La noche en que dos tíos me follaron muy rico

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Salir de fiesta no es lo que más me gusta del mundo. Cuando tenía 20 años a pesar de tener amigos que salían cada semana, yo no los acompañaba a menudo. Nunca me ha divertido una discoteca, más bien me agobia. A pesar de no ir mucho, de vez en cuando aceptaba la propuesta de mis amigos y salía con ellos. Una vez de esas, mi motivación fue Ian. Era un amigo de uno del grupo, Diego. Él nos comentó que su amigo Ian, de 22 años, estaría unos días por Barcelona y que estaba montando bastantes planes con él. Su intención era enseñarle la fiesta de Barcelona el sábado: cena más disco hasta que saliera el Sol. Al principio no estaba muy interesado yo, pero cuando vi una foto del chico cambié de opinión. Era bastante guapo: alto con pelo castaño rizado, ojos marrones y una barbita que le quedaba genial. Las redes sociales son una mina y me permitió saber que era gay, o al menos que había colgado fotos besándose con un chico hacía meses.

Una vez confirmé que iría ya estaba un poco nervioso. No se me daba muy bien ligar, y me era más fácil quedar con chicos por apps ya que alguna foto de mi cuerpo de gym y de mi rabo, solían ser suficientemente atractivas para conseguir lo que quería. No recordaba cuando había sido la última vez que había ligado cara a cara, pero Ian merecía que lo probara.

Durante la cena conseguí sentarme bastante cerca y pude hablar bastante con él. Sus gustos y aficiones no era lo que me interesara más, ya que no podía dejar de mirar sus labios gruesos mientras hablaba. El chico se había puesto una camisa que le quedaba genial y la llevaba un poco abierta por lo que se podía ver que tenía el pecho bien depilado.

Después de unos gintonics la cosa se animó y me contó que había cortado con su novio hacía 3 meses. Aproveché para explicarle un poco de mi vida para que quedara clara mi disponibilidad. Nos fuimos andando hasta una famosa discoteca de Barcelona, mientras Ian y yo no dejábamos de hablar. Era un chico bastante interesante y creo que le estaba gustando un poco; un par de veces me había alabado ya mi físico: “tú tienes un cuerpazo eh, haces mucho gym?” o “los chicos así con tu físico son los que me molan”.

Llegamos a la discoteca y el chico se notaba que le gustaba bailar. Cualquier canción era buena para él y se movía con ritmo y gracia. No le quitaba los ojos de encima a pesar de que la noche ya se me estaba haciendo larga. Cuando se fue a la barra a pedir una última copa dejé a mis amigos en la pista para seguirle. Nos tomamos un par de chupitos y con esos ojitos marrones se me insinuó. Quería que le acompañara al baño ya que tenía muchas ganas de mear. Al entrar al servicio buscó un orinal de pie y se puso a mear. Aproveché para ponerme al orinal de al lado y mear un poquito. Cuando me saqué la polla, Ian me la miro descaradamente. Mientras me la miraba como meaba, la suya empezó a crecer poco a poco. En ese momento salió un chico de un baño individual, de esos en un cubículo, así que me subí los pantalones y entré. Ian entró detrás y pasé el pestillo. Se me lanzó a la boca y pude degustar esos labios con los que había pensado toda la noche. Él estaba desatado y me desabrochó la camisa de inmediato. Me sobaba mis pectorales y mi tableta mientras bajaba en busca de mi rabo. Con habilidad me bajó los pantalones y los bóxers antes de agacharse a comerme el rabo. “No me la imaginaba tan grande” me dijo. “19cm” fue mi respuesta, antes de que se llevara mi pene a la boca. La comía muy bien, alternando garganta profunda con comerme solo la punta. De vez en cuando me daba besos en el glande pero ver como se la metía casi entera era un placer. Me senté en el váter para facilitarle el trabajo y él siguió a lo suyo. Me comía los huevos mientras me masturbaba de vez en cuando pero la mayor parte del tiempo no dejaba de meterse mi polla en su boca. Tenía mucho aguante ya que a pesar de tragársela casi entera, seguía sin descanso. Me estaba dejando la polla empapada de saliva. De golpe paró y sacó un condón de su bolsillo. Me lo puso sin decir nada y siguió un rato más con la mamada, hasta que se detuvo otra vez. Igual que antes, sin decir nada, se quitó los pantalones y los calzoncillos y se me acercó. Podía ver su pene bien duro, unos 15cm calculé, bien depilado. Pensaba que quería que se la comiera un rato pero él tenía otras intenciones. Estando yo sentado en el váter, me cogió el rabo con una mano y se sentó. Poco a poco iba entrando mi pene en su interior, abriendo ese culito que tenía. Lo hacía todo él. Una vez se sentó por completo, se quedó inmóvil unos segundos mientras nos besábamos enérgicamente. “Me encantan los pollones como el tuyo” fue el pistoletazo de salida a una cabalgada buenísima. Ian me dominaba por completo y bajaba y subía por mi polla a su antojo. Se culo, un poco estrecho y apretado al principio, se fue dilatando con el paso de los minutos. No paraba de cabalgarme y de clavarse mi rabo entero en su culo. Yo solo podía acariciar esas nalgas depiladas mientras él controlaba la follada. Bajaba hasta chocar con mis piernas y gemía en cada penetración. A pesar de tener mi polla en su culo era él quien me estaba follando. No tardó mucho en correrse. Sin decirme nada, se empezó a masturbar y a gemir, sin dejar de cabalgarme. En la posición en la que estábamos intenté recibir su lefa en mi boca pero fue difícil. Una parte de los 6 trallazos que soltó fue a parar a mi cara pero unos cuantos me saltaron por el cuello y la camisa. Me limpié con la mano el semen que tenía en la cara y me lo llevé a la boca para probarlo. Ian se levantó, me quitó el condón y se vistió. “Ha sido un placer guapo” fue su despedida antes de salir del baño. Me subí rápidamente los pantalones e intenté limpiarme un poco la camisa para disimular las manchas de semen. Volví a la pista con mis amigos para buscar a Ian pero me dijeron que se había marchado. No me apetecía quedarme con ellos bailando con la camisa manchada de semen, así que despedí y salí a la calle. Ian no estaba por ninguna parte así que me resigné y volví a casa.

Estaba muy lejos y aun no estaba operativo el metro así que pedí un taxi. Me subí, di mi dirección y me quedé en silencio. El trayecto transcurrió con normalidad hasta que cuando ya estábamos llegando a mi casa, el taxista me empezó a hablar.

T: Como es que un chico tan guapo está tan enfadado?

Y: Emmm… no estoy enfadado.

T: Tu cara lo dice.

Y: A usted no le importa.

T: Tiene que ver con las manchas de semen de tu camisa?

Y: Pues sí, pero no le importa.

T: Ya hemos llegado guapo.

Y: Gracias.

Saqué la tarjeta para pagar y al mirar por la ventana vi que no estaba en mi casa.

Y: Perdón, pero esta no es la dirección que le he dicho.

T: Lo sé, su casa está dos manzanas más arriba pero este es un sitio muy tranquilo, donde a veces hay chicos buscando sexo. He pensado que te podría interesar para acabar la noche.

Estaba indignado con ese taxista, así que me bajé aun más enfadado de como me había subido. Quizás podía encontrar a alguien para terminar de follar y correrme en ese sitio donde me había dejado. El tio no movió el taxi ni un milímetro y se dedicó a mirarme des del coche. La situación era surrealista y no se veía mucho movimiento de chicos buscando sexo. Me giré para ver el taxi y el tio había abierto la puerta. Estaba con los pantalones bajados masturbándose en el coche. Tenía un rabo enorme. Ese taxista, de unos 30 y algo años, se estaba masturbando mientras me miraba. “No quieres?” me preguntó sin dejar de pajearse. Me acerqué al taxi de nuevo y entré al asiento de atrás. El taxista se quedó con su paja en el del piloto. Tenía un pollón de más de 20cm, quizás 22 o así, con bastante pelo. Era un poco curvada y no muy gruesa. Yo estaba muy cachondo, así que me quité la ropa y empecé a pajerame también. Me la pelaba poco a poco mientras me chupaba algún dedo para provocarle. Aprovechando mi propia saliva, me metí un par de dedos en culo mientras me masturbaba con la otra mano. Después de un rato con nuestras pajas, el taxista se movió a los asientos traseros. Al llegar a mi lado, me giré y me puse a 4 patas. Con unos cuantos escupitajos en su polla, el taxista tuvo suficiente. Acercó su polla en mi culo y me metió la punta. Por suerte no era muy gruesa y mi culo estaba abierto, así que sin quitarla en ningún momento, me la fue metiendo hasta llegar al fondo. Dejo sus huevos pegados a mi culo un rato y cuando creyó que ya era el momento, empezó a embestirme. Sin llegar a ser violentas, me daba bastante duro. Escuchaba el sonido de su cuerpo golpear mis nalgas y sentía sus 22cm en mi interior. No me habían follado con una polla tan grande hasta entonces, y el placer que me daba era enorme. Que fuera un poco curvada me estaba dando mucho placer. Aumentó el ritmo y me daba algunos azotes mientras mi cabeza golpeaba con la ventana. Yo estaba a punto de correrme cuando me preguntó si se podía correr dentro. “Córrete fuera” le respondí, mientras llegábamos al orgasmo. La sacó de mi culo de un golpe, y mientras mi polla soltaba toda la lefa en el asiento, el pollón del taxista empezaba a escupir su semen. Me dejó las nalgas y la espalda llenas de semen y me manchó un poco la camisa. Después de limpiarme con un pañuelo, me vestí y salí del taxi.

Al final llegué a mi casa saciado de sexo y con la camisa manchada del semen de dos hombres.