Disfrutando de la última semana laboral del año

Cuatro días sin hijos, todo se había alineado, los dos enanos de la casa se iban de acampada y … por supuesto, había que buscar algún plan. Era una escapada de invierno, de lunes a viernes, así que no daba para mucho, quedó en mis manos la organización, así que tras muchas vueltas decidí alquilar un casita rural, a unos metros de una playa del Cantábrico, realmente habíamos estado allí otra vez, de novios, hacía años, pero era un buen plan.

Casa con chimenea, ducha de agua caliente, un porchecito para tomar algo, barbacoa… no era lo mismo que ir en verano, pero buscando un sitio tranquilo donde descansar, desconectar con largos paseos por la playa y además en fechas poco concurridas.

Primer día, llegar, ubicarnos, colocar cosas, encender chimenea, había poquitos grados, paseo por la playa y noche de arrumacos y sexo junto a la chimenea. Un buen plan de primer día.

Segundo día, desayuno calentito que le llevo a la cama, polvazo en la ducha con mucho jabón, paseo por la playa, barbakoa para comer, siesta, otro paseo por la playa, cenita de picoteo, paseo por el pueblo, tele y chimenea, que por supuesto acabó en otro acalorado encuentro sexual.

Tercer día, motivo de este morboso relato, después de dos días calentando… ella está más que caliente. Me despierto notando como me acaricia la espalda y su lengua juega con mi oreja, empieza bien el día. Nota que me despierto pero lo único que me deja es tumbarme boca arriba. Me besa apasionadamente, noto uno de sus pechos sobre mi mientras su mano baja rápidamente hasta mi entrepierna y acaricia mis huevos. Le encantan mis huevos rasurados. Libera mi boca, se aleja lo justo para poder vernos las caras, pasa su lengua sensualmente por sus labios y me dice que no me mueva.

Guiña un ojo, y sin dejar de estrujar mis huevos con su mano empieza a lamer la punta de pene mientras lo descapulla… poco a poco va metiendo todo el miembro en su boca, nunca lo había hecho, noto que toco el fondo de su garganta y como ella lo aprieta intentado meter más. Lo saca junto con un buen montón de saliva me mira falta de respiración y repite la jugada. Así hasta cuatro o cinco veces antes de decirme:

«Vaya, parece que si me entra a pesar de lo cachondísimo que te has puesto».

Se levanta dejándome tirado y me dice que va a poner café, que tenemos que ir a dar el paseo matutino por la playa. No me lo puedo creer, la sigo a la cocina, está tan desnuda como yo, la abrazo por la espalda pensando en llevármela de nuevo a la cama pero no se deja.

Pues nada, que toca aguantarse, «ya verás cuando te pille luego» Se sonríe y nada más, nos vestimos, es sexy mi mujer, muy sexy, curvas y más curvas, pechos grandes, pezones duros y atractivos, un culo de los que estaría comiéndome todo el día…

Se pone un vaquero una camisa y una sudadera, parece que hace bueno, cielo con más nubes y claro, pero fresco invernal del norte. Salimos de la casa, cerramos la puerta del vallado y, tras cruzar la calle unos metros y en la playa. El tiempo, que por momento amenazaba lluvia, mejora, se abren un par de claro y el sol y la brisa producen contrastes de temperatura y sensación.

Tenemos muchos kilómetros de playa, no hay prácticamente nadie, a duras penas un jubilado con su perro a lo lejos. Sin venir a cuento se quita la sudadera y me la da, igual hace para eso. unos metros más adelante se saca la camisa.

«Sabes que no he traído sujetador, pero me apetece que me dé el sol, seguro que no te molesta.» Se quita la camisa y se queda en vaqueros. «¿Seguimos con el paseo?»

Entre el calentón de antes, que me pone muy cachondo verla en pantalón vaquero con las tetas al aire, y que las pocas veces que se ha cambiado en la playa me ha puesto como loco pensar en los tíos que babean con sus tetas… nunca ha hecho topless, este cúmulo de sensaciones es brutal. Va unos metros delante mío, se da la vuelta, levanta los brazos, bambolea sus tetas … «¿te gusta guapo mío?»

Se acerca apoya sus pechos contra mi cuerpo mientras acaricia mi entrepierna y me besa «si, parece que te gusta, venga, sigamos con el paseo»

Nos vamos acercando por la playa al jubilado del perro, no me creo que se vaya a cruzar con él así, pero… pues si, sigue andando como si tal cosa y hasta le saludamos, el jubilado babea mirando las tetas de mi mujer moverse arriba y abajo mientras andamos, mi pene no sabe ni como aguantar dentro del pantalón.

«¿Decías que te ponía cachondo que me vieran las tetas en la playa? ¿Esto ya es la pera no?» Sigue disfrutando como una perra poniéndome cachondo. Así llegamos a la zona del fondo de la playa.

«Te toca elegir cariño, dime ¿A o B?» Pido más información, aunque se que no me la va a dar, así que decido B, me hace dudar, pero me mantengo. Estamos lejos del jubilado, así que aunque lo intuya no disfruta de mi espectáculo mientras se apoyas en una roca y se acaba de desnudar. Hago amago de quitarme ropa, no tengo claro lo que quiere o espera de mi, pero no me deja, se queda desnuda, posa entre las rocas y se acerca a mi poco a poco luciendo cuerpo.

Otro beso húmedo, esta vez mientras suelta mi pantalón y saca mi poya, mira al jubilado que está a lo lejos detrás de mí. «Así no va a ver bien» me gira 90 grados, se arrodillas y vuelve a meterse mi poya en la boca mientras acaricia mis huevos. Igual que en casa, hasta que interrumpe su respiración y le provoca borbotones de saliva. Tiene hasta los ojos llorosos, pero le gusta, ahora cambia el plan y mientras me pajea se mete los huevos en la boca y juega con su lengua.

Me lleva a las rocas. El jubilado tiene que flipar a lo lejos, no se de donde pero sacas un bote de lubricante que ni he intuido, se apoya contra una roca alta, dejándome ver su preciso culo y deja caer un buen chorro de lubricante entre sus nalgas, me acerco pero me dice que no con la mano «disfruta del espectáculo pequeño»

Ahí me tiene, viendo como va abriendo las piernas, como sus tetas cuelgan y como juega con sus dedos en su clítoris. Pero tiene más en la recámara, se mete un dedo primero, luego dos y luego tres, me anima a mirar con una sonrisa pícara. «Ahora algo nuevo» me dice, tengo el corazón a mil mientras con otro chorro de lubricante se mete un dedo en el culo.

Nunca ha querido que yo haga nada con su culo, como mucho unos lametones y muy de vez en cuando… pero no para ahí, se mete un segundo dedo, estoy que reviento cuando me dice «ahora te toca, pero con cuidado» mientras me acerco otro poco de lubricante, «métemela por el culo, que lo estás deseando». Pero no me dejas, lo haces tú, la agarras y la diriges poco a poco, siempre adelante, arqueas la espalda para que entre mejor, te pones derecha y acabas de meterla, agarro tus tetas y te atraigo hacia mi. No me dejas casi moverme, disfrutas de mi poya en tu culo mientras te aprieto las tetas y pellizco a ratos tus pezones.

Me afloja un poco y me dejas bombear un poco, «no te corras, quiero tu semen en mi boca» Otra de esas cosas que hacemos de tarde en tarde, te sigo follando el culo mientras la brisa nos refresca y juega con su clitoris.

Abro los ojos, el jubilado está como a 50 metros de nosotros, lo que ve es espectacular, mis manos en esas enormes tetas, mi mujer acariciándose el clítoris con las piernas medio abiertas… Por un momento pienso que de verle se me va a bajar la enorme erección, pero todo lo contrario, le doy un par de envestidas mientras te digo al oido que nos están mirando. Abre los ojos y hace un amago de taparse, pero la obligo a seguir, vuelve a encenderse y abre un poco más las piernas, con lo cual mi poya acaba de entrar totalmente en su culo. Gime a gritos, está claro, la pone que el jubilado la mire… y se corre brutalmente, noto un líguido humedo rodar por mis huevos…

Me saca la poya del culo y se agacha rápidamente enseñando descaradamente al jubilado como se la mete en la boca, no puedo más y un chorro intenso de mi semen acaba sobre su lengua. Hace tiempo que no me corro así, sigue pajeandome con casi todo mi pene en su boca hasta que nota que ya no tiene más que exprimir. Se levanta, me sonrie, me enseña su lengua cubierta de semen y exageradamente traga. Ha decidido que el jubilado esté cachondo perdido.

El jubilado sigue por ahí, mirando la acción de refilón, como que no supieramos lo bien que se lo ha pasado… no mejor que yo… no mejor que ella…

Lo que hicimos a la vuelta a la casa, además de comer…que también, lo dejo para otra ocasión.