nueva convicción me lo imaginé en la ducha conmigo, me acariciaba haciéndome la sexy «como podría gustarle mi cuerpo, acariciaba mis curvas hacia abajo y subía las manos entre mis nalgas o agarraba mis pezones levantando las tetas.

Fue inevitable terminar masturbada bajo el agua chorreando de caliente mis flujos por las piernas «sos una puta Viviana, mastúrbate con otro, ay dios, no puedo ser tan puta, es mi hijo».

No tenía toallas, pero tranquila, no había escuchado la puerta, salí del baño.

Cuando abro la puerta me quedé de piedra, mi hijo arrodillado, desnudo, frotándose la pija con mis jugos y yo en el umbral desnuda y húmeda de la ducha.

La imagen me sacó lo fresca que estuve un rato antes, el calor de mi concha se extendió por toda mi piel.

Y yo estaba frente a él desnuda, salí caminando de puntitas y así me encontraba, con las piernas cruzadas.

No sé por qué hice las cosas lentamente, dí un paso y él se levantó, dí otro y su pene dió como un latigazo, dí otro paso y avanzó hacia mí.

Yo me quedé estática, «pará» me dijo y me agarró la muñeca, empecé a temblar, llorar y a mojarme, puso mis manos en sus hombros para sujetarme de algo; él se dió cuenta qué me pasó.

Suavemente acarició mi brazo, bajó por la espalda acercándome a él, tuve cosquillas y mis pezones otra se endurecieron, siguió bajando por mi cola hasta qué no pudo bajar más.

Me dió una palmada en la parte más baja de mi cadera para que levante la pierna; para mí nada de lo que estaba pasando era real, por eso lo dejaba hacer, a ver dónde me lleva este sueño.

Con una mano sostenía mi muslo, su pene rozaba mis labios y salía por atrás entre mis nalgas con cada roce le lubricaba la verga con mis jugos, la otra mano agarraba fuertemente mi nalga.

Cruzando las miradas me acercó de las caderas, yo tenía los brazos en sus hombros, lo estaba despeinado. Cuando me besó le metí la lengua con desesperación, me pegué a él frotándonos los cuerpos sudados, nos metimos manos por todo el cuerpo.

De un momento a otro me encontraba, besando a mi hijo, desnuda, colgada de su cuello. Él teniéndome del culo buscaba como penetrarme.

Bajé velozmente mi mano y lo guié, me metí la cabeza y volví a subir la mano, mientras mi vagina se comía la carne de mi hijo yo temblaba como una hoja, tenía los ojos en blanco.

Me deposito en la cómoda con el espejo.
Yo estaba abierta con la espalda en la pared y él con el pene en lo profundo de mi ser, una de mis piernas podía apoyarla en el mueble, pero a la otra la tenía con mi mano por detrás de la rodilla.

Nadie hablaba o se movía.

– si no querés es tu oportunidad de pararlo.

– creo que lo siento bien «parado». Sé que no quiero pararlo. Vos qué querés, hijo?

Yo – empujó con su verga hacia adentro – quiero – ahora hacia afuera – hacerte – adentro – mía – afuera – mamá. – la volvió a meter y ahí la dejó.

Sin decir una palabra apoyé las manos en el mueble y sin sacármelo busqué la posición más cómoda, quedamos frente a frente, nos dimos un beso, agarró mis piernas desde detrás de las rodillas y me empezó a coger.

No era un sueño como creí al principio, esto era real, había tenido orgasmos durante todo el día y ahora estaba haciendo el amor con un joven que me amaba y lo estaba disfrutando.

Entraba y salía de mí a su antojo y yo moviendo el culo para retribuirle un poco de lo que me estaba dando, la visión de mis pechos yendo y viniendo lo volvía loco. Su pija entraba a buen ritmo, no era lento, ni era apresurado.

– llevame a la cama, cogeme toda papi.

Me levantó y me cogió hasta la cama. Una vez ahí y de misionero me dió lo suyo, yo movía mi cintura, cuando se salía lo empujaba adentro con los talones y le daba la teta en la boca.

No lo hicimos en muchas posiciones, fue en la cómoda, de misionero y yo sobre él.

Cuando le acomodé las almohadas e hice que se acueste me dije «devolvele algo de lo que te dió»; se la iba a chupar a mi hijo. Lo hice sin pensarlo mucho, a esas alturas ya no había nada que pensar.

Le besé la cabeza y todo el largo, se la lamí desde la base hasta la punta, hasta la base otra vez para subir y está vez metérmela todo lo que fuera posible en la boca.

Iban y venían mis labios alrededor de su verga, hasta que me acomodó todo a lo largo sobre él, volvió a besarme y bajó por mi cuello hasta mis pequeños pezones, los devoró, me daba chupetones en las tetas y arrancaba gemidos de su madre.

Una vez con las piernas a los costados de su cuerpo y con una fuerte succión en el pezón derecho me fuí sentando en él, despegué el pecho de sus labios y me dije «Viviana, ahora sí, comportate como una puta».

Empecé a mover suave y lento la cola hacia arriba, succionando cada vez que subía.

El nunca había estado con una mujer tan abundante, sus manos iban de mis pechos, a las nalgas, al vientre, ahí descubrió mi clítoris, más lo acariciaba, más puta me ponía.

Para ser más sexy puse mis manos detrás de la nuca, levanté mi cabello y vanidosa de mi cuerpo saqué orgullosamente mis pechos mientras me movía hacia adelante y atrás.

Sabía que no resistiría mucho con lo que le estaba haciendo, aceleré el ritmo haciendo círculos y nos vinimos juntos, me llenó de leche y yo lo empapé todo, cada vez que su pija latía dentro mío se la succionaba y apretaba un poco.

Él volvió a acariciarme el clítoris, me iba a dar otro orgasmo, yo que todavía lo tenía adentro empecé a chupársela con la concha para que se le pare, pero acabé antes que eso suceda.

En el segundo que me vine lo saqué dentro de mí y regué con mis jugos, su pene, pecho y cara, el se llevó todo a su boca y después lo compartió conmigo.

Una vez pasada la calentura quedé confundida, fue lo mejor que me había pasado, pero era mi hijo.

En la ducha me dije «sos una puta Viviana y sos su madre, su puta madre», entre llantos apagados siento su cuerpo tras el mío.

– Roberto, mamá quiere estar sola.

– no vine para estar con mamá, vine para estar con Viviana, mi puta madre.

Al escuchar eso me dí vuelta sexy y le sonreí. Somos pareja desde ese día, pensamos mudarnos al interior de algún país de habla hispana para comenzar como pareja, pero no creo que se dé; al fin y al cabo tenemos todo dentro de casa.