Me paga por follar y yo lo disfruto demasiado

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En esa época vivía literalmente de mi cuerpo. Tenía 25, entre los 18 y hasta los 24 años había tenido varios trabajos inestables y mal pagados que a duras penas me permitían solventar una pieza en un sector periférico de la capital, y cubrir mis gastos básicos. De ahí en adelante, mi vida dio un giro inesperado, cuando conocí a la que sería mi futura Jefa.

Para entonces, venir desde el Sur a la Gran Ciudad en búsqueda de independencia y mejores oportunidades parecía un sueño inalcanzable. Trabajaba 10 horas diarias y gastaba 3 movilizándome, llegaba rendida solo a dormir, para volver a la rutina al día siguiente.

Lo único bueno de esos tiempos eran los fines de semana, en qué salía de rumba intensa tanto como podía, en un sector lindo de la ciudad, al que llegamos porque uno de los clientes del lugar de trabajo de mi amiga era el barman del recinto y nos hizo el contacto para los pases. Ahí el dinero no era problema porque nos dejaban entrar gratis, siempre alguien nos invitaba a mi amiga y a mí los tragos, y a veces hasta nos invitaban a comer, lo que agradecíamos con bailes y coqueteos al o los galanes de turno, que jamás pasaban de un par de noches en el menor de los casos. Esa era la ventaja de ser jóvenes y tener un cuerpo muy deseable, además, teníamos cara de niñas buenas.

No buscábamos compromisos, solo fiesta y de la buena, y a veces también un polvo entretenido, o más de uno. Todo dependía de la noche.

Un día mi amiga de rumba me falló, pero yo quise salir igual porque necesitaba sacarme el peso de la semana del cuerpo. Sabía que me irían bien esa noche, iba con un vestido negro, corto y ceñido, tacos altos y el pelo me caí natural hasta los hombros.

El guardia del lugar me dió dos besos y un repaso visual antes de dejarme entrar y me dijo que estaba preciosa. Me preguntó por mi amiga, ya que era su eterno enamorado, y se quedó enviando un wsp para saludarla mientras yo entraba al antro.

El lugar estaba aún con poca gente porque era temprano. Me senté en la barra a mirar el ambiente y dos puestos más allá había una chica a la que ubicaba de vista. Era guapísima y siempre estaba arreglada perfecto y acompañada de algún tipo que la miraba con cara de querer morderla. La había visto bailar y se sabía mover bien, pero sobre todo, sabía causar expectación; además, tenía un encanto natural, cuando nos topábamos en el baño siempre intercambiamos un par de frases de cortesía y ella elogiaba algo de nosotras, dejándonos embelesadas con su simpatía y su perfume caro. Debía tener varios años más que yo y se sabía hembra alfa, con mi amiga la habíamos apodado, a sus espaldas, “la Diva buena onda”.

La Diva me vió sola y se acercó sonriente a mí ; nuestro amigo el Bartender le alcanzó una copa y ella le pidió otra igual, que me extendió amigable.

Yo estaba especialmente deshinibida y locuaz, posiblemente porque lo que tomaba tenía un grado alcohólico mucho más alto a lo que acostumbraba. Ella me repasaba con la mirada y de vez en cuando me tocaba las piernas o la cintura, pero no era algo hot, sino más bien como si me estuviera examinando. El barman nos miraba divertido y no paraba de servirnos copas.

La charla partió en los lugares comunes y luego del tercer trago, y haber rechazado a un par de tipos que se nos acercaban, la Diva sabía toda mi vida, mis aventuras y desventuras en la Gran Cuidad y los sueños que no lograba alcanzar, la cantidad de novios que había tenido y los mejores polvos que me había echado en mis activos 24 años, creo que hasta le comenté que nada me quedaba virgen a esa altura, que había probado con chicas, y que era muy cachonda en general, hasta tenía un vibrador y un dildo en mi pieza; de ella yo solo sabía su nombre y qué trago le gustaba tomar.

De pronto se acercó un tipo de unos 55 años, pelo cano y de metro setenta y saludó efusivamente a La Diva, la que le respondió coqueta con un beso cerca de los labios y dejando la mano en su hombro. Él me miró, me saludó con un beso, se presentó y me preguntó si quería tomar algo, a lo que le pedí otro igual. Le dijo un par de cosas al oído a mi compañera casual de juerga, ella se rió y le contestó con un “tal vez sea posible, pero te contesto luego”, despachándolo en pocos minutos.

Luego ella regresó su atención a mí y fue directo al grano, ya era tarde para andarse con rodeos porque el lugar estaba lleno. Me dijo que el tipo que me había invitado el trago era su cliente habitual y que ella era scort, que el chico quería un trío conmigo y que pagaba bien por ello. Me ofreció por un par de horas lo mismo que yo ganaba en una semana de trabajo, y me dijo que si lo hacía bien, me tomaría con ella para otros tríos y compañías.

Fue clara, precisa y directa y yo escuché atenta e interesada, como si una luz de esperanza me abriera la posibilidad de tomar un camino menos monótono y más fructífero dentro de la Ciudad. Me relató qué es lo que usualmente le pedían sus clientes y cuánto cobrara; me indicó que si entraba al juego, ella se quedaría con un porcentaje de lo que recibiera, pues tenía los contactos, el lugar para concretar, y me iba a estar constantemente asesorando, lo que me pareció razonable y justo. Era un trabajo y así lo vivía ella; se arreglaba para venderse, se ejercitaba, se vestía y se maquillaba para valer el dinero que cobrara, que no era poco. El dinero era bueno pero no siempre era fácil, y no fue nada sutil al decirme que para este trabajo no había que tener asco ni vergüenza.. Se cuidaba con preservativos y algún método adicional y nunca lo hacía a pelo, por salud.

No se si fue el exceso de tragos o la emoción del dinero, pero le dije que sí de inmediato. Ella me tomó de la mano, me llevó a la pista de baile y nos movimos sensuales pegadas una a la otra. Se acercó su amigo de pelo cano y ella le dijo algo al oído (creo que el precio), el hizo un gesto afirmativo y me tomó de la cintura para bailar pegados cual si fuésemos pareja habitual; la Diva seguía bailando sexy pero guardando respetable distancia, y rechazando a todos los otros que se acercaban a invitarla.

Bailamos un rato más los tres y aunque todos sabíamos cómo iba a terminar eso, nadie tenía apuro ni se comportó fuera de lugar. A la vista de todos, éramos tres amigos bailando felices y relajados; o bien, un tipo con mucha suerte bailando con dos mujeres de infarto, una de las cuales podía ser su novia, su amante o su Sugar Baby.

Pasada la media noche nos marchamos al departamento de La Diva, muy cerca de la Disco. Era amplio,acogedor, estaba decorado con buen gusto y la cama era de las más grandes que yo había visto.

Ella fue por unas botellas de agua mientras él, de frente a mí, me acariciaba el pelo, la cintura y las caderas de pie. Cuando regresó, se unió al juego, poniéndose detrás de él y acariciándolo al tiempo que le abría los botones de la camisa y lo desvestía.

El perfume de ese hombre me encantó, así que me acerqué a su cuello a olerlo y aproveché de lamerlo, pero de pronto mi boca se topó con la de ella y nos enredamos en un beso sobre el hombro de nuestro cliente. Él me fue sacando mi vestido y me dejó en lencería y tacos, y la Diva me recorrió con sus manos suaves.

Luego le sacó la ropa a ella y pude notar la complicidad de su juego, como asimismo su cuerpo perfecto. Era claro que se conocían los gustos y el ritmo, y ella se encargó de dejarlo a mil en pocos minutos, mientras yo -ahora parada detrás de él- no paraba de acariciarlo.

Nos pidió a ambas que jugáramos en la cama mientras él nos observaba, y mientras nos comíamos a besos y nos metíamos mano, pude ver de reojo cómo se tocaba. La Diva era hembra alfa también en la cama, así que tomó la iniciativa y me lamío el cuerpo completo, para luego montar un 69 dejándome aprisionada debajo de su cuerpo, para el deleite de mi primer cliente, que le pasaba la mano por la espalda y de vez en cuando le daba unas nalgadas que hacían que su sexo se enterrara más en mi cara.

El tipo comenzó a hablar, a decirnos cosas calientes, a decirme al oído lo rico que se veía todo eso y lo buena que estaba yo, en cómo se fijó en mí desde que me vió esa noche. Yo me sentí increíble, ultra deseada, porque me estaba prefiriendo a mí sobre la Diva en ese instante. Sin deshacer del todo el 69, buscó mi cabeza, tomó mi pelo fuerte e hizo que ella levantara su cara de mi cara, para darle espacio a su polla dura, la que metió a mi boca de golpe. Mientras me hacia una forzada garganta profunda jugaba con ella, metiéndole y sacandole los dedos de su sexo y se culo, que yo había dejado mojados con mi boca unos segundos antes..

Cuando estuvo satisfecho de mi felación, agarró un preservativo, se lo enfundó e hizo un par de movimientos estratégicos, que devolvieron ese coño hasta mi boca, al mismo tiempo que él la penetraba anal. Ella respondió a todo ese estímulo enterrando su boca, sus dedos y su lengua en mi sexo y mi botón de placer, logrando llevarme en minutos al punto máximo en que reventé por lo inesperado de todo este juego.

Mi gritos no se oyeron, pero el temblor de mi cuerpo y el movimiento de mi pelvis me delató. Él apuró el tranco y la hizo acabar, momentos antes de venirse él también. Todo sucedió en cuestión de minutos y yo quedé sonriente y agotada, con el mejor orgasmo conocido hasta entonces.

Terminé la noche durmiendo entre ambos,y con ganas de repetir una aventura así con mi nueva Jefa o con otro maduro como ese.

Solo les adelantaré que con el segundo cliente mi nueva Jefa me advirtió que iba a ser mucho más rudo y que aprendería lo que era ser realmente sometida en la cama, y que me pagaría incluso más que la primera vez. Mi ojos brillaron, no sé si por el elevado monto que dijo, o por que esa era mi fantasía incumplida.