Un maduro que no conozco hace lo que quiere de mí

Me llamo Moisés, tengo 27 años y estoy estudiando derecho. Soy un chico de estatura baja (1.65), de tez blanca y rellenito. Estoy trabajando en una notaría y eso me exige estar yendo y viniendo entre las 2 oficinas principales que tenemos en la ciudad entregando documentos, solicitando firmas y demás.

Soy un frecuente lector de estos relatos pero hace 2 días me pasó algo que jamás podré olvidar en mi vida y que me motivó a por fin dar el paso como autor. Los días sábados trabajo hasta la 1pm pero esta vez teníamos una documentación pesada y tuve que quedarme hasta las 3pm en el trabajo. Fui al único restaurante cercano que abre hasta esa hora y queda cerca a un parque. Cuando terminé de comer, decidí entrar a comprar algo más que beber a un minimarket y a diferencia de otros días que paso muy apresurado, está vez fue la primera vez que por fin pude apreciar la belleza de este bonito parque y de las casas que lo acompañan. Estaba rodeando el parque con mi mirada, cuando veo en un tercer piso a un hombre mayor, sin camisa parado en su ventana mirando a la gente pasar. Tenía una barba de candado, cabellos blancos y unos bellos grises que cubrían parte de su pecho y abdomen. Tendría unos 50 años, fue lo primero que pensé y me perdí por un segundo en esa hermosa vista. Me di cuenta de que me había quedando viéndolo más de lo prudente por lo que desvíe mi mirada y me senté en una de las bancas, pretendiendo que no pasó nada y que veía algo importante en mi celular.

Volví mi mirada buscándolo y ya no estaba. Por alguna razón eso me hizo sentir cierta pena pero pasaron dos segundos y volvió a su ventana y está vez sentí que me miraba directamente. Cuando nuestras miradas chocaron, desvíe la mirada inmediatamente y volví a fingir que miraba mi celular. Las personas caminaban por ahí sin darse cuenta de nada, todos ocupados y en sus propio mundo. Seguí ese patrón de miradas unas dos veces más, pero a la tercera cuando lo vi, me sonrió mientras se tocaba uno de sus pezones de forma mucho más evidente y dándome a entender que realmente estaba interesado en mí. Sentí una sensación en mi ano que se vio reflejada en una erección. Vi el camino hacia el cuarto donde se encontraba y solo tenía que subir dos escaleras para llegar directamente hacia su departamento. Así que con todo el morbo dentro mío puse mi morral delante mío y caminé decidido a darme la oportunidad de explorar esta oportunidad de tener algo espontáneo y morboso. No puedo negar que tenía un poco de miedo, pero la arrechura pudo más y caminé hacia las escaleras. Mientras subía, mi mente imaginaba todas las cosas que podría hacerme ese hermoso hombre y escalón a escalón mi erección no dejaba de incrementarse y sentía que mi ano se me hacía agua de solo pensarlo.

Mientras subía las escaleras al tercer piso pude verlo de cerca. Era menos agraciado de cerca pero por alguna razón eso me hacía desearlo aún más. Estaba con la puerta entre abierta y sonriendo mientras yo subía nervioso, cachondo y con un poco de miedo. Cuando terminé de subir abrió su puerta por completo y me invitó a pasar «pasa mi amor». Entré a su habitación lentamente y en el proceso mi hombre sobó su mano en mi raja a la vez que me preguntaba «eres mi puta?». «Sí», le contesté con un tono bajo y algo temeroso. «¿Puedes cerrar la cortina?», Pregunté tras darme cuenta de que alguien podría ver lo que sea que fuésemos a hacer allí dentro. A él eso pareció darle risa, me volvió a sobar su mano sobre mi raja, haciéndome soltar un gemido seco y se acercó a la ventana para cerrar las cortinas.

«Eres una putita muy inteligente», me dijo en todo burlón a la vez que se puso detrás mío. Él solo llevaba un short deportivo por lo que pude sentir su verga sobandome el culo por encima de mi pantalón. Me empezó a manosear el pecho y a besarme el cuello mientras seguía sobandome el culo con su verga. En ese momento olvidé el miedo y todo lo demás y solo me entregué al placer. Comencé a mover mi culo en círculos para mostrarle que me encantaba lo que me estaba haciendo. Comencé a gemir y a exitarme como nunca lo había hecho, mientras sentía como su verga se hacía más y más dura. «Que rica mi puta», «Hermosa mi putita», «que putita más rica» eran algunas cosas que me decía al oído y yo simplemente me entregué al placer. Entre gemido y gemido empecé a animarlo más diciéndole cosas como «soy tu putita mi amor», «ahh sí, soy una puta», «sobame toda tu verga».

Cuando ya no pude contenerme más. Me safe de sus brazos y me di vuelta hacía él, nos dimos un beso algo torpe pero aproveché para bajarle el short y por fin pude ver el tamaño real de su verga. Mediría al rededor de 17 cm de largo, pero lo más impresionante fue el grosor de esa verga que lo primero que pensé fue que eso no me iba a entrar por el culo. De todas formas, mi arrechura pudo más y me arrodillé dispuesto a tragarme toda esa hermosa verga. Siempre he sido algo torpe dando sexo oral, pero esa vez pude soportar tragarme toda esa verga, incluso cuando mi hombre me advirtió que me cogería por la boca, «así como a las putas baratas». En ese momento empezó a cogerme por la boca como nunca me habían hecho, sentía que me iba a asfixiar con semejante pedazo de carne pero de alguna forma logré aguantarmela y disfrutar el placer de ser sometido por un hombre tan varonil y dominante como él. Después de algunos minutos, me soltó y se echó en la cama. Me pidió que le lamiera los huevos y eso hice. Los lamí, olí y metí en mi boca cada milímetro de esas delicias que solo me hacían sentir más exitado y con ganas de recibir su leche dentro mío. Cuando volví a meterme su verga en la boca, me detuvo. «Busca en el cesto algo para ponerte», me dijo con voz autoritaria mientras se acomodaba en la cama y miraba la hora en su celular. «Pero primero quítate eso que traes puesto». Me saque los zapatos, la camisa, corbata y el pantalón de vestir quedándome solo en boxer. Fui al cesto de ropa y todo estaba sucio, y entre las camisas sucias que encontré vi un sostén morado con adornos negros que estaban ocultos. En ese momento comprendí que mi papel de putita estaba a punto de cumplirse por completo. Seguí buscando y encontré una tanga morada con detalles de color negro y con lacitos súper femeninos. Él me vio con la lencería en mi mano y me apresuró «Vamos putita, no tengo todo el día».

Me apresuré en vestirme con el sostén y la tanga y ahora sí me sentía como una puta y eso solo me excitaba más. Felizmente, eran prendas de tallas grandes por lo que me quedaron muy bien y de hecho el sostén le daba forma a mis pechos que parecían pequeños senos de una mujer de verdad. Eres una perrita muy guapa, me dijo en tono cariñoso y atrevido. Él se paró, se acercó a mí y empezó a besarme de una forma muy apasionada, por un momento no era un salvaje y me sentí protegido, amado y deseado. Me agarró de la cintura y empezó a manosear mi culo otra vez, me dio vuelta y me recostó en la cama. Me acomodé en cuatro y sentí que ponía la tanga a un costado mientras empezó a cogerme con la lengua. Mi culo solo palpitaba de la excitación y empecé a gemir como toda una perra. Hacia círculos, me daba mordiscos y hasta sentí que usaba su lengua como un pequeño pene que me tenía exitadisimo. Entonces sentí la necesidad de decírselo. «Cógeme, por favor cógeme». «Quiero sentirte dentro, quiero que me cojas». Necesitaba tenerlo dentro, mi culo necesitaba tenerlo dentro mío y solo quería sentir su verga empujarme y romper mis defensas. Pero cuando puso se enrome y gruesa verga contra mi año en intentó metermela, me di cuenta de que no podría aguantarla. Era demasiado grande y el dolor me volvió a la realidad. «Despacio, por favor. Despacio, me duele. Ay… Es muy grande, es muy grande, me duele, me duele, ayyyy» me quejaba. El pareció asustarse un poco por la forma en cómo que quejaba, es que en verdad era demasiado gruesa para mí poco experimentado año y por más que estaba arrecho, el dolor podía más y entonces me agarró de la cabeza y me jaló hacia él. Camino hacia la puerta de su cuarto, la abrió y me obligó a salir de su cuarto. Me arrodilló y empezó a cogerme la boca en la puerta de su cuarto. Me metió la verga a una velocidad mucho mayor que antes y a penas podía respirar. Pero hice todo lo posible por seguir su ritmo y empecé a masturbame al ritmo que me cogía por la boca. Me llamaba puta, perra, calienta huevos y todas las cosas que le cruzaban por la mente. Y entonces cuando sintió que se iba a correr, saco sa verga y me llenó toda la cara de su leche. Sentí varios chorros caer en mi cara y con sus manos me esparció la leche por todos los rincones de mi cara. «¿esto querías puta? ¿Así querías perrita?. En ese momento olvidé que las personas podrían vernos y solo terminé de correrme y llenar el piso de mi leche. Me obligó a limpiarla y me metió de nuevo a su cuarto. No pude más y me eché en el piso. Vestida con sostén y tanga, con la cara llena de leche, me convertí en toda una puta y realmente lo había disfrutado.

«Si quieres ser una puta completa tienes que traer lubricante, perrita». Así podrás disfrutar de esta verga que te tiene loca. ¿Vas a traer lubricante, puta?, Me dijo de forma dominante pero cariñosa a la vez. Si mi amor, respondí, algo dudoso de si usé el término adecuado. «Eres muy zorrita, me encantó darte leche», me dijo en tono burlón. «Puedes lavarte en el baño. Lava tu ropa de putita y la dejas colgada ahí mismo».

Entre al baño, vi algunos rostros de su leche secarse y entonces me di cuenta de toda la travesía y que había tenido. Tuve tanto morbo quise tomarme una foto pero había dejado mi celular junto con mi ropa de hombre así que perdí la oportunidad. Lave lo que me dijo y cuando salí lo vi revisando su celular. Me cambié y estaba listobpara darle la mano y despedirme y entonces me dijo «dame tu número putita». Le di mi número, pero por alguna razón decidí darle mal el último número y ni bien terminé me dijo «nos vemos pronto, perrita», echado desde su cama. Así que solo atiné a asentir con la cabeza, «hasta luego», y me fui.

Todo el camino a casa empecé a temblar. Era una mezcla de felicidad, miedo y de lo sorprendido de haber vivido algo que solo lo había leído en relatos y fantasías.

Me da un poco de pena haberle dado mal mi número y me excita mucho la idea de que me meta la verga. Estoy pensando en ir a visitarlo otra vez pero siento que no voy a tener la misma valentía. Aunque ahora que por fin logré escribir esto, siento que está arrechera será imparable hasta que me haga su perra.

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