Luego de comerme la verga de mi tío, pasé a disfrutar las tetas de mi tía, con ella tuve mi primera experiencia lésbica

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Una vez que mis tíos terminaron de coger como locos después de nuestra experiencia compartida, mi tía bajó a la cocina a hacer la comida, estaba de mucho mejor humor que de costumbre, obviamente la cogida que mi tío le dio la había dejado más que satisfecha; yo me sentía muy incómoda con la situación, pero a la vez muy excitada por saber lo que sería comerme una concha, en especial si se trataba de la de mi tía, así que me puse ropa más presentable y bajé a la cocina a ofrecer mi ayuda, como pretexto para platicar con mi tía.

–          ¿Te ayudo en algo tía? – le pregunté con mi tono inocente, como si no me hubiera comido todas las vergas de su casa.

–          Claro, m’ija, corta las papas y ponlas en la cacerola. – me dijo de lo más relajada, como si nada hubiera pasado.

–          Tía, quiero ofrecerte una disculpa por lo de hace rato, te prometo que mi tío me obligó, me dijo que si no lo hacía, le diría muchas mentiras a mis abuelitos y a mis papás.

–          ¿Les va a decir que te cogiste a mis hijos? – dijo mi tía.

–          Sí, tía, pero eso no es cierto. -dije mintiendo flagrantemente.

–          ¡Ay, m’ija, no quieras verme la cara de pendeja! Sé muy bien que esos dos cabrones ya te metieron la verga, desde el día que llegaste han estado como perros en celo, y cuando Miguel te vio encuerada en el río, casi me rogaron para ir a cenar con mis papás, querían comerte con los ojos y con lo que pudieran, ¿a poco crees que lo de dejarte una recamara fue cosa mía? Esos dos calientes se pusieron de acuerdo para hacerse los primos hospitalarios y cogerte a voluntad, y tú eres tan pendeja y tan caliente que los dejaste, y para colmo el caliente de tu tío, que se coge a todo lo que se mueve.

–          Perdóname de verdad, tía, es que yo no sabía nada de esto, te juro que yo era virgen, pero mis primos me dijeron que no tenía nada de malo, que eran cosas de familia.

–          Ya sé que los dos están muy guapos, pero son tus primos, no creí que fueras tan pendeja, niña. ¿Al menos lo disfrutaste o esos dos cabrones te la metieron a la fuerza? – preguntó mi tía.

–          La verdad lo disfruté mucho, tía. Me hicieron tener muchos orgasmos deliciosos. – contesté sonrojada, pero confiada en mi tía.

–          Ay, mi niña, tú todavía no sabes lo que es un buen orgasmo, una mujer no lo sabe hasta que se lo da otra mujer. – dijo mi tía en tono muy sensual.

–          ¿Tú has tenido orgasmos con otras mujeres, tía?

–          Claro, mi niña, muchos, y los mejores. – me dijo.

En eso entraron mis primos con todas las cosas que mi tío les había encargado, los dos se veían agotados y fastidiados, era obvio que mi tío los había mandado por cosas difíciles de encontrar para que se tardaran. Mi tía los mandó a bañarse y les dijo que bajaran a comer en media hora. En ese tiempo mi tía y yo nos dedicamos a la cocina como todas unas mujeres, aunque la idea de tener orgasmos con otras mujeres estaba más que instalada en mi mente, por lo que ya me era imposible no ver a mi tía no como familia, sino como una mujer muy sexy, veía sus nalgas y sus tetas, no era una mujer muy refinada, pero definitivamente era guapa.

La tarde pasó de lo más normal, comimos en familia y luego vimos una película todos juntos, éramos como todo un retrato de la familia perfecta, una familia perfecta en la que la “hija” tenía intenciones de cogérselos a todos.

Subí a mi habitación un rato y me acosté a pensar en lo que había dicho mi tía, ni siquiera sabía cómo funcionaría eso de hacerlo con otra mujer, me imaginaba que todo lo que tendría que hacer sería frotarle el clítoris como me lo frotaba cuando me masturbaba, me estaba calentando mucho, así que comencé a apretar mis tetas, me las froté y amasé hasta que tuve un largo y caliente orgasmo, estaba tan relajada que me quedé dormida y ya ni siquiera bajé a cenar. Desperté alrededor de las doce la noche con un poco de hambre, así que bajé a la cocina a buscar algo, estaba en el refrigerador cuando bajó mi primo Miguel.

–          Me dijo el Santi que le hiciste una mamada en la mañana.

–          Sí, y le gustó mucho, pensé que iban a regresar a que se las mamara a los dos.

–          Pues sí queríamos, pero mi papá y sus cosas, nos tardamos mucho en conseguir lo que nos pidió, y luego mi mamá y su tarde familiar, a ver si mañana se van y nos dejan seguir con lo nuestro. – dijo mientras se acercaba y me apretaba las nalgas y me daba un beso húmedo y ardiente.

–          Ojalá que sí, primito, ya quiero tu verga adentro otra vez. – le dije apretándole el paquete; estaba segura de que iba a cogerme en ese momento, pero escuchamos ruidos y nos hicimos los locos. Era mi tía bajando las escaleras.

–          ¿Qué hacen, chamacos?

–          Yo busco algo de cenar, tía, me quedé dormida hace rato y ya me dio hambre. – le respondí.

–          Yo nada más vine por agua, ya me voy, hasta mañana a las dos. – dijo Miguel subiendo a su recamara.

–          Me tardo dos minutos más en bajar y ese cabrón te vuelve a coger, ¿verdad? – dijo mi tía en tono burlón.

–          En una de esas, pero lo espantaste. – le respondí igual de burlona.

–          A ver, mi niña, vamos a poner las cosas en claro, esos dos cabrones pueden cogerte todo lo que tú quieras, tu tío puede pedirte que se la mames y puedes aceptar todo lo que quieras, pero si dejas que te coja, te vas a la chingada, ¿entendiste?

–          ¿Y si tú me pides que te la mame, también puedo aceptar tía? – le pregunté mientras me quitaba la camiseta que llevaba puesta, mostrando mi sostén de encaje y mis firmes tetas.

–          Ay, mamita, si yo te pido que me la mames, nunca vas a querer soltarme. – dijo acercándose a mi cuello.

Comenzó a besar mi cuello muy suavemente, se sentía delicioso el aliento de una mujer en mi oreja; su cabello olía riquísimo y sus labios eran suaves y tibios.

–          ¿Si te pido que me comas vas a hacerlo, nena? – me preguntó al oído, lo que hizo que me mojara de manera instantánea.

–          Claro que sí, pero vas a tener que enseñarme, nunca me he comido una puchita.

–          A ver, vamos a ver…

Me quitó el sostén y comenzó a comerse mis tetas, era como ser transportada a otra dimensión, su boca conocía mis tetas como si fueran propias, me lamía, succionaba y mordía justo en los lugares correctos; suavemente fue bajando su mano por mi abdomen y la metió en mi ropa interior, sus dedos entraron en mis labios sin el mayor problema, estaba tan mojada que resbalaron fácilmente, tocó mi clítoris y lo masajeó de manera ruda y deliciosa. La mezcla de su boca en mis tetas y sus dedos en mi clítoris me tenía más que caliente, estaba a punto de venirme.

–          Niña bonita, pídeme un orgasmo o me voy a detener. –  me dijo mi tía al oído.

–          Dame un orgasmo, por favor. – dije en voz baja.

–          Pídelo más fuerte, perrita.

–          ¡Dame un orgasmo, por favor! – dije más alto, pero no tanto como para despertar a mis primos y a mi tío.

–          ¡Más fuerte o voy a detenerme, putita!

–          ¡Por favor, haz que me venga! – ya no me importó el resto de la familia, quería un orgasmo y lo quería en ese momento.

–          Así me gusta mi putita obediente.

Siguió frotando mi clítoris y me vine en su mano como la perra caliente en la que me había convertido, escurrí su mano y mi tanga, estaba inundada; mi tía hizo que me subiera en la mesa de la cocina y me quitó el pantalón del pijama, junto con mi tanga, me tenía completamente desnuda y a su merced, con las piernas abiertas de par en par y la concha completamente mojada. Puso una silla y se sentó como si fuese a comer un banquete, comenzó frotando mi clítoris con su mano derecha y con la izquierda metió dos dedos en mi vagina, me estaba frotando el punto G de manera exquisita, sentía una serie de sensaciones indescriptibles, sus manos hacían que mi cuerpo sintiera descargas eléctricas, me estaba viniendo como una loca, esa noche supe lo que eran los orgasmos múltiples; cuando sentía que ya no podía estar más caliente, mi tía puso su lengua en mi clítoris y comenzó a mamarlo como su fuera un caramelo, succionaba y lamía como si en ello le fuera la vida, mi cuerpo se retorcía como una anguila, estaba fuera de mi ser; mientras su boca succionaba mis jugos y mi hinchado clítoris, sus manos apretaban mis pezones y amasaban mis duras tetas, sentí que mi cuerpo se partía en dos, estaba en otro mundo, tuve el orgasmo más largo e intenso que hubiese tenido, temí que mis gritos despertaran a los demás, pero mi calentura era mayor que mi precaución.

–          ¿Mi perrita ya aprendió cómo se come una concha? – preguntó mi tía mientras mamaba una vez más mi pezón derecho.

–          Creo que sí, veamos qué tan buena maestra eres. – le dije en tono retador.

Aún agotada por los incontables orgasmos que me dio, me levanté y comencé a quitarle la ropa, sólo llevaba una bata y unas pantys de encaje deliciosas, las bajé poco a poco mientras pasaba mis labios por su monte de Venus y sus muslos, su piel era tan suave que sentí escalofríos sólo de sentirla.

La recosté en la mesa justo como ella hizo conmigo, lamí sus tetas suaves y mordí sus duros pezones, aunque sus tetas no eran tan grandes como las mías, sí eran dulces y suaves, sólo probarlas me estaba dando docenas de mini orgasmos.

–          Así, mi amor, lame mis tetas, comételas. – ordenó mi tía

Por mi falta de experiencia, no tenía muchas técnicas sexuales, así que decidí hacerle a mi tía lo mismo que ella me había hecho a mí, bajé hacia su vulva y comencé a frotar su clítoris y a introducir mis dedos en su vagina, era una sensación muy extraña, nunca había tocado una vagina excepto la mía, así que me esforcé en hacerla sentir lo que ella me hizo sentir a mí; la froté, la masajeé, y me comí su conchita como el manjar más delicioso que hubiese probado, ella sólo gemía pidiendo más.

–          ¡Más, chiquita! ¡quiero llenarte la boca de mis jugos, perrita!

Mis dedos sentían cómo se contraía su caliente y mojada vagina, se vino como una perra en celo, me dejó la cara y las manos empapadas de sus jugos, cosa que disfruté a más no poder.

–          Aprendes rápido, aunque te hace falta práctica, vamos a tener que entrenar mucho en estos días, ¿qué te parece? – dijo mi tía mientras se vestía de nuevo.

–          Con mucho gusto, tía, después de todo mi mamá dijo que debía aprender de ti en la cocina. – le dije mientras le daba un beso y le apretaba un pezón.

–          Vas a aprender de mí en la cocina, en el baño, en la sala y en cada rincón de la casa, putita, te voy a coger hasta que no quede un centímetro de esta casa en el que no hayas tenido un orgasmo.

Me fui a la cama agotada y completamente satisfecha, estas vacaciones iban a resultar mucho más educativas de lo que mis papás pudieron imaginarse.