Un día con mi hermanastra y hermana
Domingo tiene 19 años, es moreno y sufre una minusvalía que lo hace medir poco más de un metro, pero tiene algo grande, muy grande y no es precisamente el corazón. Estaba reclinado en un sofá con los pies sobre la mesa camilla escuchando música clásica moviendo las manos cómo si tuviese en una de ellas una batuta y cómo si estuviera dirigiendo una orquesta.
-Tan ta, tan ta, tantatachantachan…
Se le encendió la luz del teléfono móvil. Lo cogió y tenía un mensaje de su hermanastra Paloma, que es una chica morena de 21 años, de 1.75 de estatura, ojos oscuros, cabello rizado, culo respingó y tetas 100 C que en su cuerpo delgado destacan mucho más.
-¿Qué haces? -había escrito Paloma.
-Escucho música.
-Yo me aburro.
-¿Hacemos sexting?
-Siempre intentándolo.
Se une el otro miembro del chat de «Unidos», Es Sara, hermana de Domingo y hermanastra de Paloma, Sara es una chica de 22 años, ojos claros, labios carnosos, tiene el cabello largo y castaño, mide 1.70, su culo es muy respingón y sus tetas son pequeñas.
-El sexting no sería mala idea, le alegrarías el día -había escrito Sara.
-¿Y tú mirarías las fotos, claro?
-Claro, los ojos son para ver.
-Eso, eso, y que se vean tetas.
Domingo a veces bromea con lo del sexting, aunque en el fondo es lo que quiere hacer para poder ver algo de su hermanastra y si cae algo de su hermana, mejor que mejor. Ellas no son tontas y lo saben, saben que quiere verlas desnudas y bromean con él…, pero volvamos al turrón.
-No tenéis arreglo, ni el uno ni la otra, -escribió Paloma.
-Si yo tuviera unas tetas cómo las tuyas y no fuese su hermana de sangre se las enseñaba, pero las tengo pequeñas y soy su hermana de sangre -escribió Sara.
-Las tetas pequeñas al igual que las grandes son deliciosas -escribió Domingo.
-¿Querrías que te mandase una foto de mis tetas? -escribió Paloma.
.¿Tú qué crees?
-Que sí.
-Y de lo otro, debías mandarle de las tetas y de lo otro -escribió Sara.
-De pensarlo se me hace agua la boca -escribió Domingo.
-¿Qué diría tu novia si sabe que se te hace la boca agua pensar en el coño de tu hermana?
-Novia virtual. Me la sudaría, las fotos desnuda que me manda a mi seguro que también se las manda a otros y a otras. Conmigo no folló, pero con ellos y con ellas seguro que sí
-O no -dijo Sara.
-Hay algo que no os conté.
-¿De qué se trata? -escribió Paloma.
-Hace unos días alguien me mandó un video donde se veía en un botellón sin mascarilla, muy perjudicada y morreándose con una chica.
-Por eso estabas tan bajo de ánimo. Al no poder… Te entiendo, te entiendo -escribió Sara.
-Me jode seguir siendo virgen mientras los demás se hartan de coño.
-Si te sirve de consuelo yo llevo meses a pan y agua.
-A ti te duelen los dedos de frotrla tanto cómo a mí, tramposa -escribió Paloma.
-No estaba hablando de eso.
-Yo sí. Levanta el ánimo, Domingo -escribió Paloma.
-Lo que se me levantó es otra cosa al oírte hablar de las pajas que os hacéis.
-Y hoy caen otras dos o tres.
-Sexting, paloma, sexting, No seas egoísta.
-Ya lo hago con Pedro, pero no me llega.
-Deja de calentarlo, cabrona -escribió Sara.
-¿Es que tú no lo haces con Pablo?
-Yo no voy a ayudarte a poner a Domingo enfermo.
-¿No? ¿Acaso no fuiste tú la que dijo que le debía enseñar las tetas y lo otro?
Domingo viendo que iban a comenzar a rifar, enfrió la cosa.
-¡Dejarlo ya. ¿Cómo van el Picapiedra y el Mármol? ¿Cuándo regresan a Madrid?
-No le llames Pedro Picapiedra a mi marido. -escribió Paloma.
-Ni Pablo Mármol al mío, los dos son tus amigos.
-Son unos cromañones. ¿Os creéis que no sé que me llaman enano a mis espaldas? Que me lo callara hasta ahora no significa que no lo supiera.
-Eso es porque se celan de ti. ¿Verdad, Paloma?
-Verdad, saben que te queremos mucho.
-Por que soy cómo soy.
-Porque eres nuestro hermano, nuestro chichi- escribió Paloma
-No hables del chichi, mujer, no hables del chichi que me entran ganas de comer.
-¡Vuelve el come coños! -escribió Sara.
-El frustrado, vuelve el frustrado.
Sara aprovechando que Domingo había cumplido años hacía un par de días, cambió de tema.
-Antes de que se me olvide. ¿Cuándo celebramos tu cumpleaños, Domingo?
-¿Os va bien este sábado?
-A mí sí.
-A mí también -escribió Paloma.
-Pues nos vemos el sábado a las ocho en el bar de siempre, hasta vernos, bellas.
-Hasta el sábado -escribió Paloma.
-Nos vemos -escribió Sara.
Domingo sintió la sirena de una ambulancia y volvió a la realidad. Los madrileños estaban en una ratonera donde el bicho hacía estragos. Dijo:
-La vida dura dos telediarios, que coño.
Echó la mano a la polla y comenzó a acariciarla pensando en Paloma. Con los ojos cerrados la imagina desnuda. Ve sus tetas grandes con areolas oscuras cómo sus ojos y pezones gordos, ve su coño peludo y apura sus movimientos de muñeca. De repente cambia el chip y ve a Sara. Sara le hace una mamada en su pensamiento. Ve cómo le caen las babas por la comisura de los labios. Ve a Paloma lamiendo y chupando sus huevos, ve cómo va lamiendo su polla hasta llegar a los labios de Sara. Dejan la polla y se chupan las lenguas. Comienza a follar a Paloma. Sara ya está desnuda, ve sus tetas pequeñas con areolas marrones y sus pequeños pezones y se las come. Cambia de coño. Su muñeca se vuelve loca, la mano sube y baja por el tronco y de repente: «Zassss», comienza a salir leche de su polla. Sara y Paloma la van lamiendo a medida que desciende por su polla y acaba poniendo la mano perdida.
Al acabar de correrse se limpió con unas servilletas y después se volvió a reclinar en el sofá, puso los pies sobre la mesa camilla y siguió escuchando música.
Volvió su madre de hacer la compra, y le dijo:
-Recoge lo que tiraste.
-¿Qué tiré, madre?
-Esas servilletas. ¿No querrás qué las recoja yo?
Domingo miró las servilletas, servilletas donde estaba el rastro del delito y se apresuró a cogerlas.
-Claro que no, madre, ya las recojo.
Desde la cocina, desempacando la compra, le preguntó:
-¿Qué estuviste haciendo para usar tanta servilleta?
-Hice un bocadillo de leche condensada y me prigué las manos.
La madre dijo en bajito:
-Pobre, se mata a pajas.
Paloma vistiendo una falda gris que le daba por encima de las rodillas, una camiseta blanca en la que se marcaban sus grandes tetas, unas zapatillas de deporte blancas, sin calcetines y con una mascarilla gris estaba cogiendo una botella de ginebra en el stand de las bebidas del súper cuando se puso a su lado un joven de su misma estatura con unos tremendos pectorales y una cintura estrechita. El joven le miró con descaro para las tetas con sus ojos de halcón, Paloma respondió a su osadía mirando para su paquete, El joven sonrió, cogió otra botella de ginebra, se dio la vuelta y se fue. Era ancho de espalda y su culo redondo se marcaba en el pantalón vaquero. A Paloma le entró un calentón que le hizo decir:
-¡Jesús, qué falta me hace echar un polvo!
No tenía pensado hacerlo, pero se compró unas maquinillas de afeitar para poner su coño al día, ya que al ver a aquel monumento se dio cuenta de que si se presentaba la ocasión no iba a ser tan fiel cómo ella pensaba. Cogiendo las maquinillas dijo:
-Te voy a dejar tan fino cómo el culito de un bebé, coñito.
En el camino a casa se encontró con toda clase de personas. Todas iban a su bola, embozados, esquivándose, cómo si tuviesen la peste. En Madrid por la calle nadie conoce a nadie, pero es que ese día parecía un campo de batalla donde los soldados del mismo bando se miraban con recelo, y ella no era menos, el miedo es libre y cada uno tiene el suyo.
Una hora más tarde estaba en el cuarto de baño, desnuda, sentada en una silla, enjabonando el pequeño felpudo con sus largas piernas abiertas y estiradas. El clítoris sobresalía entre los pelos y el jabón. Lo tocó con un dedo y se estremeció.
-Joder, Paloma, hoy estás perra, perra.
Poco después estaba con el coño totalmente rasurado y mojada, muy mojada. Pasó un dedo por él y lo sacó pringado de jugos. Chupa el dedo, cierra los ojos y fantasea con el tío cachas del supermercado. El Adonis abre el cinturón, se baja la cremallera y saca su pepino descapullado y empalmado. Se arrodilla delante de él al tiempo que mete dos dedos dentro de su coño. Le coge el pepino, lo mete en la boca y mama. La gente la está mirando. La excita que la vean. Se levanta, se pone con las manos apoyadas en el stand y abre las piernas. El cachas le levanta el vestido, le baja las bragas y le clava el pepino en el coño. La folla al estilo perro y se corre dentro. Viene otro hombre, es un maduro con nieve en las sienes y fuego en la polla. Le coge las tetas -se las magrea ella- Le pasa la polla por el ojete -es la yema de su dedo medio la que lo acaricia y se mete dentro del culo-. Le folla el culo con delicadeza. Ella se da dedo. Cada vez hay más gente mirando. Siente que se va a correr, se da dedo más aprisa en el culo y en el coño y se corre, se corre con una fuerza brutal. Se corre cómo una fiera, sacudiéndose y jadeando. Al acabar saca los dedos del coño pringados de jugos, los mete en la boca, los chupa, y dice:
-¡Qué falta me hacía!
Una voz femenina desde fuera del cuarto de baño, le preguntó:
-¿Estás bien, nena?
-Sí, suegra.
La mujer se va diciendo en bajito:
-Vaya paja te acabas de hacer, criatura.
Sara iba por la calle de Preciados cuando una joven rubia, espigada. con unos ojos verde muy grandes, vistiendo unos vaqueros y camiseta azul que marcaba sus tetas medianas y calzando unas deportivas blancas, se detuvo a algo más de un metro de ella con un cigarrillo en la mano y le preguntó:
-¿Tienes fuego?
Sara vestía ese día una falda corta de color marrón, una blusa del mismo color y calzaba unos zapatos a juego. Era una persona muy sociable, pero no hasta aquel punto, ya que la joven se tendría que quitar la mascarilla y acercarse para encender el cigarrillo. Ya no tenía fuego porque no fumaba, pero aunque tuviera no se lo daría. Con cara seria, le dijo:
-No.
Siguió andando y vio que la joven la estaba siguiendo. Poco después se metió en el metro y la joven la siguió. El metro, pese a las restricciones, estaba petado. La joven de los ojazos verdes se puso detrás de ella. Con una mano se cogió de una barra y la otra se la metió dentro de las bragas. Sara al sentir la mano calentita en su culo se puso colorada cómo un tomate maduro. No se revolvió. Sintió cómo un dedo de la joven acariciaba su ojete y cómo después se deslizaba dentro de su coño, para acto seguido entrar y salir de él. Sara se puso cachonda, pero estaba temblando. La joven le dijo al oído:
-Tranquila, relájate, relájate, relájate…
Sara rodeada de gente y con el dedo de la joven entrando y saliendo de su coño sentía un morbo tremendo. Después de darle dedo tres o cuatro minutos, tapó la boca con una mano, su coño se cerró atrapando el dedo y se corrió en él. La joven le susurró al oído:
-Así, bonita, así, córrete para mí.
Al llegar a su destino la joven bajó con ella y le preguntó:
-¿Te busco cuando acabe la pesadilla del bicho?
-Tengo novio.
La joven se alejó un par de metros, bajó la mascarilla. Sara contempló a una de las chicas más bonitas que había visto.
-Y yo novia. ¿Te busco?
Sara no era de esa clase de chicas, pero le dijo:
-Busca, pero sé discreta.
El día estaba soleado. La gente en las terrazas de los bares se relajaba tomando algo. En una de ellas estaban sentadas en dos sillas Paloma y Sara. Vestían sendas faldas que les daban muy por encima de las rodillas, una de color azul y la otra verde, camisetas negras, calzaban sandalias sin tacón y mascarillas negras. Paloma se había alisado el cabello y llevaba coleta. Tenían sobre la mesa dos cocacolas y enseñaban sus moduladas piernas. Domingo llegó vistiendo unos pantalones bombachos de color gris, una camisa blanca, calzando unas deportivas rojas y con mascarilla blanca.
-Hola, preciosas -de un pequeño salto se sentó en una silla-. ¿Cómo va la cosa?
-Llevamos esperando más de media hora -Le dijo Paloma.
Domingo se echó hacia atrás, puso las manos detrás de la cabeza, abrió los brazos y dijo:
-Las estrellas es lo que tenemos, nos hacemos esperar, y más si nuestra madre nos dice que tenemos que limpiar la habitación cuando vamos a salir de casa.
-Mamá siempre tuvo ese vicio, en fin, ya estás aquí -dijo Sara.
A Domingo le gustan las chicas con coleta, bueno, las chicas con coletas y las chicas delgadas con tetas grandes. Ambas saben sus gustos, y por eso Paloma vino con coleta y sin sujetador para alegrarle el día. Sara al ser su hermana de sangre pensó que con la falda corta y con la sorpresa que le iban a dar ya estaba bien.
-¡Qué guapa estás esa coleta, Paloma! -dijo Domingo.
-Gracias.
Domingo les miró para las piernas.
-¿Te gustan? -Le preguntó Paloma.
Le miró para las tetas cuyos pezones querían romper la camiseta.
-Me gustan más…
-No hace falta que lo digas. Tus ojos ya las comen.
Le volvió a mirar para las tetas, y le preguntó:
-¿Son hermanas?
Paloma sonriendo, le respondió:
-Son.
-¿Cuándo me las vas a presentar?
-¡Ya estamos! Te había preguntado si te gustaban nuestras piernas
-No me cansaría de mirarlas, tenéis una piernas preciosas, pero cómo dice el Gumersindo…
Sara no lo dejó acabar de hablar.
-Para, para que cuando pones palabras en la boca de Gumersindo acabas diciendo alguna parida.
-Esta vez es algo que dicen mucho en su pueblo de las piernas de una mujer, cuando las tiene arqueadas y es fea.
-¿Y qué dicen? -le preguntó Paloma.
-Que las piernas al follar se apartan.
-¿Y la cara de la fea?
-Que se le tapa con un saco.
Sara sonrió y le dijo a Paloma:
-Siempre picas.
-No pico, bonita, a mí me gusta oír sus paridas.
-¿Quieres oír otra parida que diría el Gumersindo si tuviera el placer de verte, Paloma?
-¿Que me diría?
-Estás tan buena que te ponía a parir.
-Un poco salido el Gumersindo.
-Domingo -dijo Sara.
-Dime.
-¿De verdad existe el Gumersindo?
Llegó el camarero. Domingo pidió otra cocacola, y después le respondió:
-Gumersindo, Sindo, es un personaje de una novela que estoy escribiendo.
Paloma se alegro de que se decidiera a escribir.
-¡Te decidiste! ¿De que va?
-Es parecida a la novela del doctor Jekill y el señor Hyde, sólo que Hyde no es malo, dice lo que Jekill no se atreve a decir.
-Dicen que la primera novela de un escritor es siempre autobiográfica.
-Debe ser verdad lo que dicen porque mi novela lo es.
-¿Salimos nosotras? -preguntó Sara,
-Mucho.
-¿Cuánto llevas escrito?
-Voy por la mitad.
-Tienes que dejarnos leer lo que escribiste -le dijo Sara.
Llegó el camarero con la cocacola. Al irse, dijo Domingo:
-¡No! Cuento cosas muy íntimas.
-¿Cómo qué?
Le respondió Paloma.
-Es obvio, mujer.
Sara lanzó una pedrada a ver si acertaba.
.¿Cuentas tus experiencias de sexo virtual?
-No das una -le dijo Paloma.
-A ver, lista, si no es lo que dije yo. ¿A qué se refiere con cosas muy íntimas?
-A las paja que se hizo pensando en nosotras.
Sonia miro para Domingo con cara seria.
-¡¿Te hiciste pajas pensando en mí?!
-Y en Paloma, estáis muy ricas.
-¡Qué cabrón!
-Esta misma conversación la tenemos en mi novela.
-Y seguro que acabamos follando contigo.
-No, te enojas al enterarte. Os pregunto si preferís que os folle a vosotras en mis fantasías o que folle a otras.
Paloma estaba intrigada.
-¿Que te respondemos, Domingo?
-Me respondes tú, Sara se calla.
-¿Y qué te respondo?
-Que te halaga ser deseada.
-Me conoces mejor de lo que yo pensaba.
-No creas, lo escribí cómo una fantasía..
Paloma le preguntó a Sara:
-¿Quedaste muda?
-No, pero no os voy a decir lo que queréis oír.
-¿Qué a ti también te halaga?
-¡Qué te den!
-Ojalá. Bueno, ¿nos vamos? -les preguntó Paloma.
-¿Ya? -dijo Domingo..
-Sí, tengo tu regalo en mi coche, una botella de ginebra, limón y cuatro tónicas, todo fresquito dentro de la nevera.
-¿Vamos a tu casa, Paloma?
Le respondió Sara.
-No, a su suegra no le gustan lo ruidos, vamos a un descampado, allí no va la policía -le dijo Sara.
Ya en el descampado, Paloma, en el asiento delantero del su Audi A4 abrió la nevera, Sara a su lado tenía en sus manos los tres vasos king size de plástico. Domingo sentado en el asiento de en medio de los tres traseros y mirándolas por el espejo retrovisor, le dijo:
-Si coges un pelotazo a ver quien nos lleva de vuelta.
-Si lo cojo, que lo voy a coger si nada raro ocurre, duermo la mona hasta que me pase.
-Yo no me voy a emborrachar, cuando me emborracho siempre hago locuras -dijo Sara.
-Nunca te vi borracha. ¿De qué tipo son las locuras? -le preguntó Domingo.
-Me pongo a cantar.
-Pensé que eran de tipo sexual
-No me extraña, piensas con la polla.
Esa reflexión le hizo recordar a Paloma en el regalo de su hermanastro y le dijo a a Sara:
-Dale mi regalo a Domingo.
-Después de lo que dijo no sé si será muy buena idea.
-Después de lo que dijo es el mejor regalo que le puedo hacer.
Sara posó los vasos, abrió la guantera y le dio un sobre. Al abrirlo vio una foto de Paloma desnuda.
-¡Coñoooo! Gracias, Paloma. Te había imaginado desnuda de mil maneras, pero no tan tremendamente sensual. ¡Estás rica, rica, rica, rica!
Lo estaba, en la foto posaba desnuda mostrando sus grandes tetas y su coño peludo. Estaba en la puerta de su habitación con los brazos abiertos, las manos en los marcos, las piernas semi abiertas y el cabello suelto. Si alguien vio el cuadro de Draper «The gates of dawn» y vio sensual a la chica, Paloma en la foto lo era mucho más.
-Entonces te gusta mi regalo de cumpleaños -le preguntó Paloma
Domingo mirando la foto que tenía en su mano derecha, le respondió:
-Me encanta, era uno de mis sueños.
Paloma había hecho los gin & tonic, con una tónica y mucha ginebra.
-Otro es follarme, cara dura, toma -le dio su vaso con ginebra y tónica en el que flotaba un trozo de limón.
-Tú lo has dicho, Paloma, otro de mis sueños es follarte, pero tengo los pies en la tierra, soy consciente de que no se puede tocar la luna con los dedos.
-No seas exagerado.
-Mírame, Paloma. ¿Follarías con un enano?
-No eres un enano, bebe.
Domingo le echó un trago al gin & tonic y dijo:
-¡Está fuerte!
-Lo hice cargado.
Volvió a mirar la foto.
-¡Dios mío cuanta belleza!
Sara había bebido medio vaso de un trago y estaba muy callada.
-Di algo, Sara.
Sara comenzó a cantar:
-Y nos dieron las diez y las once y las doce y la una y las dos y las tres, y desnudos al anochecer nos encontró la luna.
Domingo miró para Paloma, que le dijo:
-Y eso ahora que está contenta, cuando la pille no la vas a conocer.
-Picasteis. Me falta mucho para estar contenta. Por cierto, Domingo. ¿Qué me haces cuando te la pelas pensado en mí? ¿Cómo me follas?
Estaba contenta, estaba, si no lo estuviera no haría aquella pregunta a su hermano, Sara era muy recatada. Domingo le respondió:
-Tú no quieres saber eso.
Sara lo miró, se puso a pensar, y le preguntó:
-¿Me corro en tus pajas?
-Siempre.
A Sara se le había metido entre ceja y ceja saber cuáles eran las fantasías de su hermano.
-Quiero saber que me haces.
-¿Por qué?
-Porque tiene su morbo.
-Si no hubieras bebido no hablarías así.
-Deseo saberlo desde qué dijiste que fantaseabas con nosotras.
-Si te escandalizaste.
-Hice que me escandalizaba.
A Paloma le pudo la curiosidad.
-A ver, Domingo. ¿Qué nos haces en tu imaginación?
-¿De verdad queréis saberlo?
-Si -dijeron al unísono.
-Me encanta imaginar que os como poquito a poco, despacito y con detalle.
-¿Cómo de despacito y con qué detalles? -preguntó Sara, y después echó un pequeño trago.
-Es muy largo de contar.
-Tenemos tiempo -dijo Paloma-. Mira mi foto y dime que me harías.
Cogió la foto del asiento y mirándola dijo:
-Si te tuviera así en mi cama, acariciando tus tetas te besaría en la frente, en un ojo, en el otro, en el cuello, en la punta de la nariz, pasaría mi lengua entre tus labios y cuando abrieses la boca buscaría tu lengua con la mía y jugaría con ella, luego bajaría a tus tetas, y acariciaría tú clítoris con un dedo mientras mi lengua peleaba con tus pezones, aplastándolos, lamiéndolos, luego la pasaría por las areolas haciendo círculos, las mamaría, después las cogería, las juntaría, las apretaría y chuparía una, la otra, una, la otra… Bajaría besando tu vientre, jugaría con la punta de mi lengua en tu ombligo, seguiría bajando, metería mi cabeza entre tus piernas y lamería tu coño de abajo a arriba apretando mi lengua cotra él, luego te lo abriría con dos dedos y lamería un labio, lamería el otro, te enterraría la lengua en la vagina, volvería a lamer los labios, volvería enterrar la lengua y seguiría haciendo esto hasta que tus gemidos me dijesen que estabas realmente perra, en ese momento pondría mi lengua sobre tu clítoris, te echaría las manos a las tetas y te diría que te movieras tu pelvis. Tú frotarías el clítoris con mi lengua y te correrías en mi boca.
Al levantar la cabeza de la foto vio a sus hermanas mirando para él con cara de tontas y con los vasos vacíos.
-Joder, Domingo, sabes hacer feliz a una mujer -dijo Paloma.
-¿Eso le harías a Paloma? -le preguntó Sara.
-A ella y a ti… Eso para empezar, pero cómo soy tan poca cosa….
Paloma no llevaba bien lo de la falta de polla..
-¡No trates de dar pena, coño! Si no estuviera Sara con nosotros ya me hubiera abalanzado sobre ti y te hubiera metido el coño en la boca.
-Pero estoy, y estoy tan caliente cómo tú. ¿Le damos un regalo de cumpleaños que no olvide en su vida?
-No te conozco, creí que la echada para delante era yo. ¿Cómo quieres darle el regalo?
-A los hombres les gusta ver a dos mujeres dándose el lote.
Domingo estaba callado cómo un muerto, pero ya tenía la polla muy viva, tan viva que latía y se había puesto gorda, y más que latió al darle un pico Sara a Paloma.
-¡Estás muy borracha! -le dijo Paloma.
-Lo que estoy es muy caliente.
Le dio un beso con lengua y a Paloma se le cerraron los ojos.
-¡Serás puta! -dijo cuando acabó el beso.
-¿Tienes las bragas mojadas cómo yo?
-Tú no bebes más, jodida.
-¡Ocho pajas llevo hechas después de tomarte la foto desnuda!
-Estás más borracha de lo que yo pensaba,
-Lo que estoy es con ganas de correrme.
Paloma ya estaba cachonda, pero haciéndose la difícil sabía que iba a calentar más a su hermanastra.
-Llevas tanto tiempo sin follar que no controlas.
Sara controlaba, controlaba.
.-¡A ver, joder! ¿Lo hacemos o no lo hacemos? Con un 69 no podíamos correr las dos
-Es que…
-No me jodas, Paloma, si no follaste con nadie debes tener tantas ganas cómo yo. ¿Estos asiento se reclinan?
-Sí, pero…
-¿Pero qué, tía buena, pero qué?
Le dio un beso con lengua, largo, muy largo. Paloma dejó de hacer el paripé.
-¿Estás segura de que quieres llegar hasta el final, Sara?
-Segurísima.
Se volvieron a besar con ganas atrasadas. Domingo acabó el gin & tonic, sacó la polla y comenzó a menearla viéndolas en el espejo retrovisor. Paloma miró para él y le dijo a Sara:
-¡Mira para esa cosa!
Sara miró y se le abrieron los ojos cómo platos.
-¡Pedazo de pepino!
Lo era, era una polla larga, gorda y con un cabezón.
-¿Cambiamos el regalo y le damos coño? -le preguntó Paloma.
Sara se olvidó de que era su hermano de sangre.
-Damos.
Se fueron para el asiento de atrás. Paloma se arrodilló a su derecha, le cogió la polla y se la meneó. Sara se arrodilló a su izquierda y se la mamó.
-Esto debe ser un sueño -dijo Domingo
-Disfrútalo. Yo ya lo estoy disfrutando le dijo Paloma.
-Y yo -dijo Sara.
Sara dejó de mamar la verga y le lamió los huevos. Paloma ocupó su lugar y masturbándolo metió en la boca aquel pollón que latía y soltaba aguadilla.
-Ni en mis sueños más calientes me sentí así. ¡Qué lenguas! -le tocó el culo a Sara-. ¡Y qué culo! Sois dos diosas.
-Dos putas -le dijo Paloma.
-Dos preciosidades. ¡Ay que me voy a correr! Quítala de la boca, Paloma, quítala que me corro.
Paloma la quitó de la boca y la soltó. La leche comenzó a bajar por la polla. Sara la recogió con su lengua al llegar a los huevos, luego fue lamiendo el tronco y al llegar arriba mamó la cabeza y se tragó los últimos chorritos. Paloma la miraba boquiabierta, ella que era la calentorra, no se tragaba la leche. Al acabar de tragar le dijo:
-Eres un pozo de sorpresas, Sara.
Sara le respondió dándole un beso con lengua. Acto seguido se quitó las bragas y se sentó sobre la verga de su hermano dándole la espalda, verga que no había perdido rigidez.
-¡Joder que sensación más rica y morbosa la de desvirgar a un hermano! -dijo mientras la verga iba entrando en su coño.
Paloma también se quitó las bragas, pero ella no las dejo caer, las cogió y mojadas se las dio a oler a Domingo.
-¿Te gusta cómo huele mi coño?
Domingo olió profundamente, y después le dijo:
-Ya me tarda comerlo.
Le cogió una mano y se la llevó al coño mientras Domingo sentía el culo de Sara chocar con su cuerpo.
-Mira cómo está -le dijo Paloma.
-Empapada, está empapada.
Paloma levantó la camiseta y le puso una teta en la boca, Domingo chupó, lamió y mamó aquella tetaza con areola rosada y gordo pezón, luego le dio la otra y aún se la comió con más ganas
-Ahora estoy chorreando. ¡Cómo tengo el coño! Echa por fuera -le dijo Paloma
Sonia comenzó a follar la verga se su hermano con saña y a tirar del aliento.
-Chorreando estoy yo. ¡Ay qué me corro, ay qué me corro, ay que me corro, ay que me corro. ¡Ooooh! ¡Me corro!
Paloma cuando Sara quitó la verga del coño y la vio pringada con los jugos de la corrida, se la mamó para conocer el sabor del coño de su hermanastra, después abrió la puerta del coche y le dijo a Domingo.
-Ven.
Salieron del coche, Paloma se echó sobré el capó, abrió las piernas, y le dijo:
-Come.
Domingo vio su coño rasurado y fue a por el cómo iría un perro a por un chuletón. Se lo abrió con dos dedos como le había dicho que se lo iba a abrir, le lamió los labios, le enterró la lengua en la vagina, le hizo todo lo que le dijera que le iba a hacer. Acabó dejando la lengua sobre su clítoris y Paloma moviendo la pelvis para frotarla con la lengua, le dijo:
-¡Diosss, que gusto! ¡Pedazo de corrida voy a echar! ¡Te voy a ahogar! Síííí. síííí. sííií. ¡Ya, ya, ya, yaaaa! ¡Tomaaaaa!!
Paloma desbordó. Aquello era una riada en toda regla, una riada de jugos acuosos y calentitos con sabor agridulce que el goloso se tragó, tragó los que pudo, ya que parte de ellos cayeron sobre el capó del coche. Domingo vio la vagina de Paloma latiendo. Estaba empalmado. Era demasiada tentación junta. Se lo puso en la entrada, Paloma le dijo:
-Mete. ¡Rómpeme el coño!
Le metió la cabeza.
-¡¡Hasta el fondo!
Hasta el fondo se la metió y después la folló sin compasión. La verga entraba y salía empapada. Paloma lubricaba una barbaridad. Sonó un móvil en el coche. Era el de Paloma. Sara lo cogió y le dijo al que llamaba:
-Paloma está ocupada.
Era el marido de Paloma y le debió decir algo fuerte, ya que Sara salió del coche fue junto a su hermanastra, le dio el móvil y le dijo:
-Toma, aguanta tú a tu marido.
-Dime, Pedro -Domingo la folló más aprisa-. ¡Ayyyyyy!
-«¿Qué te pasa»? -le preguntó el marido.
-Me acabo de dar con un martillo en un dedo, ¡Ayyyy, ayyyy. ayyyy cómo duele! Hablamos mañana.
-¡Qué cabrón eres, Domingo! Querías que se enterara -le dijo Paloma después de colgar .
-¡No trago a ese mamón, ni al otro! Me robaron lo que más quería.
Sara cogió el móvil y volvió al coche cantando:
-¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti? Pregúntale…
Domingo le siguió dando caña fina. Cuando sintió que Paloma se iba a correr, paró de follarla y dejó la punta de la polla en la entrada de la vagina
-Sigue, cariño, sigue -le dijo Paloma
-Relájate, después te vendrá con mas fuerza.
Paloma se relajó. Al estar relajada se la fue metiendo y sacando despacito, y despacito la siguió follando.
-¿Cómo sabes tanto de sexo si te acaba de desvirgar Sara?
-Tengo cientos y cientos de horas de porno.
Al rato Paloma estaba que echaba por fuera.
-Despacito aún me gusta más. Me estás matando de placer -le dijo Paloma entre gemidos.
Domingo no tardó en sentir que Paloma estaba a punto de nuevo, esta vez no paró.
Sara salió del coche con otro gin & tonic en la mano. Estaba por la mitad, se debiera haber bebido la otra mitad, ya que mirando cómo follaban comenzó a mover el culo alrededor y hacia los lados en un lento y sensual baile mientras cantaba:
-Despacito…
Paloma no estaba para canciones.
-Calla puta, ca, ca caca. ¡Mierda¡ Aún no, aún no, no, joder, aún no. No puedo aguantar, no puedo aguantar, no puedo. ¡Me corro!
Se corrió arqueando el cuerpo sacudiéndose y jadeando cómo una perra.
Domingo al acabar de correrse Paloma iba a sacarla para corerse fuera, pero su hermanastra le cogió el culo, tiró hacia ella y con la polla metida hasta el fondo, le dijo:
-Córrete dentro de mi coño que no hay peligro.
Domingo se corrió metiendo y sacando y Paloma con el roce y sintiendo la leche llenar su coño se volvió correr.
Los gemidos de placer de los dos los ahogó Sara que seguía bailando y cantando:
-Despacito…
Despacito les dieron las diez, las once, las doce, la una las dos y las tres.
Fin