La sobrina de mi esposa viviendo en casa

La sobrina de mi mujer Lucía, había llegado hacia unas semanas desde Australia, donde vivía desde que nació.

Hacia al menos 10 años que no la veíamos, aunque algunas fotos vi de pasada, cuando llegó a nuestra casa me quedé fascinado. Julia, una chiquilla de 19 años, casi de alta como mi mujer, unos pechos pequeñitos, esos ojos verdes y esa sonrisa que te enamoraba. Siempre risueña desde el día que llegó y muy cariñosa, siempre abrazos y besos.

Por las mañanas se levantaba en braguitas y con una blusa muy transparente, de ahí que mis miradas se fijarán en sus pequeños pechos, con dos aureolas muy grandes. Beso de buenos días y una erección inmediata. Mi mujer me miraba muerta de risa y yo me encogía de hombros, que puedo hacer, la decía con un gesto.

Así transcurrieron las semanas, una noche nos pusimos a ver una película los tres, yo en el centro, con cada una a un lado. Mi mujer se durmió al rato y Julia empezó a quedarse dormida en mi hombro. Finalmente acostó su cabeza en mis piernas. Yo estaba a cien, y puse mi mano en su cadera, se revolvió un poco. Al rato moví mi mano por su culito redondo, se movía y suspiraba entre sueños. Osadamente subí la mano y la acaricié una teta debajo de su blusa. Entonces su mano derecha se colocó en mi polla,me sobresalté pero no era intencionado. Mi mujer al sentir mi respingo se despertó y me vio con su mano en la teta. Me sonrió y me dijo al oído- mira que eres cerdo. Me saque la polla moviendo un poco la cabeza de Julia.

-Tocamela anda, que me va a explotar.

Me pajeó con cuidado, mientras yo seguía tocando a la dormida Julia, baje la mano hasta su pantalón corto y metí la mano hasta tocar su clitoris, gimió entre sueños.

No tarde mucho en correrme, gran parte

Del semen cayó en su blusa. La cogí en brazos y la acosté en su cama.

A la mañana siguiente, Julia se despertó con su alegría matinal, besos y transparencias.

Mi mujer nos anunció que tenía un viaje de dos días por trabajo y que nos dejaba solos. Me guiño el ojo y me susurro:

– A ver que haces con mi sobrina no te pases.

– Nada que no haya imaginado ya, la respondí.

– Eres un cerdo dijo burlonamente.

La sonreí y la dí un beso profundo en la boca, mientras la sobaba el culo, metiendo mis dedos por dentro.

Cuando nos separamos, vi como Julia miraba con el rabillo del ojo.

Por la noche después del trabajo, me pegué una ducha y vi como se abría la puerta un poco, y Julia metía su cabeza para mirar, yo me hice el tonto como que no me enteraba y me giraba hacia ella para que observará mi polla y mi cuerpo.

Al rato cerró con cuidado y desapareció.

Baje las escaleras de casa enfundado en mi batin sin nada debajo como me gustaba y empecé a preparar la cena. Julia que estaba sentada en el sofá se ofreció a ayudar, y se acercó a ver que podía hacer.

La mandé cortar unas cebolletas, y como veía que no tenía mucho tino y por miedo a que se cortara, me puse por detrás de ella y la cogí las manos, sentí que se estremecía. La ayude a cortar colocando las manos y sentía como pegaba su culo a mi polla, que se estaba poniendo bien dura. En estas que me cogió la mano y me la puso en su coño, sentía empapado su pantaloncito de licra. La susurre con malicia:

-Te pusiste caliente al verme duchar.

Sentí su rubor en la cara mientras asentía.

– Llevo unos días espiando, me dijo, he visto como follabais mi tía y tú. Incluso el día que vino vuestro amigo Alex me pajee en la puerta mientras observaba por una rendija de la puerta.

Alex, había venido de visita el otro día y follamos con sumo cuidado, creyendo que Julia dormía, pequeña putita voyeur.

-Te gustó lo que viste y cómo la follamos, la pregunté mientras sobaba su rajita ya con su pantalón en las rodillas.

– Me corrí al menos tres veces.

– Cuándo te corriste, insistía saber más, mientras mi polla pedía salir.

– Mi primera corrida fue mientras los chupaba las dos pollas a la vez, después cuando la penetraron el culo y el coño a la vez y por último cuando la abofetearon y se corrieron en su cara. Gemía, de placer, mientras su rajita babeaba entre mis manos.

– Te gustó todo eso pequeña putilla, te imaginabas que eras tú seguro.

– Si, me hubiera gustado que me follarais así, llevo pajeandome toda la semana y supercaliente. Aunque tenía un regalito tuyo en mi blusa el otro día que me ayudó.

Claro la muy zorrita se dio cuenta y se hizo la dormida

La baje la cara hacia la mesa, poniendo su culo en pompa y la pegué unos buenos azotes.

– Si, dame más, me pedía. Quiero se tu putita.

– Sobrina, te han follada este culito, porque lo veo muy estrecho.

– No aún soy virgen por ahí.

– Pues vamos a arreglarlo entonces.

La metí la lengua por el culo, luego empecé a dilatarlo con los dedos, hasta que entraron tres con facilidad. Emboqué mi polla y con sumo cuidado metí poco a poco mi polla hasta ensartarla por entero, ella aguantó estoicamente sin decir ni palabra. Empecé a bombear despacio y poco a poco cogí ritmo, ella empezaba a moverse a la par. Se tocaba mientras y empezó a soltar chorros de su coño.

– Que zorrita eres, estás mojando el suelo, sucia.

La agarré del pelo y la tire al suelo a limpiarlo con su cara. La restregue por todos sus flujos. Mientras la daba cachetes en su culo.

La levanté y la puse de rodillas metiendo mi polla en su boca. La empezé a follar con fuerza y tras varias arremetidas la hice comerme el culo.

– Mete bien la lengua pequeña zorra.

La metió a fondo mientras se masturbaba compulsivamente, se corría una y otra vez desde hacía rato.

La desnude y la acerque a la ventana que daba a un edificio de oficinas, que por la hora ya no tendría a nadie. La pegué a la ventana y se la metí de un golpe en su coño, entró perfectamente de lo mojada que estaba.

– Me pueden ver, dijo, intranquila.

– No mirabas tú el otro día sin permiso zorrita, ahora te toca a tí.

Dicho y hecho, una luz que daba enfrente de nuestra ventana se encendió. Un joven se masturbaba con la escena. Julia se revolvió asustada, pero la agarre la cara y se la enfoque hacia el joven de enfrente.

– Mira como se pajea mirándote, no me digas que no te gusta, porque mentirias, lo sé bien.

– Si, me gusta mucho. Es cierto.

Se corrió con una intensidad que arqueo su espalda y un grito se la escapó de su boca.

La puse de rodillas y me corrí en su cara abundantemente. El joven de la oficina se corría a la vez en el cristal.

– Escribe en un papel tu teléfono y ponlo en la ventana la dije, la próxima vez nos acompañará él.

– Pero…

– Haz lo que te digo, la solté un bofetón, ahora eres mi putita y voy a hacerte todo aquello que me decías antes que viste y querias.

– Si, Tio, quiero hacerlo.

Puso su teléfono en la ventana y al rato el joven se puso en contacto con ella. Me puse al teléfono y apartandome a otra habitación le dije que quedaramos al día siguiente, pero que viniera con varios amigos. Cerramos la hora y colgué.

-Bueno guarrilla mañana vamos a jugar un nuevo juego, cuando venga tu Tía de viaje, serás toda una putita sumisa, como lo es ella.

– Estoy muy contenta tío, me beso metiéndome la lengua hasta la campanilla.

Cenamos algo rápido.

– Venga a la cama que es tarde, la dije.

– Enfilaba a su habitación con saltitos.

– Te equivocas de habitación peque, hoy duermes conmigo y por la mañana me despertarás con una buena mamada.

Me miró con su sonrisa más amplia y asintió.

Iba a ser un fin de semana interesante.

Continuará…