Voy a pasar un día con mi padre y termino follada por mi tío
Con el hermano del viejo.
Con el viejo llevamos bastante tiempo manteniendo relaciones. Su disfunción eréctil, producto de la operación para eliminar el cáncer de próstata, prácticamente ha desaparecido gracias al intenso entrenamiento sexual que mantenemos. Aunque es gracioso pues su mejoría es selectiva, ya que no se le para sino conmigo y eso molesta mucho a su esposa que, a pesar de que dice a los 4 vientos que no quiere ya más nunca tener sexo con el viejo de su marido, cuando sabe que estamos cogiendo se asoma para espiarnos y luego nos lanza indirectas tipo: «con ella sí se te para», «a ella sí se la puedes meter» y cosas así por el estilo. Nuestra relación ha pasado a otros planos. La esposa toma como natural que su marido tenga novia y en general es muy buena, la familia toda me ha tomado como la novia del viejo y hasta pasamos temporadas viviendo todos juntos en armonía.
Un día me presenté en su casa, como era habitual. Llamé a la puerta varias veces y no obtuve respuesta. Me extrañó esto pues habíamos quedado en vernos. Cuando ya me disponía a marcharme, un señor asomó su cara por una ventana y gritó mi nombre. Yo me devolví y me causó extrañeza pues nunca lo había visto antes. Me llamó nuevamente y me hizo señas a que esperara, entonces me acerqué. En eso se abre la puerta y aparece ante mí un señor mayor muy bien conservado y atractivo y bastante más alto que el viejo. Se me presentó como hermano de éste y me dijo que la familia había salido y él había llegado del interior la noche anterior. Me dijo que no llegarían sino hasta la noche pues una pariente estaba enferma en una ciudad cercana y habían salido temprano hacia allá. Yo me dispuse a retirarme pero éste viejo gigantón me agarró firmemente de la cintura haciéndome entrar y diciéndome que lo podía acompañar un rato, que su hermano y su cuñada le habían hablado mucho de mi. Yo había venido a follarme a mi viejo y en vista que no estaba, quería irme, pero éste viejo gigantón como que tenía otros planes para mi.
Mientras el señor hablaba había puesto sus manazas en mis hombros y hacia ciertas caricias muy sutiles en mis clavículas y cuello. Cuando le manifesté mi deseo de marcharme me tomó la cara entre sus enormes manos y, acercando su rostro al mío me dijo, casi en un susurro: «sé que mi hermano por mucho que quiera no puede atenderte como mereces, te tiene descuidada». Y diciendo ésto deslizó sus manos de mi rostro al cuello y luego a los hombros en donde reanudó sus caricias claviculares. De más está decir que yo me encontraba en una situación incómoda. Había ido con muchas ganas de tener sexo con un viejo y me había conseguido con otro que me estaba seduciendo. El viejo gigante soltó de golpe frontal: «permíteme hacerte el amor como se debe». Aquella frase hizo que mi coño se inundara, que ya venía mojándose con las caricias en las clavículas. Dicho ésto el viejo estiró sus meñiques y empezó a masajear simultáneamente clavículas y pezones, por encima del vestido.
Una ráfaga de cordura me llegó de golpe y le dije que no, que yo me iba, pero él me dijo entonces: «mi hermano sabía que vendrías y me pidió que te atendiera como lo mereces». Dicho ésto bajó el delantero de mi vestido, dejando mis pechos al aire y apoderándose de mis pezones, empezó a pellizcarlos deliciosamente. Entonces me dí cuenta del por qué el viejo me había llamado bien temprano para pedirme que fuera a su casa para cogerme y que me pusiera más linda que de costumbre, que sería una cogida especial. ¡Me había mandado a coger con su hermano!
Éste no perdía tiempo y no dejaba de pellizcarme los pezones mientras me miraba fijamente. Por mi mente pasaba lo mórbido de la situación. El viejo hasta ése momento había mantenido su cuerpo retirado del mío, sin embargo, poco a poco me había ido empujando contra la pared y ya estaba yo recostada contra ésta cuando acerca su enorme cuerpo y me besa. Ya no había resistencia. Si su hermano quería que éste hermano me follara, pues le complacería.
El beso fue largo y profundo. Unos besadores profesionales éstos vejetes. No dejaba de pellizcarme los pezones y, con su lengua en mi garganta me corrí como una bestia. Gemí y me retorcí y él se separó un poco de mí, mirándome con una mezcla de asombro y calentura y me dijo: «¡¿te corriste sólo con un beso y unos toqueteos en las tetas?! ¡O mi hermano no te hace nada o eres una mujer muy pero que muy caliente!»
Y diciendo eso se abalanzó a comerme las tetas. Yo seguía gimiendo, no lo podía evitar. La situación me excitaba mucho. Cuando bajó una mano y consiguió el camino libre hacia mi vagina, metió dos dedos en ella hasta lo más profundo y volví a acabar ruidosamente, mojando con mis jugos, su mano, completamente. Él estaba muy excitado al verme cómo acababa a cada instante y entonces se recostó en mí, restregándome un enorme y muy duro paquete en mi abdomen. Aquello me excitó aún más y lo besé apasionadamente mientras notaba como la dureza y el tamaño aumentaban. Él tenía un short de tela deportiva ligera y yo con mi vestido sin nada abajo pues había ido lista para coger con mi viejo. Me agarré entonces de su cuello, sin dejar de besarlo y me impulsé para abrazarme a su cintura con mis piernas y así poder poner en mi concha aquel enorme y vetusto paquete.
Él entendió rápidamente el movimiento y me sostuvo por las nalgas con una mano mientras que con la otra se sacaba la bestia que me clavaría. Yo quería verla antes de que me la metiera y me separé un poco y, definitivamente, lo que vi me encantó. Era una verga de un largo algo mayor que el normal pero de un grueso descomunal. Tenía una gran cabeza morada cuyo prepucio ya estaba retraído por la inmensa erección. Tenía grandes venas marcadas por todo el tallo y en la punta de su cabezota, una gran gota brotaba de su abierto agujero. Eso todo me lo iba a comer y su visión me puso más feliz y más cachonda de lo que ya estaba. Con una mano estaba sujetándome al cuello del viejo gigantón y con la otra enrollé mi vestido en mi cintura y pegué mi pubis al de él. Aquella bestia gorda y venosa se introdujo en mí inmediatamente y sin esfuerzo alguno, cosa que me asombró pues hace mucho que no metía nada tan grande en mi coño, más que la verga de mi viejo y algunos juguetes. Pero lo cierto es que se me clavó hasta los huevos, como un cuchillo caliente en la mantequilla, abriéndome toda por dentro, llenándome de rica y caliente carne de hombre. El bramó (igualito a su hermano) al tener la verga ensartándome y con un bufido empezó un fuerte mete y saca y al cabo de tres embestidas me corrí como una posesa. Sentía como mis músculos vaginales en sus contracciones orgásmicas apretaban fuertemente aquella enorme y durísima verga y tuve otro orgasmo inmediato al anterior. El viejo gigantón lo notó y aceleró las embestidas y me dijo al oído: «otra cosa que no puede hacer mi hermano es llenarte el coño de leche como yo te lo voy a llenar en éste instante» y, dando una última y fuerte embestida empezó a eyacular en mi coño. Sentir los chorros de leche caliente en mi interior me hizo acabar nuevamente con un fuerte gemido. Me sentía desfallecer y aquella vergota no había disminuido ni un milímetro de tamaño ni dureza. Sin sacarme la verga caminó conmigo ensartada y colgada de su cuello, hasta el cuarto de huéspedes. Había que subir unas escaleras y a cada paso me empujaba la verga haciéndome gemir fuertemente. Se sentó en la cama conmigo ensartada y volvió a comerme las tetas. Yo empecé a mover mis caderas en círculos sobre aquella enorme y tiesa verga hasta que el viejo gigantón me detuvo, levantándose de la cama y alzándome con él, sin sacarme su mástil de mi interior. Me dijo «te voy a llenar tanto de leche que te voy a preñar». «Mi hermano no eyacula y sabe lo mucho que te gusta la lechita caliente y por eso me pidió que te dé toda mi leche». Diciendo ésto me acomodó sobre el tocador y empezó a embestirme con fuerza, tanto que el mueble se balanceaba, mientras me magreaba las tetas. Me avisó: «otra vez voy a llenarte el coñito de leche de macho» y al primer chorro de semen en mi vagina, me corrí con él. Sentía los disparos del líquido espeso y caliente en mi interior y cada lechazo generaba un espasmo orgásmico de mis músculos vaginales. El me gritó: «¡Niña, me ordeñas la verga!». Terminamos y aquella enorme polla no se ablandaba.
Sacó su verga chorreante de mis jugos y su leche, de mi coño. Seguía erecto, tieso, gordo y desafiante. Hasta donde yo sabía, éste viejo gigantón apenas era 4 o 5 años menor que mi vejete, pero era un toro.
Creía yo que la sesión había terminado, pero tan pronto me sacó la verga chorreante del coño se abalanzó entre mis piernas, arrodillado, a comerse todos los fluidos que manaban abundantemente de mis entrañas. Era, al igual que su hermano, un experto mamador de coño. Succionaba mi clítoris de tal manera que me hacía gritar de placer y me hizo correr tres veces más con su lengua, sus labios y su nariz. Le dejé empapado el rostro y me causó gracia verlo así, todo mojado y relamiéndose mis jugos. Se irguió en toda su altura mientras se sacudía aquél pollón, masturbándose mientras me miraba y me decía: «¡no puedo creer que mi hermano se folle tremendo hembrón!. Te voy a volver a llenar el coño de mi leche» Y diciendo esto se abalanzó sobre mí y me clavó de un sólo golpe, su enhiesta verga, hasta los huevos; embistió dos o tres veces y sentí nuevamente los lechazos cálidos y viscosos que, inevitablemente, desencadenaron otro orgasmo en mí. Me sentía llena de leche. Él viejo me sacó la verga que apenas empezaba a perder su rigidez. Me bajé del mueble tocador, con las piernas temblando, y la leche empezó a escurrir abundantemente de mi coño. El viejo se dio cuenta y me dijo que me acostara en la cama y abriera bien las piernas que él iba a limpiarme. Entonces se comió todo, mis jugos y su leche y luego me besó. Cuando ya nos habíamos calmado un poco le pregunté qué cómo era posible que su hermano, mi viejo, le hubiese pedido que me cogiera. Me contó cosas que hicieron que nuestros cuerpos volvieran a excitarse. Esta vez me montó, me colocó una almohada en las nalgas y, agarrándose su enorme verga, me la clavó de un sólo golpe de caderas. Luego empezó un mete y saca de movimientos ondulantes con su cuerpo pegado al mío que me llevó rápidamente a un orgasmo fenomenal. Se detuvo por unos segundos, como dándome tiempo a recuperarme, y volvió a embestir, ésta vez sacaba prácticamente toda su verga y me la metía de un sólo golpe hasta los huevos. Cinco o seis veces repitió éstas embestidas y volví a correrme, gritando de placer. Él aceleró y me gritó: «ahí te va más leche de macho» y se vació nuevamente en mi vagina. Nos quedamos abrazados, a medio vestir y llenos de semen y jugos vaginales hasta que sonó mi teléfono con el sonido especial de mi viejo llamándome en video llamada. De las cosas y complicidades entre los hermanos, que me enteré ése día, les contaré en el próximo relato.