Luis se arrodilla frente a su macho y obedece

La mañana siguiente se deslizaba extrañamente tranquila y aburrida. Paco, que no cesaba de mirar de reojo el reloj de pared, había hecho todo su trabajo sin problemas ni interrupciones.

Ningún correo extraño la había confirmado o anulado la cita en el almacén y Paco empezaba a pensar si no le habrían tomado el pelo.

Por la mañana se había duchado y lavado a conciencia. Una buena lavativa y el ojete bien untado de crema lo habían dejado preparado. Como medida adicional, se había metido en su ojete el dildo negro. Así, aquellos machos ardientes lo encontrarían dilatado y a punto, como el coño de la puta viciosa que era.

En su ordenador, apareció un mensaje. Era de Luis. Lo abrió.

“No hay pedidos realizados por mi sección” ¿Qué coño de pedido es ese que tengo que recoger?

Sonriendo para si, de pensar en lo intrigado que se encontraba Luis, tecleó la respuesta:

.- Es un pedido extraordinario. Este mes sólo ha venido otro. Y no se cuando podrá volver a haberlo. No seas imbecil y baja. Pillas lo que te convenga y te vas.

Volvió a su trabajo y no hubo más mensajes, ni de Luis ni de nadie.

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A las dos y diez, empezó a recoger los papeles de encima de su mesa, ordenó los archivadores que había usado durante la mañana y, sabiendo que no iba a volver al despacho, apagó el ordenador y salió, cerrando la puerta con llave.

Mientras se dirige al ascensor, nota que alguien se pone a su lado y camina a la par. Mira de reojo. Era Luis.

.- ¡Hola Luis! ¿Qué haces aquí? ¿Bajas al almacén?

.- Si, contigo.

.- ¿No te fías de mi?- pregunta, irónico, Paco.

Luis titubea al responder:

.- Si, claro que si. ¡Pero eso del pedido extraordinario es tan raro…!

.- De acuerdo, si es raro. Pero ya verás como no te he engañado.

Están solos en la cabina del ascensor. Este se detiene en el sótano. Paco abre las puertas y sale por delante de Luis.

Mientras avanza por el almacén medio a oscuras, se oye el frenazo de un camión en el exterior de la puerta de mercancías. Inmediatamente, el sonido de un claxon.

Paco sin dejar de andar hacia el mando de apertura, se gira hacia Luis:

.- ¿Lo ves, señor incrédulo?

Pulsa el interruptor y la puerta empieza a abrirse. Paco se acerca a la cabina y le dice algo al conductor, que Luis no puede oír.

El camión entra, se dirige al fondo del almacén y aparca. De su cabina bajan tres hombres. Tres machos, que Paco conoce muy bien, vestidos con monos azules, abiertos hasta la cintura, mostrando sus pechos fuertes y peludos, con duros y oscuros pezones y unos vientres planos y musculados en los que se adivina una oscura mata de vello púbico. Dos de ellos ciñen su pecho con sendos arneses de cuero negro claveteado. Otro, luce un collar de perro que le ciñe el cuello.

Luis observa como se acercan, entre desconfiado e intrigado. Paco sonríe excitado mientras contempla la escena.

.- Así que este es Luis. Me alegro de conocerlo. Parece un buen chico.

El que ha hablado es Ramón, el conductor, que tiende sonriente la mano a Luis. Sus ojos entornados están valorando al macho que tiene delante. ¡Y le gusta! Su lengua aparece entre sus labios y se pasea con lujuria mientras su mirada es toda una invitación. Luis la acepta y sonríe mientras le estrecha la mano.

.- Pues si os acercáis a la caja, veréis la mercancía y podremos…”descargarla” entre todos- añade sonriendo y mirando alternativamente a Paco y a Luis.

Los otros dos machos se afanan en abrir las puertas de la caja. En su interior aparece un “sling” y todo el material necesario para una sesión de sumisión y vicio. Un “laboratorio sado” ambulante.

Paco y Luis no pueden disimular su sorpresa. ¡Los muy cabrones vienen ya preparados para follar sea donde sea!

.- ¿Tu también le descargas la mercancía a esa puta viciosa?

Luis entra rápido en el juego:

.- Si, aunque menos de lo que quisiera. Me ha tenido mucho tiempo “descargándomela” yo solo.

.- Pues vamos a concederte el honor de inaugurar este salón- le responde Ramón, haciéndole un gesto versallesco de prioridad.

.- Y después del invitado, las damas. ¡Aunque sean unas putas viciosas!

Ramón ayuda a Luis a subirse a la cabina. Los otros dos machos, Sergio y Tino, agarran por los sobacos a Paco y de un impulso lo suben. Una vez dentro, cierran las puertas. La perra y los cuatro machos quedan dentro, aislados del mundo.

Una pequeña lámpara ilumina la escena. Paco se desnuda rápidamente. Tiene prisa por tumbarse en el “sling” y ser presa de los cuatro machos en celo.

Mientras, Ramón se ha acercado a Luis y besa con vicio su boca ardiente. Las lenguas se entrelazan y la saliva se escurre por la comisura de los labios. Las manos de ambos acarician sus cuerpos por debajo de la tela azul de sus monos. Pellizcan sus pezones duros y excitados y los mordisquean con sus dientes. Y ya, presos del frenesí, se afanan luego en bajar las cremalleras, ansiosos como están por lamer y besar sus cuerpos por entero.

En un momento están ya desnudos, tumbados en el suelo y, sin prestar atención a los otros, se dedican besarse, acariciarse y lamerse.

Sus lenguas hurgan en todos los rincones de sus cuerpos. Recogen el sudor de los sobacos, penetran en la entrepierna, acarician sus pollas duras y enhiestas y sos cojones, doloridos por la excitación sexual y buscan por fin, el tibio y oscuro agujero del placer para saborear los deliciosos jugos que allí se almacenan.

Mientras, Sergio y Tino, sin quitarse sus monos, han tumbado a Paco, que se deja llevar, en el “sling” y lo han atado de piernas y brazos. Luego, mientras Tino amorra su polla, que surge poderosa por la cremallera abierta, a la boca ansiosa de la perra, Sergio mete sus dedos en un bote de Crisco y empieza a trabajar el ojete de Paco.

.- ¿Cómo, habéis empezado sin lavar a esa cerda guarra?- la voz de Ramón, dejando de besar a Luis por un momento, se oye, dura y seca.

.- Vamos a reparar este descuido, macho mio- dice, dirigiéndose a Luis, al que tiene cogido por la cintura.

Y agarrandose ambos la polla con la mano libre, empiezan a mearse encima de Paco, que gime de satisfacción.

Tino se añade a la “limpieza”, pero lo hace dentro de la boca de Paco, que a duras penas puede tragar la abundante meada de aquel macho guarro.

.- ¡Eso, puta perra, traga la cerveza calentita! ¿Te gusta, eh?

Paco se retuerce de placer mientras recibe los chorros de meada. Sergio sigue trabajándole el ojete para que Ramón lo encule.

Pero Ramón cede este honor a Luis, que, polla en mano, acepta encantado y encula de un solo golpe a la zorra de Paco, que gime de gusto y reclama más y más.

.- ¡Si, macho mío! ¡Fóllame el coño! ¡Fóllate el coño de tu puta viciosa y guarra!

Pero no puede seguir porque Tino quiere que reemprenda la mamada que le estaba haciendo y le ha clavado su polla hasta lo más hondo de su garganta.

La atmosfera dentro de la caja del camión se hace densa. Huele a sudor de macho. Pero aún será mucho peor cuando las pollas empiecen a descargar su lefa.

Luis sigue bombeando con la precisión y la fuerza de una máquina el ojete de Paco. Sergio y Ramón han decidido utilizar sus manos y lenguas en su propio beneficio y entre morreos salvajes, mamadas y comidas de ojete se revuelcan como dos animales en celo.

Entre los jadeos, se oye la voz de Tino que avisa:

.- ¡Aaahhh! ¡No aguanto más! ¿Quién quiere mi leche?- dice, sacando su dura y tiesa polla de la boca de la zorra de Paco.

.- ¡No me la quites, cabrón! ¡La quiero toda yo!- se queja, cabreada la puta viciosa.

.- De acuerdo, ¡tómala ya!- y la polla de Tino empieza a soltar lefa sobre la cara de Paco, que recoge ansioso con la lengua, la leche que no cae dentro de su boca abierta.

Lame y chupa los dedos que van recogiendo los chorreones de sus mejillas y su frente, y sonríe satisfecho de la blanca ducha que acaba de recibir.

Luis también ha llegado al fin de su bombeo y sacando la gruesa polla del culo de Paco deja escapar, con un hondo gemido, los chorros de su esperma sobre la barriga de Paco, que, atado como está no puede acercar su lengua ansiosa para recogerlos.

.- ¡Yo la quiero!- ordena la voz firme de Ramón. Y Tino y Sergio, se apartan, obedientes para que el recién llegado se aplique a la labor. Ramón se inclina, y, sin dejar de mirar fijamente a Luis, empieza a lamer su lefa, esparcida por el cuerpo de Paco.

Hay en su mirada un claro mensaje que Luis capta al instante y que corrobora el mismo Ramón cuando Tino se arrodilla ante él con intención de rebañar la leche que aun gotea de su polla.

.- ¡Esa también! ¡Es para mí! ¡Yo lo haré!

Y, al momento está amorrado a la gruesa polla de Luis, que empieza a ponerse morcillona.

.- ¡Cabrones, no me dejéis así! ¡Llenadme el coño!- se queja la zorra viciosa, ante las risas de los cuatro machos.

.- No te preocupes, ¡so puta! Que voy a llenártelo y hacer que chilles de gusto- murmura Sergio mientras enfila un guante de látex en su mano derecha con una sonrisa sádica.

.- ¡Si, mi macho vicioso! ¡Ábreme en canal! ¡Méteme tu puño!

Los dedos de Sergio empiezan el masaje preliminar en el culo de Paco, antes de ir desapareciendo lentamente en el interior del ojete. Paco gime de placer y remueve las caderas para acomodar mejor el ariete que está entrando poco a poco en su cuerpo.

Mientras, Luis y Ramón, abrazados en un rincón, permanecen ajenos a los demás. Es evidente que algo ha surgido entre ellos.

.- Te has bebido mi leche, macho mío- susurra Luis al oído de Ramón. Ahora quiero que me des tú la tuya. ¡Quiero que me folles! ¡Sentir tu polla dentro de mí! ¡Se que esto nuestro no va a acabar aquí!

Un beso largo, húmedo y lleno de lengua y saliva, es la respuesta que da Ramón a esa declaración que desde que lo vio en el almacén ha estado deseando oír de la sensual y deseable boca de Luis.

Luis se va arrodillando frente a Ramón, su lengua dibuja un camino de saliva en su pecho, se entretiene mordisqueando sus oscuros y tiesos pezones y prosigue hacia el duro y musculado abdomen.

Llega a su polla, otra vez tiesa y dura y la obsequia con una fugaz mamada. No quiere perder más tiempo en sentirla dentro de su ojete. Se tumba en una pequeña cama de cuero negro en un rincón de la caja y levantando sus piernas, ofrece su excitado y tembloroso agujero al poderoso ariete de su recién descubierto Amo.

.- ¡Toma, macho mío! ¡Hazme tuyo! ¡Lléname de tu leche, vida mía!

.- ¡Ahora mismo, nene mío! ¡Toma la polla de tu macho! Las frases y el tono se van dulcificando cada vez más. Es evidente que, en la cuadra de sementales, algo ha pasado.

La sesión de fist sigue en su apogeo. El popper circula de mano en mano añadiendo su olor al del sudor y la lefa.

Sergio ha conseguido meter medio brazo en el ojete abierto de Paco, que gime como un cerdo en éxtasis. Y Tino, de rodillas, hurga con su lengua en el ojete de Sergio que le pide, con voz ronca por el deseo:

.- ¡Más, cabrón! ¡Más! ¡Cómeme el culo, cabronazo! ¡Y luego la polla! Quiero correrme en tu boca, perro vicioso!

.- ¡Espera un poco! ¡Aun no he acabado con tu ojete! ¡Hmmmmm! ¡Que bueno está!

Pero obedece el deseo de Sergio y, sentándose en el suelo delante de él, engulle la tranca que le cuelga, goteando “precum”, entre las piernas y se aplica a una buena mamada, mientras su mano agarra su polla y empieza a pajearse.

La puta perra y los cuatro sementales han perdido ya la noción del tiempo. Cada uno de ellos se dedica a dar y procurarse placer.

Y pronto, la sucesión de eyaculaciones vuelve a surgir. Ramón, con una sonrisa de alegría, se vacía en las entrañas de su recién descubierto y amado Luis. Sergio y Tino también explotan casi al unísono y Paco parece haber perdido el sentido por el placer de sentir aquel puño tan hábil entrando y saliendo de su ojete.

Los jadeos y el silencio suceden a los gemidos y mugidos de placer.

El estrépito de una puerta metálica abriéndose hace que todos queden inmóviles, en suspenso.

Unos pasos se van acercando hacia el camión. Parecen dos personas.

.- ¿Y este? ¿Qué hace aparcado aquí? ¿Cómo no ha salido ya?

.- Creo que ya está todo descargado. Pero no se porqué no se ha ido. Era algo especial para Paco, de Compras.

.- ¿Paco? ¡Seguro que serian pollas! ¡Joder, menuda puta viciosa!- y una risotada acoge sus palabras.

.- ¡Pues el próximo envío, que lo descarguen en la calle! ¡O mejor en su casa, que aquí tenemos un horario! ¡Ya se lo diré yo mañana!

Los dos hombres se alejan. Van conversando aún.

.- ¿De veras es una puta viciosa, Paco? ¿Te lo has follado?

.- ¡Hostia si me lo he follado! ¡La tira de veces! ¡Y me lo seguiré follando! Está loco por mi polla y, si le tocas el culo o los pezones, ya lo tienes con el culo abierto.

.- Pues déjame que sea yo quien suba mañana a su despacho. ¡Como me llamo José, que mañana me lo follo! ¡Seguro!

Las voces se pierden al fondo del almacén. La puerta metálica, con estrépito, se cierra.

En el interior del camión estalla una gran risotada general.

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