Las infidelidades no son como uno se imagina

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CAPÍTULO 1

Mi nombre es Luis, tenía 32 años y mi vida era la vida del 80% de las personas. Estaba casado desde hacía cinco años con Julia y no teníamos hijos. Esta es la historia tal y como la viví.

Nuestro matrimonio es normal, ambos trabajamos de Lunes a Viernes y después del trabajo nos encerramos en casa a relajarnos de la dura jornada y a disfrutar de la vida marital. Los fines de semana entre compras y salidas con amigos y en familia. Vamos, una vida casi aburrida, pero a ambos nos gusta. Somos muy caseros y nos gusta encerrarnos en casa a ver una película y abrazarnos todo el fin de semana comiendo palomitas.

Yo soy un tipo normal. Un poco gordito, moreno y con unos ojos verdes que son lo más atractivo de mi. Tengo un carácter muy abierto (sobre todo con las mujeres), pero ellas siempre acaban viéndome como un amigo y ahí acaba mi aventura.

Julia también es normal. Más delgada que yo, con una figura sugerente y unas tetas algo caídas pero muy bonitas. Nos encanta follar y lo hacemos muy a menudo. En una semana lo hacemos tres o cuatro veces. Julia es multiorgásmica y me encanta la sensación de hacer correr a una mujer seis o siete veces en un polvo.

Nuestra vida iba bien, nada que hiciera presagiar lo que os contaré a continuación.

Una noche, después de cenar, nos dispusimos a relajarnos en el sofá hasta irnos a dormir. Ambos teníamos una aplicación de preguntas y respuestas con la que se juega con otras personas. Jugábamos con amigos y con desconocidos. Este juego disponía de un chat para interactuar con tu contrincante mientras jugabas. Julia estaba jugando mientras yo veía las noticias en la tele. Ella estaba muy risueña y muy entretenida y, sin poder ni querer evitarlo, me dispuse a ver que hacía. Pude ver como hablaba con un tal Mauro por el chat del juego (nada anormal ya que yo lo hacía también). Seguí a lo mío pero intrigado por sus sonrisas continúas.

Minutos más tarde volví a mirar su móvil mientras escribía y lo que descubrí me heló la sangre.

Volvía a hablar con Mauro pero, esta vez por whatsapp!!!

No lo podía creer, ¿le había dado su número de teléfono a una persona desconocida para hablar con él?. Julia no era así. Era tímida y retraída en las relaciones. Le costaba mucho hablar con la gente y mucho más intimar. Yo estuve cerca de dos meses para poder darle un simple beso y ni os digo para hacer el amor…

Estaba muy nervioso. No sabía que hacer. Entre tanto, Julia se levantó para ir al baño y aproveché para mirar su móvil. Poca cosa había, pero pude ver una conversación con el tal Mauro en la que hablaban de cosas sin importancia. Aún así me dio la impresión de que él intentaba alagarla con lo que decía y ella sólo ponía caritas de sonrisa y de cara colorada.

¿Le estaba siguiendo el juego o no veía que ese tío trataba de ligarsela?

Oí como Julia volvía del servicio y dejé el móvil en su sitio y me hice el distraído. Julia demandó mi atención, y cuando miré hacia ella me quede de piedra. A mí me encantan las prendas de cuero y látex. Tenemos varias prendas y Julia se había puesto un traje de látex. Era un traje muy ceñido al cuerpo y con doble cremallera desde el cuello hasta la espalda. Esta cremallera permite dejar abierto sólo el trozo que deseas que se vea. A mi me vuelve loco ese traje. Lo tenemos dos años, pero Julia dice que da calor en verano y frio en invierno, por lo que, se lo habrá puesto cuatro o cinco veces.

En ese momento me olvidé de su móvil y de todo lo de minutos atrás. Estaba encendido y me acerqué a ella para tocar su cuerpo plastificado. Ella en ese momento me dijo:

– Vamos a la cama.

A mi me gustaría que Julia fuera una mujer de esas que te dice muchas guarradas, pero no es así. Lo hemos hablado alguna vez pero ella me dice que no le sale. Yo lo acepto porque nunca me dice que no a una noche de amor/sexo. Es más, muchas veces es ella la que me busca.

En fin, Julia me tumbó en la cama y me quitó de una sola vez el pantalón y el boxer y mi polla salió rápidamente en busca de libertad. Ella la cogió, se la metió en la boca y empezó a chupar.

No es una gran experta en estos menesteres y yo no siento mucho placer cuando lo hace pero siempre tengo la esperanza de poder correrme en su boca. Hoy , como siempre, tampoco era el día. Cuando ví que ya empezaba a cansarse, la tumbé en la cama y, abriéndole la cremallera, dejé el espacio justo para ver su coño depilado y que ella pudiera abrir las piernas para estar cómoda.

Ahora era mi turno. Empecé besando la parte interna de sus muslos y poco a poco fui acercándome a su sexo. Empezaba a salir líquido de él y yo lo recogía con la boca. Era dulce y muy sabroso. Ella empezó a mover la pelvis buscando su placer, pero yo quería ir despacio. Continué dando besos en todo su coño succionando un poco cada vez. Esto le vuelve loca y la deja al borde del orgasmo (a veces incluso llega a correrse). Cuando noté q estaba a punto, le agarré el clítoris con mis labios y empecé a succionarlo y aplicando una caricia con la lengua. Esto fue demasiado para ella y se corrió dando unos gritos que seguramente oirían los vecinos. Mientras le duraba el orgasmo continué con el mismo trabajo y, un minuto después le vino el segundo orgasmo. En este orgasmo la dejé recuperarse mientras yo me preparaba para penetrarla. Cuando observé que volvía en sí, introduje mi durísimo pene en su gruta. Lentamente, como a mi mujer le gusta, disfrutando de cada centímetro que entraba. Julia empezó a convulsionar y ese fue el momento para incrementar el ritmo de mis acometidas hasta que su orgasmo volvió a aparecer. Al relajarse cambiamos de postura, ella se colocó encima de mi y con sus tetas en mi cara, empecé un mete saca rápido mientras chupaba sus tetas. Dos minutos más tarde volvía a correrse y en unos cuantos empujones más, culminó su quinto orgasmo. Yo de momento me dedicaba a procurarle los orgasmos que ella quisiera pero yo no obtenía el placer necesario para correrme. Al cambiar de postura intenté algo novedoso. Se tumbó de medio lado y yo la penetré lateralmente. Era una postura que a mi me daba mucho morbo pero a ella no le agradaba. Decía que la notaba muy dentro y le molestaba ( precisamente yo no tengo un pene enorme), así que decidí ponerla a cuatro patas y terminar la faena. Cuando ella se posicionó, volví a meterla y esta vez busque mi placer. Aún así, ella volvió a correrse y yo me derrame dentro.

Quedamos destrozados sobre la cama y en ese momento volvieron mis dudas. ¿Cómo es posible que mi tímida mujer le diera su número a un desconocido?

Tenía q investigarlo.

CAPÍTULO 2

El despertador sonó, y con él, mis pensamientos de traición. Pensaba hablar con Julia de lo que había visto pero, si tenía explicación, quedaría como un celoso y desconfiado que le miraba el móvil. Hasta ese momento nunca había desconfiado de ella pero ella de mí si.

Ya dije que mi relación con las mujeres es muy buena y siempre me he considerado muy abierto para con ellas. No me importa hablar de sexo y preguntar que les gusta que les hagan y lo que me gusta a mi. Esto, en ocasiones me ha beneficiado con Julia, ya que he puesto en práctica cosas que han acabado siendo sus preferidas sexualmente. Pero esa complicidad con ellas hace que me busquen en reuniones de amigos y que compañeras de trabajo hablen conmigo por mensajes. Son conversaciones normales (no todo el día estoy hablando se sexo, aunque me gustaría) pero a ella no le hace ni pizca de gracia ver como me tocan hablando, ni como nos reímos de tonterías.

También es cierto que en alguna ocasión alguna me ha dejado claro que tendría algo más que amistad conmigo, y otras que ni yo me he dado cuenta, pero tengo claro que no quiero engañarla. Si ya es difícil llevar una vida, ¡como para llevar una doble vida!

La semana pasaba sin sobresaltos. Julia usaba el móvil como siempre pero no podía mirarlo. Busqué en las redes sociales al tal Mauro y lo encontré en las amistades de mi mujer. Un hombre normal, un poco más mayor que yo regordete con una barba de unos días y, está mal que yo lo diga, pero no tan guapo como yo. Estaba muy nervioso. No se si la inseguridad de una infidelidad la sentirá todo el mundo igual, pero yo tenía un agujero en el estómago. Eran como cosquillas en la parte alta de este, pero no eran de amor precisamente.

Se acercaba la Navidad y Julia llegó del trabajo con una noticia:

– Luis, el día 15 tenemos la cena de empresa y ésta quiere que las parejas acudan también.

La noticia no me sentó ni bien ni mal. A mi no me gusta salir de fiesta pero si está todo pagado… pues a pasarlo bien.

Julia llevaba 4 meses en la empresa. Era administrativa y trabajaban alrededor de 15 personas. Era una empresa pequeña y ese año cumplía 15 años y el jefe quería hacer una cena para celebrarlo.

Ese día llegó y yo me preparé para acudir al evento. Nada extravagante, un pantalón de vestir y una camisa que me regaló Julia color turquesa que me quedaba muy bien.

Julia tardó un poco más en estar preparada pero cuando apareció en el salón estaba preciosa. Sin ser extravagante, lucía un vestido hasta media pierna con la espalda descubierta, unas medias negras y unos zapatos con un tacón altísimo. Pero lo que más impresionaban eran sus labios perfilados de rojo y sus ojos perfectamente pintados. Era su primera cena en la empresa y estaba claro que quería dar buena impresión, porque ella nunca ha sido de esas mujeres que se arreglan mucho para una cena (siempre guapa y elegante, eso si).

– Estás guapísima!!!

– Gracias amor! Si te portas bien en la cena, después puede que tengas postre.

Esa afirmación ya hizo que tuviera ganas de volver porque si decía eso es que estaba excitada. Y había que aprovecharlo.

Llegamos al restaurante que era de esos salones donde se celebran bodas. Primero había un cocktel de bienvenida para luego pasar al comedor y después había un poco de música para bailar.

Nada más entrar ya me di cuenta que la gente se conocía de otros años. Se veía que había buen ambiente entre los trabajadores y las parejas de estos. Julia y yo conversábamos con varias parejas cuando llegó a nuestro lado otra pareja. Inmediatamente reconocí al hombre, era el famoso Mauro.

Mi corazón se encogió. O sea, que la persona con la que Julia hablaba por mensajes no era un desconocido. Era un compañero de trabajo.

Por un lado me alegré de que no diera su número a desconocidos, pero si lo analizas bien, era peor que la persona que flirtea con tu mujer trabaje con ella.

La pareja se colocó a nuestro lado siguiendo la conversación y Julia al darse cuenta se giró y acarició el brazo de Mauro a modo de saludo. Este gesto me molestó un poco ya que denotaba una complicidad que no se consigue en cuatro meses. Pero no quise amargarme la noche cuando aún no me había terminado la primera cerveza.

Las conversaciones no eran muy entretenidas. Casi todos los trabajadores hablaban de trabajo y de anécdotas en el mismo. Otra gente hablaba de temas más personales en los que yo no podía hablar porque los desconocía. Así que, poco a poco me fui apartando de los grupos y decidí sentarme en un sillón para poder tomarme mi cerveza relajadamente.

Sorprendentemente, Julia no me acompañó y creo que ni se dio cuenta. Estaba más preocupada por parecer agradable que por que yo no me sintiera incómodo. Lo entendía no obstante. Se que le gustaba este trabajo y que quería permanecer en él. Llevaba varios años dando tumbos en el plano laboral y esta era su oportunidad para aportar dinero y sentirse útil, y en esta fiesta tenía que agradar.

Lo que no veía tan bien era que el tipejo de Mauro siempre estuviera a su lado. La pareja de este también parecía estar un poco desubicada por la cara que ponía, pero Mauro y Julia no se separaban. Llegó un momento que mas bien parecían ellos la pareja. Yo siempre he sido algo celoso pero he confiado en Julia y siempre he pensado que si hay infidelidad, mejor cortar la relación y después follarse a todo lo que venga. Pero es que no me parecía bien que hiciera eso en mi cara. Pero bueno… estando yo allí, no creo que Julia intentara nada. Sería de estúpidos, sabiendo que puedo pillarles en cualquier momento.

Estaba yo disertando sobre la infidelidad de mi mujer cuando la pareja de Mario le dijo algo a este y se dirigió al servicio. Mi mujer y él se fueron hacia la barra para pedir algo y se quedaron los dos solos allí hablando. Joder!!! Que estoy sólo y no conozco a nadie!!! Hazme caso que me aburro!!!.

Estaba bastante enfadado ya. Una cosa era que quisiera quedar bien con los compañeros y otra que se pusiera a hablar a solas con uno estando yo sólo. Ni siquiera miraba si estaba bien y ese comportamiento no era propio de ella que siempre estaba muy pendiente de mi.

En ese momento nos avisaron para entrar en el comedor y parece ser que Julia se acordó que venía acompañada por mí porque estuvo buscándome con la mirada un rato hasta que dio conmigo.

– ¿Qué haces aquí sólo? – dijo Julia con tono de asombro

– ¿Qué quieres que haga? Pues ya que sólo te conozco a ti, y tú estás más pendiente de tu compañero que de mí, pues por lo menos descanso y bebo tranquilamente- dije yo reprochando su actitud con cierta molestia.

– ¡Desde luego… que exagerado eres! Estoy hablando con todo el mundo. Sabes que esta cena es importante para mi, tengo que agradar para que no me miren como un bicho raro- contestó Julia con aire de hastío.

– Ya se que es importante, pero yo también estoy aquí.

– Que si pesado… no te preocupes más- y me dio un beso suave pero dulce, de esos besos que se dan cuando hay amor.

Fuimos tranquilos hacia la mesa que se nos había asignado y yo decidí dejar mi enfado de lado, al menos por el momento. Era un día importante para Julia y no quería dar la nota como el “pitufo gruñón”, aunque realmente estaba muy molesto.

Otra sorpresa más!!! Nuestra mesa era la misma que la de Mauro y…. como no?, los únicos sitios que quedaban eran al lado de este. Yo intenté adelantarme para sentarme al lado de Mario. Prefería estar a su lado y no hablar, a que se sentara Julia y hablaran ellos dos. Justo cuando cogía la silla Mauro me dijo:

– ¿Se puede sentar Julia a mi lado? Es que quiero comentarle varias cosas de trabajo…

¡Claro hombre. Y si quieres te presto un preservativo por si se te han olvidado!

– ¡Claro hombre! A mi me da igual un sitio que otro – respondí la segunda frase que me paso por la mente, porque la primera…

Julia se sentó al lado del malnacido y yo entre Julia y otra compañera de ellos que se llamaba María, que por lo que me dijo, no llevaba pareja.

La cena pasaba y Julia también lo hacia pero de mí. Creo que no me miró ni una sola vez. Le debía doler el cuello de tenerlo siempre hacia el lado contrario. Cualquiera que viera la escena, pensaría que Julia y yo ni tan siquiera nos conocíamos.

Mi cabreo estaba ya en nivel DIOS pero trataba de ocultarlo. Así que para distraerme empecé a hablar con María. Era una chica morena con el pelo rizado pero recogido en una coleta en uno de sus laterales. Era muy mona y simpática y la verdad es que me calló bastante bien.

Hablamos de temas sin importancia: de futbol, de cine y series y esas cosas que no comprometen mucho, pero por lo menos María parecía que se interesaba por mí.

Al acabar la cena, empezó el baile y la gente se empezó a levantar hacia la barra para empezar a tomar unos “refresquitos”. Yo esperé a ver que hacía Julia, no quería parecer un desesperado por beber sin ser mi empresa y era mejor ir con alguien del entorno, así que esperé a que se diera cuenta de que existía. Ella hablaba con Mauro y dos personas más sobre algo que no entendí y al poco tiempo, ella se levantó y me dijo:

– Voy al baño un momento y cuando venga nos tomamos algo.

Yo asentí y esperé en la mesa a que volviera mi mujer del servicio. Me quedé sólo en la mesa y parecía marginado. A los cinco minutos salió Julia del baño recién maquillada y me preparé para levantarme e ir hacia la barra cuando vi que Julia se iba directamente hacia allí.

Me levanté de golpe y me dirigí a la terraza a despejarme un poco. Estaba que rabiaba. Por mi mente pasó el dejarla allí e irme a mi casa, total, cuando se diera cuenta a lo mejor ya eran las tres de la madrugada. Pero deseché la idea porque si ya me daba rabia su actitud estando presente, como actuaría si no estaba yo. Lo que si pensaba era tener una dura charla con ella al llegar a casa. En esos pensamientos estaba cuando detrás de mi note una presencia y pensé que sería Julia.

– ¿Tienes fuego? – era María que por lo visto salía a fumar.

– No. No fumo, lo siento.

– La que lo siente soy yo que me estoy gastando el dinero en matarme, jajaja. Mira! Aquí tengo un mechero en el bolso!

– Pues será un milagro, porque ahí pocas cosas caben -dije yo tratando de ser gracioso pero sin actitud.

– Si, bueno. La moda, ya sabes. Veo que estas toda la noche solo. – dijo María dándole la primera calada al cigarro.

– No mujer. Es que lleva poco tiempo en la empresa y tiene que agradar -dije yo intentando disculpar a Julia.

– Lo entiendo pero tú tan solito… y despechado…

¿intentaba ligar conmigo? No puede ser. Esto cada vez se complicaba más. Yo cabreado por lo que hacía Julia y encima María echando gasolina en el fuego.

– Mira María. De verdad que me siento muy alagado por lo que me dices, pero hoy no tengo el cuerpo para fiestas -le dije yo algo brusco para que no fuera a más.

– ¿Sólo hoy? ¿Otro día quizás si? – contraatacó ella sensualmente.

– Bueno… otro día te hubiera seguido la broma, pero hoy no tengo ganas de reír. Estoy muy cabreado y perdona si soy muy seco – intenté ser diplomático.

– No te preocupes hombre, pareces buen tío y además fiel. Me hubiera gustado coincidir contigo en otras circunstancias. – parecía algo decepcionada – No te vayas a pensar que le digo esto a todo el mundo. Es que estoy muy aburrida y me he confundido en la cena al hablar contigo. Te voy a dar mi tarjeta para que me llames para hablar cuando quieras. Como amigos claro!

– Gracias María, la verdad es que me has distraído mucho esta noche. Voy para dentro no sea que me echen en falta – reí aunque quería llorar.

– Espera un momento! Toma, esto por lo bien que te has portado conmigo – dijo María.

Y acto seguido me cogió del brazo y me apartó hacia unos arbustos y allí se bajó los tirantes del vestido y delante de mí se empezó a masturbar.

Debajo del vestido no llevaba ropa interior. Tampoco la necesitaba porque esas tetas rompían la ley de la gravedad. Pequeñas pero muy redondas, de esas que te caben en la mano, y con unos pezones rosas muy erizados. El cuerpo era muy delgado y sobresalía algún hueso, pero joven y extremadamente atractivo. En cuanto al culo, era redondito y respingón. Parecía un melocotón. Y, pese a la poca iluminación, pude ver unos labios vaginales hinchados y el pubis totalmente rasurado donde reflejaba la luz debido al flujo que salía de dentro de ella.

Estaba hipnotizado. Mientras María movía sus dedos lentamente en círculos sobre su clítoris, con la otra mano se pellizcaba un pezón como si se lo quisiera arrancar. Sus jadeos denotaban mucho placer y yo no sabía que hacer en ese momento.

– Ven cariño, tócame tú que estoy a punto de correrme y quiero que seas tú el que me lleves al cielo.

CONTINUARÁ…