Un trío demasiado extraño

UN TRIO UN POCO EXTRAÑO

Volvimos a vernos José y yo unas cuantas veces, hasta que me fui de vuelta a casa, aunque en la distancia nos enviábamos algún mail para no perder el contacto.

Volví de nuevo a Zaragoza un par de veces, pero estancias tan breves que preferí no decirle nada, pero en aquella ocasión le comuniqué que estaría un par de días. Quedamos en vernos si nos lo permitía el tiempo libre, o por lo menos tomar un café y charlar.

Nos vimos en la cafetería del hotel cuando llegué y nos contamos las novedades como dos buenos amigos. Tenía prisa, no podía quedarse en el hotel porque vivía con su padre, ya mayor, y no le gustaba dejarle mucho tiempo solo, lastima, dije yo, estaba pensando en un buen encuentro.

– Bueno, podía ser en mi casa, si tienes tiempo para acercarte un rato.

– Pero… no dices que vive con tu padre?

– Sí, pero él suele quedarse en su cuarto.

– no sé, me parece un poco violento.

– no, en absoluto, a él también le va esto del sexo entre tíos.

– ¿Qué me dices?

– anda, de quien crees que me viene la afición?

El asunto es que si a mí no me importaba que el padre pudiera vernos, o incluso invitarle a mirar, no había ningún otro inconveniente, pero no quería forzarme a participar, ni que al llegar allí me encontrase la sorpresa, era yo quien debía decidir.

Se fue rápidamente, a la espera de que yo le llamase si me decidía y quedar en caso afirmativo. En realidad, no necesitaba pensarlo mucho, era ya un exhibicionista y algo depravado a estas alturas, y la idea de que otro mirase podía ser incluso excitante y casi se me empina al pensar en la escena.

Antes de cenar bajé como en otras ocasiones al gimnasio, los tíos en pantalón corto no me decían nada, no me iba mirar a otro hombres, pero los cuerpos de dos hombres ya mayores en la sauna, ambos desnudos, me trasportaron a una casa con ellos en bolas, y jugando los tres, y ahí sí que se me puso tiesa sin poder evitarlo.

Dejé que me vieran así, con el poste bien derecho, sin taparme ni disimular, solo con los ojos medio cerrados para no parecer que era por ellos, porque en realidad era así. No eran sus cuerpos, era mi imaginación solamente y la situación que podía darse mañana con mi amigo.

Por la alegría que mostró cuando al día siguiente le confirmé que sí acudiría estaba claro que no se lo esperaba. Me dijo que le llamara antes de salir, que quería comentarlo con su padre, o por lo menos, avisarle o insinuarle lo que pretendía hacer, no fuera que no le pareciera bien, o que se molestase por hacer eso en su casa. En fin, que prefería confirmar antes de que me diera el paseo.

Tomé un taxi para estar allí a la hora convenida, pensando si estaría haciendo bien, o era algo perverso, pero en realidad, lo normal según creía yo, era que el padre se retirase discretamente a otra habitación y dejase al hijo hacer sus cosas con tranquilidad, sin molestar ni ponerme a mi violento con su presencia.

La casa era grandecita, un piso 10, desde el que se veía casi toda la ciudad un poco más lejos, y con unos ventanales enormes, que así abiertos como se encontraban parecía que estuvieras flotando en el aire. No había ninguna otra casa a su altura, podías estar cómo quisieras allí, que nadie podría observar el interior, y la verdad era como si te estuvieras exhibiendo todo el día, pero sabiendo que nadie te podría ver.

Tomamos un café al llegar, los tres, y luego el padre se retiró a otro sitio, dejándonos solos.

– Sabes… no sé como decírtelo, pero… es un poco violento, no sé de qué forma explicarte…

– A ver, cuenta sin problemas, que pasa?

– Le gustaría tocarte un poco, sentir tu cuerpo antes de que nosotros sigamos a lo nuestro, dice que hace mucho tiempo que no acaricia el cuerpo de otro, y que lleva todo el día excitado pensándolo, luego se retirará y nos dejara tranquilos, pero… bueno, eso.

No me importaba, la verdad, es mas, siempre me ha gustado sentir a otro hombre que me toca, para mi es más que el sexo, es el placer de sentirse deseado, y siempre he pensado en cosas así, quiero decir, en mis fantasías me veía a merced de unos hombres, todos tocando y acariciando, y esas fantasías nunca acababan en sexo.

– ¿Quiere verme desnudo?

– Y tocarte un poco, si no te importa…

– Bueno, supongo que no pasa nada por darle un poco de gusto, dile que sí.

Mientras hablábamos me estaba metiendo la mano por debajo de la camisa, tocándome el pecho, muy cerca de mi. Me desabroché el pantalón y sus manos se deslizaron por dentro, tocando mi culo con ansia, bajando poco a poco las prendas que me tapaban mientras yo iba soltando los botones de la camisa y la dejaba caer a un lado.

Se pegó a mí, besando y lameteando mi torso, la tripa lisa y dura, bajó a mi vientre que ya se iba animando, y ahí es cuando sentí otras manos en la espalda, recorrer toda, deslizándose despacio hasta el redondo culo y amasando casi con fuerza, disfrutando de mi cuerpo expuesto.

Era mi sueño, dos hombres tocándome mientras yo asistía impasible, quieto, dejándome, dándome cuenta de su deseo del gusto que les proporcionaba el tacto de mi piel, de su lujuria en fin, al sentir con sus manos el objeto deseado.

Entonces decidí que yo también quería, fui bajando hasta llegar a la hermosa polla de mi amigo que ya estaba firmes y dispuesta, la acaricié y la besé, le di lametones por todo alrededor, la chupé con los labios abiertos y la fui metiendo en la bosa, sintiendo su calor y la suavidad de la punta sedosa.

Se echó hacia atrás, hasta la cama donde cayó sentado, mientras yo seguía detrás de él con la polla en la boca y andando de rodillas para no perder el contacto.

Tumbado boca arriba quedó su polla enhiesta y roja, brillante de mi saliva, y esperando a que me colocase encima para disfrutar ambos. No esperé, de rodillas sobre la cama, cada pierna a un lado, busqué la forma de introducir todo eso en mi agujerito.

Una ayuda inesperada llegó desde atrás, la mano me abría los glúteos, y con la otra fue dirigiendo la polla del hijo hasta dejarla justo a mi entrada. No tuve mas que sentarme despacio, dejándome caer, mientras esa mano mantenía tiesa la polla para que no se desviara de su camino.

Llegué hasta el final. Sentía como la mano se iba retirando, dejando espacio para que acabase de entrar toda y al fin los huevos bajo mis nalgas avisaban de que ya no había mas que pudiese entrar, subí despacio, sintiendo el vacio, y bajé de nuevo, notando como se llenaba mi agujerito, mi tripa encontraba algo extraño allí dentro y el calor de su polla, me estremecía.

Poco a poco aumenté el ritmo, era yo el que llevaba todo el trabajo y lo fui haciendo a mi gusto, dándome el placer lentamente, sintiendo como mi excitación subía de tono con cada movimiento, la polla crecía dentro, desalojaba mi culito y volvía a entrar, y en eso unas manos me acariciaban la espalda, y otras me sujetaban de la cintura para que el ritmo decreciera, debía estar casi a punto.

Las manos de la espalda dejaron sitio a unos labios y se fueron, recorriendo mi pecho, bajando hasta encontrar mi polla. La agarraron con fuerza, masturbando con delicadeza mientras yo subía y bajaba despacio a punto de explotar. Un chorro de semen me inundó de repente y lo sentí golpeando en mi interior, justo en el momento en que esas sabias manos sacaban también todo y arrojaban como un surtidor todo sobre el pecho que aun exhalaba suspiros entre espasmos de placer.