Amante de los pies de mi madre

Era difícil no dejarse llevar por la tentación. Al verla tendida sobre su cama, cansada y dormida por el duro empleo que tenía, su hijo sintió cómo su verga y morbo crecían y se endurecían. Su madre vestía unas pantimedias negras y, debido al trabajo físico, húmedas. El muchacho se acercó silenciosamente a ella para observarla, acariciarla y luego bajar a sus piernas, tocándolas ligeramente y pasando sus dedos por la fibra de tela que revestía la depilada piel de sus muslos y pantorrillas. Él se arrodilló justo en frente de los pies de su madre, oliéndolos de cerca y no pudiendo aguantar las ganas de sacarse la polla para masturbarse. Entre sus intentos de acercar más y más su nariz para oler fuertemente los pies de su madre, terminó por chocar su rostro con ellos, pero su madre no se despertó.

Con timidez, él comenzó a tantear y a toquetear sus pies, apretándolos y luego masajeándolos. Escuchó, entonces, que su aparente dormida madre gemía del placer por los masajes. Alentado por las reacciones naturales de su mamá, el chico siguió masajeándolos y, aprovechando que tenía la polla fuera, rozaba con esta los pies de ella. Era su sueño hecho realidad, tan así que estaba por correrse. Al no poder simplemente venirse sobre los pies de su mamá, decidió tomar el calcetín sucio de ella más cercano y venirse enteramente en él. Había cumplido su deseo de aprovecharse de los pies de su madre.

2) Ir de compras con tu madre es para la mayoría de las personas un fastidio, algo tedioso, molesto y hasta vergonzoso. Pero para mí es un completo deleite, en especial cuando la acompaño a comprar nuevas zapatillas y tacones. Siempre la he acompañado a tales compras, pues es mi mejor momento para intimar con ella en la manera que realmente quiero relacionarme. Cuando llegamos a las tiendas, mi madre simplemente se sienta y yo me encargo de buscar las mejores zapatillas, zapatos, tacones y/o botas para su comodidad. Me ocupo de quitarle sus desgastados zapatos y de colocarle los nuevos para probarlos en ella. Cuando debemos esperar que el personal nos traiga la talla correcta, usualmente aprovecho para masajear sus pies ahí mismo, ella simplemente cierra sus ojos y disfruta.

Cuando me fijo ciertamente en que nadie nos esté observando, lanzó un o dos rápidos besos a sus pies, ya sea con calcetines o no, a lo que mi madre responde con una corta risa aguda y alguna frase como: “Ay, tontito…”. Me pone tan feliz poder hacer esto y no ser tratado de pervertido por mi madre… si tan solo supiera cuántas veces me he corrido en sus calcetines y tacones.

3) La terapeuta había propuesta un radical tratamiento para el hijo de aquella bella dama, quien se le había atrapado dentro del clóset de su madre mientras se masturbaba oliendo los sucios calcetines de ella. Su madre tendría que permitirle, tan seguido como él quisiese, masturbarse mientras olía, besaba y lamía aquellos desnudos pies suyos. La terapeuta pensó que aquel hijo eventualmente se aburriría y detendría su lujurioso comportamiento debido al exceso de placer, después de todo, no era el primer caso como este que atendía. Susan, la madre, claramente se mostró negativa frente al tratamiento, pero se obligó a intentarlo durante el tiempo mínimo requerido.

Ella pronto comenzó a dudar si el tratamiento iba a funcionar, pues veía cómo su hijo, sentado en el suelo de la habitación, estaba degustándose aquellos pies que hace ya varios minutos atrás salieron de la ducha. Era ya la sexta vez en todo el día que eyaculaba complaciéndose con los pies de su madre, oliéndolos y enamorándose de ellos más y más.