La convivencia entre dos chicas y un chico empieza a ir demasiado mal, para arreglar las cosas tuvieron una noche de pasión

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Pedro es un universitario de 24 años que está acabando sus estudios. Todos los años ha vivido con amigos, pero estos ya han acabado, por lo que Pedro decide continuar en su piso de alquiler y ser él quien busque los dos compañeros que faltan. Más bien compañeras, ya que decidió que este año vivirá con chicas, por motivos puramente sexuales.

Puso un anuncio en internet con las dos habitaciones, rechazó a todos los chicos que preguntaron y entre las chicas seleccionó a las que le parecieron más atractivas en la foto de perfil del whatsapp. Lógicamente descartó a todas las que aparecían con un chico en la foto. Así que las elegidas fueron Carmen y a Lorena.

Carmen es una estudiante de medicina de 23 años, en una situación similar a Pedro, es decir, sus amigas ya han terminado, pero su carrera al ser más larga se ha visto obligada a buscar nuevos compañeros. Físicamente es rubia, con la piel clara y los ojos azules. Mide un metro setenta y tiene un cuerpo esbelto, con buena silueta pero bastante delgada. Lo que más destaca es su bonito culo, aunque sus tetas tampoco están mal, pero no son grandes.

Lorena en cambio es una chica de 18 recién cumplidos que ha tenido la mala suerte de ser la única de sus amigas que estudia en esa cuidad, por lo que ha tenido que buscar piso con desconocidos. Ella es más baja que Carmen, superando apenas el metro sesenta, con el pelo castaño y la piel bronceada, aunque lo que más le llamó la atención a Pedro fueron unos preciosos ojos verdes. Su cuerpo no es tan esbelto como el de Carmen, al ser más baja tiene unas curvas más pronunciadas, con las tetas más grandes y las piernas más anchas y tonificadas. Un cuerpo de los que levantan miradas, desde luego.

El hecho de que Lorena sea de primer curso le gusto a Pedro. “Las nuevas siempre vienen con ganas de zorrear, deseando un buen meneo”, pensó al enterarse. Como reto personal se propuso no masturbarse más hasta que se follara a una de las dos, “o a las dos”, pensaba en sus optimistas deseos.

Los primeros días de convivencia fueron cordiales, ante la falta de confianza todos eran amables, sobre todo Pedro, que intentaba ser lo más agradable y divertido posible.

Al tercer día Pedro compró una botella de tequila para bebérsela a chupitos entre los tres.

–No hay nada como un colocón para perder la vergüenza y coger confianza.- dijo Pedro convenciendo a las chicas.

Buscaron un juego de cartas para beber en grupo y así, chupito a chupito, acabaron con la botella y terminaron bastante borrachos. Pedro no sabía por cual de las dos chicas decidirse, pero al final eligió a Lorena por ser la que estaba más borracha. Fue al baño y cuando volvió se sentó a su lado y empezó a hacer bromas para hacerla reír.

– Yo me acuesto ya, que mañana tengo que madrugar para ir a clase.- dijo Carmen marchándose a su habitación al notar las intenciones de Pedro con Lorena.

Una vez a solas con Lorena, Pedro echó el resto para conseguir engatusarla. Le miraba el escote y solo pensaba en enterrar la cara en semejantes tetas. Ella lo estaba pasando bien, pero cuando parecía que estaba apunto de lanzarse encima de él, dijo que estaba demasiado borracha y quería acostarse, dejando al chico con el calentón sin saber en qué había fallado.

–No lo entiendo, si la tenía en el bote. ¿Debería haberme insinuado más? O tal vez he sido demasiado directo, no se…. Bueno no pasa nada, si no es hoy será otro día.- se decía Pedro a sí mismo al no comprender la escapada de la chica.

Durante los siguientes días Pedro continuó insistiendo con confianza, pero siempre obtenía el mismo resultado: un rechazo en el último momento.

–¿Qué coño le pasa a esta tía? Viste como una puta pero es una estrecha.- se lamentaba cada vez más molesto.

Lo que Pedro no sabe es que Lorena es lesbiana, por lo que no tiene ningún interés en él. Solo le sigue un poco el rollo para divertirse, le encantaba dejarlo con las ganas, incluso vestía muy provocativa intencionadamente. Alguna vez le dio pena y estuvo a punto de decirle que era lesbiana, pero su condición sexual no es algo que diga a cualquiera.

Pasadas más de dos semanas el chico se rindió y decidió intentarlo con Carmen, pero esta, que había visto como lo intentaba una y otra vez con Lorena, no se lo iba a poner fácil, ya que a ninguna chica le gusta ser el segundo plato de nadie.

Así las cosas, ya había pasado un mes y Pedro no había conseguido llevarse a ninguna a la cama. Estaba desesperado porque insistía en seguir sin masturbarse, aunque tenía los huevos cargadísimos y tenía la sensación de que le iban a reventar. Sin embargo no se dio por vencido, aunque las chicas no se lo ponían nada fácil con su provocativa ropa.

Tanto tiempo sin mojar afectó a su humor y poco a poco fueron surgiendo problemas de convivencia, sobre todo con Lorena, ya que Carmen estaba poco tiempo en el piso y con ella aún mantenía la esperanza de poder tirársela.

Con Lorena la relación cada vez era peor, debido a su fuerte carácter que la llevaba a no callarse en ninguna discusión, llegando al punto de odiarse y montar un pollo por cualquier tontería.

–Ya estoy harto de tí y de tu actitud.- le recriminó Pedro después de cenar en una de las muchas discusiones.

–¿Acaso crees que me importa? Cierra el pico y déjame en paz.- respondió ella mirando el móvil desde el sofá.

–Al final te la vas a ganar, niñata.

–¿Me estás amenazando? No serás el primero que se hace el gallito y termina llorando.- dijo ella levantándose y dejando el teléfono.

–¿A quien quieres engañar? Si eres una enana.- dijo soltando una carcajada- Te recuerdo que llevo años haciendo boxeo, así que ten cuidado con lo que dices.- continuó.

–Y yo llevo dos años practicando krav-magá. No te tengo ningún miedo.- advirtió Lorena.

–¿Krav-magá?¿Eso que mierda es?- respondió Pedro volviendo a reírse.

–Acércate y te demuestro lo que sé, gilipollas.

Ambos tomaron posición de combate y se prepararon para la inminente pelea. Pedro fue el primero en atacar, con un amago de golpe a la cabeza y luego lanzando un gancho al estómago. Pero al hacerlo con poca violencia, ya que no quería dañarla, Lorena lo esquivó con facilidad y contraatacó con un puñetazo que alcanzó al chico en el costado. Por suerte para él ella tampoco se empleó a fondo y no le hizo daño.

–Es más rápida de lo que parece, tendré que esforzarme más de lo esperado.- pensó Pedro.

Acto seguido repitió la jugada anterior pero esta vez con intención de hacer daño, pero Lorena consiguió apartarle el brazo y volvió a contraatacar con velocidad, esta vez con una potente patada a la rodilla del chico.

–¿Qué te pasa? ¿Eso es todo lo que sabes hacer?- dijo ella con una sonrisa para provocarlo.

–Ahora verás!

Dijo él antes de lanzarse con todo a por ella, lanzando golpes sobre todo al rostro de Lorena, aunque a cada paso notaba un fuerte dolor en la rodilla que le restaba movilidad.

Lorena sabía que recibir uno de sus puñetazos resultaría fatal, por lo que también se empleó a fondo para acabar cuanto antes. Se centró en defenderse de todos los ataques y lanzó golpes rápidos a la mínima oportunidad, pero estos no parecían afectar a Pedro, que ni siquiera se defendía y se centraba en seguir atacando.

Al apartar uno de los golpes, Lorena giró sobre sí misma y le asestó un codazo en la cara. Esta vez sí consiguió aturdirlo y aprovechó el momento para agarrarlo de los hombros y levantar su rodilla con todas sus fuerzas justo entre sus piernas. Incluso se le escapó un grito de furia al golpear, grito que fue seguido de un profundo gemido de dolor de Pedro. La tonificada y fuerte pierna de la chica golpeó sus genitales con una fuerza descomunal y una enorme destreza .

Lorena sintió en su rótula toda la bolsa escrotal de Pedro. Por último, alzó el brazo para rematarlo, pero vio la cara descompuesta del chico y se dio cuenta de que no sería necesario.

El cuerpo de Pedro no le dio la oportunidad de intentar aguantar el dolor y cayó de rodillas agarrándose casi al instante. En el boxeo no estaba acostumbrado a defender golpes bajos, sí había recibido algunos de algún tramposo, pero siempre con los guantes. Por lo que la rodilla de Lorena le pareció de acero, más aún al ser un golpe tan certero, lo que denotaba que lo tenía más que practicado. Encima al llevar ya dos meses sin eyacular la sensación de dolor era aún mayor.

–Prefiero ser una enana que tener dos bolas de cristal colgando entre las piernas.- dijo Lorena con una pose victoriosa frente a él.

El dolor seguía aumentando y Pedro tuvo que tirarse del todo al suelo en posición fetal, agarrando con fuerza sus machacados testículos y retorciéndose de un lado para otro por el insoportable dolor.

–¿Tan pronto te rindes? Vamos, te estoy esperando.- bromeaba la chica sabiendo que su compañero estaba totalmente K.O.

–Hija de puta….- consiguió decir entre gemidos con la voz muy forzada.

–No puedes decir que no te lo advertí. Por si no lo sabes en el krav-magá uno de los principales objetivos son los huevos. Por eso me apunté a sus clases y me encanta.- confesó Lorena sin ocultar su satisfacción.

Luego cogió una silla y se sentó a su lado para seguir disfrutando y burlándose de él. Pasada una media hora en la que Pedro estaba más cerca de echarse a llorar que de recuperarse, ambos oyeron abrirse la puerta del piso. Era Carmen, que llegaba después de un largo día de estudio.

–¿Qué ha pasado?- dijo sorprendida al ver a Pedro doblado en el suelo agarrando sus partes.

–Hemos tenido una pequeña pelea.- respondió Carmen con una sonrisa.

–¡Cómo una pelea?

–Digamos que le he demostrando quien manda con un buen rodillazo en las pelotas.

–¡Le has dado un rodillazo en los huevos? Estás loca, Lore.- dijo Carmen acercándose al chico con preocupación.

–¿Estás bien?- preguntó Carmen a Pedro arrodillándose a su lado.

Él la miró sin saber qué responder. Era evidente que no estaba bien, pero tampoco quería reconocer que estaba destrozado, con el peor dolor de su vida.

–El pobre apenas puede hablar, lleva así un buen rato.- dijo Lorena.

–¿Cuánto tiempo lleva?

–Mmm pues unos cuarenta minutos.

–Dios, cuarenta minutos es demasiado. Si el dolor testicular dura más de una hora hay que ir urgentemente al hospital.

A Lorena le dio la risa al oír las palabras de Carmen. Lo cierto es que hasta a ella le sorprendió el efecto de su rodillazo. Había derrotado a varios chicos golpeándolos en los testículos, pero ninguno estuvo más de media hora sin levantarse. “Eso significa que he mejorado mi técnica”, pensó orgullosa.

–¿Te das cuenta de lo patético que sería reconocer en el hospital que te ha pegado una chica seis años menor que tú? Pagaría por verlo.- dijo Lorena sin parar de reír.

A Pedro le horrorizó la idea de que eso pasara, así que hizo un esfuerzo y le dijo a Carmen que se encontraba mejor, que solo necesitaba unos minutos más para recuperarse.

–¿Estás seguro? Los golpes en los testículos son algo muy serio, hazme caso que lo estudié a fondo el año pasado. Y Lore deja de reírte, no tiene gracia.

–Vamos Carmen no puedes negarme que es divertido. Se me ocurre algo! ¿Por qué no lo curas tú si tanto sabes de huevos?- dijo Lorena con entusiasmo.

Carmen se quedó pensativa, la verdad es que no lo había pensado, pero no era mala idea.

–Si quieres….- se dirigió Carmen a Pedro.

–¡No! Ya estoy bien.- la interrumpió intentando levantarse.

Ya era bastante humillación que lo viera así, como para que encima le vea el paquete en ese estado, con los huevos fatal y la polla flácida.

Carmen tuvo que ayudarlo a levantarse ya que era incapaz de hacerlo solo.

–Es evidente que no estás bien, tiene que verte un médico.

Pero Pedro ignoró sus recomendaciones y se fue a su cuarto caminando a duras penas, disimulando como podía el terrible dolor, lo que hizo las delicias de Lorena.

–Como quieras. Pero si no te recuperas no seas tonto y pídeme ayuda, a mí no me importa echarte un vistazo.- dijo Carmen antes de que se fuera.

–Yo también me apunto a ese vistazo.- bromeó Lorena.

Pedro cerró la puerta de su habitación y se tiró en la cama. Puso la cara en la almohada y se desahogó, gimiendo y llorando cuanto quiso.

–¿Lore, por qué le has dado en los huevos? Eso es muy peligroso, puedes provocarle muchísimos problemas. Los testículos son muy delicados.- le recriminó Carmen a su compañera.

–Tenía que defenderme. No sabía que los huevecillos son tan sensibles…. ¿Qué problemas puede tener?- preguntó Lorena con más curiosidad que preocupación.

–Pues de todo tipo. Se le pueden hinchar, puedes provocarle una torsión testicular, que es dolorosísimo, hasta puedes rompérselos. Y a largo plazo puede quedar estéril, impotente e incluso le puede salir un tumor. Que estén fuera del cuerpo es un verdadero problema. Además, psicológicamente les afectan mucho los daños en esa zona.- informó Carmen.

–Uff menos mal que no tengo huevos.- dijo Lorena con gesto de dolor.

Esto consiguió sacarle una sonrisa a Carmen, que le respondió sin aguantar la risa:

–Pues sí, es un alivio no tenerlos.

Pedro escuchaba la conversación desde su cuarto, sintiéndose aún más humillado.

Pasaron un par de horas y seguía sin recuperarse. El testículo izquierdo le dolía bastante, pero es el derecho el que se llevó la peor parte. Estaba claramente hinchado y cualquier mínimo roce le producía un dolor inimaginable. Un dolor que subía por la parte derecha de su pelvis y bajo vientre y que lo dejaba literalmente sin respiración.

No dejaba de pensar en las palabras de Carmen sobre todos los problemas que puede tener, que serán mucho peores si no se trata. Así que finalmente se decide a pedirle por whatsapp que vaya a su habitación.

–¿Cómo estás?- dijo ella al entrar.

–Me duele muchísimo, no lo soporto más…. Ayúdame por favor.- le dijo él tumbado en la cama boca-arriba.

–Vale, tranquilo. ¿Quieres que llame a una ambulancia para que te lleven al hospital?- preguntó ella sentándose en el borde de la cama junto a él.

Pedro lo pensó unos segundos antes de responder.

–No… si me hospitalizan me verán todas tus amigas de la facultad que hacen prácticas allí….- decía Pedro con la voz forzada por el constante dolor.

–¿Prefieres que le eche un vistazo para ver si es grave?

Pedro volvió a pensar.

–Si…- respondió él ya que le parecía la opción menos mala.

–Está bien, coloca una pierna a cada lado de mí y bájate las calzonas.

Pedro colocó las piernas como le había pedido, pero antes de desnudarse se detuvo, no era capaz de hacerlo. Si lo hacía esa preciosa chica verá sus testículos en un estado lamentable y su pene encogido. “Las hembras descartan a los machos que no pueden fecundarlas” pensaba mientras agarraba sus calzonas deportivas con ambas manos.

–No tengas vergüenza, piensa en mí como un médico, no como una amiga.- dijo ella al ver su indecisión.

–Vale, pero ten mucho cuidado. Y por favor, no le digas a Lorena que he necesitado tu ayuda.- dijo él desnudándose lentamente.

Carmen miraba fijamente los genitales de su compañero de piso, que la miraba sonrojado esperando que dijera algo. Ella echaba un primer vistazo intentando ser profesional. “No te fijes en la polla, céntrate en los huevos, en los huevos….”, se dijo a sí misma. Pero le fue imposible. “La tiene un poco pequeña, espero que al empalmarse cambie la cosa…. Mierda, centráte, Carmen.” se decía.

Pedro estaba tan nervioso que pensaba que Carmen se echaría a reír en cualquier momento por su ridículo paquete.

–En principio no parece grave, pero a simple vista es imposible saberlo.- dijo ella para tranquilizarlo, aunque había notado la hinchazón testicular, sobre todo en el derecho.

Luego acercó una mano lentamente a la entrepierna, sujetó el pene del chico con dos dedos y lo colocó sobre la pelvis de Pedro para tener mejor acceso a los testículos. Al coger el pene le pareció todavía más pequeño.

–Primero voy a comprobar si tienes líquido en el escroto. Lo haré con cuidado, pero es probable que te duela. Avísame si necesitas que pare.- dijo Carmen sujetando con dos dedos el escroto.

Luego comenzó a mover con cuidado los dedos por todo el escroto, buscando el posible líquido. Pedro apretó los dientes y aguantó el dolor como pudo, pero cuando Carmen movía o tocaba su testículo derecho le dolía tanto que casi tiene que pedirle que se detenga.

– Buena noticia, no hay líquido en el escroto.- informó Carmen.- ¿Te encuentras bien?- preguntó al ver que la cara de Pedro era de todo menos de alegría y que estaba empapado en sudor.

–El derecho…. me duele mucho.- respondió él refiriéndose al enorme dolor de su testículo derecho.

–Veré que le ocurre.- dijo sujetando el testículo en cuestión y comenzando a tocarlo lentamente con su pulgar.

–UoOOoOOOOhhHHH.- fue el sonido que salió de la boca del chico, que en vez de dedos sentía una perforadora en su gónada. Sus ojos se llenaron de lágrimas de inmediato y más de una resbaló por sus mejillas.

El quejido fue tan largo y agónico que hasta Carmen se asustó y lo soltó.

–No he notado nada aparte de la inflamación, pero por tu reacción la cosa no pinta bien.- le dijo a Pedro, que agonizaba en la cama sin apenas oírla, intentando contener las lágrimas.

–Tienes que ir al hospital, cuanto más lo retrases peores serán las consecuencias. Hasta puedes perder el testículo.- continuó la estudiante de medicina.

La última frase si la oyó Pedro a la perfección, que ya se planteaba seriamente seguir el consejo de Carmen.

–Toc-Toc ¿Interrumpo algo?

Era Lorena, que había oído el grito de Pedro desde su habitación.

–Espero que vengas a disculparte, si no es mejor que te vayas.- sugirió Carmen.

Pedro en cambio la miraba enfurecido sin poder decir nada mientras recuperaba el aliento. Luego se cubrió sus vergüenzas con las manos al ver que Lorena se acercaba, aunque la chica consiguió ver sus genitales por un segundo.

–No creo una disculpa arregle sus cositas. He venido a ver el efecto de mi rodillazo.- dijo Lorena esperando que Pedro apartara las manos.

–Bueno, voy a llamar para que te lleven al hospital, en el futuro me lo agradecerás.- dijo Carmen saliendo de la habitación en busca de su teléfono.

–¿Hospital?- dijo riéndose a carcajadas- Estás tan mal como parece.

–Vete de aquí o te arrepentirás.- le dijo Pedro harto de sus burlas, pero solo consiguió hacerla reír aún más.

–Dudo siquiera que puedas levantarte de la cama.

–Ya bajarás la guardia, y entonces seré yo el que ría, hija de perra.- respondió él intentando disimular el dolor sin demasiado éxito.

–Cuidado con lo que dices, no vaya a ser coja las tijeras de cocina y te corte los huevos y esa mierda de polla mientras duermes.- dijo Lorena en tono más serio y con una mirada que evidenciaba que no iba de farol.

Pedro, harto de sus amenazas, levantó el tronco y le dio un fuerte puñetazo en un seno a Lorena, que no lo esperaba y dio un agudo quejido. La chica enfureció e intentó golpearlo con sus puños, pero el chico detenía los golpes con una mano mientras la otra protegía su punto débil.

–No eres nada si no puedes golpear en los huevos.- dijo él defendiéndose de los ataques de la chica.

Después se atrevió a agarrar la teta que antes había golpeado, apretando con fuerza. Le hubiera gustado que fuera en otra situación, pero por fin consiguió tocarle una teta a Lorena, la cual no llevaba sujetador, por lo que el dolor y el disfrute de Pedro fueron enormes.

Lorena agarró el brazo del chico, lo apartó de su dolorido seno y luego lo torció con una técnica aprendida en krav-maga, haciendo que el chico tuviera que girarse y quedar bocabajo para evitar que se lo partiera.

–¿Crees que soy un tío, que lo coges por los huevos y se echa a llorar? Veo que no aprendes…- dijo ella forzando aún más el brazo.

Con su mano libre empezó a darle puñetazos en los riñones hasta que Pedro se vio obligado a protegerse con la otra mano, lo que aprovechó Lorena para inmovilizarle ambos brazos. Sujetó los dos brazos con una mano y llevó su otra mano justo bajo el trasero del chico, intentando introducirla entre sus piernas. Pedro apretaba con fuerza sus piernas para evitarlo, pero la chica persistió y finalmente su mano consiguió pasar.

Una vez hecho, no tuvo dificultad para hacerse con un buen agarre de los testículos de Pedro, que intentó pedir ayuda a Carmen pero se quedó sin aire cuando Lorena cerró su mano con fuerza. Incluso se permitió el lujo de soltarle los brazos, pues sabía que teniéndolo cogido por los huevos no puede hacer nada.

–Yo me he liberado fácil de tu apretón, a ver si tú eres capaz de zafarte del mío.

Pedro llevó las manos a su entrepierna para liberarse, pero solo consiguió que Lorena apretará más para asegurar el agarre, haciéndolo llorar como un bebé. Si el rodillazo fue doloroso, un apretón con los huevos tan mal era aún más doloroso. No podía hacer nada, estaba a merced de esa chica, que era dueña y señora de su masculinidad. Pronto empezó a marearse, no sabía si se estaba desmallando o es que iba a morir del dolor.

Lorena oyó los pasos de Carmen volviendo y decidió soltarlo.

–Ya vienen para… ¡Qué ha pasado?- preguntó Carmen al ver al joven bocabajo, babeando la almohada con la mirada perdida.

–Él me atacó primero.- se excusó Lorena.

Carmen fue rápidamente hacia la cama y le dio la vuelta a Pedro, que seguía sin la mirada perdida, sin siquiera cubrir sus genitales. En ese momento solo sentía una cosa: sus destrozados testículos.

–¿Qué le has hecho?- preguntó Carmen al ver el estado del chico. Incluso sentía curiosidad por cómo la pequeña chica podía someterlo tan fácilmente.

–Básicamente he hecho zumo de ciruela recién exprimido.

–¡Creía que habías comprendido lo peligroso que son los golpes en los huevos! Y tú- se dirigió ahora a Pedro- ¿Para que la provocas si sabes lo que puede hacerte?

Tras unos minutos de burlas de Lorena y de compasión de Carmen llegó la ambulancia. Pero para desgracia de Pedro, Lorena dijo que le dolía el seno por el apretón del chico y también la llevaron en la ambulancia, por lo que pudo verlo llorar desconsolado mientras lo atendían.

En el hospital, una doctora le hizo una ecografía testicular y lo informó de los resultados.

–Verás, Pedro, tienes ambos testículos inflamados, siendo la inflamación mayor en el derecho, en el que también existe inflamación del epidídimo, que es un órgano situado en el lateral de cada testículo. Teniendo el cuenta el ataque sufrido, puedes considerarte afortunado, he visto resultados mucho peores por golpes menores, incluso pérdidas de testículos.

La noticia fue un alivio para Pedro, ya que por el dolor temía que su testículo derecho estuviera roto. Sin embargo, se estremeció al pensar en lo que hubiera sufrido de haber tenido daños mayores.

Los dos primeros días no podía moverse ni con ayuda de los calmantes. Cuanto más pensaba en que Lorena estaría por ahí pasándolo bien mientras él pasaba los peores días de su vida, más maldecía a la chica y peor era la venganza que planeaba.

Al cuarto día, al ya poder andar aunque fuera a duras penas, le dijeron que debía terminar la recuperación en casa. Intentó negarse, ya que quería volver al piso totalmente recuperado y darle a Lorena una buena paliza, pero la falta de camas fue la excusa para negárselo.

De vuelta al piso, nada más entrar por la puerta se encontró a Lorena con tres amigas en el salón.

–Aquí está, el hombre de la casa.- dijo Lorena con una amplia sonrisa.

–Pues parece fuerte.- dijo una de las chicas.

–Ya sabes, un buen golpe en los huevos y cae hasta el más fuerte.- respondió Lorena.

–¿Es verdad que Lore te dejó K.O de un rodillazo en los huevos y luego te los apretó?- se dirigió otra a Pedro.

Era evidente que Lorena les había contado lo ocurrido con todo detalle y que sus amigas eran tan maliciosas como ella.

–Irse a la mierda.

Fue la respuesta Pedro antes de marcharse a su cuarto. Al estar aún bastante mal, andaba lentamente ligeramente inclinado y con las piernas separadas, ya que el más mínimo contacto de sus testículos con sus piernas le hacía ver las estrellas. No llevaba ni ropa interior por el mismo motivo.

–¡Mirad como anda! – dijo una chica.

–Si que le diste fuerte, eh?

–Pobre, qué vergüenza debe estar pasando.

Decían las chicas entre risas mientras él se retiraba impotente, con ganas de matar a esas putas pero sabiendo que ahora mismo no podía hacer nada.

–¿Crees que intentará vengarse?- preguntó una amiga a Lorena.

–Ojalá, así podré dejarlo en ridículo otra vez.- respondió ella elevando el tono para que Pedro lo oyera desde su habitación.

Pedro jamás imaginó verse en esa situación. Él no se consideraba machista, pero practicando boxeo desde hace años, ser derrotado de esa forma por una mujer es lo más humillante que le ha pasado en su vida. Encima una chica seis años menor que él y mucho más baja, eso sí, con una fuerza descomunal en las piernas, como ya le había demostrado.

Los siguientes días transcurrieron igual, con constantes comentarios y burlas de Lorena (y sus amigas cuando estaban) intentando provocarlo. Al menos Carmen mostraba una actitud diferente y se preocupaba por él, aunque verla sentir tanta lástima por él y que tuviera que interceder por él ante Lorena no es algo que a Pedro le gustara demasiado.

Un día Pedro estaba saliendo de la ducha y la puerta se abrió de repente.

–Ohh lo siento, no sabía que estaba ocupado.- dijo Carmen volviendo a cerrarla avergonzada.

–Espera Carmen.- la instó él- tengo una duda médica.- le dijo arrepintiéndose nada más terminar.

–¿Qué te ocurre?- dijo ella desde fuera.

–Entra, por favor, no quiero que Lore se entere.

Carmen accedió y cerró la puerta. Se encontró con Pedro de pie frente a ella, totalmente desnudo y secándose la cabeza con una toalla. La chica no pudo evitar mirar sus expuestos genitales, todavía mojados. Esta vez su pene, sin estar empalmado, se veía más grande, probablemente por el agua caliente, pero también por la situación y por todo el tiempo que llevaba Pedro sin correrse.

–Dime.- insistió ella al ver que Pedro seguía secándose.

–Verás, el médico me recetó esta pomada, pero no sé si la estoy utilizando bien.- dijo soltando la toalla y cogiendo el bote de pomada del lavabo.

Ella no podía quitarle ojo a su paquete y se sonrojaba temiendo que él lo notara.

–¿Quieres que te enseñe?- preguntó ella calmándose un poco.

–Por favor.- dijo él extendiendo el brazo con la pomada en la mano.

–Veamos, siéntate en el borde de la bañera, con los testículos por fuera.- dijo ella agarrando el bote.

A Pedro lo estaba poniendo muy cachondo oírla hablar de sus genitales sin ninguna vergüenza y como los miraba sin parar.

–Da la casualidad de que este es el mejor momento para aplicarla, ya que después de una ducha caliente el escroto está muy distendido.- continuó poniéndose de rodillas y abriendo el bote.

Luego echó una considerable cantidad sobre sus dedos, le dijo a Pedro que esa es la cantidad adecuada y con el pulgar la extendió un poco. La pomada era una especie de gel transparente. Al acercar la mano a la entrepierna el pene del joven reaccionó con una enorme erección, que hizo que la chica se detuviera.

–Lo siento.- se disculpó él sin saber cómo le sentaría eso a Carmen.

–No te preocupes, así veo perfectamente los testículos. Además, está es mejor vista que en modo trompita ¿No crees?- bromeó ella restándole importancia y sin quitarle ojo a la polla que apuntaba hacia su rostro.

Luego siguió con lo que iba a hacer y agarró con su mano llena de pomada los testículos del chico, que colgaban ostentosamente al borde de la bañera.

–La aplicación es sencilla, solo debes extenderla por todo el escroto y masajear la zona durante unos minutos para que absorba bien.- dijo comenzando a hacerlo.

Pedro gimió de dolor mientras Carmen manipulaba sus testículos para llegar a cada parte de su escroto. El dolor era bastante fuerte sobre todo cuando hacía contacto con su testículo derecho, que todavía estaba hinchado, pero pronto los gemidos también eran de placer por la maestría con la que la chica acariciaba y moldeaba su escroto. Pedro no le quitaba ojo al precioso escote de la chica.

Los dedos de Carmen resbalaban por toda la superficie del escroto, desde el perineo hasta la base del pene, que palpitaba esperando un poco de atención. Pero Carmen se centraba exclusivamente en los maltratados testículos y la verdad es que Pedro no necesitaba más para sentir un tremendo placer.

Pasados unos minutos de placentero masaje, la respiración de Pedro comenzó a acelerarse. Carmen lo notó y aumentó la velocidad de sus caricias, introduciendo ligeros apretones y suaves tirones, lo que aumentó el dolor que sentía Pedro, aunque el gozo lo superaba con creces.

Finalmente, tras más de un mes de abstinencia y la semana más humillante y dolorosa de su vida, sus testículos consiguieron descargar y su polla empezó a chorrear semen mientras el chico gemía por el mayor orgasmo de su vida. Carmen, que seguía acariciando su escroto dispuesta a sacarle hasta la última gota, no había necesitado tocarle la polla para hacer que se corra en pocos minutos.

Los chorros de semen fueron a parar al escote de la chica, que sentía su calor en el pecho. Pedro quedó exhausto, aún con la respiración acelerada mientras observaba como su leche resbalaba por las tetas de Carmen y se colaba por el canalillo.

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