El día que me cogí a una feminista radical

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No śe cómo pasó, aunque supongo que le podría pasar a cualquiera. Tengo especial cuidado con restringir mis círculos de amistad cercanos a gente exclusiva y totamente tolerante (te digan lo que te digan al final el único intolerante es el que no deja hablar a los demás), tanto hacia un extremo como hacia el otro. Recuerdo que esa noche un amigo había invitado a sus colegas del pueblo, y por eso vino ella. Noté de lejos sus pintas y ya veía lo que se avecinaba.

A primera vista me divirtió: tenía el pelo corto y teñido de un color entre rosado y rojizo. Era bastante guapa, tenía unos ojazos verdes y aunque no iba demasiado arreglada tenía estilo. De cuerpo era perfecta; un auténtico pivón por lo que vi luego (vaya culo tenía la tía), pero lo que más me ponía era las insinuaciones que hacía. Me debió pillar caliente porque estaba intentando ligármela y no tardé en meter la pata, le saqué el tema del feminismo. No sé el porqué, ni qué me pasó, sé que fue un error, pero lo hice.

En cuanto dije la primera palabra del tema se transformó. La chica agradable que estaba conociendo dió paso a una salvaje con una sed de sangre que no se de dónde le venía. Os prometo que no me dejaba hablar, ¡ni una palabra!. Estuvo contándome por qué y como era necesaria la deconstrucción del hombre o alguna gilipollez así. Me costó un rato, casi dos horas, pero acabé deconstruyendo mi heteropatriacarlismo del todo y por fin entendí que yo no podía hablar y que mi opinión cuando no contaba menos que un cero a la izquierda, era un peligro para cualquier sociedad tolerante.

En ese preciso momento lo tuve claro: ahí arriba no había nadie a los mandos. Estaba hablando con una persona de inteligencia límite (al menos emocional/asertiva), y cuando me dí cuenta me fue bastante fácil quedarme paladeando cada burrada que se le pasaba por la cabeza a la dulce Naroa, y viendo como le salía espuma por la boca. Como espectáculo no tenía precio: la tía había pillado carrerilla y no había quien la parase, qué fiera. Me bebí al menos tres o cuatro copas escuchándola mientras me partía el culo en su cara. Estaba empezando a desesperarme de oir terminar las palabras en neutro (con la ‘unes chiques’), pero Naroa (así se llamaba) tampoco era tonta y sabía a lo que iba, qué coño ella iba a lo mismo, y me lo dejaba ver entre locura y locura.

Fui al grano antes de pegarme un tiro, la corté a medias de una argumentación sobre porqué era machista el saludar apretando la mano (no es broma, estaba intentando «explicarmelo»).Le dije que SÍ me estaba interesando mucho la «conversación» y que si nos íbamos a un sitio más tranquilo. Con mi actitud ya hacía un rato había quedado muy claro que no, pero lo entendió y se relajó por fin. Me guiñó un ojo y me dijo que me acompañaba a dar una vuelta. Encajabamos bien: ella debía estar hasta las tetas de follarse a tíos que le daban la razón sin cuestionarle las burradas que soltaba, y yo me estaba partiendo de risa con las barbaridades que decía, me parecía un show digno de la televisión americana. La confrontación de opiniones estalló según dimos la vuelta a la esquina. Nos lanzamos el uno al otro con unas ganas que llevabamos acumulando toda la noche como dos animales en celo.

No sé quien desnudó a quien, pero derrepente estabamos a un lado de una calle cercana tocándonos de arriba abajo. Nos miramos riéndonos y nos lanzamos, bueno, ella se adelantó y se lanzó primero: se agachó y me bajó el pantalón. Ya la tenía bien dura, con lo que me la agarró y a darle lametones lentamente mientras empezaba a pajearme. Me miraba con una expresión en la cara que no sabría si catalogar de feminista (yo no miro así a nadie mientras le como el coño, qué miedo, cuánto vicio junto, joder os lo parecía que me iba a meter un bocao’).

Cerré los ojos, eché la cabeza para atrás y le dejé hacer. Dejar hablar no era su punto fuerte pero la chupaba como una auténtica profesional (una de las mejores mamadoras de mi vida). Pasaba la lengua con verdadera maestría por los rincones por los que hay que pasarla, y sabía guardar la saliva en la boca sin dejar salir nada. Empezó a subir el ritmo y al poco ya se metía la polla casi hasta el final de la garganta, yo estaba en las nubes. Empezó a hacer el recorrido completo de meterla y sacarla hasta el fondo con un ritmo medio, pero la discursión me había dejado con ganas de juerga y le agarré la cabeza desde atrás para controlar la mamada. No parecía molestarle -o igual si pero poco me importó, me tocaba a mí- y empecé a hacer fuerza y a follarle la boca de verdad. En un tiempo récord estaba recorriendo en cada pasada su boca entera hasta el final de la garganta con el rabo a un ritmo digno de Guiness.

La tía se empezó a atragantar (casi se puede decir que se estaba comiendo sus palabras) pero yo estaba ya a tope y no me apetecía parar, era mi turno de soltar argumentos. Y vaya que si se los solté. Le hice fuerza con las manos detrás de la cabeza cuando estaba a punto de correrme y le solté una corrida inmensa, pero inmensa, al fondo de la garganta. Estuve un buen rato corriendome y manteniéndole la apretándole la cara contra mi pelvis mentras la tenía ahí al fondo. Digo que la corrida fue inmensa porque a la tía le pasó casi todo a la garganta directamente, pero todavía cuando la saqué le salpicó una buena cantidad en la barbilla. Me encanto correrme notando los espasmos en el fondo de su garganta, un aplauso para Naroa que a juzgar por las palmadas que me daba en la pierna, no lo tuvo que tener nada fácil para tragársela.

Dejé que se la sacara con los ojos llorosos y como esperaba tras un poco de tos y limpiarse la boca empezó a llamarme hijo de puta por no haberle avisado. Pero en realidad tampoco lo soy con lo que le di un beso largo (todavía tenía en la boca algo de con sabor) y empecé a meterle mano. Tampoco me sorprendió encontrarla bien dispuesta, y unos labios mojados que me recibieron casi como si fuera un viejo amigo.Me había quedado con ganas de explicarle un par de cosas, y mientras le metía un par de dedos bien adentro, le tapé la boca con la otra mano y me acerqué para explicarle al oído porque no estaba bien no dejar hablar a los demás. No sé si me entendió (estaba ocupada con sus cosas) gemía y se pegaba a la pared como si mi mano fuera fuego en su coño.

Se me había vuelto a poner dura, le dí la vuelta para que se agachara contra la pared y viendo que tenía prisa, se la metí lo más despacio que pude. Se intentó echar para atrás para clavarsela de una pero no la quise dejar. Le sujeté la cadera y empecé a follarmela a buen rimo derrepente a semi-perrito desde atrás. Me empezaron a entrar ganas de volver a correrme según se la metí – suelo aguantar un rato, pero Naroa gemía cada vez más alto y a mi me estaba volviendo loco el morbo de estar en público. Saber que estas a menos de 40 metros de la fiesta y te pueden pillar en cualquier momento me pone burrísimo.

No quería dejarla a medias, yo me había corrido y eso hubiera sido como darle la razón en su discurso. Quería que se corriera como me había corrido yo, por lo que bajé un poco el ritmo y empecé a masturbarle el clítoris con la otra mano. En ese momento me salió un venazo de rebelde y me dije que qué coño, que se iba a enterar. Se la saqué sin decir nada y me agaché para comerle el coño desde atrás. Se me había metido entre sien y sien darle una lección de igualdad que estuviera en los anales de la historia. Empecé a pasarle la lengua por el coño agachado desde atrás y me cogió la cabeza. No dejaba pasar una, Naroa. Estando más salido que la mona no sé me ocurrió otra cosa que empezar a comerle el culo ¡y vaya si le gustó!. Al principio pegó un respingo, no se lo debía esperar. Pero después de que bajara y subiera un par de veces la lengua entre el coño y el culo, me agarró la cabeza y me la dirigió directa al agujero de atrás. A juzgar por gemía supe que lo estaba haciendo bien, iba por buen camino. En ese momento empezamos a oír voces de la fiesta y me puse un poco nervioso, tenía que ser rápido y efectivo.

Timidamente empecé subiendo la lengua y luego con ansia del coño al culo. Iba dando pasadas y cada vez me enterraba más la cara con las manos, creo que le empecé a follar el culo con la lengua. Tenía poco tiempo para hacer que se corriera (sí seguíamos ahí nos iban a pillar seguro) por lo que le metí un dedo en el coño y empecé un metesaca mientras baja y subía la lengua. Ver como pegaba la cara a la pared del gusto me ponía todavía más cachondo, y tras un rato, a punto de correrme con lo excitante del asunto, me levanté, se la metí avisar y empecé a darle matraca de la buena. Ahí ya Naroa no se pudo controlar y empezó a gritar (no sé como no nos oyeron desde la fiesta) y cuando le puse la mano en el coño para masturbarla mientras la empalaba se corrió con todas sus fuerzas. Se corrió tan fuerte que la tuve que sujetar para que no cayera al suelo. En cuanto se corrió, me puse a bombear con el impetú final, y ella lo notó. Con un apretón en la espalda le dí la señal, la saqué justo antes de correrme y se la volví a meter hasta el fondo de la garganta – parece que nos había gustado a los dos la primera.

Al volver a la fiesta no hablamos mucho, ya nos habíamos dicho todo lo que nos teníamos que decir y compartido dado todos los argumentos posibles, pero escribiendo la historia me he dado cuenta de que me quedé con algunos detalles que discutir en el tintero… ¡A ver si te animas Naroa! Un rato tú y un rato yo, que hay tiempo para hablar todos.

Aprendí ya hace tiempo que personas que no quieren oir opiniones contrarias y sólo quieren defender ideas de otros no te van a escuchar. Ideas que por otro lado adoptan muchas formas y son representadas por banderas, ideologías, colores, sexualidades…. Esa gente lo único que va intentar es imponerse. Lo que pretenden normalmente es no dejarte hablar para que solo se oiga su argumento. El que calla otorga, y eso es cierto. ¡No te calles! Dí lo que piensas si son argumentos constructirvos, dí lo que piensas si no haces daño a nadie y no tengas miedo de equivocarte, y menos de hablar. Ten miedo a dejar de pensar y dar todo por sentado. Arkhé.