Hermosas casualidades en un parque

Un parque lleno de madres que salían con sus hijos a pasar el rato, yo llevaba a mi retoño en un coche. Un parque, un lugar seguro solo con madres y sus hijos. La mayoría andaba correteando atrás de nenes que apenas empezaban a caminar, al principio pensé que yo era la única que tenía a un bebe de brazos.

Comencé a caminar y recorrer el parque para ambientarme y estirar las piernas, luego de varios minutos encontré una banca algo alejada y me senté. Los senos estaban cargados y mi nene estaba dormido. En estas circunstancias es cuando suceden accidentes, y manché el brasier y la blusa con leche materna.

Sonrojada y avergonzada comencé a llorar en mi soledad y en silencio, mantenía la cabeza agachada por la vergüenza. De repente una mujer, que digo una mujer, era un ángel se me acercó y colocó su mano en mi hombro y de la forma más comprensiva me hizo sentir que no estaba sola.

Sin preguntar comprendió la emergencia, me miró y me tomó la mano y me fue llevando mientras también empujaba el cochecito, y justo frente al parque, en una hermosa villa y siempre en silencio me invitó a pasar.

El cochecito se quedó en la sala, yo la seguí como una autómata sin siquiera preguntar a dónde me llevaba, entramos a la lavandería. Me quitó la blusa y el brasier, yo me dejaba hacer como una estúpida sin voluntad, mis tetas quedaron expuestas para ella. Tengo que decir que, en su delicadeza, suavidad y silencio ejercía un dominio absoluto sobre mi persona.

Mis tetas llenas de leche a reventar parecían entender los deseos de esta diosa desconocida, y de forma autónoma y sin ninguna estimulación comenzaron a gotear leche materna. Ella cayó de rodillas ante mí, y con la delicadeza propia de una mujer divina comenzó a lactar de mis senos.

Bebió tanto que solo reaccioné por el sonido de un fuerte llanto, y la humedad al haber manchado el resto de mi ropa.