Ella vive para complacer a su novio

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Lia y Feli hacían buena pareja. Eso le decían todos y a ella le encantaba. Estaba enamorada. Sabía que a sus amigas también le gustaba y notaba su envidia. Frente a ellas, no se separaba de él. Era un chico atractivo, estudiante universitario, alto y divertido. Todo lo que ella (y sus amigas) soñaba por novio. Por eso, procuraba hacerlo feliz en todo y complacer sus caprichos.

El Feli le gustaba en particular las tetas de Lia. Ella también era una chica guapa. Pero esas tetas eran “de otro mundo”, como les contaba a sus amigos. Le gustaba también lo dócil que era con él. No le tomó más de dos citas meterle mano entre las tetas y apretarle los duros y grandes pezones. Le tomó una cita más para verlas y comerlas. De ahí en adelante, no tendría restricciones sobre el cuerpo de Lia. Nunca antes una chica tan guapa le había resultado tan fácil.

A Feli le resultó increíblemente fácil ordenarle que dejara de usar brasier cuando salían. Se lo dijo un día al oído, frente a sus amigos, como solía hacer. Parecía que a su novio se le ocurrían las cosas más sucias cuando estaban con otras personas. De pronto la abrazaba por detrás y le hablaba al oído para contarle su última sucia ocurrencia “Tus papis no se imaginan que a su hija la pone como una cerda que la ahorque mientras le parto el orto” le dijo el primer día que almorzaron con su familia. A ella casi le dio un paro cardíaco escuchar eso, tanto por el miedo a que alguien más le escuchara, como porque el ritmo cardíaco se le aceleró y su cuerpo se incendió. En su culo sentía la dureza de la verga de su novio, recordándole lo cierto era todo lo que él le había dicho.

En la misma dinámica, de paseo en un asado con las amigas de ella (donde Feli y otro chico eran los únicos hombres), sentados en el pasto la abrazó por detrás y le dijo: “mira las tetas de la Feña, cómo se le marcan los pezones”. Feña era casi tan tetona como ella y ese día claramente no estaba utilizando sujetador. Llevaba un top de hilo, elasticado, que permitía apreciar el completo volumen de sus pechos y marcaba un profundo escote que tenía a los dos chicos babeando, cada vez que ella se movía y hacía mecer sus tetas. “Tú también deberías dejarlas libres. Nadie miraría a la Feña si tú no usaras sostén” le dijo al oído al tiempo que ella sentía su verga crecer y clavarse sobre sus nalgas. Se quedó viendo las tetas de su amiga por un momento, viéndolas moverse y chocar entre sí, cuando ella se inclinaba hacia adelante, riendo exageradamente por una ocurrencia del otro chico que claramente buscaba hacerle gracia a ella. Se imaginó a sí misma así, siendo el centro de atención sólo por mostrar las tetas. Y se calentó. Y tal y como solía terminar esas ocurrencias de su novio, se giró para darle un ostentoso morreo asomando la lengua, frente a todo el mundo.

Antes sus amigas se incomodaban con ese comportamiento. Les dejaban solos y más tarde le llamaban la atención. Pero ante la repetición del comportamiento, y quizás porque llevaban una hora fumando marihuana y ya todo les daba lo mismo. Ahora provocaban algunas risas, miradas y eventualmente dejaban de tomarles en cuenta.

Cuando Lia empezó a dejar de usar sujetador (se lo quitaba después de salir de casa, que jamás sus padres se lo hubieran permitido, de saberlo), sus amigas la empezaron a llamar “la exhibicionista”. Anita, su amiga más cercana, incluso la cuestionó por el hecho de que todos los chicos la comieran con la mirada y a ella no pareciera importarle. Y no era sólo que se le movieran las tetas o se marcaran los pezones a través de la tela. Lia tenía los pezones grandes y oscuros y se transparentaban a través de sus camisetas más claras. “A Feli le gusta que ande así”. Fue todo lo que Anita obtuvo por respuesta y de ahí no la pudo sacar.

Con Feli, Lia se encontró en un mundo “adulto” al que llevaba años queriendo entrar. Él era de visitar pubs, bares y discos casi todos los días de la semana (también frecuentaba topless y dayclubs, pero eso no se lo contaba a ella). Era el único hijo de un empresario transportista divorciado de su madre. Él vivía con su padre, quien pasaba la mayor parte del tiempo de viaje y le financiaba sus caprichos.

Lia, por su parte, era la primera de dos hijas de una familia más bien conservadora. De clase media. Que no le dejaban salir todos los días que quisiera y que trataban de mantenerla controlada, aunque notaban que empezaban a perder influencia sobre su hija, que los fines de semana cada vez llegaba más tarde y que, eventualmente, empezaría a pasar noches fuera de casa.

Nada más alcanzó la adultez legal, Feli se la llevó a un bar a celebrar. Bromeó frente a un montón de desconocidos – para Lia – que ahora era “legal” follarse a Lia. La chica iba vestida para la guerra: llevaba un top tejido de mangas largas color marengo, con botones al frente, como un sweater pero que llegaba apenas por debajo de sus tetas, descubriendo su plano abdomen; una minifalda hasta medio muslo, elástica, blanca; y medias hasta las rodillas. Zapatos negros de taco alto, para verse algo más alta y mujer. Al ir sin sostén y debido a que el top también era elasticado, sus tetas amenazaban constantemente de asomarse por debajo de la prenda, por lo que durante la noche, Lia tuvo una batalla constante en estirar la tela por debajo de sus tetas y conservar su dignidad.

Aquellos desconocidos que los acompañaban era el grupo de amigos de Feli. El ”W Bros” como se hacían llamar. Siete compañeros de la universidad y del fútbol, cuyo lema era “Weed, Whores & Whisky” (“+ Wanderers” agregaban 3 de ellos). Eran un estandarte de todo lo que hoy consideramos “tóxico” en un grupo de hombres. Jugaban fútbol juntos, salían de juerga juntos, se iban de putas una vez al mes (sin importar que algunos estuvieran emparejados), armaban falsas despedidas de solteros para contratar stripers y putas a domicilio. Su grupo de whatsapp era un canal porno dedicado a compartir fotos y videos íntimos de sus conquistas: putas, compañeras sexuales casuales, exnovias y novias. Por supuesto, Lia era parte de esa galería.

Al principio, ella no quería que Feli le tomara fotos cuando le mamaba la verga, o le mostraba las tetas. Aceptó tomarse “fotos artísticas”, vestida sexy, en poses sugerentes. Como con su uniforme escolar, en cuatro patas, levantando el culo. O en bikini, de espalda, sonriendo por sobre el hombro. Pero fue cosa de -poco- tiempo para que su novio la convenciera de ir haciendo fotos cada vez más sugerentes. En lencería elegante y transparente, que dejaba entrever la areola de sus pezones y su vello púbico. Después fueron las fotos “sin carita”, como Feli la convenció a mostrar las tetas y el culo sin calzón. Incluso después de correrse sobre ella. Serían “recuerdos”, le prometió Feli. Pero durante el mismo día, aquellas fotos aparecían en el grupo de whatsapp, junto con el relato que las ponía en contexto: “tetas a la crema”. A partir de esa foto, el nickname de Lia para el grupo fue “cremita”.

Ya cuando fueron al bar, todos en el grupo conocían las tetas de Lia. Le habían visto los pezones duros y las venas marcadas cuando se apretaba las tetas para presionar la verga de su novio entre ellas. Fueron a un bar de deportes habitual para ellos, poco frecuentado por mujeres. Ocuparon un mesón en una esquina del local, que se separaba del resto por unos separadores que le daban algo de privacidad. Pronto Lia se vio rodeada de los chicos, cuando la dejaron en una esquina de la mesa. Desde un comienzo, le dieron a probar todo el alcohol que pudieron: cerveza, pisco, vodka, ron, tequila, whisky. Al mismo tiempo, todos le hablaban y la hacían reír sin parar, con ocurrencias y bromas que se gastaban entre ellos. La hicieron sentir el centro de atención y a ella le fascinó. Los chicos se peleaban por hacerla reír. Y, por si fuera poco, Feli, en cuanto se sentaron, le agarró uno de los muslos, metiendo los dedos entre ellos. Con el tiempo, ellos se internaron bajo la falda, rozándole el calzón y provocándole saltos, risitas y suspiros imprevistos. No necesitó mucho para sentir la palpable humedad de la entrepierna de la chica. Y los amigos pudieron comprobar cómo esos pezones se volvían de piedra bajo la tela del top.

Lia perdió la cabeza antes de media hora en el local. La cabeza le daba vueltas y los estímulos la abrumaban. Los chicos no dejaban de acercarle vasos a la boca. Entre risas, el alcohol le chorreaba por la barbilla, provocando más risas. Y la mano de Feli le rozaba cada vez con mayor intensidad la vulva. Ella intentaba frenarlo con su mano, pero él insistía con más fuerza, sacándole gemidos entre las risas. Y cuando intentaba decirle que no siguiera, él aprovechaba de comerle la boca.

Lia no se dio cuenta, de lo mareada y acosada que estaba, pero los amigos de su novio se iban turnando para estar junto a ella. La mano que sintió entre sus muslos, no paraba de meterse entre ellos, porque no era sólo la de Feli la que se internaba bajo su falda. Sus amigos tomaron turnos para alcanzar la tela del calzón, frotarla y sacar los dedos brillantes de humedad para mostrarlos al resto y lamer los jugos de la chica. Otro se envalentonó y la mordió en el cuello mientras ella besaba a su novio, arrancándole sonidos que los demás celebraron.

“No seas malo” fue todo lo que dijo la ebria chica, con su lengua pastosa y sus ojos empequeñecidos.

No llevamos una hora acá y tú ya estás poniendo cara de sueño… ¡Eso no puede ser! – Dijo Gus, el mejor amigo de Feli y le acercó una pequeña pastilla a los labios – toma, con esto aguantarás la juerga que te tenemos preparada.

Lia miró con ojos asustados a su novio, pero éste sólo le sonreía y le asintió con la cabeza. Así que la chica dejó que el amigo de su novio, metiera el dedo en su boca y depositara en su lengua la pastilla. Como el chico no retiraba el dedo, ella cerró los labios para quedarse con la pastilla en la boca. El efecto fue rápido. De pronto una suerte de euforia le abrió los ojos, encendió sus mejillas y redibujó su sonrisa. A partir de entonces, el alcohol le pareció más delicioso, los chicos más graciosos y las caricias en sus muslos más gustosas. Ahora fue ella la que tomando a su chico por la barbilla con una mano, y pasando la otra por su cuello, atacó su boca de forma viciosa, moviendo la cabeza de un lado a otro para que su lengua recorriera mejor los recovecos de la boca de su novio.

El amigo del novio que ocupaba el turno al lado de la chica, metió su mano con confianza hasta el fondo de la falda y, sin mucho esfuerzo, la abrió de piernas a vistas del resto de los amigos. Un par de manos distintas fueron a rozar la tela que cubría la húmeda vagina de la chica y fueron recibidas con movimientos pélvicos adelante y atrás, de parte de la chica, que gemía en la boca de su novio.

Cuando Lia se separó de la boca de su novio, y volvió a mirar a los chicos, las manos se retiraron, esperando de ella alguna reacción por recuperar su compostura, pero se dieron cuenta de inmediato, que la chica no cambiaba la pose con la pierna izquierda abierta, y la falda recogida hasta cubrir sólo sus nalgas, apretadas contra el asiento. Con mucha sed, ella apuró el vaso que tenía más cerca. Daba lo mismo lo que fuera.

Al siguiente que llegó a su lado se le ocurrió que era buen momento de “inmortalizar el momento”. Tomó el brazo cercano de Lia y lo puso por detrás de sus hombros. Como mantenía el otro sobre los hombros de su novio, quedó con ambos brazos en alto. “Whisky!” gritaron para tomarle fotos, tratando de captar el momento antes que ella se diera cuenta que su top se levantaba dejando a plena vista las tetas de la chica. Sus tetas sacaron aplausos y gritos de aliento de todo aquel en el bar que las alcanzaba a ver.

El escándalo fue tal, que el administrador del local fue a ver lo que sucedía, encontrándose con aquella jovencita mostrando sus tetas a todo el local. La chica se veía bastante ida y él no quería tener problemas posteriores por lo que podía suceder entre el grupo de jóvenes salidos y ella en el local. Así que los echó, diciéndoles:

Llévense a la putita a otro lugar a mostrar las tetas… que no quiero problemas acá.

Ser llamada “putita” por aquel hombre mayor, la sacó lo suficiente del estupor en el que se había sumido, como para avergonzarla y darse cuenta de lo ebria que estaba. Así que terminó pidiéndole a Feli que la llevara a casa.

Los chicos intentaron convencerla, pero no hubo caso. Era imposible destrabar los brazos cruzados sobre sus tetas. Sin saberlo, el administrador realmente la había salvado del estreno en la adultez que el grupo de salidos había planeado darle.

Lia pasó una semana castigada y los fines de semana de un mes, luego de ese día en el bar. Del que afortunadamente no recordaba mucho más que algunos flashes. De entre los que no confiaba en algunas imágenes de su mente… como de estar con las tetas al aire frente a todo el mundo. No confiaba en esas imágenes, en parte porque su mismo novio las negaba.

Pasó toda la noche siguiente encerrada en el baño vomitando. Lo que fue el real motivo por el que fuera castigada, ya que entró derecho a su pieza a cambiarse de ropa.

Nunca antes la habían castigado. No le gritaron, ni le dieron largos sermones. Simplemente sus padres le dijeron al día siguiente que estaban “profundamente decepcionados” de ella. Pero le prohibieron ver a “ese chico”, como llamaban a Feli. Eso fue lo único ante lo que se reveló.

Fui yo la que tomó sin control. No fue su culpa – Fue su defensa.

Antes de que lo conocieras, no te hacías este tipo de cosas – fue el certero argumento de su madre.

Antes era una niña… – no alcanzó a decir más porque su madre rió de tal manera ante el comentario, que dio por terminada la conversación y se fue a encerrar a su pieza. No le volvió a hablar a su madre por tres días, a pesar de los repetidos intentos de ella por disculparse con su hija. Sólo le habló cuando le apuntó que esa era justamente una actitud infantil.

Desde que conoció a Feli, odiaba su cara de niña y empezó a intentar actuar más madura y verse como tal. Que le recalcaran que era infantil, era la crítica más dolorosa que podía recibir.

Por supuesto, aquello no hizo más que encender sus ganas de volver a estar con Feli. Pero decidió no complicar las cosas y sólo hablar con él por chat durante la siguiente semana. Cuando volvieron a hablar, no hizo más que disculparse con él. Tenía grandes planes de pasar por primera vez la noche con él y se avergonzaba de su comportamiento… Feli le confirmó que los habían echado del bar y que el administrador la había tratado de “putita”. “Pero eso fue de amargado y envidioso” le dijo para bajarle el perfil.

Se sintió tan afortunada de que él no se hiciera problema con lo ocurrido. Lo consideraba maduro. Pues asumía que todo había sido su culpa y se sentía en deuda con su novio. Pero tampoco quería tener más problemas con sus padres, por lo que optó por no encontrarse con él hasta la semana siguiente. Así que cuando él le pidió un video para “sentirte más cerca”, según le dijo, accedió sin reparos. Aprovechó un momento en que sus padres y su hermana habían salido de casa para hacer lo que le pidió su novio. Vestida sólo con un colaless negro, se arrodilló en la alfombra de su habitación y sujetó el celular en alto, apuntando hacia abajo. Simulando que veía a su novio a los ojos, como cuando él la hacía arrodillarse para chuparle la verga. El ángulo regalaba un perfecto encuadre de su rostro enmarcado frente a sus tetas, colgando en el aire, pues ella se inclinaba por sobre sus rodillas. Con tono meloso y algo idiota, empezó a decir al comenzar a grabar:

Ay, mi amor, cuánto te echo de menos. No puedo estar sin sentirte acariciar mis tetas… apretar mis pezones como sólo tú lo sabes hacer – acompañó estas palabras con su mano derecha sobando sus tetas y luego estirando un pezón hasta el punto de causarle molestias. Intercalando gemidos, con el sonido de una respiración pesada continuó:

Quiero poner tu pico entre mis tetas y apretarlo fuerte – se apretaba con fuerza una teta, marcándola con sus propias uñas – Y que me tires la crema en la cara, como te gusta hacerlo – se lamió los labios y lanzó besos a la cámara, para terminar dejando caer un chorro de saliva entre sus tetas.

Ahí terminó el video. En cuanto Feli lo vio, hizo lo habitual para estas situaciones: lo reenvió al grupo de whatsapp, con el texto “buenas pajas”.

Cuando por primera vez se fijó en ella fue justamente a través del grupo de whatsapp. Ricky, uno del grupo, le había tomado una foto rodeado de chicas del preuniversitario que iban a hacer cada sábado (junto a Migue) a estudiantes de un liceo público de niñas. La foto era para burlarse de él y su éxito entre las chicas tan jóvenes (casi todos ellos tenían 25 años). Aquello era una actividad del centro de estudiantes de la universidad en la que estaban, que ellos tomaban sólo para poder estar en contacto con chicas jóvenes… y eventualmente, follarlas.

Lia estaba en su clase de matemáticas, pero él no la había notado. Tenía su atención puesta en Sany, la amiga de Lia que tenía un aspecto mayor, cabello moreno lacio y un cuerpo bien tonificado y bronceado. Además, aquel día, vestía bastante ligera, con minifalda y peto de tirantes. Pero en la foto, se fijó que Lia lo miraba con devoción… y por supuesto se fijó en el par de tetas que la chica cargaba como tarjeta de presentación. Lo que era su debilidad. La encerró en un círculo y volvió a compartir en el grupo con la pregunta: “Q LES PARECE?”

“VIOLABLE” respondieron 5. “RE-VIOLABLE” dijo el sexto.

Para Lia, la semana transcurrió lenta e insufrible. Se encerró en casa a estudiar. Más que nada, porque sabía que si salía, caería en la tentación de ir a ver a Feli, a quien extrañaba intensamente. Porque intensa había sido su relación hasta entonces. Desde el segundo sábado de preuniversitario en que él había tomado la clase (dejada por una chica maja, de la que nunca más supieron nada) y que él se acercó directo a ella a saludarla cuando llegó y decirle claramente y perfectamente audible para todas sus compañeras, que se alegraba de volverla a ver en la sala. Lo que le encendió las mejillas y endureció las tetas.

El sábado anterior, lo guapo que eran todos los tutores, pero en especial él, había sido el tema de conversación de todas las chicas. Cuando notó que quien se llevaba su atención era Sany y no ella, sintió tanto celos como se alegró por su amiga, a quien consideraba realmente atractiva y madura. En el intermedio no pudo hablar con él, porque se vio rodeado de las otras chicas. Pero vio cómo le sonrió a la distancia unas cuantas veces y vio las miradas de odio de las otras chicas. Al final de la clase, tras un corto descanso, debían entrar en la clase de historia. Lia tenía la esperanza de hablar con él antes de que se fuera, pero las chicas lo volvieron a acaparar. “Lo hacen a propósito” pensó ella, hasta temiendo que le fuera a pasar algo si se acercaba mucho al grupo. Aquellas chicas se veían algo peligrosas.

Cuando sonó el timbre para empezar la segunda clase. Él ya se había esfumado. Las chicas que pasaban a su lado le dedicaban miradas de desprecio y burla. Ya se iba a dar media vuelta a seguirlas al salón, cuando apareció Sany con una noticia y un recado:

— Me pidió tu teléfono – le dijo con una sonrisa –… ¡y se lo dí! – remató haciendo que Lia soltara un chillido de sorpresa – Pero eso no es todo. Me dijo que lo fueras a ver afuera ahora. Antes de irse. Que quería hablar contigo, pero no había podido…

Lia miró a su amiga con un rictus de angustia.

— No pasa nada, amiga. Me alegro por ti. Parece un buen tipo… ¡ve!

Lia le dio un abrazo a su amiga y corrió a la entrada del liceo. Su latón le saltaba bajo la piel. Lo podía sentir en su pecho y sus oídos. Fue tan rápida y con tan poco medida en su entusiasmo. Que llegó sin aliento hasta él. Su risa la hizo sentir tonta, como una niña. Después de reir de ella, conversaron un rato. Él fue directo. Le dijo que le parecía una chica bella. Que le gustaba. Que había vuelto sólo para verla de nuevo y que le gustaría seguir viéndola. Le pidió la dirección de su liceo y sus horarios de salida, para encontrarla la tarde del martes siguiente, que calzaba con sus propios horarios de estudio y trabajo, según le dijo.

Antes que Lia pudiera terminar de entender lo que había pasado, él se había despedido dándole un beso en sus labios cerrados y había partido manejando su propio auto, con sus compañeros, que habían sido testigos de la escena.

El reto del profesor de historia, las burlas de sus compañeras y las preguntas de sus amigas le rebotaron de igual manera. Ella estaba shockeada de felicidad. Tuvo que contarle todo a Sany, que también estaba interesada en el chico, pero Sany le dio su consentimiento.

Desde entonces, la relación entre Feli y Lia, corrió con velocidad. Se hablaron constantemente por chat y mensajes. Feli se demoró menos de un día en pedirle fotos. En menos de una semana, ya le estaba enviando fotos de sus pechos desnudos. Unos días después, desnuda de cuerpo completo.

El martes siguiente, saliendo de clases – y tal como lo había prometido – lo vio a distancia, apoyado en su auto. Su corazón dio un vuelco y sus piernas perdieron fuerzas. Se contuvo de no correr hacia él. Quería verse en control de sí misma, como una mujer madura. Llegó en compañía de Sany, pero eso poco le importó a Feli, que en cuanto estuvo a su alcance, la saludó con un húmedo beso, comiéndole la boca. Más que beso de novios, era de amantes. Y Lia lo consintió, sin reparos. Como lo haría con todos sus deseos. Pues desde que le conoció, y desde que él demostró interés por ella, el único interés de Lia sería “hacerlo feliz”. Así que aquel mismo día, más tarde, cuando Feli internó una mano bajo su falda, mientras se comían las bocas, y llegó con la punta de sus dedos a tocar la húmeda tela de su braga, ella no puso más reparos que un suspiro largo en su oreja

¿No le estás dando demasiado permiso, demasiado rápido? – le dijo Sany tanto como pregunta, como reproche.

¿A qué te refieres?

No le conoces de hace más de una semana y ya andan revolcándose en el pasto, él metiéndote la mano hasta la muñeca.

Lia se puso roja, pero contestó:

Él me gusta mucho y yo le gusto… ¿qué tiene de malo?… si eso lo hace feliz, yo quiero hacerlo feliz.

Que nunca te había visto ser tan fácil con un chico. Debieras ir más lento.

¿Porqué?

Porque pronto van a terminar teniendo sexo.

Yo quiero tener sexo con él – esto lo dijo con determinación – no soy una mojigata.

Esa era una palabra nueva para el vocabulario de la chica. Para ambas. Y resultó en dejar en silencio a Sany. Que sí le advirtió que no seguiría acompañándola sola en sus salidas, porque le resultaba terriblemente incómodo.

En sus chats y conversaciones, Feli pronto metió el tema sexual. Nada más el primer día le preguntó si era virgen “o una mojigata”. Por supuesto, en su intención de hacerse la mujer mayor, le dijo que no era virgen… y no lo era, había tenido sexo dos veces con dos chicos distintos. Ambas experiencias incompletas. Frustrantes. Pero con chicos de su edad. Estaba lejos de sentirse experimentada en el sexo, pero no dejaría que Feli se enterara de ello.

Todos notaron los cambios en Lia. Dejó aquel look “Billy Elish” que se había esmerado tanto en construir. Empezó a peinarse el cabello hacia un lado. A dejar las ropas sueltas, por prendas más ajustadas, que mostraran su ombligo, sus piernas, su escote. Y, eventualmente, dejaría de lado los sujetadores -fuera de casa-.

NOTA DEL AUTOR

A quienes esperan la continuación de las historias de Macarena, estoy reescribiendo el siguiente capítulo, que se tratará de su amiga Sandra. Mientras tanto, se me ocurrió esta historia que ha avanzado rápido. Tendrá 3 a 4 capítulos.

Aprovecho de contar que estoy pensando a mudarme a patreon. Para compensar el tiempo que me toma la escritura y a ver si así me entusiasma más que la baja respuesta que recibo acá. Tendrá tanto historias como dibujos y quizás hasta cómics eróticos.