Cómo pasamos de odiarnos a tener el mejor sexo de nuestras vidas

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La vida te otorga experiencias maravillosas a través de pequeños detalles que nos hacen trascender. La piel, por otra parte, forma parte de estos detalles. El simple roce de ella puede llegar a causar sensaciones en ti que liberan endorfinas y nos hacen sentir a gusto.

Fue allí cuando mis endorfinas brotaron de mi ser y abrazaron la dulce tenue de mis sentidos causando un placer sublime. Fue aquél día cuando mis manos tocaron la piel de sus brazos y trajo consigo una paz.

Nai estaba sentada mirando su celular con sus auriculares puestos. No sé si fueron sus lentes o su cabello que tocaron mis sentidos y los golpearon con tanta fuerza que había perdido la orientación por algunos segundos.
No la conocía, no sabía quién era ni qué hacía. Sólo me pareció ver a una criatura espectacular.

Venía junto a una amiga y hablábamos de cosas vanales cuando me percaté de Nai. Como si las casualidades y el destino apostaran por ver qué pasa, mi amiga se dirige a donde está ella. Cada paso que daba me llenaba de vergüenza y angustia.

-Ella es Nai.-dice mi amiga cuando me presenta con ella.

-Aun placer.- dije mientras extendí mi mano.

Quizás el roce con sus manos fue una advertencia de lo que iba a causar en mí. Como probar antes de comprar, cuando tomas un pequeño sorbo de esa bebida que pega en tu paladar y te hace delirar, así fueron sus manos tocando las mías.

Mis comentarios para con mi amiga fueron bastante salvajes y muy negros. Yo sabía entenderme con mi amiga, pero a Nai le parecieron algo bastante fuera de lugar mis comentarios. Y desde ese entonces empezó a desarrollar una perspectiva de mí, por mi culpa claro está, de lo que era.

Y es que, la idiotez, la arrogancia, el egocentrismo y la barbarie a veces son el condimento para desarrollar una atracción.

No sé en qué momento, las emociones chocan de tal forma que tan siquiera puedes soportar la presencia de alguien, pero existe un momento, un pequeño instante que convierte todo ese poder contrario en algo especial.

Nai y yo constantemente hacíamos comentarios hirientes el uno del otro. Yo lo hacía porque me gustaba jugar con su cordura, el simple hecho de joder su tranquilidad y ver qué pueda decir, hacía mi día más entretenido. Por su parte, ella lo hacía simplemente porque fui el chico que se atrevía a decir ciertas cosas sin importar si ganaba su aprobación. Eso le parecía inquietante. Ella sabía que las relaciones interpersonales estaban llenas de respeto, sólo tenía un trato rudo con sus amigos más cercanos, pero que éste, un desconocido que ni siquiera se tomaba el tiempo de conocerla, quería abusar de su confianza. Eso le pareció una mierda.

Así pasaron los meses, más que conocernos, nos soportabamos porque nos gustaba estar con nuestra amiga en común. Yo intentaba hacer su vida un poco más miserable con mis juegos y sarcasmo, y ella intentaba hacer la mía de igual manera.

Pero la casualidad y el destino apostaban en un juego de narcisismo por saber quién iba a ganar.

Vivía a unas 4 cuadras del instituto donde estudiábamos. Yo estaba durmiendo cuando a eso de las 10 de la noche recibo una llamada de un número desconocido. Yo conocía el número, puesto que lo había visto varias veces en el grupo de ws que teníamos, pero por supuesto nunca lo guardé porque no pretendía usarlo.

Dejé que el celular sonara hasta que ya no lo hizo. Unos segundos después volvió a llamar. Mi plan era dejar que sonara, no me apetecía contestar y quería conservar el sueño que aún tenía.

Volví a cerrar mis ojos cuando un pensamiento de incertidumbre arropó mi mente. Ella nunca me llamaba, podría ser una emergencia. Algo realmente importante. Así que con toda la flojera y la mala gana del mundo tomo el celular y contesto.

-¿Qué quieres? – digo mientras sigo acostado y con los ojos cerrados.

-¿Dónde coño estabas, maldito?.-Pregunta Nai molesta y exaltada. -Tengo rato llamándote y la llamada no caía.

-¿Qué quieres? -pregunté de nuevo.

-Andrea bebió mucho, quizás demasiado. -dice ahora con una voz de preocupación.

Abrí mis ojos y me levanté de la cama con rapidez.

-¿Dónde están?-pregunto finalmente.

-Estamos cerca de tu edificio, a unas calles. Está muy mal, está muy pálida y no deja de vomitar.

Mientras escuchaba, ya me había puesto un short y una franela deportiva. Estaba buscando las llaves del apartamentos y mis zapatos.

-Voy a bajar lo más rápido que pueda. – dije con firmeza.

Y antes de que me contestara, corté la llamada. Llamé al ascensor, pero tardaba mucho. Apurada y desesperado por la situación, empiezo a bajar las escaleras. Al llegar a la salida del edificio, vi a dos cuerpos acercándose. Era Nai que sujetaba a Andrea por el hombro.

La escena causó risa y preocupación porque Nai era más baja que nuestra amiga. Así que verla tratando de sujetarla me pareció divertido.

-¿Vas ayudar?- dice Nai mientras me mira con ira y odio.

Tomé por el brazo a nuestra amiga que se reía y repartía te amo a todos alrededor; me la puse en el hombro.

Nai estaba muy molesta, venía con una cara de asesina, pero de cierta manera me parecía atractiva. Ella lo era.

Al llegar al ascensor, notamos que no estaba funcionando. Yo vivía en el piso 9. Así que nos tocó subirlos de la peor manera; escaleras.

-Qué mierda de edificio. -dijo Nai cuando íbamos por el 4to.

-Cierto, mejor se van a otro edificio. Ah cierto, no conocen a más nadie. -respondí mientras subía con la alcoholizada en mi espalda. – Sólo cállate y sube.

Al llegar estaba exhausto. No podía respirar. Estuvimos unos minutos recuperando el aire sentados en el suelo.

Al entrar a mi apartamento, dejé a mi amiga en el sofá y fui a preparar un poco de café amargo.

El café amargo sirve para cortar los efectos de la deshidratación que provoca el alcohol. Al regresar, vi a Nai sentada al lado de Andrea cuidandola.

-¿Quieres café?- le pregunto.

Ella asiente con su cabeza y extiende sus manos. Sopla el humo del café y le da un sorbo. Arruga su cara y saca la lengua de su boca en señal de amargura.

-Está amargo.-dice ella con frialdad.

-Es porque eres una amargada.-respondo dándome la vuelta y dirigiéndome a la cocina.-ya te traigo azúcar, para que dejes tu amargura.

Luego de buscar azúcar, fui a mi cuarto por una camisa bastante grande, dos toallas y una silla de plástico. Fui al baño, la puse abajo de la regadera, la encendí y salí de allí.

Le doy una toalla a Nai y la camisa.

-Ayudame a ponerla en la sola para que la regadera la duche y le caiga agua. -le pedí.

Nai dejó la taza con el café en una mesa pequeña que estaba al lado del mueble dónde estaba sentada y tomó a Andrea por un lado.

Nunca había estado tan cerca de su rostro, cuando la levantamos, nuestras miras conectaron, y por unos segundos creí sentir algo.

Sus ojos color miel penetraron en mí, su mirada profunda y cansada llevaron a la desesperación mis pensamientos. Esos sentimientos se esfumaron cuando entramos al baño y la sentamos en la silla.

Nai la desvistió sólo en la parte de arriba. Estuvo bajo la regadera unos minutos cuando con la ayuda de ambos, la paramos. Nai le puso la toalla en la parte de arriba y luego le quitó los jeans y el resto de la ropa. Usó la otra toalla para recoger su cabello y la llevamos a mi cama. La acostamos allí y permaneció dormida por el resto de la noche.

Nai caminó hasta la sala y se sienta en el mueble con la taza. Su mirada estaba llena de preocupación y desventuras. Intentaba estar tranquila, pero su pierna derecha se movía rápidamente. Parecía que estuviera teniendo un ataque de ansiedad. Tomé otro camisón, fui a la sala y la ví allí.

-Toma.-le digo mientras extiendo mi mano con el camisón.- estás llena de vómito, lo mejor sería que te dieras un ducha y descansaras.

Ella asintió con su rostro, tomó la camisa y otra toalla.

-Ya encendí el calentador.- dije.- Voy a preparar algo de comer, ¿Quieres algo?

-no, estoy bien.-responde con la mirada perdida.

-Era retórica, vas a comer. -dije con autorización en mi mirada.

Me dirijo a la cocina para preparar algo cuando escucho la regadera encender seguido de un grito mientras dibujo una sonrisa en mi rostro.

-¡Está fría! me dijiste que lo habías prendido.

Saqué varios huevos de la nevera, harina de trigo, nuez moscada, azúcar, sal y un poco de levadura. Quería hacer unas panquecas con queso parmesano y chocolate.

Nai empieza a gritar algo desde el baño, pero no la escucho debido a que tengo la licuadora prendida. Estoy sumergido en mi mundo culinario cuando veo en la entrada de la cocina a Nai con la toalla puesta hasta su pecho, con los pies mojados y el cabello recogido. Apago la licuadora.

-¿Dónde se prende el calentador de agua?-Pregunta ella.

-Arriba de la ducha, hay un interruptor. Lo enciendes, esperas unos segundos y utiliza la llave izquierda. -le explico con atención. -Y el coleto está en la entrada del baño, para que me seques el desastre que estás haciendo en la sala.

Ella se dio la vuelta dirigiéndome algunos insultos que no escuché porque había encendido de nuevo la licuadora.

Segundos después de apagar la licuadora escucho un golpe proveniente del baño. Corro hacía él y cuando entro veo a Nai en el suelo. Las risas no se hicieron esperar.

-pero, ¿qué pasó?- le pregunto riéndome.

-no alcanzaba.-respondio con cara furiosa-si sigues riéndote te voy a matar.

-Puedes, pero si me matas no podrás llegar al calentador.

Camino hacia la duda, la ayudo a pararse y por otro momento, nuestras miradas se volvieron a conectar, esos labios carnosos me atraían rotundamente y su rostro pequeño y delgado le pertenecían a los de una diosa.

Subí mis manos y encendí el calentador, coloqué las llaves en la posición adecuada para que el agua saliera tibia.

-Deberias lavarte el cabello también, tienes vómito allí también-dije mientras salía del baño .- Me llevaré tu ropa para lavarla.

Estuve concentrado haciendo las panquecas y el chocolate. Fui a la mesa del comedor cuando vi a Nai sentada en el mismo mueble, bañada, con el camisón puesto mirando la vida nocturna de la ciudad, estaba sumergida en los movimientos de los carros, la gente y los puestos de comida.

-Ya está listo.- le dije mientras traía las panquecas en un plato.- siéntate, voy por el chocolate.

Cuando regresé, ella permanecía en silencio con la mirada perdida en el plato lleno de panquecas. Le di una taza llena de chocolate caliente. Me senté al frente de ella y empecé a cenar.

-¿Me dirás lo que sucedió hoy?.- le repregunto y luego tomo un pequeño sorbo.

-Fue una noche de mierda, sólo eso. No es algo que te importe.- lo dice mientras me mira con los ojos rojos y aguados.

-Estas usando mi camisón favorito.- como un trozo de panquecas.- ¡Qué deliciosas están estas panquecas! Se nota que las hice yo.

Nai me mira con descaro y luego se ríe. Me gustaba verla reír, algo en ella transmitía vida.

-Pruebalas, te van a gustar.-le insisto.

Nai come un pedazo y prueba el chocolate.

-La verdad es que no está tan mal.- comenta ella con aceptación y aprobación.

-¿Tan mal?, Es lo más cercano a algo lindo que me hayas dicho. ¡Esto hay que registrarlo.- respondo.- Yo sabía que te caía bien.

-Está bien, están muy ricas. Gracias por las panquecas y el chocolate. Debes darme la receta.

Sus ojos se hacían chiquito cada vez que sonreía, y su rostro se tornaba noble y elegante. Al terminar de comer, fuimos a lavar los platos y hablamos sobre la noche.

Básicamente unos hombres creían que eran dueños de ellas sólo porque le habían comprado licor. Andrea había bebido más de la cuenta, y cuando se percató que el otro que la pretendía la quería llevar a su carro, ella la tomó por la mano y salieron corriendo.

A la mañana siguiente, todos despertarmos bastante perezosos. La magia de esa noche y la conexión entre Nai y yo había desaparecido y en lugar de eso volvió el sarcasmo.

Mi amiga se disculpó y estaba avergonzanda por lo que había sucedido, yo solamente la abracé y le dije que era una mala copa, pero que al menos no de ponía violenta, en cambio era una borrachita amorosa.

Pasaron las semanas y tomé una decisión, fui al grupo de ws y agregué a Nai a mis contactos. No sé por qué lo había hecho, pero fue una decisión bastante interesante para mí.

Entendía que Nai causaba en mí admiración, pero no le iba a demostrar tal cosa, seguiría siendo el mismo de siempre.

Algunos meses después, en una de esas noches, recibo un mensaje al privado de Nai:

-«Hey, hoy ocurrió algo y no sabía a quién acudir. Mi transporte me dejó varada y no sé cómo haré para llegar a mi casa. ¿Será que puedo pasar la noche en la tuya?»

-«Sí, claro. Puedes venir.»

¿Recuerdan que les dije que a veces cuando uno lucha en contra de un sentimiento, y ése sentimiento se vuelve lo contrario? Fue precisamente en aquél momento. No sé por qué, pero mi comportamiento hacia ella había cambiado, y ocurrió en ese mismo instante. Cuando pasa algo así, son cuestión de instantes lo que te toma darte cuenta.

Cuando la vi entrar al edificio, supe que todo este tiempo había actuado inconsistemente para oculta un simple hecho; era la criatura más hermosa y deliciosa que conocía.

Pero sabía que no era recíproco, así que debía seguir actuando, ahora claro estando consiente de lo que creía.

-Gracias por dejarme quedarme hoy. Es una emergencia. Te prometo que te pagaré.

-Sí, me tienes que pagar.- le dije.- pero págame cocinando. Estaba por hacer unos enrollados. Hazlos tú y estamos a mano.

-Me parece bien, pero el que cocina no friega. Está en la biblia.

Nos reímos un rato. Preparamos los enrollados y hablamos un poco.

-No eres un idiota después de todo.- dice ella en un comentario muy random.

-Pero guárdame el secreto.- le respondo con picardía.- Tengo que informarte que sólo un cuarto tiene aire acondicionado, el otro está dañado. Así que te guste o no vamos a dormir en la misma cama.

-Puedo dormir en el mueble, gracias.

-¿Para que luego mañana no te puedas mover por dormir de espalda?.-dije con impulso. – Relájate, no haré nada que tú no quieras. Aunque todos saben que me tienes ganas.

-Retiro lo dicho. Sí eres un idiota.

Al irnos a dormir, ella usó su lado de la cama y yo el mío. Le había prestado otra vez el camisón para que durmiera cómoda y yo me quedé en bóxer.

No sé qué hora eran cuando un sonido me despierta, me percato a mi alrededor, había olvidado que estaba durmiendo acompañado. Cuando me voltee hacia dónde estaba Nai, ví como su cuerpo se movía mientras lloraba, entre sollozos y llantos muy bajos, tomé mi brazo y lo puse en su pecho. Y el otro lo metí por abajo de su cuello. La abracé con fuerza y traté de tranquilizarla.

-Estoy aquí.- le dije al oído.- No te pasará nada.

Ella acomodó su postura y se apegó aún más a mí. Sus sollozos se calmaron y su respiración disminuyó.

-¿Te sientes mejor?- le pregunté luego de un momento.

Ella respondió moviendo su cabeza en forma de afirmación.

-No te voy a soltar. – le dije.

El resto de la noche permanecimos abrazados. Al despertar, me dí cuenta que aún estábamos abrazados. Con mucho cuidado, saqué el brazo de su cuello para no despertarla, pero mi sorpresa fue cuando se volvió hacia mí.

-Tengo un rato despierta.-me dice.-Hay que ir al instituto, llegaremos tarde.

Nos paramos de la cama. Ella se puso sus jeans. Sacó el maquillaje de su morral y empezó a retocarse.

– Usa mi camisón, te queda bien.- le dije.- y así puedes simular que te estoy abrazado.

Nai me mira a través del espejo y me sonríe.

-Me iré a duchar, me dices cuando estés lista para pasar por algún puesto y comprar algo para desayunar.

Coloqué mis manos en cada mejilla y le di un beso en la frente. No sé por qué lo hice, fue un impulso que simplemente me hizo hacerlo. Algo en mí bombeaba adrenalina, ésta secó mis sentidos y simplemente me dejé llevar.

Luego de alejarme, ella me miró con ternura, su rostro estaba precioso, sus ojos brillaban y sus mejillas estaban calientes. Tomó mi mano derecha con sus manos y se acarició su rostro.

Algo nuevo estaba en el ambiente, algo extraño y ligero, como la última fase del juego que tenía el destino y la casualidad.

Cuando llegamos al instituto, fue directo hacía su clase y yo a la mía, sin decir más nada. Simplemente nos miramos hasta que ya no pudimos.

Más tarde, ese día, veo que está sentada junto a un chico. Yo sabía que él la pretendía, y suponía que había algo allí porque siempre hablaba con él.

La miré hasta que su mirada se encontrara con la mía.

Mi cara dibujó decepción y la suya tristeza. Caminé más rápido para evitar esa escena. No tenía pensamientos conclusos cuando una mano me sujeto por el brazo.

Nai me miró con tristeza, no dijo ni una sola palabra, pero ambos sabíamos lo que quería decir.

-Los entiendo, Nai.- dije finalmente para romper el drama que había en ambos.

Seguí caminando hasta que ya no la volví a ver.

Semanas después, una tarde estaba viendo una película cuando escucho el timbre de mi apartamento, miré por el picaporte. La figura me sorprendió bastante, así que abrí la puerta y vi a Nai en la entrada. Tenía un short negro, mi camisón y sus lentes.

– Ya dejemos este juego de mierda.-dijo mientras brincó encima de mí y empezó a devorar mis labios.

Con mi mano derecha logré cerrar la puerta y caminé mientras probaba sus labios suaves y carnosos hasta el mueble, allí me senté mientras nos seguíamos besando. Ella me tomó por la cabeza, me sonrió y volvió a besarme.

Mis manos tocaban su cintura por encima del camisón mientras que las suyas mi nuca. Subí mi mano derecha hasta su cabello y lo tiré hasta atrás para abrirme camino hacia su cuello.

Mi lengua era como los barcos que se adentran hasta los confines y viven maremotos y olas enormes. La misma furia de la naturaleza hecha mujer era Nai. Con esa furia me contagiaba y me daba vida. Mi lengua descubría cada centímetro de su cuello, el sabor y su textura, mientras que apreciaba las vibraciones de los gemidos que salían.

Con mis manos, moví el cuello del camisón para apreciar sus hombros y morderlos mientras ella me besaba la nuca.

-Sí, sigue.-dijo ella entre gemidos.

Bajó sus manos y se quitó el camisón. Mis dientes dejaban marcas en sus hombros y viajaban hasta sus clavículas, ellas eran curvas, eran olas de ese océano de emociones que era Nai.

Mis labios empezaron a recorrer su pechos y mi lengua dejar marcas hasta llegar a sus senos.

Amaba sus senos, su tamaño y la forma, Nai era una diosa, una deidad que rompía el molde y causaba en mí una veneración absoluta. Jugué con sus pezones, mi lengua tocaba sus aureolas hasta llegar a la punta de ellos y morderlos con cuidado. Mientras que mis manos se encargaban de masajear y apretar su espalda y costillas.

Nai me quitó la franela y empezó a pasar su lengua por mi cuello, era audaz y sabía cómo moverse, bajó hasta mi pecho, besándolo y mordiendolo; se arrodilló en el piso. Su rostro era de un ángel que iba a cometer una diablura. Me quitó el short y el bóxer, besó mi abdomen mientras se apretaba a mí para sentir mi miembro en su garganta.

Lo tomó con su mano derecha y con su lengua subió desde el tallo hasta el glande, tomándose todo el tiempo del mundo. Sintiendo cada relieve, cada parte, la textura y el olor.

-Nunca pensé tuvieras un sabor así.- me dijo. -Sabes muy rico.-proseguía mientras sonríe de forma pícara.

Empiezó a subir y bajar su mano muy lentamente mientras introduce el glande en su boca. Lo succiona y lo saca. Su boca juega con el, sus manos lo estimulan y su mirada no pierda la mía. Ambos estamos conectados como las muchas veces que nos vimos, sólo que ésta vez se siente una lujuría de por medio.

Con delicadeza, pongo mis manos en su nuca y empiezo a empujar hasta que mi miembro llegue a su garganta para sentir ese calor indescriptible.

Cada vez que lo hacía, llegaba un poco más hondo, pero yo quería introducirlo completo. Así que me levanté, puse un pie en el mueble y empecé a penetrar su boca mientras mi mano derecha la sujetaba por el cabello.

-Tu boca es el cielo.- le decía mientras lo hacía.

Con furia, empecé a llegar aún más hondo, su rostro se volvió rojo, sus mejillas calientes y sus ojos lagrimaban bastante. Saqué mi miembro de su boca y la besé apasionadamente, luego lo volví a introducir.

-Buena chica.-le decía mientras que Nai reía de satisfacción.

Con delicadeza, la levanté, la despoje del resto de su ropa y la cargué boca abajo. Su pussy encontró mis labios, y su labios encontraron mi miembro mientras que mis brazo la sujetaban por sus caderas.

La levanté nuevamente, y subí sus caderas hasta mi boca. Sus manos se postraron en mi nuca y sus piernas estaban en mis hombros. Nai era una diosa que sólo yo sabía como se debía complacer.

La coloqué en el mueble boca arriba. Sentada, abrí sus piernas para el disfrute que se merecía.

-Sí, papi, cómete la pussy de mami.-dijo Nai mientras pasaba sus manos por mi cabeza, y movía sus caderas para rozar con mi lengua.

Arrodillado al suelo, a su merced, mi lengua jugaba con los flujos de su pussy, ese nectar que significaba una cosa, perfección.

Su respiración inundaba el lugar, sus gemidos quebraba la cordura del silencio con el fin del disfrute, y por primera vez el destino y la casualidad hacían el amor con nosotros.

Entre gemidos y sollozos, destruye la armonía inocente y le da paso a la lujuria. Me toma por la cara y me lleva hacia su rostro, sus labios de nuevo se encuentran con los míos. Segundos después es interrumpiendo por su boca abriéndose cuando siente mi miembro entrado en ella.

-Sí, házmelo.-decia ella entre gemidos.

Fueron sólo segundos que duró su cordura cuando mis oídos fueron deleitados por las respiraciones cortadas de un orgasmo.

Minutos después, mi resistencia no pudo más, y me rendí al placer de mi diosa. Ella se puso de rodillas y lo tragó absolutamente todo mientras se reía. La acompañé a la ducha y nos bañamos juntos.

Jugamos con nuestros cuerpos, conociendo cada lugar de cada uno. Cada lunar, cada cicatriz. Éramos uno en aquél momento.

Más tarde, ese día estábamos cenando. Nai tenía puesto un kimono negro sin nada abajo al igual que yo. Cenamos viendo una película y nos quedamos abrazados por unas horas.

-Tardaste. -dije mientras veíamos una película abrazados.

-¿De qué? -respondio ella.

-En darte cuenta que eres mía.- digo al fin mirándola al rostro.

-Te equivocas. -Dice ella riéndose. -Yo siempre fui tuya desde el momento que nos vimos. Sólo tenías que saberlo tú.

Nos besamos por unos minutos,y luego ella se separó de mí.

– quiero un masaje.-pide ella.- Uno muy bueno. Necesitas quitarme el estrés de haber lideado con tu idiotez.

Yo la abrazo y la muerdo en la espalda mientras que ella se ríe.

La acuesto boca arriba. Le desabrocho el kimono y unto un poco de crema en mis manos y en su cuerpo.

-cierra tus ojos.- le dije.

Su rostro estaba postrado ante mí, su mandíbula ligera, su mentón pequeño y noble, delicado y pronunciado, sus párpados cerrados y sus labios a la espera. Besé sus labios muy ligeramente y comencé.

Pasé mis manos por su pecho, con suavidad y dedicación. Sentí la textura de su piel jugando con la mía separado por una suave capa de crema. Bajé por su pecho, junto al medio de sus senos, subí mis manos alrededor de cada uno, pero sin tocarnos de forma circular, y repetí el proceso de manera contraria.

Apreté mis manos en sus costillas y con mis pulgares subí hasta sus clavículas. Un poco más de crema en las manos y me dediqué a sus senos. Con suavidad los masajeaba mientras que sentía su respiración que hacía crecer su pecho.

Estuve un poco en la parte superior de sus senos y luego bajé para repetir el proceso.

Ya en su abdomen, usé mis pulgares para jugar con su diafragma e ir bajando hasta su pelvis mientras mis otros dedos tocaban los costados. La sensualidad de su abdomen me cautivaba cuando lo contraía debido a cada placer que le arrancaba. Jugué un poco con su pelvis, sentía sus huesos en mis dedos y sus respiraciones en mi piel. Bajé hasta sus entre piernas sin tocar su pussy, y recorrí ese maravilloso espacio sin tan siquiera rozar sus labios. Pronto le daría el placer que se merecían.

Seguí por sus muslos, usaba sus dedos y nudillos para aficarme y sacarle el placer escondido. Quería conocer y visitar cada una de sus zonas erógenas. Llegué hasta sus piernas mientras me ayudaba un poco con crema y me concentré en los gemelos, primero el izquierdo y luego el derecho.

Cuando le tocaba el turno de los pies, la respiración de Nai era incontrolable y exaltada.

-Calma, respira. Yo estoy aquí.- fueron las palabras que dije.

Tomé sus pies, era suaves y pequeños. Besé la parte interna y luego sus dedos hasta introducirlos en mi boca con suavidad. Mordí su planta y con ayuda de mi pulgar, presioné para llegar a su zona erógena y conseguir su placer.

-Ahora date la vuelta.-le pedí

Nai sumisa al placer, volteó su cuerpo sin abrir los ojos para darme la espalda. Eché crema en su espalda y ella se movió un poco quejándose por la temperatura.

La crema estaba caliente, yo la calenté en el microondas y lo mantenía en agua tibia para que mantuviera su temperatura cálida.

Con mis nudillos y codos, apreté su espalda para masajearla. Sentía cada muslo de ella agradecer la sensación. Movía mis dedos como si fuera el galope de un caballo. Su espalda era pequeña y delicada. No sabía qué hacer, toda ella era una belleza, una criatura sublime ante mí, rendida gracias al movimiento de mis manos. Subía y bajaba hasta la zona inferior de la espalda, eso a ella la volvía loca. Gemía fuerte y sus muslos se contraía cada vez más.

Fuí directamente hasta sus piernas, me concentré en sus gemelos por varios minutos. Luego lentamente fui subiendo por sus muslos hasta llegar al comienzo de sus nalgas. Me detuve un momento allí y sin previo aviso le azoté su nalga derecha con mi mano dejando una marca roja en ella.

Ella sólo aguantó el gemido. Con más crema, empecé a masajear el costado de cada una y luego en formas circulares me acercaba a la entrada de tu culo. Me divertía un poco con ellas.

Cómo sabía que esa parte es sensible, pásame mis dedos por la parte de adentro de las nalgas y rozaba su culo y su pussy para luego seguir masajeando otro sitio. Le di un fuerte azote a la otra, pero esta vez no presentó resistencia al gemido y se escuchó en toda la habitación. Levanté su cadera con sus manos procurando que su pecho aún quedara pegado a la cama, abrí sus nalgas y con la punta de mi lengua, toqué desde su clítoris hasta su culo mientras que su cuerpo tembló de placer.

La dejé en esa posición y me levanté.

-¿Qué vas hacer?.-me pregunta.

Tomé una vela color roja que tenía guardada y con un yesquero la encendí.

-¿Confías en mí?-le pregunté.

-Confío en ti.- respondió ella.

Dejé que la cera de la vela se derritiera y la dejé caer desde su coxis hasta su espalda.

Nai gimió con fuerza, su respiración entrecortada me llenaba de morbo.

-¿Paro?.- le pregunto.

Con su cabeza, responde que no.

-¿Serás mi sumisa?.-le pregunto de nuevo.

-Lo seré.- responde entre sollozos.

Aquella respuesta tumbó mis defensas, y como un lobo hambriento devoré su pussy. Mientras que con mi dedo pulgar, masajeaba su culo para que se abriera un poco. Con mi otra mano, estimulaba su clítoris y con mi lengua probaba cada parte de su venus con firmeza.

Subí mi lengua hasta su culo, y lo lamía con suavidad mientras que con mis manos abría sus nalgas aún más.

Volví a tomar la vela y esta vez dejé caer la cera sobre sus nalgas solamente, las gotas caían por sus muslos dejando una pequeña marca roja hasta que se secaban.

Humedecí mi miembro, y empecé a rozar mi glande por su pussy mientras que la azotaba con mis manos.

-Hazlo.-ruega ella.

-Seré yo que lo decida.-respondi con firmeza.

Fui al closet, tomé dos cinturones negros y volví hacía ella. Junté sus tobillos y los amarré con uno.

-pon tus brazos hacia arriba- le pedí.

Ella con sumisión y obediencia lo hizo, los sujeté al espaldal de la cama, la tomé por el cabello y le pregunté.

-¿Quieres que siga?

Ella abrió por primera vez sus ojos, miró volviendo su cabeza hacia atrás, sonrió y asintió con la cabeza.

Besé su frente y volví a poner su rostro en la cama.

Introduje mis dos dedos en su pussy, y empecé a penetrarla con rapidez procurando que tocara su zona G mientras que mi lengua jugaba con su culo y se deleitaba de él.

Las diosas tienen voces especiales, voces que rompen barreras, voces que te cautivan y te drogan, así era la voz de Nai, pero el sonido de sus gemidos cuando tiene un orgasmo es inmensamente superior a la de su voz. Y allí estaba yo, cautivado cada vez que escuchaba sus orgasmos mientras su cuerpo se tensaba y sus piernas temblaban.

Luego de cada orgasmo, introducía mis dedos en mi boca llenos de sus flujos, no quería nada más en la vida que probar aquél delicioso nectar.

Coloqué mi glande en la entrada de su pussy, y con suavidad, la penetré sintiendo cada rincón de su interior, la humedad de ella y lo caliente que estaba. No podía crecer lo suave que estaba, sus flujos caían por los costados de mi miembro y paraban en el colchón. Cada embestida estaba llena de la furia que ella me había contagiado, con la fuerza y pasión de poder sentir lo más profundo de ella.

Sus nalgas estaban marcadas con mis manos y ya a su culo le cabían dos dedos.

Voltee su cuerpo boca arriba y pude apreciar ese rostro hermoso, rojo, sudado y lleno de placer. Subo sus piernas con mi mano izquierda. Coloco mi miembro en la entrada de su culo, y con delicadeza empiezo a penetrarla poco a poco. Estaba bien dilatado, más tarde que temprano mi glande se perdió en él y mis embestidas empezaron a aumentar el ritmo. Coloqué las piernas a un costado y fui a besarla mientras la penetraba. Sentía su respiración golpear mi rostro y su sonrisa pícara me daba permiso para hacerlo con más fuerza. Puse mi mano derecha en su cuello y lo apreté mientras besaba sus labios. Sus gemidos fueron aumentado y nuestros cuerpos eran uno sólo.

-Un poco más rápido.- me dice ella entre suspiros.

Y en respuesta, mi mano golpeó su mejilla. Ella me miró con picardía.

-Dame otra.-dijo.

Fue allí cuando mi sumisa, mi quería Nai arqueó su espalda, echó su cabeza hacia atrás e inundó mi cama de sus fluidos mientras yo seguía penetrandola. Su cuerpo se quedó inmóvil y fueron varios segundos los que no respiró.

– quiero que acabes en mi culito.-dijo ella.-quiero que lo llenes de ti.

Y con esas palabras, algo en mí penetró los confines del universo y me dejó pasmado mirando al techo, pero no veía el techo, lo que veía era la misma existencia.

Nos acostamos abrazados hasta quedarnos dormidos. No recuerdo cuántas veces nos despertamos en la madrugada para repetir, pero cada sensación era diferente y cada vez me daban más ganas de estar con ella.