El día que entregue mi virginidad a mi acosador

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¡Hola a todos en la página! He vuelto luego de más de 3 años a contarles más de mis experiencias. Cuando empecé a escribir esto aún era virgen, pero eso ya cambió desde entonces, sigo teniendo el mismo fetiche interesante de ser manoseada en lugares públicos o transporte público por desconocidos.

Ahora tengo 20 años, empecé a escribir mis experiencias hace 3, ya se imaginarán mi edad de ese entonces.

Supongo que nadie me recuerda, así que les recuerdo mi físico: Físicamente pues soy bajita, mido 1.57 m, soy delgada también. Mi cabello es oscuro a diferencia de mi piel que es bastante clara. Mi cabello sigue siendo no tan largo. Hablando de mis pechos no son muy grandes, normalitos se podría decir, a diferencia de mi trasero que muchos chicos y chicas también me han alabado, es lo que más llama la atención de mi físico.

Sin más que agregar, les cuento mi primera vez. Esto ocurrió hace unos meses.

Otro día normal para mí, un sábado como cualquier otro. Tenía que ir a un compromiso con una amiga y tenía que tomar el metro. Siempre que uso el metro, tengo la esperanza de que alguien se anime a manosearme, no siempre pasa, pero siempre tengo ganas. Ese día llevaba puesto un pantalón que hace ver mi culo bien grande y una blusa rosa con un suéter negro, del mismo color que el pantalón.

Me subí al metro, tenía que avanzar 3 estaciones y luego cambiar de línea y avanzar otras dos. En el primer metro no pasó nada. Miradas, roces “accidentales” y poco más. Eso me decepcionó un poco, pero en el segundo metro, al cambiar de línea y antes de entrar al metro, estaba mucha gente amontonada para subir por la puerta, en eso, con toda la gente que había, noté que una mano me agarraba mi trasero. No pude ver quien era, pero obviamente no hice nada al respecto, simplemente lo dejé.

Luego de eso subí al metro, ya iba lleno y aún así subió más gente. Iba muy apretada, me gusta ir así, es más fácil que alguien me manosee. No me equivoqué. Pronto sentí unos toqueteos “accidentales” en mi trasero. Identifiqué rápido de quien era esa mano y me acerqué al hombre. Básicamente “puse mi culo en su mano”. Él lo entendió rápido y me empezó a tocar de verdad. Solo podía usar una mano, por la posición, pero eso no le impidió apretarme fuerte mi culo e intentar meter su mano, aunque eso no se pudo. Avanzaron las estaciones y me tenía que bajar.

Eso me puso muy triste, puesto que llevaba ya un par de semanas sin ser manoseada y quería más.

Llegué a mi compromiso, me llevó unas cuantas horas y era momento de regresar a mi casa. Eso significaba usar de nuevo el metro, lo cual me calentó de inmediato.

Volví a subirme al metro, no iba tan lleno el vagón en donde iba, así que no pasó nada en la primera línea, pero en la segunda… Iba lleno a reventar. Eso me alegró. Me subí como pude y quedé muy en medio, lo cual es ideal para mi fetiche. De inmediato, en cuanto el metro se movió, empezaron los toqueteos “accidentales”. Primero sentí una mano en mi cadera y después esa misma en mi culo. Entonces, para mi suerte, era justo el tipo que estaba detrás de mí. En cuanto me di cuenta, me pegué a él, le dejé sentir mi trasero en su miembro, sentí como poco a poco se empezaba a poner muy duro.

Simplemente voltee a verlo a los ojos, mientras me mordía el labio, en señal de que tenía mi permiso. Entonces el empezó a tocarme más. Ya que estaba detrás de mí, pudo perfectamente restregar toda su verga en mi culo, mientras me tomaba de la cadera y de vez en cuando de mi vientre. Yo estaba muy excitada. Cada que podía me pegaba más a su miembro. Me estaba mojando mucho y sus manos me apretaban tan rico.

En eso llegamos a mi estación. Tenía que bajar, pero el me detuvo y me susurró: “Yo me bajo en la siguiente… ¿Por qué no te vienes conmigo?”

En ese momento mis piernas temblaron y mi menté se puso en blanco. Simplemente asentí con mi cabeza como pude y me quedé quieta.

Llegamos a su estación. Ambos bajamos y caminamos juntos. Por fin pude verlo bien, era un hombre de unos 40. Alto, de cabello negro y corto, llevaba camisa de manga larga y pantalón de mezclilla.

Caminamos un poco, hablando casi nada y llegamos a su casa, no lejos de la estación. Estaba muy nerviosa. Nunca había ido a casa de uno de mis acosadores, nunca había tenido sexo. No sabía que hacer, pero decidí que iba a hacerlo.

Entramos y no dijimos ni una palabra. Rápidamente nos empezamos a besar, él me puso contra la pared mientras me besaba el cuello y yo suspiraba fuerte. Luego me siguió besando y yo a él. Lo senté en un sillón y me puse encima de él. Le quité la camisa y yo igual me quité el suéter, la blusa y el bra. El de inmediato empezó a tocar mis pechos mientras yo lo dejaba hacerme lo que quisiera.

Besos y toqueteos después, terminamos desnudos y en su cama. Entonces fue que le confesé que era mi primera vez. El entendió y fue gentil conmigo. Primero me dio sexo oral, nunca lo había hecho. Su lengua era increíble. Estaba tocando los lugares exactos. Casi me hace venirme solo con eso. Entonces me ofrecí a darle sexo oral a el y lo acosté en la cama. No era la primera vez que daba sexo oral, en secundaría ya lo había hecho, pero era la primera vez en varios años que lo hacía. Lo que más me gusta de dar una mamada, es lamer y chupar las bolas. Todos los chicos y hombres se derriten en cuanto lo hago.

Le pedí si podía ir yo arriba y aceptó. Me dejó montar su verga. Mis amigas y otras personas me mintieron, me habían dicho que me iba a doler, pero para nada. Su miembro se sentía increíble. Quería meterlo poco a poco, pero no aguanté y fui rápido. Empecé a moverme, tanto arriba y abajo como “hacía los lados”, estaba muy excitada y notaba en su cara como intentaba no venirse, lo cual no me gustó, así que empecé a hacerlo aún más rápido para que se viniera, pero no conté con que yo me iba a venir primero.

Todo mi cuerpo empezó a temblar. Me quedé inmóvil un momento. No pude pensar en nada y simplemente me acerqué a su cara y empecé a besarlo. Durante el calor del beso, volví a mover mi cadera de la misma forma que antes. El no estaba preparado para eso y se vino en poco tiempo, aunque me pudo avisar y me quité antes de que se viniese dentro de mí.

Nos quedamos un rato acostados, entre todo lo que hicimos ya casi había pasado una hora. En ese momento recordé que no sabía su nombre, pero no me importaba realmente.

Entonces le dije que tenía que irme. El aceptó y se levantó también. Se volvió a poner su ropa, yo igual me puse la mía, aunque no toda.

Sacó su cartera y me dio un billete de 500 y uno de 200, “Ten, para tu metro de vuelta”, me dijo. No supe como reaccionar y simplemente lo besé. “Yo también tengo algo para ti.” Le dije yo. Dije que no me había puesto toda mi ropa, pues guardé en una bolsa de mi pantalón mis pantis. Se las regalé. Eran rojas con encaje. “Para que me recuerdes…”.

Nos despedimos y fui al metro, caminando como pude, pues mis piernas estaban algo débiles.

Finalmente llegué a mi casa, no pude evitar masturbarme con lo ocurrido…

Espero que hayan disfrutado de mi relato de vuelta. En estos 3 años he tenido muchas experiencias con mis acosadores de metro y camión, espero contarles muchas más próximamente!

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