La vida de una puta

Hola, lectores. Durante una etapa de mi vida fui trabajadora sexual (prostituta) y quiero contarles algunas de las experiencias que viví.

Fue hasta la fecha el mejor trabajo que tuve, lo amé, lo disfruté y conocí gente espectacular. Hoy guardo muchos recuerdos lindos de esa época y quiero compartirlos con ustedes. Espero que disfruten leer estas historias tanto como yo disfruté vivirlas.

La decisión de comenzar con el trabajo sexual fue mía. Quiero decir, nadie me lo impuso. Tenía un trabajo con el que ganaba muy poco y amigas a las que le iba bien en el rubro del entretenimiento sexual, por esto un buen día, después de haberme asesorado, tomé la decisión de comenzar.

Me hice de un nombre de fantasía, creé una cuenta de Facebook (en ese entonces era posible utilizar una cuenta para este fin, aunque no duraba mucho) y publiqué algunas fotos donde no se viera mi cara.

No pasó mucho tiempo hasta que empezaron a contactarme varios hombres, yo no sabía muy bien cómo desenvolverme por lo que decidí actuar naturalmente, sin hacerme «la putita» (como hacían la mayoría de chicas que conocía).

Un buen día me contactó un hombre al que voy a llamar Luis para proteger su identidad.

Luis tenía cuarenta y tantos, era científico, un hombre de familia y un caballero con todas las letras. Yo le gusté y el me inspiró confianza, por lo que accedí a un encuentro.

Nos encontramos en un hotel de capital federal y hubo química instantáneamente.

Después de una charla muy amena comenzamos a besarnos suavemente y poco a poco fui perdiendo los nervios. Me mentalice ser con él como era con mis amantes ocasionales. Decidí dejarme llevar y no fingir nada. Él lo percibió y le encantó.

Después aprendería que si algo les encantaba a los clientes era verme disfrutar realmente y saber que nada era actuado.

Luis olía espectacular, tenía un olor a hombre increíble, pelos en el pecho, y muy bien llevada su edad.

Me recostó sobre la cama y comenzó a practicarme un sexo oral excelente, me lamía con pasión cada centímetro de mis labios y el clítoris, alternaba la intensidad de una manera increíble, parecía conocer lo que me gustaba. Me dejé ir y a los minutos recordé que yo estaba trabajando y debía devolverle algo de todo el placer que me estaba brindando.

Lo tomé de la cara, lo besé apasionadamente y le pedí que se recostara en la cama, le coloqué un preservativo y comence a chuparsela lentamente, primero la cabeza y después me extendi a lo largo de su tronco. Iba y venía con delicadeza mientras lo miraba a los ojos. Luis tenía la verga durísima y en su cara veía como lo estaba disfrutando.

Después de darle placer durante unos largos minutos yo estaba tan caliente con él que estaba desesperada por sentarme arriba de su verga, Luis era un maduro realmente tentador al que cualquier mujer querria cogerse.

Agarre su verga y la introduje en mi concha que a esta altura ya estaba chorreando fluidos. Me dejé caer y nos quedamos unos segundos quietos sintiéndonos.

Empecé a moverme suavemente y nos besábamos como si fuéramos novios, nos comíamos como si de ello dependiera la vida.

Yo estaba entregada a él, ya había olvidado que iba a cobrar dinero por esto y que teníamos solo dos horas para compartir.

Luis me chupaba las tetas, me besaba el cuello y con sus manos apretaba mi cola bien fuerte contra él, parecía querer perforarme y esto me excitaba aún más.

Después de cabalgarlo por un rato, me puso en cuatro patas y empezó a cogerme con toda la intensidad que podía, yo sentía sus huevos chocar contra mi concha y eso me ponía a mil, nos miraba en los espejos y me encantaba como nos veíamos, yo con la cola bien parada hecha una verdadera puta y el sacado, maravillado con mi culo y mi cuerpo entero cogiéndome maravillosamente bien.

Luis me decía que tenía un cuerpo increíble y que era hermoso cogerme.

Cambiamos la posición para poder seguir besandonos, manoseandonos y frotandonos. Luego de un rato volví a cabalgarlo, me encantaba hacerlo porque él, a diferencia de muchos hombres con los que había estado (de mi edad) entendía perfectamente el ritmo que yo imponía y sabía complacerme como si me conociera.

Me lo cogía sin parar y ya no me importaba la plata, el tiempo, ni nada. Después de unos minutos comencé a sentir que el orgasmo se acercaba, disminuí el ritmo y empecé a moverme más lento, pero más profundo y exploté en un orgasmo riquísimo que hizo que Luis expulsara toda su leche inmediatamente.

Nos quedamos callados y abrazados un momento y la primer expresion de Luis fue: «wooow!». Nos reímos, nos besamos y me recosté a su lado.

Con el tiempo Luis sería uno de mis clientes más fieles y con los que más encuentros tuve.

Nos queríamos mucho realmente.

Espero que les haya gustado el relato y me dejen sus comentarios.