Así fue mi primera vez

Querido diario:

La primera ocasión que apareció en mi pensamiento la idea de escribirte, no sabía por donde comenzar, así que decidí contarte todo desde aquella primera vez que conocí el amor de un hombre, y no es que ambos estuviéramos enamorados o algo por el estilo, sino que en realidad, después de un tiempo de ser amigos, aquello fue algo tan placentero y emocionalmente cercano, que no podría describirlo de otra forma.

Vamos a llamarlo Kevin. Lo conocí justo cuando acabábamos de entrar en la prepa, él estaba en el último año y yo apenas entraba al primer semestre. Para ese entonces mi experiencia sexual se reducía básicamente a masturbarme mientras miraba imágenes que en ocasiones llegaba a encontrar en revistas o esporádicamente en internet, cuando lograba cargar algo interesante antes de tener que interrumpir mi conexión, porque alguien quería hablar por teléfono.

Desde que entré en la adolescencia sentí una gran fascinación por el cuerpo masculino, me gustaba ver imágenes de hombres desnudos, musculosos, con miembros enormes; pero aunque en ese tiempo no entendía muy bien por qué, también me excitaba al ver a cualquier clase de hombre desnudo, imaginando lo que se sentiría tenerlos encima de mí, entrando y saliendo de mi vagina, sintiendo su dureza penetrándome mientras me besaban, me tocaban los senos o me decían cosas sucias; sin embargo, todo aquello era una mera fantasía, pues en realidad dudaba que, dado el momento, me atreviera a hacer algo con un chico, la verdad es que me daba algo de miedo tener sexo, pues las pocas amigas que tenía y que ya lo habían hecho, decían que dolía mucho.

A Kevin lo conocí en una fiesta, una amiga me lo presentó, según ella, fue él quien le pidió que nos presentara. Por aquel entonces yo era una chica muy delgada, no me sentía orgullosa de mi cuerpo pues no habían muchas curvas que presumir, pero algo que me encantaba era la forma de mi trasero que, sin ser muy grande o prominente, sí que robaba algunas miradas de quienes me veían pasar.

Kevin y yo bailamos aquella noche, platicamos mucho y nos reíamos de las constantes bromas que me hacía, pero en esa ocasión no ocurrió gran cosa. De hecho no pasó nada durante un año, en el cual desarrollamos una hermosa amistad que creció con cada ocasión en que nos encontrábamos y platicábamos, con cada charla del ya extinto messenger de hotmail, donde compartíamos música y nos desvelábamos contándonos cosas.

La verdad es que ambos nos sentíamos muy a gusto con el otro. Nos queríamos de una forma extraña, pues cuando él salía con alguna chica me sentía un poco celosa, pero al final de la noche siempre regresaba conmigo y me lo contaba todo; y lo mismo pasaba cuando yo llegaba a salir con algún chico; no obstante, al menos hasta donde yo conozco aquella historia, ninguno de los dos desarrolló por el otro, un cariño diferente al de un par de amigos, algo así como si fuéramos hermanos.

Poco después de que él terminó la preparatoria, estando de vacaciones, a ambos nos invitaron a una fiesta en una casa vacía, pues pronto la pondrían en venta. Recuerdo que aquella noche algunos de nosotros llegamos con cobijas y colchonetas, la idea era quedarse toda la noche e irse por la mañana, lo cual resultaba conveniente, pues el lugar estaba alejado de las casas de algunos de nosotros, así que irse de ahí de noche podría haber sido peligroso.

La fiesta comenzó tranquila, pero fue prendiéndose en la medida en que llegaba la gente, hasta tal punto que la música sonaba a todo volumen, todos bailábamos y rozábamos el cuerpo de otros sin saber muy bien quienes estaban a nuestro alrededor.

Sobra decir que alcohol no faltó y, aunque en ese entonces los adolescentes no eramos muy afectos a las drogas, no faltó algún pillo que sacara un churro de mota y contagiara el viaje a quienes se encontraban cerca.

Como en toda fiesta, las cosas fueron decayendo poco a poco, algunos se fueron de la casa pero unos pocos nos quedamos acompañando a la anfitriona y alguno que otro borracho con demasiadas copas encima para siquiera poderse mover, o saber lo que pasaba a su alrededor.

Kevin y yo nos fuimos a dormir a uno de los cuartos en el primer piso de la casa, a mi me daba miedo dormirme donde estaban todos pues no conocía a muchos de ellos, así que nos encerramos en una habitación vacía, tendimos las colchonetas y cobijas en el suelo y nos tiramos en ellas, sin embargo, ninguno tenía ganas de dormir, así que nos pusimos a platicar de lo vivido esa misma noche.

Todo iba bien hasta que, repentinamente, Kevin se quedó callado, mirando a un punto en el techo, recostado sobre sus manos. Yo lo conocía muy bien así que sabía que quería decirme algo, pero por alguna razón no se animaba a hacerlo. Lo incité a que hablara, le hice cosquillas y le pique las costillas, pero lejos de abrir la boca para hablar, mientras yo estaba encima de él molestándolo, me tomó con una mano de la nuca y con otra de la cintura, pegándome por completo a su cuerpo mientras besaba mis labios.

Al principio me sorprendí mucho, nunca esperé que algo como eso pudiera pasar; vamos que se trataba de Kevin, mi hermano, el mismo tipo que solía decirme monstruo, aquel con quien tomaba cerveza en una banqueta, quien conocía a mi hermano; quien tenía unos labios muy suaves, me acariciaba la espalda y el cuello mientras me besaba, obligándome a ceder con su caricias, haciendo que mis manos cobraran autonomía y se deslizaran por sus fuertes brazos y se enroscaran en su cuello mientras sentía su lengua jugando con la mía, al mismo tiempo que abría las piernas lo más que podía para sentir su erección contra los labios de mi vagina, moviendo las caderas de forma instintiva, sintiendo vibrar todo mi cuerpo con cada una de sus caricias.

Kevin dejó de besarme y bajó sus labios hasta mi cuello, al tiempo que yo frotaba su miembro con mi mano, por encima de su pantalón. El calor era insoportable y la ropa nos estorbaba. Nos desnudamos con la ayuda del otro hasta quedar completamente encuerados, deteniéndonos un segundo para admirar el cuerpo del otro.

Aquella escena me la había imaginado miles de veces, frente a un hombre desnudo, mirándolo, observando su miembro directamente, a punto de hacer el amor; a veces el solo pensarlo me hacía ruborizar y reírme como si estuviera loca, pero estando ahí enfrente de un hombre por quien sentía una gran colección de sentimientos, solo pude sentirme feliz. Ambos sonreímos y nos entregamos nuevamente a los brazos del otro, yo pretendía que él estuviera dentro de mí y tomé su miembro con la intención de introducirlo en mi cuerpo, sin embargo, él tenía más experiencia que yo, así que me recostó con suavidad y fue recorriendo mi cuerpo con sus labios, besando mi cuello, bajando a mis senos donde se entretuvo un rato, mordiendo y besando mis pezones, haciendo que sintiera cómo mi vagina se humedecía; luego siguió su camino hacia abajo y hundió su cabeza entre mis piernas.

¡Que hermosa sensación! Me besaba el clítoris con pasión, luego bajaba y besaba mis labios dándole chupones a veces, haciendo círculos sobre mi entrada, acariciando mi clítoris con sus dedos.

¡Me estaba volviendo loca! Cuando yo me masturbaba, a pesar de estimular el mismo lugar en que él concentraba su atención, yo controlaba el ritmo, sin embargo, en ese momento era Kevin quien tenía un control absoluto sobre mi placer.

Así estuvo un rato, mientras un calor delicioso se apoderaba de mi cuerpo, haciéndome gemir y me retorcerme de placer hasta explotar en un orgasmo, algo perfecto, delicioso, sintiendo los besos de un hombre a quien quería mucho, con quien estaba feliz de compartir aquel hermoso momento.

Kevin subió de nuevo recorriendo con sus labios el mismo camino que marcó minutos antes, deteniéndose de nuevo en mis senos, mientras sentía cómo su miembro buscaba la entrada a mi cuerpo. Abrí las piernas tanto como me fue posible, lo deseaba dentro de mí y mi deseo se vio cumplido.

El lo hacía de forma suave y cuidadosa, me penetró poco a poco, con paciencia, sabiendo que sería el primer hombre en explorar aquel terreno virgen, no se apresuró en ningún momento y yo pude sentir un gran placer desde el primer instante.

Tras algunos minutos, al fin pude sentir el miembro de Kevin completamente dentro de mí, fue algo maravilloso intenso, el se quedó quieto un momento, busco mis labios y nos fundimos en un hermoso beso, sintiéndonos más conectados que nunca, expresando lo mucho que nos queríamos, felices de estar juntos aquella noche.

Cuando él comenzó a mover sus caderas, lo hizo con suavidad, recorriendo cada parte de mi interior, permitiéndome disfrutarlo, sentir el vaivén de su cuerpo, abrazándome a su cuello sin dejar de besarlo, apartándome de él a ratos, cuando sentía la necesidad de escuchar mis propios gemidos y disfrutar de sus jadeos, sabiendo que él también lo disfrutaba, que estaba feliz de estar dentro de mí.

Poco a poco, Kevin incrementó el ritmo de su movimientos, haciendo que con ello el placer que sentía se multiplicara, obligándome a contraer los músculos de mi vagina, apretando su miembro como si no quisiera dejarlo salir jamás. Sus jadeos se hicieron más sonoros al mismo tiempo que mordía su hombro para no gritar de placer, mi orgasmo explotó y abracé su cuerpo con mis piernas, mientras el continuaba sus movimientos, tensando todos los músculos de su cuerpo, hasta que lo sentí por primera vez, algo caliente que se impactaba en mi interior, que hizo que las últimas penetraciones se sintieran aún más deliciosas, antes de salir de mi cuerpo y humedecer mi entrepierna, manchando la colchoneta, mientras él y yo nos besábamos nuevamente, sudorosos, cansados, agitados, felices.

Bueno diario, así fue mi primera vez, después de eso todavía vi a Kevin un par de veces pero como había entrado a la universidad nos distanciamos, sin embargo siempre me voy a acordar de él, fue el primer hombre en mi vida y, a pesar de que no estábamos enamorados, aquella fue la primera vez que hice el amor. Hasta la otra Querido Diario.