El caliente profesor de natación

Aunque contaba con una piel blanca, un cabello negro que pese a mantenerlo desarreglado le daba algo de encanto y unos ojos pardos, el verdadero encanto de Luis radicaba en que pese a estar cerca de los treinta, tenía un cuerpo medianamente musculoso gracias a años de practicar natación, y precisamente esa afición era la que le había conseguido una plaza como profesor de dicha disciplina deportiva en la academia Santa Lucía, una escuela que ofrecía educación de nivel de primaria hasta preparatoria exclusivamente para jovencitas.

Uno pensaría que ese era un trabajo soñado, viendo todo el día jóvenes cuerpos femeninos mojados y envueltos en ceñidos pedazos de tela, pero había dos contras para Luis: la escuela tenía una estricta regla de no tocar, lo que para él no era problema con las de primaria ni con las de secundaria, pues a él no le atraían ni las niñas ni las pubertas, pero con las de preparatoria… era bastante problemático no ver directamente a esas chicas de cuerpos ya maduros que todavía se comportaban como niñas. El segundo problema radicaba en que al ser uno de los pocos profesores varones, en lugar de hacerse de un harem como todos los animes de comedia romántica le indicaban que pasaría, casi todo el cuerpo femenil le miraban con miedo o hasta con asco, como si fuera alguna clase de pervertido, y en el fondo lo era, pero al menos deberían darle crédito de que durante los años que había estado laborando ahí, se había sabido controlar.

Sin embargo, eso cambiaría ese día. Luis se encontraba en el comedor de la escuela, mirando la pantalla de su celular con una sonrisa maquiavélica en sus labios, ignorando como las alumnas trataban de mantenerse alejado de él y cuchichear a sus espaldas, ya que en ese momento algo más importante demandaba su atención: una aplicación que se estaba descargando e instalando en su teléfono.

Había encontrado esa aplicación en un foro en la Deep Web y aunque sus resultados podrían parecer demasiado buenos para ser verdad, no perdía nada en intentarlo y si fracasaba, solo tenía que decir que intentó jugarle una broma a las chicas, total, no es como si fueran a tratarlo con menos asco del que ya lo hacían.

Levantó la mirada justo a tiempo para ver como algunas de sus alumnas del último año de preparatoria pasaban frente a él, lo miraban, cuchicheaban algo entre ellas y luego se reían.

Antes eso le hubiera deprimido, pero con esa “arma” que estaba preparando…

«Sigan riendo putitas —pensó Luis con maldad—, pronto la venganza será mía»

Se dieron las doce del día, hora de que una clase de quinto semestre de preparatoria tomaría su clase de natación.

Luis se encontraba sentado en las gradas cerca de la piscina, con el corazón latiendo a mil por hora por la emoción de pronto ejecutar su plan. Miró a su alrededor, se encontraba dentro de un edificio, esto para evitar los días lluviosos y que las alumnas sintieran frío. Además de que no había nadie más del cuerpo escolar tanto por la confianza que luego de años de laborar ahí ya se había ganado y porque la directora de la escuela confiaba que si él intentaba algo, alguna de las chicas lo delataría.

Pero pese a esto, Luis sonrió. Si “eso” funcionaba, toda esa situación ahora trabajaría para él.

Escuchó las voces de las muchachas de la clase de las doce viniendo desde el vestidor y pronto se hicieron presentes las dueñas de estas. Pese a ser una escuela que se presumía de ser elegante, al menos para las clases de natación la administración no se ponía muy exigente y le permitía a las chicas ir como quisieran a esa clase, por lo que para Luis siempre era un desfile de juveniles y núbiles cuerpos enfundados en pequeños bikinis de todos tamaños, estilos y colores. Había unos pequeños de color blanco, unos más largos de color negro, algunos de strapless de lunares… y todos ellos cubriendo cuerpos que aunque tenían sus detalles, eran MUY antojables. Y ante tal visión celestial, Luis solo pudo hacer lo que siempre ocurría: sentir como la polla se le ponía dura y mirar en otra dirección.

Las pisadas de las chicas le indicaron al profesor que la clase ya estaba frente a él y entonces se dignó a mirarlas, siempre apuntando a sus ojos.

—Bueno chicas, bienvenidas como siempre a su clase de natación —dijo Luis usando toda su fuerza de voluntad para que su voz se escuchara casual y no consumida por la emoción de lo que iba a pasar—. Antes de que comencemos con nuestros ejercicios de calentamiento, hay algo que quiero mostrarles.

—¿Qué es profesor? —preguntó Nicole, una de las chicas mas apetitosas del grupo, una morena de cabello negro corto y con un biquini lila. No poseía unas tetas destacables, pero lo compensaba con sus anchas caderas y jugoso culo. Sin embargo, era de esas chicas que no se preocupaban mucho por el físico y prefería enfocarse a lo académico, siendo de las más inteligentes de la escuela y siempre estando en las conversaciones de los otros profesores cuando se trataba de elogiar a las alumnas más sobresalientes.

—Es un video de la competencia de natación de la semana pasada —dijo Luis sacando su teléfono y empezando a buscar un video en él—. Júntense para que lo puedan ver todas.

Las chicas no parecían muy seguras de querer estar cerca del profesor, pero al final no objetaron y se acercaron a él para poder ver el video.

Luis le dio play al video y en efecto, las chicas vieron el evento de natación de la semana pasada. Las alumnas perdieron la desconfianza y se pusieron a bromear sobre lo que estaban viendo, cuando ocurrió: de repente de la pantalla salió un potente flash que con su luz bañó el rostro de todas ellas.

Era el momento de la verdad. Luis pasó saliva, levantó la mirada hacia las jovencitas… y lo que vio le terminó de poner dura la polla: todas estaban de pie, con sus cabezas apoyadas sobre sus pechos, con sus bocas parcialmente abiertas y los ojos fijos ahí en la pantalla del teléfono, sin moverse o hacer un solo ruido.

Luis bajó su teléfono y la mirada de las muchachas no cambió de lugar. Pasó saliva porque ahora venía la prueba de fuego: puso su mano sobre una de las nalgas de Nicole, la acarició y la pellizcó.

No hubo reacción.

—No puede ser… —dijo el profesor no cabiendo en gozo—. ¡Funcionó! ¡Funcionó!

Lo que había descargado a su teléfono era una aplicación que clamaba que, oculto en un video de lo más normal, había un potente flash que inundaría la mente de cualquier persona que le viera para sumirle en un potente trance hipnótico que le pondría a las órdenes de quien había lanzado el flash. Al principio Luis no quiso creer que algo tan maravilloso existiera, pero luego de decidir que no perdía nada con probarlo, lo hizo… ¡y su fe había sido recompensada! ¡Ahora tenía a un grupo de sexis colegialas en traje de baño, sometidas bajo un poderoso trance hipnótico, sin voluntad y listas para obedecer todas y cada una de sus órdenes!

—Chi-chicas… ¿me escuchan? —preguntó Luis con cuidado, temiendo estar en un sueño y que en cualquier momento fuera a despertar.

—Sí amo, le escuchamos —respondieron todas las chicas al unísono, con un tono somnoliento que resultó muy erótico para el docente.

Luis estaba listo para empezar a jugar con sus nuevas muñecas.

—Quítense la parte de arriba de sus bikinis, luego arqueen la espalda todo lo que puedan y hagan hacia atrás la cabeza.

—Sí amo —respondieron todas las chicas al unísono.

De inmediato las hipnotizadas muchachas empezaron a ejecutar la orden que se les había dado: se despojaron de la parte del bikini que cubría sus senos y una vez sus nenas estuvieron libres del yugo de la tela, las muchachas adoptaron la posición que se les había ordenado, de tal forma que sus senos quedaron mejor expuestos para su ahora amo.

Con la lujuria a mil, Luis examinó todos y cada uno de esos pares de tetas, viendo lo diferentes que eran en tamaño, forma y colores.

—Me gusta verlas en topless mis queridas alumnas —dijo el profesor relamiéndose los labios, al fin convencido de que todo eso era real—. Admitan que les gusta estar mostrándome sus tetas y agradézcanme por dejarlas estar así.

La orden fue inmediata:

—Gracias amo por dejarnos estar en topless, nos gusta mucho estar así —dijeron todas ellas al mismo tiempo.

Ebrio de poder, Luis soltó una sonora carcajada.

—¡Ahora froten sus tetas señoritas! —ordenó.

—Sí amo —respondieron las hipnotizadas muchachas y al acto, llevaron sus manos a sus tetas y empezaron a masajearse las ubres.

En ese momento Luis pensó que si existía el infierno, en definitiva no podía ser tan ardiente como ese escenario: un grupo de jovencitas de todo tipo, altas, bajitas, castañas, rubias, morenas, blancas, delgadas, algo rellenitas… convertidas en simples títeres que complacían en todo lo que quisiera el titiritero, o sea él. Y como buen titiritero, estaba decidido a dar un gran espectáculo de marionetas, aunque él fuera el único espectador.

—Ahora chicas, quiero que formen un círculo a mi alrededor —ordenó.

—Sí amo —respondieron de nuevo las hipnotizadas muchachas, dejando de masajear sus tetas, abandonando la pose que se les había dado y procediendo a formar un círculo alrededor de su amo.

Al ver a esas chicas semi desnudas a su alrededor, Luis sabía qué es lo que quería que pasara a continuación:

—Chicas, bailen lo más sensual que puedan, como si quisieran excitarme para que las elija para follarlas.

—Sí amo —respondieron las mesmerizadas jóvenes y de inmediato el show empezó.

Luis ni siquiera sabía a dónde voltear, ya que aunque cada baile de las colegialas hipnotizadas era distinto, todas tenían algo que le hacía al profesor querer quedarse viendo ese núbil cuerpo por siempre. Algunas su baile era más rápido y energético, otras lo hacían más lento y seductor, otras pasaban sus manos por sus piernas, muslos, torso y senos, otras solo hacían movimientos más simples, como menear las caderas mientras se pellizcaban los pezones…

Sin embargo, Luis sabía que no había hipnotizado a ese grupo de colegialas solo para verlas bailar y había muchas otras cosas que quería hacerles hacer:

—Muy bien chicas, escuchen: Cuando truene mis dedos, ustedes se congelarán en la posición en la que se encuentren cuando escuchen el chasquido. Serán estatuas humanas que solo podrán respirar, ¿entendido?

—Sí amo —dijeron las chicas al unísono, pero esta vez con un ligero tono excitado en sus voces, quizás provocado por saberse haciendo esos movimientos tan sexuales.

Luis sonrió por la respuesta de las chicas, preparó sus dedos, contó del tres al uno y al llegar este..

¡Snap!

El chasquido hizo eco en la sala de la alberca y el efecto fue inmediato: como se les había ordenado, todas las estudiantes se quedaron en la posición en la que estaban cuando escucharon el sonido, algunas con sus manos en sus nalgas, otras en sus tetas, una más mientras se pellizcaba los pezones, otra con las manos sobre la cabeza…

Ahora que tenía a un montón de estatuas de carne y hueso en poses sugerentes, Luis decidió que era el momento de dejar de ver y pasar a “examinar la mercancía”, además de hacer otra cosa que tenía en mente.

Se acercó primero con Nicole, quien se había quedado congelada en una posición con las rodillas dobladas, sacando el culo y con las manos en sus tetas. La abrazó por atrás sintiendo con su verga las nalgas de la muchacha, acarició su vientre plano y pasó la lengua por el cuello de esta sin que hubiera la más mínima reacción por parte de ella.

Una vez que saboreó tanto con su tacto, como con su gusto y como con su olfato el cuerpo de Nicole, Luis se acercó al oído de la muchacha y le susurró una orden:

—Cuando te suelte, te arrodillarás, bajarás la cabeza hasta el suelo y empezarás a recitar este mantra…

Luis le susurró a la muchacha las frases que quería que recitara una y otra vez, a lo que Nicole aun como estatua, respondió con un “Sí amo”. El profesor soltó a su alumna y el efecto fue inmediato: Nicole recuperó la movilidad de su cuerpo, se arrodilló, luego bajó la cabeza hasta el suelo y empezó a recitar:

—Mi amo Luis es toda mi existencia. Yo soy insignificante. Vivo solamente para obedecer todos sus caprichos. Mi cuerpo es de su propiedad, él puede usarlo como quiera…

Luis dejó a Nicole y pasó con la siguiente alumna para repetir el proceso: agasajarse el tacto y el gusto con cada parte del cuerpo de la chica, dejarle la orden y pasar a la siguiente mientras esta se ponía en posición y recitaba el mismo mantra que Nicole.

Cuando terminó con la última de las muchachas, Luis regresó al centro del círculo. Las chicas de alguna forma se habían sincronizado y ahora todas al unísono recitaban el mantra:

—Mi amo Luis es toda mi existencia. Yo soy insignificante. Vivo solamente para obedecer todos sus caprichos. Mi cuerpo es de su propiedad, él puede usarlo como quiera…

La satisfacción que Luis sentía en ese momento era indescriptible: siendo adorado por hermosas adolescentes semidesnudas sometidas a su voluntad; se sentía como una deidad.

Pero los juegos se habían terminado, era hora de pasar al acto principal.

—Muy bien chicas, ahora quiero que vayan al vestidor, pero quiero que lo hagan caminando de la forma más provocativa que puedan.

Las chicas detuvieron su letanía y respondieron:

—Sí amo.

Para luego ponerse de pie y empezar a caminar hacia el vestidor, todas ellas moviendo de forma muy seductora sus caderas.

Luis se quedó un momento para recoger las piezas de bikini que las hipnotizadas muchachas habían dejado atrás y mientras lo hacía se fijó en el culo de todas sus esclavas, de hecho, en el de una en particular.

Una vez que todos entraron en el vestidor, Luis dejó los tops en un casillero y le ordenó a sus muñecas que tomaran asiento en las bancas, obedeciendo todas ellas. Una vez listo, Luis continuó:

—Señorita Miranda, póngase de pie.

—Sí amo —respondió levantándose una muchacha de piel blanca, cabello negro que le llegaba hasta la mitad de la espalda, ojos verdes y un cuerpo muy voluptuoso, con unos grandes pechos que no necesitaban de la parte de arriba de su biquini azul para mantenerse firmes, un culo redondo y suculento, siendo sostenido por unas piernas perfectas.

Esa era Miranda, la chica más adinerada de la escuela y dicho estatus la había llevado a ser toda una diva que se creía superior no solo a sus compañeras, sino también a los profesores. De hecho, era ella una de las principales causantes de que el resto de las alumnas le trataran con tanto recelo. Todas esas características le habían hecho a Luis elegirla como su puta principal si la aplicación hipnótica funcionaba, y dado que lo había hecho…

Luis atrajo hacia sí a la muchacha y con total descaro, empezó a pellizcarle el culo, cosa que la hipnotizada alumna ni siquiera rechazó. Luis ya le había manoseado cuando la había convertido en una estatua, pero no se cansaba de la sensación de tener entre sus manos las nalgas más ricas de la escuela, literal y metafóricamente hablando.

—Miranda, vas a responder a todas mis preguntas con total sinceridad, ¿entendido?

—Sí amo —respondió ella sin siquiera parpadear.

Había muchas cosas que Luis quería saber de esa engreída muchacha, pero había una que le daba especial curiosidad:

—¿Qué piensas de mí?

—Nunca me ha agradado —respondió de inmediato la esclavizada colegiala—. Creo que se hizo maestro de natación para vernos en bikini.

Luis chasqueó molesto la lengua. Esa puta tenía un punto.

—Siguiente pregunta —dijo sin ya darle importancia—. ¿Has tenido sexo?

—No —respondió de inmediato la joven.

—¿Novio?

—No amo —respondió de vuelta Miranda—. No he encontrado un hombre que sea digno de mí.

Una risita se le escapó a Luis; no podía creer que aún hipnotizada, la chica se mantuviera tan altanera. Pero estaba bien: era el momento de enseñarle algo de humildad a esa malcriada.

—Es hora de ponerte en tu lugar Miranda. No eres más que tus compañeras, eres una más de mis esclavas sexuales sometidas a mi voluntad que solo vive para darme placer, ¿entendiste?

—Sí amo —respondió Miranda.

—Y para que no te quede la menor duda, vas a hacerle un oral a cada una de tus compañeras y no te detendrás hasta que ellas lleguen al orgasmo y te tragarás todo lo que salga de sus coños de esclava, ¿entendido?

—Sí amo —dijo Miranda y al acto empezó a ejecutar su orden: se dirigió a su derecha, hacia Jimena, una chica rubia de ojos verdes que aunque estaba algo llenita, tenía un buen culo.

Miranda se arrodilló entre las piernas de la rubia, le bajó la parte de debajo de su bikini blanco hasta los tobillos y entonces enterró su cara en el coño de esta para empezar a chuparlo y lamerlo.

El espectáculo era grandioso y Luis quería guardarlo para la posteridad, por lo que sacó su teléfono y se preparó para grabarlo, pero entonces una idea le pasó por la cabeza.

—Nicole, ven aquí.

—Sí amo —respondió la muchacha yendo hasta su dueño.

Luis le pasó el celular a la hipnotizada colegiala y dijo:

—Quiero que grabes todo lo que pase aquí, haciendo énfasis en Miranda.

—Sí amo —respondió Nicole y le dio clic al botón de grabar en la pantalla, empezando a enfocar a su compañera que seguía comiéndole el coño a Jimena.

—Todas las demás —dijo Luis mientras tanto mirando a sus demás esclavas—. Quiero que sigan recitando su mantra.

—Si amo —respondieron las muchachas y entonces, con la misma sincronización de antes, empezaron: — Mi amo Luis es toda mi existencia. Yo soy insignificante. Vivo solamente para obedecer todos sus caprichos. Mi cuerpo es de su propiedad, él puede usarlo como quiera…

Con eso arreglado, Luis se unió a la diversión de Miranda. Mientras esta le comía el coño a sus compañeras, Luis se dedicaba a jugar con el trasero de Miranda con una mano mientras que con la otra, jugueteaba con la teta de la chica de turno, a veces uniendo su boca a la diversión chupando la teta de la colegiala que estuviera recibiendo el servicio.

Luego de un rato en que Miranda ya había atendido a sus compañeras y su boca ya era básicamente una piscina de fluidos vaginales ajenos, ya solo faltaba Nicole, pero como era ella la que grababa, Luis llamó a Jimena para que tomara el relevo de Nicole y ahora sí la chica saliera en la grabación teniendo su coño siendo comido por Miranda. Miranda nunca había hecho sexo oral a otra mujer, pero gracias al “curso intensivo” que acababa de recibir, ya le había agarrado el truco y Nicole no tardó en venirse sobre la cara de su compañera, salpicándole de sus fluidos vaginales, fluidos que Miranda se apuró a empezar a beber tal y como le habían ordenado.

Una vez que la tarea terminó, Luis le arrebató su teléfono a Jimena y paró el video para luego decir:

—Que recuerdo tan maravilloso. La alumna más creída de la escuela, ahora con el rostro, cabello y tetas empapados con los jugos vaginales de todas sus compañeras.

Luis miró a Miranda. Aunque la muchacha se veía patética bañada en babas vaginales y con algunos vellos púbicos ajenos cerca de la boca, todavía tenía su encanto, por lo que…

—Miranda, de pie y bésame.

—Sí amo —respondió la colegiala, poniéndose de pie y yendo con su amo para así ambos fundirse en un apasionado beso.

Para nunca haber tenido novio, Luis tenía que admitir que Miranda besaba muy bien, además de que el sabor mezclado de todas las vaginas de sus compañeras le daba un plus extra a la situación, por lo que empezó a meter su lengua en la boca de su alumna.

Luego de unos minutos, Luis dejó de besar a Miranda y ordenó:

—Masajea mi verga con tus melones.

—Sí amo —respondió Miranda.

La muchacha se hincó, bajó el short del profesor hasta sus rodillas y la erecta polla de este quedó al aire. La muchacha se quedó unos segundos viéndola, con Luis teorizando que quizás era porque era la primera verga real que veía, pero luego de un rato atrapó ese pedazo de carne con sus tetas y empezó a masajearla.

La sensación era increíble para Luis, pero al saber que tenía a la muchacha bajo su completo control, sabía que le faltaba algo:

—Recita tu mantra, puta.

—Si amo —respondió Miranda y comenzó: — Mi amo Luis es toda mi existencia. Yo soy insignificante. Vivo solamente para obedecer todos sus caprichos. Mi cuerpo es de su propiedad, él puede usarlo como quiera…

Luis se encontraba en la gloria, pero al mirar a sus otras esclavas que continuaban recitando el mantra, decidió no dejarlas sin diversión.

—Chicas, todas menos Miranda, pónganse en parejas —ordenó.

—Sí amo —respondieron todas y de inmediato cumplieron la orden, poniéndose de pie y empezando a juntarse en parejas y mientras lo hacían, Luis le dio su propia orden a Miranda:

—Tú, quiero que pegues la cabeza al suelo y levantes el culo lo más que puedas.

Miranda detuvo su boobjob y acto seguido dijo:

—Sí amo —para después bajar su cabeza hasta el suelo y levantar las nalgas.

Luis miró a su alrededor, las demás chicas también ya habían encontrado pareja; era una suerte que ese grupo fuera impar. Con sus títeres ya en posición, Luis se sintió preparado para empezar con el show principal.

—Ahora chicas, todas menos Miranda empezarán a sentir una atracción sexual muy fuerte por la chica que tienen por pareja y quiero que de inmediato, empiecen a follarse como dos amantes enamoradas, pero no podrán parar ni llegar al orgasmo hasta que yo se los ordene. ¿Entendido?

—Sí amo… —gimieron las chicas, dándole a entender a Luis que la orden ya había empezado a ser efectiva y las chicas ya estaban excitadas.

—Adelante —ordenó Luis.

Todas las chicas se lanzaron contra su pareja, empezando a abrazarse, besarse y explorar cada rincón de sus desnudos cuerpos tanto con sus manos como con sus lenguas, en un espectáculo lésbico digno de verse.

Con todo ese escenario, Luis ya estaba listo para proceder con el plato fuerte.

Se colocó detrás de Miranda, le bajó el pedazo de tela azul que cubría su culo y su coño y al tener esas nalgas desnudas a su disposición, primero las sobó y luego tomó su rifle para apuntarlo al pequeño ano de su alumna y sin ninguna clase de consideración, empezó a meterlo en el recto de la joven, pero luego de unos centímetros, Miranda soltó un gemido tan fuerte, que Luis por un momento pensó que esta podría haber despertado del trance, por lo que hizo lo único que se le ocurrió:

—¡Di tu mantra esclava!

—Si… amo… —respondió Miranda entre gemidos y empezó: — Mi amo Luis es toda mi existencia. Yo soy insignificante. Vivo solamente para obedecer todos sus caprichos. Mi cuerpo es de su propiedad, él puede usarlo como quiera…

Luis soltó un poco de aire, mientras Miranda siguiera diciendo su mantra, lo tendría como indicador de que su esclava seguía bajo el trance hipnótico.

Siguió pujando y al final todo su tronco logró entrar en el recto de la muchacha, sonriendo ante el hecho de que estaba seguro de que esa puta jamás se habría imaginado que perdería su virginidad anal antes que la de su vagina. Se quedó un momento así, empinado, tratando de acostumbrarse a la sensación y luego empezó a mover su cadera para follar a la muchacha mientras esta seguía recitando el mantra como podía, ya que sus palabras se ahogaban con sus gemidos de placer y dolor.

La calentura empezó a gobernar la mente de Luis; si había decidido follar a Miranda por el ano, era porque temía embarazarla, pero ya mandando al diablo todo…

—¡¿Estás ovulando, perra?!

—No… amo… —respondió la muchacha de manera apenas entendible.

Luis sonrió. Sacó su verga del apretado ano de Miranda, que quedó bastante dilatado, y le dio la vuelta a la muchacha. Le sacó la última pieza del bikini ahora sí dejándola desnuda y puso las piernas de esta por sobre sus hombros, apuntó su verga a la vagina de su alumna y se introdujo en ella. Entró una parte de su polla y pronto se topó con un pequeño obstáculo, el himen de Miranda, su sonrisa se ensanchó y dio una estocada con toda la fuerza que pudo reunir y de un solo golpe, sintió como esa membrana se hacía pedazos frente a la fuerza de su verga, mientras que Miranda solo arqueaba la espalda, gritaba de dolor y lágrimas escapaban de sus ojos… pero su mente seguía atrapada bajo el hechizo hipnótico de la aplicación.

Luis siguió embistiendo a la muchacha y pronto los gemidos de dolor de Miranda pasaron a ser gemidos de placer que excitaban todavía más al maestro. Pronto, Luis empezó a sentir como un orgasmo se construía por lo que a segundos antes de llegar, gritó:

—¡Chicas! ¡Córranse ahora!

Todo el vestidor se llenó con gemidos de potentes orgasmos que salían de todos los ocupantes.

Las chicas cayeron agotadas al suelo y Luis hizo lo mismo saliendo del coño de Miranda y cayendo agotado al lado de la muchacha. Se quedó ahí unos minutos recuperando el aire y cuando se sintió recuperado, se levantó y miró el coño de su esclava: empezaba a escurrir semen mezclado con sangre; los restos de la virginidad de la chica.

Luis se puso de pie y se vistió. El show había terminado y ahora había que atar los cabos sueltos, pero se permitió llevarse un pequeño recuerdo.

—Escuchen putas. Quiero que vayan todas por sus bragas y hagan una fila para que me las entreguen, cuando lleguen conmigo, les daré una última orden.

—Sí amo… —respondieron las chicas agotadas, poniéndose de pie como podían para ir a sus casilleros, abrirlos y sacar de ellos sus calzones listas para entregárselos a su amo.

Hicieron la fila y una por una le fueron entregando la preciada prenda a Luis y cuando lo hacían, este aprovechaba para susurrarle algo en el oído a las muchachas, básicamente instrucciones para olvidar lo que había ocurrido ese día, no prestar atención a cosas raras en sus cuerpos y… ciertas cosas para después.

***

Luis se encontraba en el sótano de su casa, bebiendo una cerveza y escuchando música a todo volumen. Pero no estaba solo.

Frente a él se encontraban Nicole, Miranda y Jimena, junto con otras dos chicas de su curso, bailando mientras se desnudaban. Hipnotizadas, las cinco chicas creían que eran strippers profesionales y le estaban haciendo un privado al profesor.

Lo que Luis les había susurrado aquel día era una serie de órdenes post hipnóticas, con la primera, plantó en ellas la idea de que al escuchar la frase “sumérjanse profundo sirenas”, todas ellas entrarían de vuelta a ese profundo trance hipnótico. La otra, era que de grupos de cinco en cinco Luis les había metido la idea de que un día a la semana irían a su casa, obviamente en trance, después de la escuela. Así, Luis podría jugar con sus títeres tanto en la escuela como fuera de ella.

Pero eso no era lo único que había hecho. Luego de su primer experimento exitoso, Luis había marchado a la oficina de la directora y había usado su milagrosa aplicación para poner a la mujer bajo su control y no solo convertirla en otra de sus esclavas sexuales: también convencerla de darle un muy merecido aumento y con ese dinero extra, comprar algunas cosas para divertirse con su harem escolar.

Luis giró la vista a la mesa a su lado y vio un montón de juguetes sexuales y trajes eróticos con los que pensaba divertirse con sus esclavas.

Ahora, ser maestro de natación en el Santa Lucía ya no pintaba nada mal.

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