Luego de amar a escondidas se me da la oportunidad
Toda mi vida te amé en secreto. Las mujeres iban y venían, pero los sentimientos por vos nunca cambiaron. Muchas veces intenté no verlo o enterrarlo en lo más profundo de mi ser porque no podía, no debía amarte. Pero cuando el sentimiento es fuerte, poco se puede hacer al respecto.
Lamento tanto que nos hayamos conocido de la forma en que lo hicimos, pero a veces el destino es caprichoso y no podemos más que resignarnos a la realidad.
Y mi realidad es que amo a la mujer de otro, amo a la mujer de mi mejor amigo. Tantas veces sentí envidia y celos por verte con él, pero lo cierto es que si no fuera por él, no te habría conocido. Tantas veces traté de contentarme solo con verte y que fueras mi amiga, pero lo único que lograba era tener que repetirme una y otra vez, es la novia de mi amigo, es la novia de mi amigo.
Y acá estamos hoy, en el funeral de mi mejor amigo. Yo estoy destrozado y vos no encontrás la forma de contener tu dolor, pero soy tan basura que no dejo de pensar que ahora sos libre, que yo soy libre para amarte sin sentir culpa.
Me acerco a vos y con toda la sinceridad te digo que entiendo tu dolor, que voy a estar ahí para ayudarte en lo que necesites. Y como siempre, respondes con dulzura, me agradeces y me abrazas rompiendo en llanto. No sé si sufro más por no volver a ver a mi amigo o por tu sufrimiento.
El funeral termina y nos despedimos. Te repito que cuentes conmigo para lo que sea, incluso si es solo para hablar; soy sincero en mi palabras, pero no quiero perderte y aunque te enamores de otro quiero seguir estando a tu lado.
Con pesar me volves a agradecer y te vas.
Los días pasan y como no quiero ser pesado te doy un espacio y no te molesto. La pérdida de mi amigo me sigue pesando, pero entiendo que así es la vida y trato de seguir adelante. Sigo sin comunicarme con vos, no quiero perderte, pero tampoco sé qué decirte y no quiero estar revolviendo una herida, así que considero mejor darte un poco más de tiempo.
Hasta que un sábado me llega un mensaje tuyo. Mi corazón salta de felicidad. Me pedís de venir a mi casa para charlar. Cuando llegas noto que tu pesar no ha cesado. Aunque no estás llorando, un poco tratás de disimularlo, pero te conozco, seguís destrozada. Te pregunto cómo estás y me decís que mejor, que de a poco estás volviendo al trabajo, que necesitas despejarte, salir de tu casa y que por eso habías venido.
Me alegra tanto saber que de todos tus seres queridos recurriste a mí. Pero temo que nunca dejes de verme como un amigo. Continuamos hablando y sin pensarlo mucho comienzo a contarte una anécdota graciosa de antes de que mi amigo fuera tu novio. Logro hacerte reír, al menos un poco, pero luego caes en silencio y comenzás a llorar. Soy un idiota, cómo podría eso hacerte sentir mejor si lo que buscabas era despejar tu mente.
Me siento a tu lado y te pido perdón mientras te abrazo. Me devolvés el abrazo y rompes en llanto. Me decís que no podés dejar de extrañarlo, aunque sabés que él habría querido que sigas adelante, pero sentís que no vas a lograrlo. Trato de consolarte diciendo que vas a lograrlo, que sos fuerte y no estás sola. Me suelto de tu abrazo y te miro a los ojos. A pesar de tus ojos llorosos e hinchados te veo tan hermosa y vulnerable que siento que no quiero dejarte ir, que no voy a poder contenerme. Pongo mi mano en tu cara y seco tu mejilla con mi pulgar. Trato de consolarte para poder seguir mirándote así de cerca y hacerte sentir mejor. No decís nada y desviás tu mirada hacia otro lado. Tus ojos vuelven a llenarse de lágrimas y no logro controlarme, tengo que hacerte sentir mejor.
Te beso en la mejilla y me miras sin comprender. Ya no me importa. Con mucho cariño pongo mis manos en tu cara atrayéndote hacia mí y muy despacio te beso. No decís nada, pero tampoco me respondés el beso. Sigo besándote, no puedo contenerme, no quiero contenerme. Separo mi cara de la tuya y te miro a los ojos. Ya no estás llorando, pero no sé cómo interpretar tu mirada y tu silencio. Cierro mis ojos, me acerco más a vos para besarte de nuevo. Te alejas un poco de mí, pero no decís nada. Te miro sin soltarte, siento que pasan horas, una eternidad y de pronto pones tus manos sobre las mías y me besas.
Tengo miedo, miedo de estar soñando, miedo de que esto sea mentira, que no esté pasando. Trato de controlar mis manos, mis impulsos, no quiero lastimarte por la emoción que siento. Me muevo con suavidad, toco tu pelo y siento como mis manos tiemblan. Nos seguimos besando y te abrazo. Si pudiera decirte todas las veces que soñé con este momento, que pensaba en vos y te deseaba en silencio. Pero no digo nada, temo asustarte.
Comienzo a acariciarte la espalda. Necesito más de vos, me siento embriagado y no puedo detenerme. Pongo mi mano en tu pierna y eso te asusta. Te separas mirándome a los ojos. Tomo tu cabeza con ternura, aún temblando y por fin, después de tanto tiempo puedo decirte: ── te amo, te amo, no voy a hacer nada que no quieras ──. Dudas por un instante y volvés a besarme.
Mi corazón va a explotar, la felicidad que siento es enorme y sigo besándote. Siento que voy perdiendo el control y mis besos son cada vez más apasionados. Vuelvo a tocarte la pierna y esta vez no reaccionas de la misma forma, sino que tocas mi cara y mi mano sobre tu pierna, apenas te separas y mirándome a los ojos me pedís que por favor te haga olvidar al menos por un rato. A pesar de que siento dolor al escuchar esas palabras, te miro, te entiendo y no me importa porque te amo y haría cualquier cosa para ayudarte, para estar a tu lado. Asiento con la cabeza y vuelvo a besarte.
Ahora me doy cuenta que tus besos no son tan apasionados como los míos, pero ya no puedo controlarlo. Años pensando en vos, controlando mis palabras, mis acciones. Todo este tiempo me sentía atado y amordazado cuando estaba a tu lado. Y ahora que puedo ser libre ya no puedo volver atrás, aunque vos no me aceptes de la misma forma no me importa. Si necesitas usarme para poder salir adelante y sentirte mejor, por favor hacelo, porque quiero verte sonreír de vuelta.
Acaricio tu pierna, cada vez más arriba, mientras te sigo besando. Vos comenzas a acariciarme la espalda y metes tu mano debajo de mi remera. Tu mano caliente se siente como una brasa gentil y amable que me quema, pero me satisface. Mi respiración comienza a acelerarse. Mi mano pasa de tu pierna a tu cola y de tu cola subo por tu cintura, sigo subiendo y me detengo en uno de tus pechos. Tu respiración también comienza a acelerarse. Tus manos acarician mi espalda y lentamente comenzás a acariciarme el pecho y luego bajas a mí cola. Acaricio tu pezón con suavidad y un leve gemido tuyo hace que me excite más.
Sigo pensando que esto tiene que ser un sueño así que abro mis ojos y ahí estás vos, besandome. Te abrazo con fuerza, te pego contra mi pecho, no quiero dejarte ir. Sigo acariciandote la espalda, las piernas, tus pechos, todo de vos me encanta y no puedo evitarlo. Paso mi mano por debajo de tu remera y tu piel es suave, por favor que esto no se termine. Amago a sacarte la ropa y como no decís nada sigo adelante. Vos me sacas la remera también. Te observo semidesnuda delante mío y quisiera decirte algo, pero me aguanto.
Sin que te lo pida te sacas el corpiño y miras para otro lado. Me causa ternura que sientas vergüenza y vuelvo a besarte mientras con una mano toco tu pecho desnudo y con la otra te traigo hacia mi cuerpo. Quiero sentir tu piel contra la mía. Te recuesto en el sillón tendiendome encima y pegando mi cuerpo al tuyo te beso y te acaricio y aunque todavía tenemos puestos los pantalones apoyo mi pene contra tu pelvis. Haces un leve gemido que me encanta. Pego mi frente contra la tuya y con mi mano acerco tu cabeza, quiero decirte cuanto te deseo y las veces que soñé con hacerte el amor en ese mismo lugar, pero me contengo y te beso con pasión. Seguís acariciándome, tus manos van de mi espalda a mi cabeza y a mi cola.
Aprieto tus pechos y noto que eso te gusta, por lo que no dejo de hacerlo controlando mi fuerza para no lastimarte, mientras beso y lamo tu cuello. La respiración de ambos comienza a entrecortarse. Me acerco a tu oído y entre susurros te digo que me gusta mucho tu olor, esto te sobresalta y tu piel se eriza, sonrío y te doy una pequeña mordida en la oreja a lo que respondes con un leve gemido. Me doy cuenta que levemente te estás dejando llevar y me pongo feliz por eso. Vuelvo a besarte el cuello y muy despacio voy bajando hasta tus pechos. Los tomo a ambos con mis manos, los beso y los lamo por completo. Noto que tu respiración se acelera un poco más, cada tanto gemis y tus pezones se endurecen aún más, haciendo que no pueda evitar juguetear con ellos y lamerlos.
De a poco vas gimiendo cada vez más. Por mi parte ya me siento bastante excitado, pero no quiero que esto termine todavía, así que comienzo a besarte y lamerte la panza hasta llegar a tu pelvis. Abro el botón de tu pantalón y lentamente bajo el cierre. Sin pensarlo mucho y sin mi ayuda te sacas por completo el pantalón y la ropa interior, así que te imito y también me desnudo por completo mientras vos seguís recostada y me observas fijamente. Tiendo mi cuerpo desnudo sobre el tuyo y te beso acariciando tus piernas mientras apoyo mi pene en tu entrepierna. Tu piel se siente muy suave y cálida y tu entrepierna ya se siente húmeda, pero aún así prefiero esperar y me dirijo a tu pelvis.
Comienzo acariciándote suavemente con mi dedo pulgar tanto en tus labios como en tu clítoris observando tu cara de placer y escuchando unos leves gemidos. Pero como quiero que sientas más placer, me arrodillo, tomo con mis manos tu cadera que levemente levanto, me acerco a tu entrepierna y comienzo a lamerte. No necesito mirarte para saber que lo estás disfrutando, solo con escucharte gemir me doy cuenta. Tus gemidos ya no son tan leves y con tus manos acaricias y agarras mi pelo, lo que hace que me excite todavía más. Continúo lamiéndote y chupandote y lo disfruto tanto que yo mismo me sorprendo al escucharme dar leves gemidos de tanto en tanto. Tus caderas comienzan a moverse levemente, tus gemidos son más fuertes y rodeas mi cuello y mi espalda con tus piernas, las cuales empiezo a acariciar y me doy cuenta que no es el momento para detenerme. Tu nivel de excitación es tan grande que me decís que no pare, que siga y siento como tu humedad aumenta y me parece delicioso. Comenzas a jadear y a gemir más rápido, lo que me hace sentir realmente tan excitado que comienzo a tener un deseo muy grande por estar dentro tuyo, pero aún así te espero y te dejo terminar tranquila.
Cuando terminas, me miras a los ojos y me agradeces diciendo que lo estabas necesitando. En ese momento no supe responder de otra forma que no fuera con un abrazo y un gentil y apasionado beso. Sin dejar de abrazarte me separo levemente, te miro y te pregunto si tu idea era dejarlo ahí y al escuchar tu respuesta me siento aliviado porque por el leve instante que reíste y sonreíste me dí cuenta que volvías a ser la de siempre, que tarde o temprano aunque fuese con otro podrías salir adelante. Me decís que no, que pretendes ir hasta el final, pero que tuviste la necesidad de agradecerme. Entonces vuelvo a besarte con mucha pasión mientras comenzás a acariciarme la espalda hasta bajar a mi cintura y a mi pene. Te separas de mí y esta vez sos vos la que baja hasta mi entrepierna y comenzás a lamerme y chuparme y yo el que gime de tanto en tanto.
Pero no quiero que esto se acabe todavía, así que te tomo con delicadeza del brazo, te traigo hacia mí, rodamos haciendo que yo quede encima tuyo y te beso mientras acaricio uno de tus pechos. Ya estoy en mi límite y no quiero ser muy brusco, así que me incorporo, te acaricio las piernas hasta llegar a tu entrepierna y sin dejar de mirarte te toco con mis dedos y un leve gemido tuyo me hace dar cuenta que no puedo seguir esperando.
Me levanto por completo de un salto y mirándome me preguntas si voy por un preservativo, te respondo que sí y me voy dando zancadas al baño. Nerviosamente reviso el mueble y angustiosamente llego a pensar que no me quedan. Pero en el fondo del cajón aparece una pequeña caja cerrada. Victorioso abro la caja lo más rápido que puedo y vuelvo al living. Cuando quedo frente a vos, por primera vez te contemplo en toda tu desnudez y por completo. No puedo dejar de mirarte y me digo a mí mismo esto es real. Sacandome de mis pensamientos me preguntas si no hay preservativos. Te respondo que por un momento pensé que no mientras te lo muestro y sonrío. Lo abro y me lo coloco.
Vuelvo a mirar tu cuerpo, me recuesto sobre vos y con la voz ronca conteniendo un poco mis emociones, muy cerca de tu boca te digo que sos muy hermosa y te doy un beso largo y suave. Acaricio tu cuello, bajo hasta tu pecho, luego hasta tu panza y tu cintura, te acaricio la pierna y suavemente separo tus piernas y sin dejar de besarte gentilmente te penetro. Ambos gemimos de placer y sin dejar de moverme nos miramos a los ojos.
Realmente no puedo saber qué estás pensando y aunque en realidad no sé si quiero saberlo, tampoco quiero arruinar este momento. No dejo de mirarte, no quiero olvidarme de nada, quiero recordar y atesorar este momento por siempre. Quiero decirte algo, pero me contengo y te beso. Sin embargo mi impulso es tan grande que termino diciendo: ── hace mucho que soñaba este momento, yo…. ── Pero antes de que pudiera terminar de decirlo me besaste. Me quedé sorprendido, me separé de vos y te miré a los ojos. Me dijiste que no lo diga, que no arruine el momento y que no querías saber. Volviste a besarme, me hiciste girar y te subiste encima mío. Te observé sin comprender, pero te hice caso y no volví a decirte nada. Comenzaste a moverte y a gemir levemente. Todo se sentía muy bien, pero tenía una sensación de molestia en mi interior y recordé tus palabras de que te haga olvidar.
Puse mi mano en tu nuca y suavemente te acerco a mí para besarte, incorporandonos a ambos. Me separé de tu cuerpo, te tomé por la cintura y te giré. Te posicioné para que quedaras dándome la espalda, tomé una de tus piernas y la levanté haciendo que quedarás de costado. Empezaste a preguntar qué estaba haciendo, pero no respondí y te penetré desde atrás más bruscamente que antes, pero siendo consciente que no quería lastimarte. Comenzaste a gemir más fuerte, giraste tu cabeza y tomando la mía me besaste. Continuamos así por unos minutos hasta que te separaste de mí, giraste y estando ambos de rodillas pusiste tus manos en mi cara y me besaste.
Te tomé de los hombros y mientras me apoyaba contra el respaldo del sillón te atraje hacía a mí quedándome sentado. Te subiste encima mío y tus pechos quedaron a la altura de mi cara por lo que comencé a lamerlos, apretarlos y mordisquearlos y con mi otra mano acariciaba tu espalda. Comenzaste a gemir y a moverte más rápido mientras me decías que eso te gustaba. Sentir que te estoy dando placer y verte así de excitada hace que yo me excite más. Con una mano atraigo tu cara a la mía, te beso con pasión y luego beso tu cuello. Pongo mis manos en tu cintura y comienzo a moverme también, mientras vos rodeas mi cuello con tus brazos y me doy cuenta que los dos estamos cerca de acabar. Nuestros movimientos se acoplan, se hacen cada más rápidos y comenzamos a gemir los dos. Me pedís que te muerda los pechos y al hacerlo respondes diciendo que te encanta, lo que hace que me ponga más duro. Tus gemidos y jadeos son levemente más fuertes y más rápidos, me encanta oírte así, haciendo que pierda el control y me muevo con más fuerza y rapidez mientras chupo y muerdo tus pechos.
Ambos estamos acabando entre jadeos y gemidos y en ese momento nos miramos a los ojos y nos besamos tiernamente. Comenzás a moverte lentamente y nos seguimos besando.
Te separas un poco, me miras y me agradeces. Luego te bajas de mí y te vas al baño. Yo sigo sentado en el sillón. Por un lado me siento muy feliz, pero por el otro tengo una sensación de malestar. Cuando volvés comenzás a cambiarte, yo te miro y te pregunto si quisieras comer algo. Tardas en responder y luego me decís que tenés que irte, te disculpas y decís que no viniste para que hiciéramos lo que hicimos. Me levanto de un salto, tomo tu brazo, te miro a los ojos y te digo que no es necesario disculparse, lo que pasó no tiene nada de malo. Desviás tu mirada hacia otro lado, decís que tenes que irte, te disculpas una vez más, te terminas de cambiar rápidamente y te vas.
Me siento confundido y triste, pero trato de entenderte. Los días pasan y no respondés mis mensajes, solo quiero saber como estás. Decido llamarte, pero me decís que estás ocupada y no podés atenderme. Te pregunto por qué estás evitándome y me respondés con evasivas y me cortas.
Pasan semanas y ya no intento contactarte, tal vez es mejor así. Pero el recordar tu olor y el sabor de tu piel y tus besos hacen que me deprima, así que trato de buscar distraerme haciendo cosas, como ir al gimnasio, salir con amigos o ir al cine.
Hasta que un día al salir de mi casa te encuentro esperando afuera. Mi corazón da un vuelco y por un momento creo estar confundiéndote con otra persona. Sí, sos vos. Te acercás y me saludas. Te disculpas por venir sin avisar y me pedís de entrar para hablar. Yo sigo sorprendido, no dejo de mirarte. Cuando pensaba que ya te había perdido y que tenía que seguir adelante, apareces de nuevo en mi vida. Entramos a mi casa y muchas preguntas rondan en mi cabeza, pero no digo nada.
Cuando ya estamos adentro me decís que te disculpe por no haber respondido mis mensajes o mis llamadas, que estabas muy confundida y necesitabas pensar. Te miro a los ojos y te respondo: ── Yo nunca estuve confundido. Es cierto que trataba de ocultarlo y disimularlo, incluso de olvidarte, pero siempre tuve claro lo que sentía por vos, desde hace mucho tiempo. Tal vez vos sentiste que lo que pasó y te dije fue un arrebato del momento, pero no fue así. Yo siempre pienso en vos y por eso seguí buscándote. ── Al decir esto me acerco a vos y pongo mi mano en tu cuello acercando nuestras caras, pero no te beso.
Me miras y me decís: ── Siempre sospeché que sentías algo por mí, pero yo no podía corresponderte, solo te quería como amigo y por eso nunca te dije nada. Pero después de que estuviéramos juntos me sentí culpable porque yo sabía que vos me querías, pero aún así fui egoísta y te use. Pero después me di cuenta que no podía dejar de pensar en vos, en lo bien que me sentí haciéndolo con vos, en que te extrañaba y en lo mucho que me gustas. ── Luego de decir eso me besaste, pero esta vez tu beso fue distinto, esta vez sí podía sentir pasión en tus labios.
Seguimos besándonos y comenzamos a acariciarnos. Pero te separé y te miré para preguntarte: ── ¿Eso significaba que me querés, pero no como amigo, sino como pareja? ──
Pusiste tu mano en mi cara y respondiste: ── Me gustas mucho y no puedo dejar de pensar en vos. Creo que es muy pronto como para decir que te quiero como pareja porque tampoco puedo dejar de pensar en él. Pero sé que tengo que seguir adelante y me gustaría intentarlo con vos si es que podrías esperarme. ──
Me felicidad fue tan grande que te abrace y te besé antes de poder responderte: ── Claro que puedo esperarte, te esperaría todo el tiempo de mi vida si fuera necesario con tal de no perderte. Tampoco espero que lo borres de tus pensamientos, yo también lo extraño, pero puedo ayudarte a sanar y a recuperarte para que juntos lo recordemos con cariño. ──
Sonreíste y tus ojos se llenaron de lágrimas. Volvimos a besarnos y entre besos y caricias nos fuimos desnudando. Pero esta vez decidimos hacerlo en la cama, aunque no por eso con menos pasión.