Mis aventuras en una escuela católica

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La única oportunidad que tiene Andy para disfrutar de tiempo libre – que son los únicos minutos del día escolar en los que no se la pasa con una polla entre las nalgas – es un poco antes de la hora del almuerzo. No es una tarea fácil inventarse una excusa diaria para ir a los baños para masturbarse. Sobre todo, porque después debe encontrar el tiempo suficiente para almorzar. Tiene que ser rápido.

Ese día entra tan descuidadamente en los baños de chicas para hacerse su paja diaria, que no se asegura de que no haya moros en la costa. Ya se encuentra dentro del cubículo, sentado en el inodoro, cuando escucha unas voces distorsionadas viniendo del retrete que está a su lado. Se da cuenta de que no se encuentra a solas y se queda muy quieto.

-Oh, no, yo…- Es la voz de una chica, se escucha suave y avergonzada.- Me estoy guardando para el matrimonio. Lo siento mucho, eres muy guapo y me encantaría estar contigo, pero…

-No te preocupes,- Andy se siente sorprendido al escuchar la voz de un chico. Y no se trata de cualquier chico; reconoce la voz de Marcus, el primer alumno con quien había follado. El que había echado a andar toda la situación. Al parecer, seguía utilizando sus viejos trucos.- Podemos hacer otra cosa,- ronronea Marcus desde el otro cubículo.- Algo que se sentirá igual de bien, pero que conservará tu virginidad…

Hay una pausa y después se escucha el sonido afilado de una cachetada.

-¡¿Cómo te atreves?!- grita la chica con un sonido agudo y ofendido. La puerta del cubículo aledaño se abre de golpe. Bien por ella, piensa Andy y espera silenciosamente hasta que escucha que sus pasos se dirigen hacia la salida. Unos segundos después, la puerta del baño se abre y se cierra indicando que los intrusos se han marchado. Andy deja escapar un suspiro de alivio.

Al parecer Marcus no ha aprendido su lección. Andy deja escapar una risita. ¿Por qué habría de hacerlo? Era claro que había obtenido todo lo que quería de la mayoría de sus compañeras. Si tan sólo más chicas golpearan su bonita cara después de sus pervertidas propuestas, quizás así aprendería a ser más circunspecto.

Andy remueve ciegamente una mano dentro de su mochila y saca la pequeña llave que lleva guardada ahí. Más que una llave se trata de un pequeño cilindro de metal con formas intrincadas. Se levanta la falda a través de los muslos, se baja las bragas hasta las rodillas y agarra el miembro enjaulado con una mano. Toda la mañana ha estado escurriendo preseminal por la cogida que había tenido con señor Ramiel antes de iniciar las clases.

Llevan ya varias semanas follando; se ha convertido en una rutina que el profesor lo recoja todas mañanas en su motocicleta, que se encierren en su oficina y que le penetre sobre su escritorio. Últimamente se había vuelto más atrevido y había comenzado a acariciar los pechos a través del sostén, y en más de una ocasión había tratado de meter su mano por el frente de las bragas del adolescente. Andy tiene el presentimiento de que el profesor está a punto de descubrir su secreto. Pero hasta el momento, parece que no tiene idea de que en realidad es un chico.

Andy abre la cerradura de la pequeña jaula y permite que su miembro sea libre con un suspiro de alivio. Inmediatamente tiene una erección y comienza a masturbarse, mordiendo su labio inferior ante la sensación de placer.

-Pero que interesante giro ha dado esta historia.

Andy se sobresalta tan violentamente que deja caer la jaula y la llave al suelo. Su cabeza se levanta hacia la dirección de donde ha venido la voz, solamente para ver que Marcus le sonríe desde arriba. Está asomándose por encima de la partición del cubículo. Debe estar de pie por encima del inodoro contiguo.

Andy, inútilmente, se cubre la entrepierna con ambas manos, pero ya es demasiado tarde.

-¿Pero qué tenemos aquí?- La voz de Marcus es dulce y alegre.- Sabes una cosa, la últimas semanas han estado rondando unos chismes muy jugos acerca de ti. Nada tan jugoso como esto, por supuesto. Todo el mundo dice que te has convertido en la puta más grande que haya visto este colegio. Los rumores dicen que todas las tardes follas con diferentes grupos de chicos, e incluso hay otros que cuentan que te andas acostando con un profesor. Supongo que mi polla ha sido la responsable de tal desarrollo en tu personalidad, ¿o me equivoco? ¿Estás haciendo todo eso porque extrañas que te meta mi verga? Aunque en retrospectiva, es un poco asqueroso considerando que en realidad eres un chico.

-¿Qué es lo que quieres, Marcus?- dice Andy a través de sus dientes apretados.

-Que bueno que lo preguntas,- contesta Marcus.- Ahora me perteneces. Este es el comienzo de una larga y próspera amistad. Lo puedo presentir.

El corazón de Andy palpita desbocadamente dentro de su pecho.

-¿De qué estás hablando?

-Bueno,- dice Marcus.- Ahora sé tu secreto. Tendrás que hacer algo para que no lo revele, ¿no?

-No seas estúpido.- El cuerpo entero de Andy está temblando, y un escalofrío le corre por la espalda. Su corazón está latiendo a mil por minuto.- Si revelo que has tenido sexo conmigo dentro de las instalaciones de la escuela, tú también estarás en problemas.

-Ay, por favor.- Marcus agita una mano en el aire de forma despectiva.- Tú y yo no estamos a la misma altura. Si dices eso de mí, ¿a quién crees que le van a creer? ¿A un alumno estrella, o al chico que se ha estado travistiendo por meses? Además, ni siquiera se lo tengo que contar al director del colegio. Solamente se lo puedo revelar a los chicos con los que has estado cogiendo. ¿Tú crees que se lo van a tomar con calma? Estarás muerto para cuando termine el día.

-No te atreverías.

Marcus sonríe.

-No lo haré si haces todo lo que te ordene a partir de ahora. Y ahora, primero lo primero, ven aquí y chúpamela. La perra con la que estaba era una calientapollas. Solamente me hizo encabronar. Pero primero enjaula tu verga. No quiero que un pervertido como tú disfrute mientras me come la polla.

Andy recoge la jaula del suelo con dedos temblorosos.

-¿No acabas de decir que tener sexo con chicos es asqueroso?- dice.

La cabeza de Marcus desaparece por debajo de la partición del cubículo, pero su voz sigue siendo muy clara.

-Y lo es, no creas que voy a cogerte. Pero una mamada no me parece tan terrible. Además, vas vestido con el uniforme de las chicas, y pareces una, eso es suficiente para mantener la ilusión. No es como si fueras muy masculino.

Su lógica no tiene ningún puto sentido, pero Andy no se encuentra en posición de rebatir sus palabras. Está temblando tan intensamente que le resulta muy difícil volver a ponerse su pequeña jaula. Después de varios intentos por fin logra encajar los broches; en ese instante Marcus da unos golpes en la partición de los cubículos.

-Apúrate, puta. No tengo todo el día.

Andy deja caer la pequeña llave dentro de su mochila y se sube las bragas. Se coloca la correa de la mochila sobre un hombro y se queda quieto por un momento. Su mente es un grito silencioso y desesperado. No quiere dirigirse al inodoro contiguo, ¿pero qué opción le queda? Marcus tiene razón, básicamente es su dueño.

Andy sale desganadamente de su cubículo, y una vez que llega al otro deja caer su mochila en el suelo descuidadamente. Marcus está sentado en el retrete, tiene los pantalones y los calzoncillos alrededor de los tobillos, y la polla erecta y dura. Hace una seña para que se ponga de rodillas entre sus piernas. Andy lo obedece.

Tímidamente pone sus manos sobre las rodillas del otro chico. Marcus pone los ojos en blanco, aparentemente está impaciente, y agarra la cabeza de Andy, tirando de ella hacia adelante hasta que aplasta los labios contra su verga.

-¡Abre la boca!- ordena. Andy hace lo que le dicen y Marcus rápidamente empuja su polla dentro de la cálida abertura que le da la bienvenida. Suelta un suspiro de placer.- Eso es,- murmura.

Andy comienza a mover su cabeza y su lengua de mala gana. La polla está resbaladiza y llena de presemen. Marcus se inclina ligeramente hacia adelante, estira una mano y comienza a hurgar dentro de la mochila de Andy.

-¡Oye! ¿Qué crees que están haciendo?- Andy levanta su cabeza de la entrepierna lo suficiente como para protestar.

-Guarda silencio y concéntrate en lo que estás haciendo, perra,- dice Marcus. Se vuelve a enderezar y ahora tiene el teléfono de Andy entre sus manos. Marcus escribe algo brevemente en la pantalla y entonces arroja el móvil dentro de la mochila. Una vez que tiene las manos desocupadas, las dirige hacia el cabello de su compañero; agarra fuertemente unos mechones y los utiliza para controlar la velocidad en la que Andy menea su cabeza.

Marcus le entierra la polla entre los labios una y otra vez por aproximadamente dos minutos antes de intensificar su agarre en el cabello, indicando que está a punto de correrse. Las caderas de Marcus se levantan violentamente del asiento del retrete y provocan que la polla se introduzca profundamente dentro de la boca, hasta la garganta, provocando que tenga náuseas de repente. Y entonces se corre y el semen le llena la boca.

Andy hace una mueca de dolor por el agarre de Marcus en su cabello. La polla permanece enterrada entre sus labios hasta que las últimas pulsaciones del orgasmo desaparecen. Andy se separa abruptamente de la entrepierna y comienza a toser. Marcus suelta una risa.

-Que rico la chupas, puta,- dice, y se sube la ropa para guardar su verga.- Estaré esperando ansiosamente la próxima vez.

Andy se desploma débilmente contra la pared del cubículo y Marcus pasa por encima de él para dirigirse a la salida del baño de chicas. Andy lamenta que ni siquiera le queda tiempo para masturbarse.

*

En contra de todas sus expectativas, no vuelve a saber de Marcus por el resto de la semana. No es hasta la noche del viernes cuando de forma inesperada recibe un mensaje de texto.

Después de que Marcus había abandonado el baño de chicas, Andy había revisado su teléfono para ver lo que Marcus había hecho. Pero la única anomalía que había encontrado era que aparentemente había enviado un mensaje de texto con un ‘hola’ hacia un número desconocido. No es hasta que ese mismo número desconocido aparece en su pantalla que Andy suma dos y dos, y se da cuenta de que Marcus se había enviado un mensaje para tener su número.

‹número desconocido› que onda puta? soy tu amo

Andy tiene el teléfono entre sus dedos y mira fijamente la pantalla. No sabe exactamente cómo responder.

‹número desconocido› mañana te veo a la 1pm. ire a recogerte. utiliza la jaula de tu verga y lleva puesto el uniforme de la escuela

Andy se muerde el labio inferior. Comienza a escribir una respuesta.

‹Andy› mañana no puedo. tengo clase de violin.

Un minuto después le llega otro mensaje.

‹número desconocido› pues la cancelas. yo soy tu dueño ahora recuerdas?

Andy da trago de saliva y deja el teléfono sobre su buró.

*

El sábado por la tarde Marcus se estaciona en la entrada de coches de la casa de Andy. Conduce un auto deportivo de color azul. Frunce el ceño cuando Andy sale de su casa y un segundo después abre la puerta del copiloto para sentarse a su lado.

-¿En dónde putas está tu uniforme?

-Lo traigo aquí,- dice Andy y levanta su mochila. Llevaba puesta su ropa regular, era lógico que no saldría utilizando el uniforme escolar. Su madre estaba en casa. Le había dicho que se pasaría la tarde en la casa de un amigo.

-¿A dónde vamos?- pregunta Andy.

-A mi casa,- contesta Marcus.

Hay un silencio incómodo. Y Andy no puede evitar preguntarle:

-¿Y luego? ¿Qué pasará una vez que lleguemos ahí?

-Ya lo verás,- dice Marcus con una sonrisa.- No seas impaciente.

*

Cuando llegan a la otra casa, Marcus rápidamente lo lleva hacia el sótano. Caminan a través de unas escaleras de madera que están tenuemente iluminadas. Andy puede escuchar que la madre de Marcus les grita algo mientras comienzan a descender los peldaños, pero el chico le contesta rápidamente:

-¡No mamá, gracias! ¡Vamos a estar en el sótano! ¡Cuando lleguen mis otros amigos diles que estamos acá abajo! ¿Vale?- Sus palabras no presagian nada bueno.

Más que un sótano, las escaleras los dirigen a una sala subterránea que tiene un suelo completamente alfombrado y muebles acogedores; están enmarcados por una ventana delgada y larga que se encuentra en la parte más alta de la pared del fondo. El sitio es bastante bonito. Del lado izquierdo hay un desnivel en donde se encuentran varios sofás, sillones y una televisión; en la pared del lado derecho hay repisas llenas de juegos de mesa, libros y videojuegos. Pensaría que es un lugar bastante agradable, si no fuera por lo que Andy sospecha que está a punto de suceder.

-Tu mochila la puedes dejar por aquí.- Marcus le señala un perchero que se encuentra al lado de las escaleras.- Y te puedes cambiar la ropa por allá.- Hace un gesto hacia otra puerta que se encuentra al fondo de la habitación. Está un poco abierta y Andy puede distinguir los azulejos de un baño.- Puede que necesites prepararte, si es que lo deseas; aunque te advierto que tu trasero va a recibir muchas pollas el día de hoy.

Andy aprieta los dientes, se debate entre si vale la pena preguntarle qué es lo que tiene planeado para esa tarde o mejor dejar que fluyan las cosas. En lugar de eso saca su uniforme de la bolsa que lleva colgada al hombro y después la engancha en el perchero que le ha señalado Marcus. Mira a los ojos al otro chico una última vez antes de dirigirse al baño para cambiarse.

Una de las paredes del baño es un espejo completo, así que Andy se mira en él una vez que se ha puesto el uniforme escolar. Su instinto le dice que todo esto es un error, que debe huir. Todo es su culpa. Si hubiera ido al colegio utilizando vaqueros y una playera, aquel fatídico primer día; podría haberse metido en problemas con la administración, pero al menos no se encontraría en el desastre que está a punto de suceder. Y pensándolo bien, quizás ni siquiera le hubieran prohibido la entrada; el error había sido de ellos, y además era el alumno nuevo.

Andy emerge del baño y guarda su ropa regular dentro de su mochila. Marcus se encuentra rebuscando en una especie de closet que se encuentra en la esquina, tiene las manos metidas en una caja de metal y hace sonidos como si estuviera removiendo las cosas en su interior. Sin saber qué hacer con su cuerpo, Andy decide sentarse en uno de los sillones que se encuentran en la pequeña sala.

Marcus se detiene en lo que está haciendo y lanza una mirada sobre su hombro para ver a Andy.

-Debo admitir que interpretas a una chica muy dulce y encantadora,- dice con tono despectivo.- Ahora, a lo que viniste. Arrastra la otomana que tienes a un lado para que quede en el centro de la habitación, debajo de la lámpara. Una vez ahí, te acuestas boca abajo sobre ella. Es hora de prepararte.

Andy se estremece. Ya se había imaginado que Marcus lo obligaría a hacer algo sexual, y seguramente humillante. No había forma en que su compañero pensara de otra manera.

La otomana en cuestión tiene una superficie rectangular y larga que mide aproximadamente un metro de largo; los cojines son esponjados y están tapizados con terciopelo de color verde lima. Andy la arrastra hacia la superficie más elevada, debajo de una lámpara que cuelga del techo y que brilla tenuemente sobre el centro de la habitación. Una vez ahí traga saliva, y trata de decidir hacia donde quiere mirar una vez que esté acostado; ¿con el culo apuntando hacia las escaleras? ¿O hacia Marcus? Al final decide que es mejor tener los ojos bien puestos sobre el otro adolescente, así que acomoda la otomana y se acuesta boca abajo con el trasero apuntando hacia el pie de las escaleras que lo habían llevado a ese lugar.

-La otra vez dijiste que era asqueroso follar con chicos, y que no me querías coger,- dice Andy.

-Sí, ¿y qué? ¿Cuál es tu punto?- replica Marcus, y comienza a buscar nuevamente dentro del closet.

-Bueno, si quieres preparar mi culo, no lo sé… ¿eso no es demasiado gay para ti?

-¡Ja!- grita Marcus. Aparentemente no cree que sea importante responderle. Saca su mano del closet. Tiene algo sujeto entre los dedos. Cuando se da la vuelta, Andy puede ver que se trata de un vibrador. Sus ojos se ensanchan y Marcus le sonríe desde su posición.

El corazón de Andy comienza a acelerarse una vez que Marcus comienza a dar pasos en su dirección. Durante su trayecto el chico saca una botellita de lubricante del bolsillo de sus pantalones y la abre despreocupadamente. Andy lo pierde de vista cuando se dirige detrás de él. No quiere girar la cabeza para ver lo que está a punto de suceder.

En lugar de bajarle la falda, como hacían los demás chicos, Marcus la levanta descuidadamente para descubrir completamente los muslos y la ropa interior que cubre sus nalgas; entonces siente que los dedos del otro chico se cuelan debajo de la cintura de las bragas tirando de ellas a través de sus muslos y hasta las rodillas.

-Las nalgas se te ven deliciosas en esas bragas, que buen toque te dan,- dice Marcus con una risita.

-A veces, sin darme cuenta, la ropa interior se me veía cuando estaba en clases o a la hora del almuerzo,- responde Andy.- No quería que lo otros chicos comenzaran a sospechar de mí si me veían utilizando ropa interior de hombre y…

Es interrumpido por el sonido húmedo del lubricante siendo exprimido sobre el vibrador.

-Ups,- dice Marcus. Y entonces:- Se me fue un poco la mano con el lubricante. Ni modo, de todas formas, esta tarde vas a necesitar muchísimo. Y ni creas que te voy a meter los dedos en el culo. Un maricón como tú estaría encantado con eso.

Andy está a punto de responderle, pero es distraído repentinamente por una presión constante sobre su ano. Aprieta los dientes. Ya tenía mucho tiempo en que no tenía que soportar que lo penetraran con algo tan grande sin una preparación adecuada. Ahora se arrepiente de no haberse preparado en casa a pesar de que ya sospechaba lo que le esperaba.

Marcus es implacable, no muestra piedad mientras entierra lentamente el dildo dentro del culo del adolescente, quien suelta pequeños gemidos de dolor. Afortunadamente no trata de embestirlo con fuerza. Aun así, el tamaño y la presión del objeto dentro de sus nalgas son intensos, y Andy jadea fuertemente mientras se desliza en su interior. La penetración inicial se prolonga más de lo que había esperado; centímetro a centímetro el vibrador se abre camino a través de las paredes internas en el cuerpo. Andy aprieta sus dedos alrededor de los bordes de la otomana, hasta que la intrusión finalmente llega a su fin, dejándolo completamente abierto.

Cuando Marcus enciende el vibrador no puede evitar soltar un pequeño grito. El objeto no solamente vibra, sino que se retuerce y gira en la punta. Andy recuerda la mano del señor Ramiel, y la primera vez que lo había penetrado con ella.

Los movimientos del juguete parecen irreales, y le frotan la próstata de una forma que jamás habría imaginado. Suelta un gemido y arquea la espalda de placer.

A través de sus ojos cerrados distingue un flash de luz, así que los abre inmediatamente y gira la cabeza hacia Marcus, sorprendido. Su compañero de colegio tiene su móvil levantado y está tomando fotos de su trasero, el cual está siendo deliciosamente penetrado por el vibrador. Su pene enjaulado se puede distinguir por debajo de la base del juguete.

-¿Qué crees que está haciendo?- reprocha Andy. Trata de sonar molesto, pero su voz se quiebra a la mitad de su pregunta, cuando el vibrador hace un giro directo sobre su próstata. Puede sentir que su verga trata de ponerse dura dentro de la jaula.

-Me estoy asegurando de que jamás me delates,- responde Marcus de forma segura.- Y también tomo fotos promocionales.

-¿Qué demonios significa eso?- le demanda Andy. Pero Marcus se queda en silencio, solamente saca unas cuantas fotografías más, antes de guardar su celular en el bolsillo de sus vaqueros. Y luego, para sorpresa de Andy, se agacha y tira de las bragas para cubrirle el culo. El vibrador queda escondido detrás de la tela. Al final le acomoda la falda para cubrirle los muslos.

-Quedaste perfecto,- dice, y da una pequeña nalgada al trasero a través de la tela.- Para cuando lleguen los invitados podrán desenvolverte como si fueras un regalo.

-¿Un regalo para quién?- pregunta Andy, pero una vez más no le contestan. En lugar de eso, Marcus se dirige a un librero que se encuentra en una de las paredes y toma una novela. Y luego, para su sorpresa, va y se sienta despreocupadamente en uno de los sillones de la pequeña sala y comienza a leer.

-Esto es demasiado, me voy a casa,- protesta Andy. Trata de apoyarse sobre sus manos y sus rodillas, pero le resulta muy difícil soportar su propio peso, menos aun con el culo siendo penetrado por un juguete sexual tan grande.

-Será mejor que te quedes en donde estás,- le advierte Marcus, y levanta la vista de su libro.- No seas impaciente. La verdadera fiesta está a punto de comenzar. Acuéstate y deja que el vibrador haga su magia. Pronto comprenderás que tenerlo entre las nalgas es por tu propio bien.

Andy se muerde el labio inferior, pero obedece al otro chico y se vuelve a acostar boca abajo en la otomana. El vibrador que tiene metido en el recto hace un zumbido constante, y se retuerce en movimientos circulatorios, dilatando lentamente las paredes internas. Se siente tan bien que profesa que perderá la cordura. Quiere frotar su entrepierna contra la suave superficie de los cojines, pero con la polla enjaulada duda que haga cualquier diferencia. Odia admitir que toda la situación lo está excitando más de lo debido.

Conforme pasa el tiempo la vibración y movimientos del juguete comienzan a sobreestimular su ano, y Andy siente que sus esfínteres han entrado en un estado de aturdimiento. No está seguro de cuánto tiempo lleva acostado sobre la otomana, ¿quizás diez minutos? Aun así, Marcus ni siquiera le está prestando atención. Entonces, después de una espera que parece eterna, el pomo de la puerta que se encuentra en la cima de las escaleras comienza a girar. Pero no se abre; está cerrada con seguro. Unos suaves toques se escuchan a través de la madera.

-¿Quién es?- llama Marcus.

-Somos nosotros,- contesta una voz masculina que Andy no logra reconocer.

-Por fin,- murmura el chico, y deja caer su libro sobre uno de los cojines. Asciende por las escaleras para abrirles. Andy voltea sobre su hombro, pero desde ese ángulo no logra ver nada de lo que está sucediendo; sobre todo porque el cuerpo del otro chico está bloqueando la vista de la entrada. Solamente puede escuchar el sonido de manos chocando en una especie de saludo, entonces Marcus se da media vuelta y comienza a bajar por las escaleras seguido de sus amigos.- El último que entre debe cerrar la puerta con seguro.

Andy, con mucho miedo, puede ver que son tres los invitados que descienden la escalera. Son tres hombres que Andy no logra reconocer; dos de ellos son blancos y uno es negro. Parece que son un poco mayores que ellos dos, aunque a Andy le cuesta un poco calcular sus edades. Tampoco son adultos, quizás ronden los dieciocho o los veinte años. Uno de ellos suelta un silbido cuando ve a Andy acostado sobre la otomana.

-Demonios, Marcus, no mentías cuando dijiste que estaba bueno,- dice.

-Obviamente no,- confirma el chico. Se detiene al pie de la escalera y estira una mano con la palma hacia arriba.- Ya saben las reglas, primero pagan y después Andy es todo suyo.

Así que de eso se trataba. Por encima de su hombro, Andy observa como los tres chicos entregan fajos de billetes sobre la mano abierta. Con mucha vergüenza, Andy piensa que el precio de su cuerpo es casi decepcionante. Marcus comienza a contar los billetes mientras los tres hombres caminan en dirección a la otomana. Una vez en el centro de la sala se posicionan alrededor del adolescente.

-Es más lindo de lo que imaginé,- dice uno de ellos. Los ojos de Andy siguen a Marcus mientras camina despreocupadamente hasta el sillón donde estaba sentado anteriormente y vuelve a recoger su libro. Entonces, su campo de visión es bloqueado cuando uno de los hombres se arrodilla frente a él.

-Pido ser el primero en metérsela por esa boquita,- pide.

-Adelante, por mí no hay problema,- replica uno de los otros con un encogimiento de hombros. Detrás de Andy, una mano comienza a moverse por debajo de la falda, acariciando de forma suave su muslo izquierdo. El chico que tiene frente a él se desabrocha los botones de los vaqueros, se baja los calzoncillos por los muslos y libera su polla obscenamente grande y erecta. Con su mano alrededor de la base la balancea frente a la cara de Andy, quien da un trago de saliva.

-¿Hay alguna palabra mágica o algo así para ponerte a funcionar?- pregunta el chico arrodillado frente a su cara. Desde arriba mira a Andy con deseo, pero Marcus es quien le responde.

-Darle órdenes es suficiente,- dice, y suena un poco aburrido.- Además le fascina que le llamen puta.

El hombre que tiene la erección apuntando hacia sus labios le sonríe desde arriba.

-Pero que niño tan travieso,- dice.- A ver, chúpamela, puta.

Andy hace una mueca, pero abre la boca. Afortunadamente el chico no mueve sus caderas y parece conformarse con que Andy haga todo el trabajo. Humillado, mueve su cuerpo un poco hacia adelante con ayuda de sus codos, sólo lo suficiente para poder tomar el glande de la polla entre sus labios. El hombre suelta un gemido.

-Cómetela completa, perra,- ordena. Andy acomoda su cabeza y entonces desliza la verga entre sus labios lo más que puede, hasta llegar a su garganta. Nunca en su vida había tenido que chupar una polla tan grande, y tiene un reflejo nauseoso cuando la verga se frota contra su úvula. El hombre se echa a reír.- Vamos, putita, sé que te cabe completa en la boquita,- dice. Entonces mueve su cadera hacia adelante, empujando los centímetros restantes entre los labios del adolescente.

Mientras Andy se adapta a la verga en su boca y trata de respirar a través de su nariz, puede sentir que unas manos comienzan a acariciarle las nalgas por encima de la falda del uniforme. Uno de los hombres que se encuentra detrás de él suelta una risita.

-A un culito como este no podemos hacerlo esperar. Será mejor que le meta la polla de una vez.

Y entonces, le suben la falda a través de los muslos lentamente. Cuando sus bragas salen a la vista, los chicos sueltan un sonido de sorpresa. El vibrador debe ser bastante obvio, ya que se está empujando contra la tela de la ropa interior.

-Este chico tiene uno de los traseritos más deliciosos que haya visto,- dice uno de ellos.- Y por el vibrador que tiene enterrado, al parecer estaba impaciente por nuestra llegada, ¿no es así, putita?- En ese instante le da una firme nalgada por encima de la tela de las bragas.- Se nota que no logra soportar estar sin algo metido entre las nalgas. No te preocupes, nosotros vamos a cumplir tus deseos.

Andy siente que presionan la base del vibrador contra su ano a través de la tela, y no puede sofocar el gemido de placer que escapa de su boca. Los dos hombres que están detrás sueltan unas risas.

-Parece que la pequeña puta está impaciente.

No logra distinguir sus voces, pero no le importa. Un instante después, siente que unos dedos se deslizan por debajo del elástico de las bragas para después tirar de ellas y desnudar sus nalgas, exponiendo la base del juguete que tiene enterrado en el ano. Los hombres que están concentrados en su trasero vuelven a soltar un sonido de sorpresa cuando notan que su pene está atrapado en la pequeña jaula de metal inoxidable. Una de las manos la toma con curiosidad y con mucho cuidado tira de ella hasta exponerla mejor bajo la luz.

-¿Qué es esto?- pregunta.

-Oh, es algo que le gusta,- contesta Marcus desde su sofá.- Así mantiene controlada a su verga, supongo que es para que más chicos le metan la polla sin venirse demasiado rápido. Le gusta que se lo follen duro, ¿sabes? Se pone muy caliente.

-Que rico,- dice uno de los hombres y suelta la pequeña jaula.

-Oye, concéntrate y no dejes de chupármela,- le ordena el chico que tiene frente a él. Acto seguido entierra sus manos en el cabello de Andy y empuja la cara contra su entrepierna, aunque es casi imposible que la polla vaya más adentro de la garganta. Andy retrae su cabeza un poco y se enfoca en chupar la polla con su lengua, moviéndola tanto como se lo permite la verga que tiene entre los labios. El hombre comprende que Andy necesita un poco de espacio para chupársela mejor, así que retira unos centímetros sus caderas y le da unos pequeños golpecitos sobre el cabello.

Detrás de Andy, uno de los hombres agarra la base del vibrador y tira de él para sacarlo del culo unos cuantos centímetros, antes de volver a meterlo de golpe en el agujero del adolescente. No lo apaga, así que mientras se introduce en el recto el juguete masajea las paredes internas. El dildo ha hecho que su ano se dilate de forma espectacular, así que casi no siente dolor cuando lo empujan dentro de su agujero. Con un agarre firme, la mano comienza a penetrar el ano con el vibrador una y otra vez.

Andy comienza a gemir alrededor de la erección que tiene enterrada en la boca. Con toda su voluntad trata de mantener bien abierta su mandíbula para evitar morder la polla cada vez que las vibraciones le frotan la próstata. Tiene la desconcertante sensación de que el consolador tiene vida propia cada vez que se abre camino dentro de él.

-Deja de jugar con la puta, y cógetelo de una vez,- reclama uno de ellos de una forma impaciente. El vibrador se apaga de forma inesperada y Andy lamenta la repentina falta de movimientos. Mientras le van sacando el consolador, puede sentir que su agujero se aprieta alrededor de él como si no quisiera liberarlo. Cada centímetro es una deliciosa tortura. Cuando la cabeza del dildo emerge del ano, siente que los músculos del esfínter hacen un espasmo. Los hombres sueltan una risita.

-Su agujerito está ansioso, quiere sentir a una polla de verdad,- se burla uno de ellos.

-¿Tienes lubricante?- pregunta el otro, en dirección a Marcus.

-Ya no lo necesita,- dice el primero, antes de que Marcus pueda responder.- Mira cómo tiene el ano, está muy dilatado.

-El lubricante lo pueden encontrar en el suelo al lado de la otomana,- contesta Marcus.

Andy escucha la tapa del lubricante hacer un chasquido al momento de abrirse.

-¿Te lo quieres coger primero? ¿O puedo ser yo?- Habla una de las voces sin rostro.

-Podríamos metérsela al mismo tiempo,- ofrece la otra voz.- Estoy seguro de que le encantará tener nuestras pollas en un dos romano. Aunque en esta cosa no podemos hacerlo, tenemos que moverlo hacia los sillones.

-Primero déjenme terminar,- dice el hombre al que le está haciendo sexo oral. Agarra la nuca de Andy con una mano y comienza a menear la cadera con embestidas más profundas entre los labios del adolescente.- Ya casi me vengo, solo un minuto más.

-Está bien, entonces voy yo primero,- dice uno de los hombres que están detrás de Andy. Y sin más advertencia que eso entierra su polla entre las nalgas del chico. Es una sensación a la que ya está acostumbrado.

Los hombres lo penetran al unísono. Son mejores para coordinarse que los chicos de su colegio, y sus vergas también son más grandes. Andy se siente atravesado de la boca al ano con cada penetración de las erecciones. El hombre que le está enterrando la polla en el trasero no es muy bueno frotando su próstata, pero eso no importa porque Andy se siente dulcemente excitado cada vez que la gruesa polla le perfora el agujero.

Por un rato los únicos sonidos en la habitación son los suaves gemidos y los golpes húmedos que hace la piel cada vez que las caderas se empujan contra las nalgas y contra los labios de Andy. Finalmente, el hombre que lo está penetrando por la boca hace una estocada firme con su pene y empuja la erección hasta el fondo de la garganta, al mismo tiempo que comienza a liberar el esperma, provocando que un poco de semen se escurra por la comisura de sus labios. Andy trata de tragárselo lo más rápido que puede; tose un poco alrededor de la verga, y traga un poco más hasta que el pene comienza a reblandecerse entre sus labios.

Unos segundos después el hombre retira su polla blanda de la boca con un suspiro. Andy suelta un gemido de protesta por la sensación de vacío.

-¿Ya podemos llevarlo a los sillones?

-Joder, esperen un momento, estoy a punto de…- dice el hombre detrás de Andy, y da unas cuantas embestidas más duras, antes de retirar su verga de forma abrupta. Andy tiene la sensación de que se ha quedado sin aire después de la absurda cantidad de semen que le han derramado en la garganta. En ese instante los tres hombres lo levantan de la otomana, al mismo tiempo que le están bajando su falda, quitándole su blusa, desabrochando el sostén, deslizando las bragas por las piernas – hasta que sin saberlo está de pie, con las bragas alrededor de los tobillos y desnudo.

Las piernas de Andy se sienten temblorosas, y parece que no pueden soportar su propio peso, pero eso les interesa muy poco a los hombres que medio lo cargan y medio lo arrastran hacia el área principal del sótano, donde están los sofás. Marcus se tiene que levantar de su asiento y hacerse a un lado, cuando el hombre que estaba follando el culo de Andy, quien tiene la polla resplandeciente por lubricante, se acuesta boca arriba sobre los suaves cojines del sofá.

Los tres chicos hacen unas cuantas maniobras hasta que Andy se encuentra sentado a horcajadas sobre él. Le separan bien los muslos, hasta que sus rodillas se encuentran a cada lado de las caderas, y después, con mucha suavidad, guían a la verga nuevamente sobre el agujero ansioso. Andy suelta un gemido cuando siente que su propio peso lo empala, lo perfora, muy profundo. Y entonces, siente una mano sobre su espalda, la cual lo empuja hacia adelante y hacia abajo, hasta que la piel de su pecho entra en contacto con la del chico debajo de él.

-Que sexy te ves con una polla enterrada en el culo,- dice una voz detrás de él, y siente que unos dedos se deslizan dentro de los bordes de su ano estirado, dilatando el esfínter anal con un poco de saña.

Andy jamás había sido follado por dos hombres al mismo tiempo. Le parece una hazaña imposible. Pero de repente recuerda la mano del señor Ramiel. Se imagina que no debe de ser tan diferente a eso.

Los dedos que atraviesan su agujero se frotan contra la asta de la polla que lo está penetrando, al mismo tiempo que tratan de dilatarlo imposiblemente para permitir la entrada de una verga más. Unos segundos después puede sentir a un glande empujándose contra su entrada. Los dedos abren un pequeño hueco en su agujero adolorido, quien envía una punzada de protesta a través de la espalda. Con mucha lentitud la segunda polla se abre paso dentro del orificio. Es incómodo y doloroso, pero es una intrusión bienvenida.

Andy suelta un gemido, esta vez es largo y afilado, mientras la segunda verga lo penetra con una estocada constante. Una vez que tiene el glande adentro, los dedos desaparecen, permitiendo la entrada de la asta con una penetración que parece eterna, hasta que Andy siente que puede ahogarse porque lo han perforado hasta la garganta.

Comienzan a follárselo muy despacio, cada movimiento es lento y delicado; Andy tiene la impresión que les es difícil coordinar las penetraciones. Se siente como si tuviera una erección gigante enterrada entre las nalgas. Intuye que las sensaciones para ellos son igual de intensas, por la forma en que sus dedos están enterrados en la piel de sus caderas y de sus muslos. Tan profundo que le han provocado rasguños. El hombre que está frente a Andy tiene los dientes apretados, y los ojos cerrados.

-Mierda, que niño tan insaciable,- dice el tercer hombre, a quien Andy había hecho venirse en su boca. Está de pie al lado de ellos, y por la cara tiene esparcida una sonrisa pervertida.- Es verdad que a este putito le encantan las pollas, ¿eh?

-Sí, le fascina que lo penetren. Mientras más vergas, mejor,- replica Marcus despreocupadamente. Andy voltea a mirarlo, ni siquiera ha levantado la mirada de su libro.- Es como si nunca tuviera suficiente. Siempre le está rogando a los chicos del colegio que le perforen el trasero. Es así todos los días.

Eso es casi una mentira, lo cual le resulta mortificante. Andy traga saliva desesperadamente cuando los hombres comienzan a utilizar su propio peso sobre las pollas para penetrarlo tan fuerte como pueden.

Unos minutos después, el hombre que los está observando se excita tanto con la vista que está listo para una nueva mamada. Agarra a Andy de la nuca y hace que sus labios se estrellen contra la erección de una forma casi violenta, lo que obliga al adolescente a abrir la boca para volver a chupársela.

El encuentro dura horas.

Después de tener un orgasmo, los dos hombres que lo penetran retiran sus pollas unos minutos para recuperar el aliento; permitiendo que el tercero se coja a Andy, quien tiene el recto lubricado con su semen.

Durante toda la tarde intercambian sus posiciones; Andy está bastante seguro de que cada uno eyacula al menos tres veces en su ano y en su boca; sin mencionar todas las ocasiones que le meten el consolador entre las nalgas, algunas veces acompañado por una de sus vergas, y otras no.

A pesar de todo lo que sucede frente a él, Marcus no muestra ningún interés en lo que le están haciendo a su compañero de colegio.

El sol ya se ha ocultado en el horizonte cuando los tres hombres se cansan de utilizar el cuerpo de Andy. Es casi la hora de la cena. Los tres chicos le agradecen a Marcus de todo corazón y suben en fila por las escaleras de madera, riendo y bromeando entre ellos.

Andy se encuentra acostado boca abajo sobre la otomana. Se está recuperando de lo que acaba de suceder. Había terminado ahí porque los otros chicos habían decidido que ese era el lugar más conveniente y mejor iluminado para cogérselo por la boca y por el culo. Por toda su piel tiene salpicaduras de semen. Y a través de su ano, el cual está obscenamente dilatado, escurre un grueso hilo de esperma que le llega hasta los muslos. Acostado sobre el terciopelo, trata de respirar de forma calmada y profunda a través de su nariz. Está tratando de ignorar el clamor de su pene por ser liberado, desesperado por tener una erección y correrse.

-Muy bien, Andy, ya puedes ir a limpiarte y vestirte,- Marcus le da la instrucción.- Una vez que estés listo te llevaré a casa.

Andy se queda acostado por un minuto más, sólo para fastidiar a Marcus, antes de caminar cojeando hasta el baño, donde enciende la regadera y se enjuaga el semen que tiene por todo el cuerpo.

*

Marcus cumple su promesa y lo lleva hasta su casa. La madre de su compañero se despide de ellos alegremente, y Andy no puede evitar preguntarse cuál ha sido la excusa del otro chico para que su madre no se asomara en ningún momento en el sótano. La habitación tenía que ser a prueba de ruidos, porque los quejidos y gemidos de Andy ni siquiera habían levantado sospechas.

Los chicos no se dicen nada en todo el trayecto. Andy se remueve incómodamente sobre su asiento durante todo el camino, tratando de encontrar una posición que no lastimara su ano ridículamente adolorido.

Cuando aparcan en la entrada de coches, Andy se cuelga la mochila sobre su hombro. Adentro lleva su uniforme sucio. Sale del automóvil sin siquiera mirar a Marcus, y corre hasta la puerta principal de su casa tan rápido como se lo permiten sus piernas temblorosas.

-¡Nos vemos el próximo fin de semana!- grita el otro chico cuando Andy desaparece en el interior de la casa.

Su madre lo saluda desde la cocina donde está preparando la cena, y Andy corre directamente hacia su habitación, dedicándole solamente un gruñido como respuesta. Una vez que se encuentra en su cuarto cierra la puerta con seguro y deja caer su mochila sobre el suelo. Con mucho cuidado se arrodilla a su lado y comienza a rebuscar dentro de la bolsa, tratando de encontrar la llave de su jaula. Su pene le grita por alivio desesperadamente.

No encuentra su llave.

La búsqueda de Andy se vuelve más y más frenética. Vacía todas las cosas sobre el suelo y examina cada centímetro de la mochila, incluso sacude su uniforme y las bragas con la esperanza de encontrarla ahí, pero es inútil. No hay nada. Cuando Andy está a punto de entrar en un ataque de pánico su celular comienza a vibrar indicando que le ha llegado un mensaje de texto. Lo toma entre sus dedos y desbloquea la pantalla. Sus ojos se ensanchan con horror cuando una serie de mensajes comienzan a aparecer frente a su vista.

‹número desconocido› hola puta. hoy hiciste un buen trabajo

‹número desconocido› para tu informacion he tomado la llave de tu jaula

‹número desconocido› es por mi propia seguridad

‹número desconocido› ademas ya se que eso te pone super caliente

‹número desconocido› debo mantenerte deseando mas

Andy se sienta sobre el suelo con una expresión de horror en la cara. Su ano le arde, y cuando se recarga sobre sus nalgas le provoca una punzada de reproche por todas las horas de penetraciones y abusos. Su mandíbula también le duele. No soporta la idea de que no pueda liberarse para aliviar la desesperación que siente por todo el placer que le ha sido prohibido.

Otro mensaje hace vibrar su móvil.

‹número desconocido› oye mira esto

‹número desconocido› eres muy fotogenico putito. aunque este es tu mejor angulo

‹número desconocido› vamos a hacer buenos negocios

El mensaje lleva una fotografía adjunta. Andy se siente con ganas de vomitar mientras la imagen termina de descargarse. Cuando por fin puede verla, es peor de lo que había imaginado. Es una de las fotos que Marcus le había tomado cuando estaba acostado sobre la otomana. Tiene la falda levantada y su trasero está dilatado con el vibrador. Un hilo de lubricante escurre desde su ano en un camino resplandeciente que termina en la jaula de acero que tiene acunada entre sus piernas. En la foto solo se ve a Andy de perfil, pero su identidad es fácilmente distinguible.

Si embargo, lo que es peor, son las palabras editadas en el marco inferior de la fotografía. ‘Folla-todo-lo-que-quieras! Especial de fin de semana!’ proclaman unas letras amarillas y festivas. ‘Número de contacto:’ seguido por el número de Marcus.

Andy apaga su teléfono y pone su cara entre sus manos. Su trasero adolorido punza otra vez.