Una verdad abrupta pero bastante excitante
Un abrupta verdad…
– ¿Qué es eso tan grave, Sasha? -Alec levantó la ceja sorprendido de escuchar el diminutivo que hacía mucho su hermano había dejado de usar-, ¿o prefieres Aleksandr?
– Claro que no, Vlad, sólo que no acostumbras ser tan simpático -Alec sería inocente, incluso distraído, pero no era nada tonto-, además, tú no eres de los que está con un hombre más de una noche y es la segunda vez que te veo con el amigo de Bobby, ¿puedo suponer que por ahí van tus buenas noticias?
– Ja, por fin empiezas a ver más allá de tus narices, hermanito. Sí, -suspiró-, me enamoré de Santi… sólo lo quería para mantenerte vigilado, porque cuando te enamoras, pierdes la cabeza -la cara de Alec parecía un tomate, pero Vlad le hizo un gesto para que no se enojara-, pero resulta que el que perdió la cabeza fui yo -rió.
– Pues ya ves, yo estaba seguro que tarde o temprano te llegaría el momento de un amor de verdad y no tanta cosa que te ha pasado en la vida -Alec se levantó y antes que su hermano pudiera decir nada, lo abrazó como hacía años no lo hacía, era su hermano y lo amaba como a su vida, pero no se dejaba querer, ahora que le daba una oportunidad la aprovecharía. Sin embargo, Vlad se limitó a aferrarlo fuerte y disfrutar un rato el abrazo.
– Bueno, pero ¿qué era eso tan grave, Sasha? -le preguntó cuando decidió que ya había tenido suficiente cariño fraternal por el momento.
– Cierto -el rostro de Alec pasó de una alegría casi eufórica a la seriedad absoluta, como siempre que hablaba de negocios-, mi daga familiar no está. La tuya sí está, de hecho, según lo que sé, no falta absolutamente nada más que eso.
– ¿Seguro? -Vlad se levantó inmediatamente y se dirigió a su habitación, revisó todo bien, luego regresó totalmente serio-, no falta nada, pero alguien usó la impresora 3D… para imprimir un arma.
*-*-*-*-*
Por lo que le informaba Amber, todo iba saliendo a pedir de boca: Bobby entretenía a Alec lo suficiente para que él pudiera hacer lo que quisiera y Vladimir estaba tan cegado con su nuevo “amor” que había bajado la guardia a tal punto que no vería venir nada hasta que le impactara en toda la cara.
Ahora que todo estaba cuadrando, sólo necesitaba ingeniárselas para que Alec fuera al sitio que quería y que nadie echara las cosas a perder, aunque tenía un as bajo la manga que no dudaría en usar si la necesidad lo ameritaba. Pero antes de poder hacer nada tenía que verificar que Francisco, ese gordo inoportuno, no apareciera en mal momento y, además, culminar los preparativos, que, cómo no, incluirían una daga más que armas de fuego, no podía ser de otra manera, si la idea era vengarse. Aunque, más que venganza, para ser sincero consigo mismo, era simple y llanamente las consecuencias de lo que le habían hecho antes, no puedes pretender que la serpiente que estás provocando no te muerda y era su hora de morder como nunca antes.
Sin embargo, no entendía era cómo se las había apañado para que hasta los imprevistos le salieran mejor que bien, pero bueno, no pensaba quejarse, además, ya casi todo estaba resuelto, lo que faltaba era cosa de tiempo, tiempo que casi no tenía, pronto Francisco regresaría y la manera más sencilla de evitar que molestara era mantenerlo fuera, pero también para eso tenía una solución, aunque no quería recurrir a ella porque no quería implicar a demasiada gente en su plan.
No, no confiaba ni en Amber, que era su melliza, como para contar con alguien más. Es cierto que el dinero compra lealtades, pero cuando se trata de lealtades, son tan frágiles como el dinero que las paga, así que no, evitaría tener que recurrir a alguien más. Siempre se ha sabido que el que promete fidelidad por dinero, por dinero traicionará, así que impensable.
– Lo que pediste ya fue entregado y ensamblado, hermano, preguntan los del lugar si necesitas algo más -le dijo su hermana, que atendía el teléfono.
– No, sólo necesito llevar a “ese” al lugar, pero ellos no lo pueden resolver, dales las gracias y los motivos para no decir nada de lo que hicieron, vieron u oyeron -contestó Valerius sin el menor ánimo, la espera le aburría.
*-*-*-*-*
– Sasha, ¿estás seguro que revisaste bien? -era la enésima vez que Vlad le preguntaba y ya estaba por tirarle la urna de la daga a la cabeza, si no lo hizo fue porque estaba muy ocupado intentando sacar alguna huella dactilar, pero no había ninguna, sólo evidentes señas de guantes de cuero y los rastros donde la habían limpiado cosa que era obvia porque no estaban ni sus propias huellas.
– Que sí, Vlad, he revisado bien, pero a menos que alguno de los dos seamos noctámbulos, la daga no debería haber salido nunca de aquí, sabes muy bien que me compré otra para no tener que volver a usar esta maldita cosa, no desde…
– Basta, no hace falta que lo digas -afortunadamente a Vlad tampoco le gustaba tocar el tema-. La impresora tampoco tiene huellas y quien fuera se trajo su propio computador porque en los registros del nuestro no aparece el arma, aunque sí aparece en la impresora como el trabajo más reciente, pero tampoco guardó fecha ni hora de la impresión, debí haber fijado esa opción cuando la configuramos -se lamentó su hermano.
– De nada sirve llorar sobre la leche derramada, hermano, cambia la configuración y esperemos no necesitarla -en eso sonó un correo electrónico en su teléfono, lo revisó y le resumió a su hermano-: no hay entradas ilegales, de hecho, sólo hay entradas y salidas nuestras.
– ¿Cómo sabes que son nuestras? -Vlad podía ser muy suspicaz cuando era necesario.
– Porque se registraron con nuestras huellas y todavía tenemos todos los dedos de las manos, -rió Alec, estaba bien ser algo desconfiado, pero tampoco a los extremos.
– Entonces, por fuerza fue alguien que entró con nosotros -Vlad hizo un esfuerzo por recordar-. El día que me dijiste que no estaba tu daga fue el primer día que traje a Santi y antes nunca se me habría ocurrido traer a nadie a casa -dijo finalmente.
– Y yo siempre soy el más descuidado, pero antes de Bobby, jamás había traído a nadie a casa antes, no a esta casa, al menos. Además, yo me di cuenta del robo una semana antes de decirte, así que tu Santiago no pudo ser.
– ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? -Vlad estaba demasiado serio y ni siquiera le dio importancia a lo que Alec había dicho de Santiago.
Alec miró a su hermano, repasó sus palabras y entonces ató cabos. Vlad se dio cuenta que Alec comprendía porque empalideció hasta quedar más blanco que un papel.
La mente de Alec volvía a ese momento que había jurado olvidar, a ese instante en que, contra el consejo de su hermano, le dio acceso total a su casa a ese chico hermoso, de cabello castaño oscuro casi negro. Una cara que reflejaba tanta ingenuidad como si todavía estuviera en la infancia con esos hermosos ojos azules que se asombraban hasta de las cosas más pequeñas. Flaco, sí, pero no malnutrido y algo enano pero encantador. Valerius había significado su primer amor realizado, era el primer chico al que le decía algo, era el primer hombre con el que estaba sin amenazas ni coacción, pero en algún momento todo se torció cuando ciertas personas de cierta organización decidieron que estaba bajando su nivel por andar de enamorado.
*-*-*-*-*
Era bueno no tener que soportar a Alec, era atractivo, sí, pero era protector y cariñoso y él no quería protección ni cariño, él sólo quería dinero y silencio. La verdad, el cuerpo de Alec le gustaba mucho, su pene era más que bueno, pero el joven como tal no le interesaba lo más mínimo; había aprendido a usar sin involucrarse, además que Alec no era más que un “cliente” más, es decir, una persona a la que desfalcar y desechar cuando le empezara a limitar los billetes.
Para colmo, ya era tarde, lo esperaba Elliot y no podría entretenerse más, es cierto que él lo apoyaba en su “negocio”, claro, le convenía porque Bobby compartía los lujos que podía darse con él.
– Hola, mi sensual Edward -Elliot lo recibió con un beso y un abrazo, aunque Bobby le recordó que no debían exponerse así en público, pero la verdad es que esos besos lo tenían loco. Así que después de regañarlo por la imprudencia, lo llevó a un callejón y le dio un beso con todas las ganas que tenía acumuladas.
– Elliot, no me digas mi nombre, sabes que mis clientes creen que me llamo Bobby y nunca se sabe, ¿sí? -Bobby quería dejarle claro el tema, aunque también sabía que no era justo con ese chico pedirle que no expresara lo que sentía, así que volvió a besarlo.
Pasaron una buena tarde: fueron al cine, comieron en un restaurante de esos bonitos y discretos y luego se fueron a un hotel de los refinados. Edward estaba contento de no haberle prometido nada a Alec, porque quería estar con su novio y que él no lo molestara, al menos por una noche, ya era suficiente con sus papás intentando saber dónde se metía cada escapada que se daba.
*-*-*-*-*
“Mi amado Sander,
sabes que esto ya ha llegado demasiado lejos. Hace un par de meses, un día que fui a tu casa para tenerte una linda sorpresa cuando llegaras, descubrí quién eres en realidad, al menos, tu trabajo real. No sé, ni me interesa, si me has mentido en cuanto a tu nombre o a lo que sientes por mí, porque cuando estoy entre tus brazos siento que no es así, que eres sincero, que realmente me amas, aunque no sepas cómo ser un asesino y un amante a la vez.
No te preocupes, no necesitas serlo, es más, no debes serlo. Sé Alexei con tu negocio, Sasha con tu hermano y Sander conmigo. Me explico: haz en tu trabajo lo que tienes que hacer, que bastante bien te pagan por ello; con tu hermano sé el amigo que siempre ha necesitado, el apoyo fraterno que nunca admite querer; yo sólo necesito poder amarte, me da igual lo demás.
No te he dicho nada porque me da miedo, no por ti, sé que no me harás daño, sino porque si alguien más se entera que lo sé, puede que me usen para intentar manipularte, pero en este momento yo voy un paso delante de cualquiera, porque no se esperan que yo esté pendiente de cualquier artimaña para no caer en trampas.
Aunque hay algo que debes saber: pase lo que pase, siempre te amaré.
Tuyo,
Vali.”
Alexei, estaba tirado en su cama leyendo y releyendo la vieja carta que se había jurado no leer nunca. Lo que había pasado con Valerius era una barbaridad, pero ya con esto llegaba a ser una verdadera monstruosidad. Si tan solo ese día él hubiera podido hacer algo, su querido Vali no habría caído en una trampa muy bien disimulada a menos que conocieras al jefe de Francisco.
Con un suspiro, Alec se levantó de la cama, guardó la carta en el sobre que había caído a sus pies el día que conoció a Bobby y se dio cuenta que tenía una decisión pendiente y no era nada fácil. Aunque no era tan complicada como recordar aquel maldito día, memoria que no estaba dispuesto a revivir, no todavía.
*-*-*-*
Vlad sabía que la noticia había sido dura para su hermanito, también sabía que Alec no tendría la menor idea de cómo manejar el asunto y que lo mejor era darle un tiempo solo, al final él llegaría por sí mismo a la mejor solución del asunto, como siempre hacía. Alec cuando quería podía ser el hombre más brillante del mundo, por algo tenía tan buena fama en el negocio.
Pero no sólo su hermano tenía el corazón revuelto, Vlad había decidido darse la oportunidad de amar a Santi, de quererlo sin usarlo, de simplemente aprovechar este hombre que le daba su corazón y darle él el suyo… o al menos intentarlo. Nunca antes lo había hecho y no sabía cómo se hacía, pero tenía clara una cosa: no podía mentirle. No era justo con Santi que amara a un chico rudo sin saber lo que realmente era.
– Hola, guapo -lo saludó con un buen beso en cuanto hubo cerrado la puerta de la entrada. Otro de los miles detalles que Santi tenía con él y que al final de cuentas le encantaban aunque él pretendía hacerse el insensible, pero era obvio que su chico no se lo tragaba ni de broma.
– Tenemos que hablar -fue escueto, directo y poco claro, tal como él mismo estaba en ese momento, todo un desastre de emociones y sentimientos. Santi lo vio un poco sorprendido, pero lo volvió a besar y esperó no haber metido la pata.
– Santi -suspiró Vlad mientras tomaba una de las bebidas que su chico ya tenía servidas-. Está pasando algo grave: parece que Bobby robó algo muy importante de casa de Alec y no tenemos idea de sus intenciones ni motivos. Perdona que te lo diga así de directo y fuerte, pero no conozco otra forma de decir las cosas y no sería justo mentirte, especialmente porque se trata de tu amigo de la infancia.
– Mi amor -a Vlad se le revolvió el alma y todo se acomodó en su sitio con solo escuchar eso-, gracias por decirme las cosas claras, mi papá -señaló una foto de la pared-, siempre dice que lo importante se dice sin rodeos.
Vlad estaba pensando besar a su novio otra vez, pero antes le picó la curiosidad (aunque ni siquiera cuando investigó a Santi se interesó por su familia) y decidió dar un vistazo a la foto de la pared. Decir que sufrió un ataque de tos es poco, el pobre casi se desarma tosiendo y tuvo que fijarse unas cuantas veces, pero el cincuentón obeso y calvo que le sonreía desde el marco de la foto era indudablemente su jefe, Francisco.
En ese momento casi se desmaya, Santi lo ayudó a sentarse en un sillón y, cuando Vlad logró reponerse un poco, le dijo que no tenía idea que era hijo de su jefe. Si ya Vlad se sentía confundido, la reacción de Santi lo terminó de descolocar: se reía y con ganas.
– Con todo lo que me has investigado, pensé que sabrías quiénes eran mis padres, aunque ahora que sé que trabajas para papá, tal vez tú me puedas decir a qué se dedican en su empresa, porque por no saber, no sé ni dónde está su oficina.
– Pues -mientras hablaba, Santi se sentó sobre él y ahora Vlad lo besó para tomarse algo de tiempo antes de contestarle-: en lo que trabajamos nosotros, lo mejor que te puede pasar es que no sepas lo que hacemos ni dónde.
– Mira que eres malo -Santi le hizo un mohín que terminó en otro beso, con algo de manoseo incluido-, pero mejor ven a cenar, luego ya seguiremos hablando de esto.
Santi no pudo evitar una sonrisa de alegría sincera porque al final de cuentas su flamante novio resultó ser el gran apoyo y soporte que él necesitaba en ese momento, al punto que ni siquiera se interesó por lo de Bobby, quería estar con él y no le importaba lo demás.
*-*-*-*-*
Valerius creía que su hermana, aunque fuera por miedo, le era leal, pero la verdad era otra, Amber siempre había ido a su bola y, de momento, colaboraba con su mellizo simplemente porque le divertía, pero no podía mentirse a sí misma y la verdad es que sus amigos habían empezado a importarle y a ganarse un lugar en su corazón. Se sentía un poco en conflicto, porque Bobby y Santiago habían llegado a importarle y presentía que el plan de su hermano no terminaría precisamente con un “comieron perdices y fueron felices”.
Al final Amber tomó una decisión: por mucho que quisiera a su hermano, era un idiota cruel y sádico, así que ella velaría por la gente que le importaba, aunque tuviera que traicionarlo y hasta verlo en la cárcel… otra vez.
Sin embargo, había algo más que preocupaba a Amber: Claudia. Es cierto que ella y Alec no se llevaban y que desde que Bobby salía con él la chica se había alejado por el bien del grupo. Pero una cosa es no querer compartir con Alec y otra desconectarse incluso de ella, vamos, que pensaba que eran cercanas y tenían una amistad al margen de sus amigos en común. Debía haberla llamado unas tropecientas mil veces, pero sólo saltaba el buzón de voz, tenía siglos de no conectarse en redes sociales ni mensajería instantánea, era como si estuviera muerta y nadie lo supiera. Cosa que habría sido posible si su hermano Valerius le hubiera tomado ojeriza, pero por su conducta, parece que no la tomara en cuenta en sus planes.
*-*-*-*-*
Estaba sentado en la terraza de una cabaña admirando el paisaje montañoso del norte de Inglaterra mientras fumaba su pipa y sorbía su té acompañado de unas galletitas que algo tenían pero lo volvían loco, no podía parar de comerlas. Todo iba según su plan: Alec y Bobby estaban en un romance tonto; Santiago tenía a Vladimir comiendo de su mano, cosa que pasó de chiripa, pero le venía de lujo. Aunque siempre le quedaba la posibilidad que Amber no se dejara dominar, pero lo podría compensar fácilmente; la última ficha del ajedrez era Francisco, que él mismo había contratado para un trabajito que en realidad no necesitaba, lo que Francisco no sabía era que él también le estaba pagando a la víctima para que no se dejara matar, así que podría conseguir más tiempo si era el caso, aunque no quería tener que deber ese favor.
Con una sonrisa tranquila la mente de Valerius volvió a aquel día que no podía quitarse de las retinas: el día en que Alec le marcó la cara y cambió su vida para siempre. Claro, que Alec jamás sabría lo que pasó, porque aunque se lo contaran no lo aceptaría jamás. En realidad era bastante sencillo, Francisco estaba al tanto de su relación con Alec y los encubría, pero al jefe de Francisco no le hizo ni pizca de gracia y, pese a todas las precauciones que él tomaba, un mal día el propio Francisco lo subió a su automóvil, le vendó los ojos y le dijo que lo llevaría con Alec. No era la primera vez que Alec lo mandaba a llevar así y no le generó desconfianza, pensó que sería una sorpresa más de las que su novio tenía con él y se dejó llevar.
Lo bajaron del auto y lo llevaron a rastras, con cierta violencia, pese a que no se resistía y lo tiraron al suelo. Mientras él intentaba quitarse la venda, oyó un poco lo que sucedía a su alrededor e intentó entender lo que pasaba:
– Jefe, ¿qué pasa aquí? -decía un muy agitado Alec que apenas lograba imponer su voz sobre algo que sonaba como el choque de metales y los gritos de gente vitoreando un espectáculo de sangre.
– Bueno, es parte de tu entrenamiento -le contestó un tipo que no era Francisco y, para colmo, parecía divertirse de lo lindo, cosa que confirmó al quitarse la venda de los ojos y ver su sonrisa demente-, acordamos que matarías a todo tipo que te pusiera enfrente, así que ahora tienes que matar a cualquiera que yo diga, aunque sea alguien que acabamos de “reclutar” y no sepa lo importante de su colaboración. Deja ya de pensar tonterías y prepárate, mira que ya lo armaron y espero que le hayan explicado bien lo que debe hacer -miró hacia Francisco, que negó con la cabeza- ¿no le dijeron nada? Bueno, casi que mejor, a veces es sano improvisar.
A Valerius le habían dado un cuchillo de caza y, por algún motivo, un trozo de madera que luego descubrió que se suponía que era un escudo para que entretuviera a Alec, que bien sabía él lo capaz que era con un cuchillo en la mano.
Nunca lo reconocería, pero tuvo que vomitar un par de veces antes de poder hacer frente a lo que pasaba. Y le bastó un vistazo para saberlo todo: Alec y él tendrían que pelear a muerte o los tipos que los rodeaban con armas pesadas los matarían antes de poder decir “mierda”. En resumen: o uno mataba al otro o morían los dos. Lo peor de todo era ver a su novio bañado en sangre como carnicero en matadero en una pequeña área rodeada de tablas y tipos armados que dejaban en claro la situación, tampoco es que las vísceras ayudaran demasiado. Además, Alec tenía tenía un cuchillo gigante atado a su mano, Valerius descubrió después que se llama daga, pero era evidente que a Alec le provocaba una repulsión tan profunda como el asco que tenía por la situación.
De repente sonó una especie de silbido que por la pose que tomó Alec dedujo que era la señal para empezar la pelea, también pudo ver por el rabillo del ojo que provenía de un silbato de plata que tenía el que llamaban Jefe, aunque era tan esmirriado y poca cosa (incluso comparado con el propio Valerius) que no lograba soplarlo con la fuerza necesaria para que silbara decentemente.
Para su suerte, resultó tener buenos reflejos, aunque pensándolo bien después, Alec tampoco lo estaba atacando en serio, porque, aunque evitó el golpe con su improvisado escudo, también era cierto que no iba dirigido a su cuerpo, sino a algún punto cerca de su cabeza. Estuvieron así un buen rato hasta que el Jefe volvió a sonar el silbato y detuvo la pelea momentáneamente para pedir sangre. En ese momento exacto cuando Valerius vio la cara de Alec: solo vio odio y asco y fue entonces cuando, por primera vez, Valerius sintió miedo, sus nervios colapsaron un instante y eso bastó.
No entendió a tiempo que Alec no lo miraba a él, sino al Jefe que estaba detrás de él y, de la nada, Alec sacó un segundo cuchillo de su pantalón y se lanzó contra él, pero no se quitó a tiempo porque el cuchillo llamaba toda su atención. Demasiado tarde se percató que la intención de Alec era simular que lo atacaba mientras lanzaba el cuchillo. Y lo logró, su treta funcionó, el cuchillo se enterró limpiamente en el pecho del Jefe, pero no evitó a Valerius a tiempo y la daga le hizo un feo corte en la cara, que duraría para siempre.
Lo que Valerius no esperaba era la reacción de las demás personas: al ver al Jefe herido de muerte, Francisco se acercó a él, que se había sacado el cuchillo del pecho y se desangraba lentamente, le arrancó el silbato del cuello y dio tres vibrantes llamados. Inmediatamente unas cuatro personas se acercaron a ellos, Alec se dejó hacer, así que él tiró su cuchillo y su leño al suelo y dejó que intentaran sanar la herida de su cara, al igual que los otros revisaban a Alec, que no tenía más que unos pequeños rasguños superficiales.
Resultaba evidente que Francisco se dio un ascenso y controlaba la situación, llamó a alguien, un tal Vladimir que resultó ser el hermano de Alec del que había oído muchas cosas, pero nunca había visto. Francisco le dio instrucciones en voz baja, Vladimir asintió, se acercó a él, se aseguró que el sangrado estuviera controlado, y lo llevó a una casa. Le dio ropa para que se cambiara y fueron a un hospital para que le trataran la herida, mientras tanto, de camino, le dijo que debía decir que todo había sido un accidente, que estaba preparando comida y se cayó llevando el cuchillo en la mano y se cortó con la caída. También le recomendó que no volviera a ver a su hermano, ya que Francisco había dado orden de matarlos a los dos si sabía que se habían vuelto a ver.
En cuanto empezaron a atenderlo en el hospital, Valerius vio a Vladimir pasarle un fajo de dinero tremendamente grueso a una enfermera y se retiraba disimuladamente. Y no volvió a saber de él hasta mucho tiempo después, de hecho, cuando ya estaba casi terminando los detalles de su plan y tuvo que hacer calzar algunas cosas para no tener imprevistos.
*-*-*-*-*
Alec ya se estaba asustando: hacía un mes que Francisco no molestaba en lo más mínimo, ni un encarguito pequeñito ni nada, está bien que cuando quería podía ser una gran persona, pero ya esto era demasiado… a menos que estuviera haciendo un trabajo personalmente, claro. Lo preocupante es que Francisco nunca se había alejado tanto tiempo sin avisar del todo.
Por otro lado, su hermano no estaba para pensar en trabajos ni en nada que no fuera su Santi, lo que era bueno, porque al final de cuentas los dos eran chicos de carne y hueso y tenían derecho a sentir, amar y, sobre todo, ser amados. Ahora bien, él no predicaba con el ejemplo, porque de Bobby sabía que había pasado un mal evento algunos años atrás, un diminutivo (Bobby) que bien podría no ser su nombre real, que era amigo de Santi y que le había robado su propia daga. Y lo peor de todo es que Alec no se había animado a preguntarle nada al respecto, no había tenido el coraje de confrontarlo, más que nada, porque no quería saber que ese chico tierno y dulce fuera otra cosa.
Un buen día, Vlad invitó a Santi a comer en su casa y, por algún motivo que no dijo, quería que estuviera él mas no Bobby, era extraño, pero su hermano estaba tan cambiado, que todo era posible. Su hermano iba mejorando porque cuando llegó con su novio llevaban unas cajas de pizza, su punto débil, que Vlad conocía muy bien.
– Hermanito -le dijo un sonriente Vlad, lo que era poco común y maravilloso a la vez-, hay algo que debes saber respecto a este muchachito que me puso de cabeza -un tierno abrazo acompañó sus palabras, mientras Santi y Alec ya comían sin parar.
– ¿Es tan importante que lo sepa? -le preguntó Santi entre bocado y bocado.
– Sabes bien que sí, lo hago por ti, para cuidarte -le respondió Vlad, luego se dirigió a su hermano-: Santi es hijo de nuestro jefe, Francisco.
– No-me-jo-das. No-me-jo-das -fue todo lo que pudo responder Alec-, ¿lo sabe todo? -Vlad negó con un gesto- muy bien, entonces tendremos que protegerlo bien… y entre menos sepa, mejor -sentenció Alec, a lo que Vlad asintió seriamente, aunque sin abandonar su radiante sonrisa.
Terminaron de comer, vieron una peli y luego Santi se fue a dormir una siesta, momento que aprovecharon los hermanos para hablar de la situación con más detalles.
– Sasha, sé que no debí decirle que trabajamos para su padre, pero cuando lo descubrí no lo pude evitar -se disculpó Vlad.
– No te preocupes, mejor que sepa que conocemos a su padre, así no tenemos que mentir, al menos no tanto, aunque no sé cómo lo tomará el jefe… que, por cierto, hace como un mes está ilocalizable.
– Sí, eso me preocupa también -le confirmó su hermano-. Dejó una nota en su casa diciendo que él y su esposa estarían fuera dos semanas, pero ya llevan el doble y sabemos que es algo serio cuando se lleva a Caterina, porque no es algo que un Vor pueda resolver por la fuerza ni usando sus contactos.
– Exacto, eso es lo que me tiene pensando, me da igual que estemos vinculados a él por ser Vory… -entonces se dieron cuenta que metieron la pata.
– ¿Qué es un Vory? -dijo un medio somnoliento Santi.
– Oh, crap! -Alec soltó un juramento en inglés-, mira, Santi, cuñadito, antes de decirte nada necesito que me expliques algo.
– ¿El qué? -preguntó Santi sin dudar, ni protestar por el trato cariñoso.
– No lo metas en esto… -le advirtió Vlad.
– Él ya se metió, probablemente desde que nació -le replicó Alec antes incluso que Santi pudiera protestar-, además, si lo vamos a proteger, mejor que sepa cómo colaborar.
– ¿Igual que Valerius? -Vlad volvió a su postura defensiva y eso no le hizo ni pizca de gracia a su hermano.
– No, mejor que Valerius, además, hay cosas demasiado serias en juego, no solo tu corazón, como pasó antes, sabes muy bien el lío en que estamos metidos -Alec también podía ser horriblemente cruel cuando tenía que serlo.
Santi no sabía qué pensar, veía la discusión como un partido de tenis, pero no sólo eso, Alec estaba demasiado tenso: flexionaba los brazos de una manera nerviosa, no era intimidante, era como si no supiera qué hacer; Vlad, por su parte, no se movía mucho, pero tenía una vena muy marcada en el cuello y le palpitaba otra en la sien. Él mismo estaba nervioso, muy nervioso, sabía que su Vlad era capaz de matar, que su cuñado tampoco debía estar muy lejos de eso y que su padre era un violento, además, que la palabra Vory no le era del todo extraña, sabía que la había escuchado alguna vez cuando su padre hablaba de sus negocios rusos, pero no lograba recordar el significado.
– Bueno, lo que quiero saber, Santi, es qué tanto amas a mi hermano, porque si no tienen futuro, lo mejor es que no sepas nada, te alejes y nos olvidemos de todo, pero si de verdad quieres algo serio, yo pondré todo de mi parte para que tengan un futuro juntos -Alec no pretendía nada más que aclarar sus intenciones, pero sucedió algo que no esperaba.
Al escucharlo tan determinado a proteger su corazón tantas veces roto, Vlad no pudo reprimirse y se lanzó sobre su hermano, pero no fue el único, Santi también se sintió querido como pocas veces en su vida, nunca nadie le había dicho que le preocupara lo que él sentía o quería y no quiso evitar agradecer el gesto. Al final Alec terminó abrazado por las dos personas que más le importaban en ese momento, porque en el fondo de su corazón, tenía muy claro que no sentía ya nada por Bobby, ese chico lo había usado, lo supo en cuanto relacionó que él era el único que había podido robarle la daga, además, el chico siempre buscaba algún pretexto para sacarle dinero y tenían menos vida sexual de lo que Alec jamás imaginaría para un noviazgo.
– Mira, Alec -le dijo Santi cuando se separaron y volvieron a sus asientos-, eres la primera persona, después de Vlad, que realmente se interesa por lo que yo quiero y siento y te diré lo que quieres saber -le dio un pico a su novio antes de continuar-: amo a este hombre con toda mi vida, siento un cariño impresionante por ti, porque jamás pensé que podría sentir algo así por nadie, pero, más que todo, quiero saber quién demonios es mi padre, ya no es tanto el amor o el cariño, es ansia por la verdad.
– ¿Sigues pensando que es lo mismo que cuando Valerius, Vlad? -le recriminó Alec con cierto reproche.
– Sasha, definitivamente no es como con él, empezando porque es mi chico y no el tuyo, pero sí, la situación merece una explicación.
– Vor, o el plural Vory, son las mafias rusas que surgieron cuando cayó la U.R.S.S. y quedó un vacío de poder, la Federación Rusa lucha seriamente por desaparecerlas, pero están infiltrados hasta en la policía y ya tienen también alguna influencia internacional, se pueden comparar con las mafias italianas o hasta las de Estados Unidos que tanto se ven en las películas -finalmente aclaró Alec.
– ¿Y mi papá tiene que ver con eso, no? -Santi no solo era lindo, era listo, cosa que Vlad ya sabía.
– Correcto, él es el jefe de un Vor desde hace cinco años, yo tuve que ver con eso, es cierto, pero la cosa es que desde que nosotros nos vimos metidos en eso siempre ha sido nuestro jefe -continuó Alec.
– No te contaremos cómo llegamos ahí -intervino Vlad antes que su novio pudiera siquiera intentar preguntar algo-, pero sí te diré que no somos unos santos, tú sabes que yo he matado y Alec también ha tenido que hacerlo, debemos obedecer en todo a tu padre, nos guste o no… a menos que queramos que nos mate.
– Genial, ya sé la verdad y no me gusta nadita -admitió Santi, lo que fue un alivio para los dos hermanos, que no querían que preguntara demasiado-. Pero hay algo que no entiendo: ¿qué tiene que ver Bobby en todo esto?
– Eso es algo que nosotros mismos quisiéramos saber -admitió Alec-. Tengo que reconocer que no sé nada de él, ni siquiera sé si se llama Bobby, si es un diminutivo o qué es. Mi hermano tenía razón: cuando me enamoro pierdo la cabeza, pero la verdad, ya no siento nada por él, no desde el robo.
– Bueno, no te culpes, Sasha, ya lo que pasó, pasó, ahora lo importante: ¿qué vamos a hacer? -lo centró su hermano, como siempre que Alec se derrumbaba.
– Yo tengo una pregunta más -acotó Santi-: ¿puedo ayudar en algo?
Vladimir lo atrajo hacia sí, lo sentó en su regazo y le zampó un buen beso, de esos en los que se da hasta el alma. Cuando se separaron Santi se quedó sentado sobre su chico y volvió a ver a Alec.
– ¿Qué sabes de tu amigo? -quiso saber Alec- ¿es quien dice ser?
– Pues yo lo conozco desde que me acuerdo, pero -se sinceró el muchacho- la verdad es que no siempre le hemos llamado ‘Bobby’, pero no recuerdo su nombre real, lo siento.
– No te preocupes -lo consoló Vlad-, tal vez Bobby sea un diminutivo, nada más. Lo importante es qué pretende robando la daga de mi hermano.
– Engañarme es tan sencillo… -suspiró Alec- pero sé muy bien que no le conté nada de esa daga, es más, recuerdo que le dije que no preguntara nada, si Vlad lo sabe es porque estaba allí, no porque me guste hablar del tema.
– Da igual, sospecho que no me va a gustar saberlo -Santi de nuevo demostraba su capacidad de deducción-. Lo curioso es cómo carajos pueden ese tipo, el tal Valerius, y Bobby tener algo en común.
– Esa es una excelente pregunta, pero no tengo idea de por dónde empezar a averiguar -Alec se sentía superado por la situación.
– Sasha, nosotros sólo sabemos hacer una cosa: trabajar. Tomemos esto como un trabajo más, nada más que respondemos ante ti y no ante mi suegro -risas de todos-. Si el jefe te diera una foto de Bobby, te dijera que se llama así y que necesita saber todo de él, ¿qué harías?
– Seguirlo, saber dónde vive y preguntarle a sus vecinos, saber dónde estudia y ver qué puedo averiguar ahí -dijo Alec ceñudo, pero captando la idea de su hermano.
– Entonces, ¿qué prefieres? ¿vecinos o profesores? -le dijo Vlad con una sonrisa de confianza.
– Esa es fácil, Vova -le dijo Alec con tanto cariño, que usó el apelativo que tenía prohibido-, prefiero mil veces un profesor a un chisme.
– Bueno, entonces, mi Santi -Vlad se volvió a su novio-, tendrás que darme al menos la dirección de Bobby.
– Eso no es problema, has ido un millón de veces: vive frente a mi casa -Santi sonreía un poco-. Pero si tú irás a su barrio y ¿Sasha? -dudó al llamarlo así, pero no quería ser formal con alguien a quien tenía tanto aprecio, sin embargo, Alec le sonrió con confianza-, Sasha irá a la universidad, y yo haré algo que ninguno de los dos puede hacer -dijo con una sonrisa traviesa.
– ¿No pensarás ir con sus padres, verdad? -le dijo Vlad un poco nervioso.
– Claro que sí -Santi sonreía abiertamente-, se supone que soy el mejor amigo de Bobby, así que puedo ir con sus padres, fingir nostalgia y averiguar cualquier cosa extraña que ellos hayan visto.
El plan se perfilaba brillante y muy eficaz, pero en ese mismo momento entró un mensaje en el teléfono de Alec que provenía de Francisco: indicaciones para un encuentro con personas que tenía que entrenar.
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Cuando Alec llegó al sitio, se encontró con dos personas a quienes no conocía de nada junto con Francisco, lo que lo alivió un poco porque su jefe estaba bien y eso significaba menos problemas para él. Pero antes que nada, quería poner las cosas en claro:
– Jefe, en el automóvil está mi hermano, pero no está solo -Alec sabía que debía ser sincero porque no estaba seguro de si estas personas son de confianza.
– ¿Quién lo acompaña? -quiso saber Francisco.
– Santiago y hay algo que debes saber, sólo te adelantaré que ya está al tanto de lo que hacemos, aunque no conoce detalles.
– Muy bien, parece que no hay nada oculto entre cielo y tierra, lo que no sé es cómo demonios lo averiguó, pero bueno, Pietro y Nikol son de confianza, que vengan los dos y solucionemos esto.
Alec llamó a su hermano y les dijo que podían entrar, que no habían peligros, que Francisco quería verlos. Vlad y Santi entraron, aunque el chico estaba algo nervioso porque era la primera vez que se venía envuelto en algo así y no atinaba a comportarse.
– Papá -lo saludó Santi-, perdón, imagino que no quisiste que me mezclara con todo esto, pero lo descubrí de casualidad.
– Eso ya lo veremos después, Aleksandr me informó que hay algo que querías decirme y, por las caras que veo, asumo lo que es -Francisco quería poner los puntos sobre las íes-: mi pequeño Santiago, ¿Vladimir es tu novio?
– Sí, papá -Santiago fue valiente y tenía determinación, lo que impresionó a los dos hermanos, que conocían bien a su jefe, pero lo que hizo Francisco dejó a las cuatro personas presentes totalmente descolocados: Francisco se relajó, dejó su postura amenazante y abrazó a su hijo de una manera tan sincera y amorosa como jamás se podría pensar en un Vor de su nivel.
Después de un rato, Francisco decidió soltar a su hijo y su rostro cambió como si se hubiera puesto una máscara: era odio puro, ira y, muy en el fondo, miedo.
– Como mi hijo, mi único hijo derrame una sola lágrima por tu culpa… -el arma en el pecho de Vlad (lo más alto que podía colocarla) fue muy elocuente, incluso para alguien de su tamaño.
– No se preocupe, Jefe -Vlad retrocedió con calma y tomó la mano de su chico, pero sin quitar la vista de los ojos de Francisco-, la única forma que eso pase es porque conseguí que me maten.
– Muy bien -Francisco sonreía, miró a su hijo y notó su sorpresa-: no me mires así, sé que eres gay desde que tenías 3 años, he tenido tiempo para procesarlo y si he sido duro contigo es para que cuando lo admitieras pudieras ser fuerte, porque la vida es cruel -pero estaba allí por algo, así que se puso serio-. Pero tenemos negocios y no me gusta para nada hacer esto, se trata del novio de Alec y tu amigo, Santiago, así que supongo que preferirás irte.
– No, papá, esto no son negocios -parece que la educación de Francisco había dado frutos-. Esto es familiar, si es con Alec o con Vlad, es conmigo. Es cierto, soy un niño bonito, nunca he necesitado ni hacer un pequeño trabajo para pagarme un capricho, tampoco tengo idea de lo que todos han tenido que hacer tan solo para sobrevivir, pero no quiero mentiras y me da pánico el pensar en tener que usar un arma, pero hay otras cosas que puedo hacer, como darles el apoyo que necesitan en medio de todo esto.
Habían un chico y una chica presentes y la chica se aclaró la garganta mientras el chico revisaba algo en su teléfono y parecía no gustarle mucho.
– Sí, sí, ya sé, no tengo mucho tiempo, mi esposa se molestará porque dejé la asignación por estar con mi hijo, pero me vale, es posible que incluso no se lo diga, total, no es su asunto. En fin, a lo que vine: Bobby. No es un trabajo, no hay que hacerle nada, pero estoy en una asignación con Caterina, nos encargaron desaparecer a una persona, pero resulta que es un viejo amigo y me contó que le pagaron para que me evadiera y no se desapareciera ni se dejara que yo lo matara hasta que fuera el momento oportuno y que eso sería cuando se empezara a hablar de la desaparición de un tal Bobby, me llamó la atención el nombre, cotejamos datos y resultó ser el novio de Alec.
– Menudo brete -fue todo lo que Vlad pudo decir, pero la mirada que cruzaron los tres chicos le confirmó a Francisco que aún enamorados y distraídos no había nada que se les escapara fácilmente.
– Imagino que ya tienen una estrategia, porque veo que algo se olían, ¿me equivoco? -los tres asintieron-, muy bien, ya saben, necesitamos que no los descubran porque simplemente se trata de estar preparados para lo que pueda suceder -más carraspeos de los desconocidos-, sí, ya voy. Decía, es imprescindible que no los reconozcan y si el novio de Bobby empieza a preguntar cosas cuando nunca lo ha hecho, sería un poco extraño, así que les traje refuerzos, que además necesitan entrenamiento físico, sus grandes talentos no incluyen disparar armas, aunque espero que no lo necesiten. Pietro -el joven hizo un gesto de saludo- y Nikol -esta vez fue la chica quien saludó, aunque era un poco obvio-, estos son Alec, Vladimir y mi propio hijo Santiago. Estas son sus órdenes: Alec queda a cargo -levantó una ceja al ver que Vlad no protestó-, lo que él mande, es como si yo mismo lo indicara, ¿entendido? -asentimiento general, pero Francisco, que tenía prisa, atrajo a su hijo hacia sí-, Santiago, quiero que aprendas a manejar un arma, necesitas defenderte, pero quiero que no te involucres en el trabajo sucio, eres mi todo, recuérdalo -lo volvió a abrazar y Santi entendió por fin que no era que su padre no lo quisiera, era simplemente que no sabía expresarlo-. Alec, quiero todo, especialmente lo de mi hijo, por lo legal, ¿queda claro?
– Sí, señor -le respondió Alec, totalmente impasible, como siempre que tenía que trabajar.
– Muy bien -Francisco se dignó obsequiarles una sonrisa y se largó antes que nadie pudiera decir nada. Lo curioso es que era más bajo que cualquiera de los presentes, pero todos le tenían una especie de respeto que no tenía nada que ver con el miedo.
– Vlad, les daremos tu casa, ¿de acuerdo? -su hermano asintió, total, no la necesitaría: viviría con Santi, ya fuera en casa de su jefe o en casa de su hermano-, llévalos, que se acomoden y se coman algo, nos vemos en dos horas en mi casa, tengo que llevar a mi cuñado a la policía.
– ¿Pero…? -Pietro no se atrevió a cuestionar a Alec abiertamente.
– Ya oíste al Jefe -le dijo Alec con una sonrisa-: Santi necesita un permiso legal para portar armas y es allí donde tenemos que iniciar el proceso. Además, yo sólo soy un simple instructor de tiro -les guiñó un ojo y salió de allí con Santi.