Para recuperar la atención de mi novio, le regalo mi culo

—Solo es un pinchazo, tía.

—Me da miedo, Tere.

—Lo que tendrías que hacer es dejar a ese gilipollas —dijo Laura.

—Sabes que no puedo…

—Mira, te prometo que no lo vas ni a notar. Y después de un rato no está tan mal.

—¿Es igual que…? ¿Igual que por el otro lado?

—No, tonta. El culo está hecho para que lo gocen los tíos. Pero es lo único que puedes hacer si quieres conservarlo.

—Tú sabrás lo que quieres hacer, Rebe, pero conmigo no cuentes.

Laura salió escopetada, abandonando a sus dos amigas. Las tres eran inseparables desde que se conocieron en el colegio, pero ahora, en su último año de Bachiller, las diferencias eran cada vez mayores. Laura era conocida como la feminista, que en su opinión era un apelativo muy poco adecuado, porque ella lo único que hacía era imponer un poco de sentido común en el gallinero. Que no hubiera tenido ni un solo ligue conocido alimentaba su fama de estrecha y para algunos, los más faltones, de bollera. Tere era la más lanzada del grupo, la más necesitada de atención, sobre todo del sector masculino. Fue la primera en salir de fiesta con los mayores y la primera en acabar con uno de ellos en los baños de la disco. Así se ganó su mote, la Tornillo, realizando mamadas sin importar quién, cómo y cuándo. Todos en el instituto la conocían por ese nombre y ella se enorgullecía sin saber que, por muy buenas mamadas que hiciera, ellos solo la veían como un trozo de carne. Finalmente, la Rebe, inocente, atolondrada, siempre a rebufo de las otras dos. La pubertad había hecho de ella una muchacha bonita y con curvas generosas, pero el crecimiento todavía no había alcanzado su cabeza.

La Rebe y la Tornillo contemplaron cómo su amiga pegaba un portazo. Estaban sentadas con las piernas cruzadas en el suelo de un pasillo de la última planta. Restos de migas, pañuelos y burruños de papel albal se acumulaban en torno a ellas. Habían elegido ese sitio por ser el más discreto, ya que la Rebe hasta hace poco había estado llorando. Su rostro estaba todavía rojo y congestionado. El Richi era la razón de su malestar. El verano pasado había empezado a salir con él y todo había sido de película. Fue su primer amor y no dudó en entregarle su corazón, junto con todo lo demás. La euforia de saber que su novio era uno de los chicos más guapos de la escuela empezó a agriarse cuando este, poco a poco, dejó descubrir su verdadera naturaleza. Los halagos y los besos del principio se tornaron en malas caras y palabras hoscas cada vez que ella quería de él más que lo que estaba dispuesto a darle. Al fin y al cabo, tampoco pedía tanto… solo un poco de atención. ¿Era mucho pedir que le besara delante de sus amigos? ¿O que la invitara a su casa para conocer a sus padres? Si hubiera sido como Laura, hacía tiempo que lo habría mandado a la mierda. Pero ella no sabía lo que era tener a un hombre, así que la Rebe llenaba el vacío con inseguridades y pensamientos desesperados.

—Ven, que te arreglo el maquillaje.

La Tornillo sacó sus utensilios y se dedicó a ocultar todas las marcas que habían dejado las lágrimas de su amiga. Fue perfilando uno a uno sus rasgos con la precisión de una chica que se hace la raya desde antes de que le salieran las tetas. Le daba pena la Rebe. Era una chica bonita, pero le faltaba soltarse un poco más…

—Y ni se te ocurra llorar más. Te mato, eh

—No sé si voy a aguantar…

—Ya verás como sí, tonta.

—El Richi…

—El Richi es un cerdo como todos los tíos, pero es culpa tuya por no tenerlo a gusto.

Una mirada desafiante cruzó el semblante de la Rebe. Duró apenas un instante, dejando paso a su acostumbrado rostro de desconsuelo y resignación.

—Vas a ir a buscarle después de clase y le dices que tienes una sorpresa para él esta tarde.

—¿Y lo de Carolina?

—A esa zorra ya la buscaremos, no te preocupes. Acabará respetando a los novios de las demás.

La alarma de la clase sonó mientras la Rebe esperaba nerviosa en el pasillo. Uno a uno fueron saliendo todos los chicos hasta que vio al que estaba buscando. A pesar de todos los disgustos de los últimos días, la impresión que causó en ella el Richi fue la misma de siempre: un pequeño vuelco en el corazón y la inevitable sensación de que enrojecía de adentro afuera. Iba acompañado de todo su grupito, así que tuvo que empujar para colocarse delante de él.

—¿Qué?

—¿Hablamos un momento?

El Richi miró a su alrededor.

—Tengo prisa, di lo que tengas que decir.

—¿Puedes venir esta tarde a mi casa…?

—¿Entonces ya no estás enfadada?

—¡Movida, movida! —exclamaron el corro de amigos con sonrisas de hienas.

—Por favor, ven.

—No puedo, tengo fútbol.

—Te lo compensaré, te lo prometo.

—¡Uy, uy! — volvió a exclamar el coro.

—Está bien, te aviso.

El Richi y sus amigos se fueron, dejando a la Rebe aún más nerviosa que al principio, pero algo aliviada. Sabía que esto era lo fácil y ahora tenía que hacer la parte difícil.

A las seis de la tarde estaba todo preparado. Sin la ayuda de la Tere no habría sido posible, sobre todo por el empujón que le dio. Había llenado la casa de velas, haciendo la estancia más sugerente y romántica. Su amiga le había dicho que eso era una tontería, que lo único que miran los tíos es un buen par de tetas. Ella se sentía más segura generando una atmósfera excitante, sobre todo porque lo que iba a hacer le daba mucho miedo.

Siguiendo las indicaciones de la Tere, se había depilado enterita, ni un pelo por debajo de la ceja. Había extendido crema por todo su cuerpo, recorriendo su líneas, hidratando su piel y perfumándola. La parte difícil la había realizado en el baño. Si lo que le quedaba por hacer le daba miedo, esto que ya había hecho le daba vergüenza. Su amiga le había asegurado que esto no era muy diferente de una limpieza normal. “Con el cabezal de la ducha y una esponja se hace de maravilla”, decía. “En unos minutos lo tienes”. La Rebe necesitó unos minutos para calmarse y casi una hora para completarlo. Cuando acabó la limpieza tenía los dedos arrugados y la sensación de que el jabón le llegaba hasta el alma. Solo necesitó una hora más de plancha, secador, vestuario y maquillaje.

A las seis en punto, decíamos, Rebe estaba lista. Se contempló en el espejo de la entrada, intentando aguantar el malestar de su estómago. Tenía un cuerpo bonito, más de lo que ella misma era capaz de reconocer. 1, 60 y poco de altura y curvas generosas, pero sin que pareciera que le sobrasen kilos de más. Pelo sedoso y castaño claro que le caía con gracia hasta el culo. Una cara adorable e inocente propia de una chica que nunca ha roto un plato. El maquillaje justo, apenas para realzar sus rasgos, excepto los labios, pintados con un tono carmesí brillante. Había elegido el outfit de la primera vez que quedó con el Richi, aunque dudaba que este lo fuera a reconocer. Una blusa veige con un escote amplio, pero no demasiado indecente. Una falda corta y negra y debajo unas medias, también negras y transparentes. Unas bailarinas sencillas completaban su atuendo. Era un conjunto elegante y atrevido que utilizaba sobre todo para que los porteros de las discotecas la dejasen pasar.

Veinte minutos más tarde, tarde como siempre, el Richi llamó a su puerta. No hubo cumplidos por su parte, solo una sonrisa burlona. Tenía los ojos rojos y Rebe dedujo que había estado fumando con sus amigos. Le invitó a sentarse en el sofá del salón. Tragó hondo y repasó mentalmente lo que había ensayado.

—Sé que me enfadé mucho el otro día por lo de Carolina…

—Yo no hice nada, fue esa zorra que… —la interrumpió.

—Da igual, eso es cosa ya del pasado. Solo quiero que sepas que si necesitas algo solo tienes que pedírmelo. Sabes que te quiero, ¿no?

Hubo un silencio en el que la Rebe esperó una contestación que nunca llegó.

—Estoy para ti… para lo que sea… —insistió.

Se recostó contra él y juntó sus labios con los suyos. Por un momento, saltaron chispas y todo le recordó a la primera vez que se besaron. Bebió de sus labios con ansia, soltando un pequeño gemido de placer. Al verle entrar en su casa se había puesto más nerviosa, pero ahora que ya había empezado, se sentía segura y confiada.

El Richi metió una mano por debajo de su falda, agarrando con fuerza sus cachetes. El beso pasó a morreo apasionado y compartieron besos, saliva y mordiscos a lo bestia. Él hizo intento de incorporarse y la Rebe lo detuvo. Conocía a su novio y sabía que cuando se ponía así de cachondo, era muy impaciente, y ella quería tomarse su tiempo.

—Déjame a mí…

Se arrodilló en el suelo, quitándole las zapatillas con suavidad. Un pestazo a pies sudados le invadió, pero siguió con su labor. Hizo lo propio con los calcetines. Con sus pies ya descalzos, fue contoneándose y subiendo por sus piernas hasta acabar con la cabeza pegada a su paquete. Notó que estaba duro y mordiqueó un poco la bragueta. Él intentó desajustarse el cinturón, pero ella lo volvió a parar. Con tranquilidad fue retirando su cinturón, mirando la cara de su hombre, que tenía los ojos desbocados y la cara perlada de sudor. Con la misma parsimonia bajó su pantalón hasta que esté rozó sus pies. Un bulto bastante grande se mostraba en su calzoncillo. Lamió delicadamente el contorno de su miembro, que pronto dejaría de estar encarcelado. Ese sí era un olor que le agradaba e hizo que su pulso se pusiera a mil. Con cuidado levantó la tienda de campaña y bajó los calzoncillos hasta abajo.

Agarró con fuerza ese rabo que con solo mirarlo le hacía la boca agua. Para ella era el mejor rabo del mundo, aunque claro, no tenía con qué compararlo. Le gustaba especialmente lo duro que se ponía siempre y la vena que lo recorría palpitando. Olía un poco fuerte, a concentración de olores y sudores, pero eso no la detuvo. Degustó la punta, provocando un estremecimiento de placer en su novio. Abrazó el glande con su lengua y la deslizó a lo largo del tronco. Después de dejarle el rabo bien reluciente, se quitó la blusa, revelando un sujetador de encaje negro. Richi no era mucho de lencería, pero no le quitaba la vista y se notaba que se moría de ganas de verla desnuda. La Rebe apretó sus pechos, que tenían la forma de dos melocotones grandes, firmes y suaves al mismo tiempo. Sensualmente puso cara de inocencia y le preguntó a su novio si quería verlos. Este, incapaz de proferir palabra, asintió con la cabeza.

Se quitó el sujetador, ocultando todavía sus pechos con la mano. Desnuda de cintura para arriba, su pelo caía en cascada, ocultando uno de sus pechos. Se acercó a la cabeza de su novio para darle un sutil beso, apenas un roce de labios. Él buscó su boca y encontró sus tetas. Devoró sus pezones, mordiéndolos y estirándolos, alternando uno y otro. Rebe sintió como su coño palpitaba y empezó a gemir, mordiéndose los labios. La polla de su novio se le clavaba en el vientre y empezó a tener ganas de sentirla en la boca. Volvió a bajar hasta la zona del paquete y esta vez se la metió de golpe. Esa polla le llenaba toda la boca, pero eso no impedía que la tragase entera, una y otra vez. Richi la cogió del pelo a modo de correa y empezó a marcar el ritmo. Ella se ahogaba y sabía que su cara debía ser un compendio de saliva y lágrimas por el esfuerzo. Había arruinado su maquillaje pero se sentía mejor que nunca. Sentía que era una puta y eso es lo que quería. Después de diez minutos de intensa mamada en la que su boca no se separó ni un momento de su rabo, por fin la liberó y pudo tomar aire.

De pronto, el Richi se levantó y la empujó contra el sofá con fuerza. Tiró de su falda para sacársela con tanta brusquedad que se llevó de por medio el tanga de encaje negro. Un coño brillante y sonrosado apareció en medio de las piernas de Rebe y sin preguntar, sin pedir permiso, empezó a devorarlo. Actuaba como un maldito animal y no podría haberlo separado de su coño ni con un gato mecánico. Él recorría sus labios e introducía la punta dentro de su vagina, mordisqueando los bordes de vez en cuando. Le encantaba comerse ese coño sin pelos, como el de las actrices porno. Rebe retorcía uno de sus pezones, gimiendo ahora sin importarle el que hiciera ruido. Apretaba con fuerza las piernas en torno al cuello de su novio, incapaz de controlar los espasmos de placer.

Finalmente, levantó la cabeza de sus muslos y acercó su polla a su entrada. La Rebe no quería nada más en el mundo que esa polla penetrándola, pero ese era un día especial, el día en el que ella había decidido entregarse a su novio, esta vez por completo. Intentó separarse de su novio y este lo impidió. Forcejeó un poco y consiguió ponerse a cuatro patas, revelando una vista impresionante de su culo. Si sus tetas eran melocotones, su culo era dulce de leche derretido. Llevó sus manos a sus nalgas, separándolas y dejando a la vista su precioso ano, el cual había estado una hora preparando para este momento. Desde esa postura no podía ver la cara de su novio, pero sabía que debía de estar muy sorprendido. Le había pedido su culo muchas veces, exigido incluso, pero siempre se lo había negado. Rebe no sabía por qué los hombres eran tan insistentes con el sexo anal, teniendo ya una entrada más que dispuesta. Pero hoy no era un día para ella, hoy era un día para que su hombre disfrutara.

Richi se tomó unos instantes para contemplar ese culo redondo, sin poder apartar la mirada de su coño babeante y de su culo cerradito. Hundió la lengua el agujero que hasta ahora tenía prohibido, pero esta vez lo hizo con mucho cuidado. Tanteó el borde, sin atreverse a meterla. Ese contacto provocó recelo en Rebe, quien instintivamente apretó su anillo. Richi le quitó las manos y las colocó él en sus nalgas, forzando al máximo su entrada. Escupió en el centro de su culo y un escalofrío le recorrió mientras la saliva resbalaba. Esta vez sí hundió la lengua dentro y empezó a empujar. La sensación para Rebe era extraña, pero al mismo tiempo placentera. Él dedicó un rato a lamer y devorar su culo con bastante más cariño que el que había dedicado a su coño. Durante todo el proceso, la Rebe pasó del nerviosismo a la excitación, mientras masturbaba con fuerza su clítoris.

Un dedo le penetró el culo hasta chocar con el nudillo. Sorprendentemente, entró con bastante facilidad. Sentía una presión desconocida y no del todo desagradable. Lentamente, el Richi comenzó a meter y sacar el dedo, sin que saliera del todo. Ella restregó con más velocidad su coño, aumentando la intensidad de los tocamientos. Estaba muy cachonda, notaba que las tetas le ardían y sentía como su culo se abría poco a poco. Ya no estaba preocupada. Al final iba a resultar cierto que ella también podía disfrutar de esto.

Richi se separó un momento de ella y esta de nuevo empezó a notar algo aproximarse a su culo. No era un dedo, eso seguro. La cabeza del rabo de su novio acariciaba su entrada, como pidiendo permiso. Solo que no le hacía falta, podía hacer lo que quisiera con ella. Rebe estaba más que preparada para recibirlo. Ansiosa era la palabra. Notó una presión y de pronto un dolor inmenso. La totalidad de la cabeza había entrado y ella empezó a boquear entre los pinchazos que le daba tener eso dentro. Quería pedir auxilio, pero eso era físicamente imposible. La invasión de esa polla le había cortado la respiración y no podía proferir palabra. Un segundo después, uno de esos segundos que parecen horas, empezó a recuperarse. El dolor seguía siendo terrible, pero había remitido lo suficiente como para poder decir lo que su mente gritaba a voces:

—¡Para, para, para!

Si esperaba clemencia por su parte, estaba muy equivocada. El Richi hizo de oídos sordos y siguió empalándola. Como estaba ya la cabeza dentro, no tuvo que empujar tanto como la primera vez, que había sentido como se le partía la polla. No obstante, tuvo que luchar cada centímetro conquistado. El culo de su novia intentaba expulsarlo y él respondía con más ímpetu. Después de un doloroso minuto, sus huevos chocaron con su coño, hecho que confirmaba que le había hundido todo el rabo en el culo.

En ese momento, en la cabeza del Richi se produjo un clic. Comprendió que estaba dándole por culo a su novia, su objetivo tan soñado. Desde que empezó a empujar su rabo había perdido el control, se movía como un autómata, sin entender de verdad lo que estaba haciendo. Ahora, con lucidez, lo sabía perfectamente. Ese culo tan pomposo se había tragado hasta el fondo su rabo. Vale que la chica era muy boba, pero merecía con creces aguantarla con tal de poder hacer estas cosas. Se fijó en ella y le oyó sollozar, interpretando como gemidos lo que en realidad eran lágrimas. Eso le motivó y le ayudó a alimentar su orgullo de macho. Su polla se hinchó dentro de ella y empezó a empujar poco a poco, teniendo en cuenta que con lo cerrado que estaba su culo, apenas podía mover la polla dentro. Ella comenzó a gritar desconsolada y apretar su culo, sin saber que eso solo envalentonaba a su novio, que estaba decidido a follar ese culo hasta reventarlo. Después de todo, cuando la desvirgó la primera vez, también había chillado.

En la cabeza de la Rebe, sin embargo, no había ni una sola neurona que no estuviera concentrada en aguantar el dolor. Era tan insoportable que no podía ni pedir ayuda, apenas chillar y llorar. Hubo un momento en el que se le nubló la vista y temió desmayarse, pero un empujón particularmente fuerte la hizo recobrarse. Notaba pinchazos por doquier y su culo ardiendo al rojo vivo. Hacía ya tiempo que había dejado de intentar liberarse, abandonándose al dolor y rezando porque acabara pronto. La polla entraba y salía de su culo, hundiéndose sin piedad en sus carnes.

Después de un tiempo que le resultó imposible de calcular, el dolor cesó, dando paso a algo nuevo. No era exactamente placer, sino más bien otro tipo de dolor, pero más tolerable. El alivio fue tan inmediato que pasó de lamentarse a disfrutar. Notaba su culo completamente destrozado y dado de sí, como el cuello de una camiseta vieja. A pesar de que de vez en cuando le daba algún pinchazo, disfrutaba de esa sensación. Llevó un par de dedos a su coño y se puso a restregar su clítoris como una posesa. Chillaba, esta vez de placer, y de un montón de sensaciones más. Notaba como esa polla partía en dos su culo, sin miramientos. Al igual que su novio antes, tuvo un momento de lucidez. Comprendió que le había dado su culo y que eso la convertía en una guarra, pero le gustaba. Disfrutaba sabiendo que estaba a cuatro patas ofreciéndole lo que nadie le había dado. Ella se encargaría de que nadie más se lo diese. Empezó a moverse, acompañando las embestidas con un movimiento de cadera. Ya no le importaba que le rompiera el culo, porque lo tenía ya roto. Solo quería una cosa y así lo dijo, en voz de grito:

—¡Córrete! ¡Préñame, Ricardo!

La emoción de estar follándole el culo, sumado con las palabras de la chica, provocó en él la reacción esperada. Con diez estocadas furiosas empezó a percutir ese culo y a correrse dentro de él, acompañando cada trallazo de leche con un gruñido animal. Su novia estalló inmediatamente en un orgasmo brutal con el que apretó aún más la polla dentro de su culo, exprimiendo hasta la última gota. Se sintió llena y completa, en ese éxtasis sucio de sudor y lágrimas. Tuvo un minuto de gloria, el más feliz de su vida. Después de eso, estaban los dos tan acoplados, que le resultaba raro no estar dentro de ella. Con más cuidado del que había demostrado antes, su novio sacó su rabo, todavía duro. El culo de la Rebe conservó la forma de su polla cuando se lo sacó, señal de que le había roto bien el culo, del que salía un hilillo de leche y sangre. Se dejó caer en el sofá, completamente agotada y con los ojos cerrados. Antes de caer dormida, notó como una mano acariciaba su cabeza.

El Richi y la Rebe se durmieron, abrazando el uno al otro, más unidos que nunca, por un culo abierto y una polla dura.