Como una foto puede cambiar una vida

Pilar, su foto y como cambió su vida.

La vida continuaba normal después de aquello reunión en grupo en la que Jenny y yo tuvimos nuestro affaire. Tras aquella noche de sexo desenfrenado nuestra relación cambió. No es que empezáramos a salir ni nada por el estilo, pero sí es cierto que nos escribíamos más y hablábamos más a menudo. Nos volvimos a ver en varias ocasiones en donde se desataron nuestras pasiones contenidas durante años pero con la claridad absoluta de que, aún queriéndonos mucho, cada uno debía tener su vida.

Un par de semanas después de aquella noche decidí tomarme unos días de teletrabajo. La suerte de estar en una empresa moderna, con unos jefes solventes y que además te den las opciones necesarias para que desarrolles tu trabajo en las mejores condiciones posibles fue una de las cosas que más me atrajo. La reacción de Laura, la jefa de mi sección, al comentarle lo que pensaba hacer fue simple – lo que tú veas, Izan. Solo avísame el día antes de si la reunión de los miércoles la vas a hacer presencial o por Zoom para poder tener preparados los equipos.-

Y dicho y hecho, ese viernes recogí las cosas y me marché con todo lo necesario para trabajar desde casa.

El fin de semana fue de lo más normal. Sábado de cervecitas y fútbol en el campo, con victoria incluida. Un par de copas por la noche y a descansar temprano. El domingo aproveché que hacía buen tiempo para salir a hacer senderismo por el monte y realizar algunas fotografías del atardecer. A la vuelta, ya bastante tarde, paré en un restaurante de comida rápida para comprarme algo y no tener que ponerme a preparar comida cuando llegara a casa.

– ¡Tú, picha brava! ¿Qué haces aquí?

Esa voz… ¿Jenny?¿Qué hacía aquí? Me di la vuelta y allí estaba. Pero no sola, había alguien con ella.

I – Niña, ¿qué haces? – le dije mientras me acercaba y le saludaba con dos besos.

J – Aquí, cenando con Pilar. Que como ya no me llamas ni para ponerme mirando a Cuenca, por lo menos comeré y me reiré.

I – Cómo eres… ¡Hola, Pilar! ¿Cómo estás?

Me acerqué a darle dos besos y al no levantarse quedé justo encima de su espectacular escote. Estaba bien. Muy bien. Se le veía por debajo de la camiseta azul que llevaba puesta un sujetador fucsia que mantenía bien juntitos y realzados su par de redondeados pechos. Al separarme su mirada me fulminó. No fue de molestia o enfado por haberle pegado un repaso a su escote. Mas bien fue de coquetería. Pero aquella mirada me desarmó.

P – Poniéndome al día con Jenny y todos los cotilleos.

I – Me dais más miedo las dos.

J – ¿Juntas o por separado?

I – uf… ambas. – reímos todos.

– Disculpa. ¡Disculpa! ¡IZAN!- gritaron a mi espalda.

– ¿Qué? ¿Perdón?

– Tu pedido, que llevo una hora llamándote.

– Que haría sin ti, Sonia.

– Conmigo tampoco haces nada – me dijo mientras me sacaba la lengua y guiñaba un ojo, lo que provocó más risas.

– Gracias. Nos vemos pronto.

Me despedí de las chicas y me marché a casa.

La noche transcurrió tranquila y, estando a punto de acostarme sobre la 1 de la mañana me llegó un mensaje de Jennifer.

– Acaba de dejarme en casa Pilar. Tenía ganas de verte. Me he alegrado un montón. A ver si nos vemos pronto y me cuentas cosas.

– ¿Ahora termináis? Vaya par… Ya verás que guay mañana el madrugón.

– Jajajajaja es que había muchas cosas que contar. Nos vemos guapo.

– Hasta mañana.

A las ocho y media sonaba el despertador. Tocaba la rutina diaria. Desayuné, como casi siempre, café y tostadas con aceite. Me fui a la ducha y me vestí con un pantalón vaquero, camiseta de manga corta negra y zapatillas. Que pareciera que iba a trabajar y que no era un día de descanso. Me planté delante del ordenador en el salón mientras ponía algo de música relajante en Alexa, conecté con el servidor de la empresa y venga, a la batalla diaria: revisión de los correos electrónicos, supervisión de las tareas realizadas durante el fin de semana por el equipo, correos de vuelta a mi supervisora informando de todo lo sucedido. Vamos, un lunes de los más normal, lo cuál era de agradecer. De vez en cuando cogía el móvil para hablar con alguien por WhatsApp o me levanta para picar algo. Así seguía transcurriendo el día sin muchas historias hasta que sobre las doce y media o así me llegó un correo de un compañero. Por lo visto había un problema con algún contrato de servicios y no daba con la tecla.

Comenzamos a cruzar correos pero no había manera de dar con el error, así que directamente le dije que me avisara cuando pudiera para conectarnos por videollamada y ver si podíamos gestionarlo. Y, unos diez minutos más tarde me estaba llamando y conectamos. Nos pusimos a darle vueltas a todo y no dábamos con la tecla. ¿Cómo era posible? Estaba en un estado de frustración enorme cuando me sonó varias notificaciones del WhatsApp seguidas. Inconscientemente tomé el móvil, a ver si así también me despejaba cinco segundos y lo que me encontré me turbó.

Era Pilar que me había mandado varias fotos. Pensando que serían de la guasa de la noche anterior con Jenny las abrí para ver que habían estado haciendo y quedé en shock. Eran sus tetas. Eran fotos de sus tetas sacadas frente a un espejo. En la primera aparecía su pecho reflejado en primer plano. Llevaba puesto un precioso sujetador de encaje de color rosa que hacía que sus pequitas resaltaran más aún. La segunda era parecida solo que Pilar se había inclinado hacia adelante y con sus brazos hecho presión sobre sus tetas haciendo que de juntaran y se le levantaran más aún. En la tercera aparecía con su mano izquierda sobre el pecho, retirando toda la copa y mostrando la totalidad de su pecho aunque con el dedo índice estirado se había tapado su pezón.

Empezaron a llegarme más mensajes.

– Jenny me estuvo contando ayer cositas jijijiji

– Yo ya sabía que te gustaban, pero no imaginaba tu obsesión por ellas, así que aquí las tienes. Todas para ti. Espero que las disfrutes mucho. Ya me contarás 😛

Me dejó absolutamente descolocado durante unos segundos hasta que Jose me devolvió a la realidad.

– ¡Izan! ¿Me has escuchado?

I – ¿Qué, perdona? Es que me han llegado unos mensajes de mi hermano y me ha descolocado.

J – Que ya está tío. Que los informes los tenía Lydia, de ventas, que por lo visto los habían mandado allí por error. Me los reenvía ahora y ya te digo algo.

I – Joder, menos mal. Gracias. Ya me vas diciendo.

Y desconecté. Desconecté de la videollamada, porque de los mensajes era imposible. Pilar me había mandado fotos de sus tetas para que me masturbara a su salud. Por la cara. ¿Que podía hacer? Pensé en escribirle a Jenny y decirle algo, pero tampoco había hecho nada malo. Es más, yo daba por hecho que Pilar sabía que me gustaban sus tetas. Coño, a todo el mundo le gustarían las tetas de Pilar. ¿Y lo del sujetador rosa? ¿Casualidad o premeditación?

¡clin! Mensaje.

– ¡Ah! Se me olvidaba. Me he tenido que escapar un rato del trabajo esta mañana para poder comprarme un sujetador rosa. Ya sé que es clarito y tú los prefieres fucsias pero no había. Si encuentras uno me lo regalas y… jijijijiji

¡Pero qué coño! Pilar me había mandado fotos de sus tetas, con un sostén que se había comprado exclusivamente para eso y ahora me estaba pidiendo que le comprara otro… Cogí el iPad y me descargué las fotos en él para poder verlas más grandes. Es increíble que no me hubiese dado cuenta. Las fotos estaban hechas en los servicios de mi antigua empresa. Obviamente, empecé a sentir un gusanillo interior que se movía por el estómago y llegaba hasta mi entrepierna. No había duda de que mi amigo estaba despertando y luchaba por trepanar los pantalones que lo sujetaban. Me quité los vaqueros y los boxers y vi como mi polla estaba en pleno esplendor. Joder, que tetas… fui al baño y cogí un bote de aceite corporal que solía usar, me eché un pequeño chorrito en la mano y me lo esparcí lentamente por toda la verga hasta dejarla bien lubricada, comenzando un pequeño sube y baja que iba desde la punta del glande hasta la base de mis huevos. Las fotos de Pilar iban pasando una detrás de otra en modo presentación mientras mi verga se iba estirando más y más y las venas se marcaban estando cada vez más hinchada. Se me pasó un flash por la cabeza. Tomé el móvil, acerqué mi polla a la pantalla del iPad y la coloqué encima en medio de sus tetas y saqué una foto. Retomé la masturbación mientras iban rotando las imágenes y mientras iba tomándome varias fotos… hasta reventé y salpiqué toda la pantalla con mi contenida lefa imaginando que, efectivamente, estaba descargando toda mi simiente en las tetas de mi excompañera. Tal fue la sensación que caí de espalda en la silla resoplando e intentando recuperar el aire. Observé el estropicio que había formado en la tablet mientras seguía la rotación de las tetas de Pilar. Cogí el móvil y realicé más fotos a ese increíble tributo. Cuando me recuperé limpié la tablet y todos los restos de semen que había por toda la mesa y decidí que ya había sido suficiente trabajo por hoy.

Después de comer me tiré en el sofá para ver una serie y me acordé (como si los hubiera olvidado) de los mensajes de Pilar. Agarré el móvil, entre en la página web Victoria’s y me puse a buscar algunos sujetadores tipo Bombshell que me gustaran, dejando al final la elección entre tres, todos en un color fucsia intenso y con bonitos encajes. De ellos, había uno que incluía un tanga con las tiras con pedrería. Lo seleccioné, pagué y solicité que lo enviaran a domicilio. Al domicilio de Pilar.

Pasé la tarde haciendo nada. Un rato de bici estática. Un rato jugando al FIFA. Nada. Era imposible concentrarme en absolutamente nada. Las tetas de Pilar iban y volvían de forma constante de mis pensamientos. Por no pensar mucho, pedí una pizza para cenar y seguía dándole vueltas a lo sucedido durante el día. ¿Había hecho bien en comprarle lencería? ¿Cómo se lo tomaría? ¿Me mandaría más fotos con él puesto o me lo devolvería? ¿Me llamaría para darme las gracias, putearme o decirme que era un acosador? Pero es que, al fin y al cabo, era ella quién me había mandado las fotos. ¿Y yo? ¿Y si le mandaba las fotos mías? Me fui a la carpeta de la cámara del móvil, seleccioné las últimas fotos en las que se veía mi polla y mi corrida sobre las fotografías y se las mandé. Sin texto. Sin información. Solo las fotos. No lo pensé mucho e imagino que de haberlo hecho me habría arrepentido. O no. Tenía la cabeza hecha un lío. Miré el WhatsApp y vi que las había visto. Tampoco me contestó. Solté el móvil en la mesa, puse una peli de fondo y me recosté en el sofá quedándome adormecido hasta que un sonido del móvil me hizo despertarme. Era un mensaje. ¿Sería Pilar? ¿Qué querría? Por un momento sentí un mal cuerpo increíble pensando en lo molesta, aturdida o violentada que se podría haber sentido con mis fotos. Abrí la app y vi que el mensaje era de Jenny. Las tres y cuarto. Menudas horas de escribir. A ver qué quería…

– Te voy a decir dos cosas muy claras. 1, Sabía que ibas a picar porque eres un guarro. Y 2, o pienso mandarte nunca fotos de mis tetas. Si quieres correrte en ellas solo tienes que venir y soltarme el lefazo que me merezco. tq guapo

Era increíble. Jenny era jodidamente increíble. No solo le había contado lo de las tetas a Pilar si no que, además, le había incitado a mandarme las fotos. Y sabiéndolo todo, no tuvo ni un segundo de enfado o celos, más aún, creo que incluso le excitó. No pude evitar acceder a su perfil de Instagram, buscar un foto del verano pasado en bikini, poner mi verga encima, sacarme una foto y mandársela.

– Gracias. La de hoy será s tu salud, guapo :p

Los días siguientes pasaron sin pena ni gloria. Era viernes por la tarde y no seguía sin mensajes por parte de Pilar. El miércoles tenía que haberle llegado el conjunto que le mandé y, de hecho, en la app de la empresa de mensajería aparecía como entregado. Era evidente que la había cagado. Igual, en algo que era un simple juego de cachondeo con sus fotos, yo había sobrepasado los límites de la confianza. Podría escribirle pero qué podía decirle. ¿Lo siento? ¿Te he molestado? o pasar directamente a un ¿Te ha gustado el regalo? Pero es que, por otra parte, se lo había contado a Jenny y ésta no me había dicho que le hubiera sentado mal ni nada por el estilo. Estaba hecho un lío. Voy a escribirle lo que sea, a ver que me contesta.

Estaba cogiendo el teléfono cuando me llego un Whats de Jenny:

– ¿Haces algo hoy?

– No, la verdad. Estaba dándole vueltas pero no tengo nada.

– Genial. Nos vemos a las 9 en el Consorcio para tapear y luego ya veremos.

– Venga, vale.

Eran las siete, tenía tiempo. Me metí en la ducha, me arreglé un poquito y me puse a hacer tiempo hasta que diera la hora. No iba a tardar más de unos veinte minutos, así que saldría con el coche sobre las ocho y media. Sobre las ocho y cuarto empecé a recoger las cosas para no olvidarme de nada. Las llaves, la cartera, el colirio…

¡Clin! Mensaje de WhatsApp. Esto va a ser para que no llegue tarde, ya verás. Abrí la aplicación y el mensaje era de Pilar. Tragué saliva y le di a abrir para ver qué quería.

P- Eres un cabrón. No me has escrito en toda la semana. ¡Ah ! Y sí, me llegó tu «paquete». No sé qué quieres que haga con él porque no me lo has dicho.

I – Lo siento, Pilar. Yo… no sé qué decir.

P – ¿Has quedado con Jenny a las nueve?

I – Sí.

P – Pues conmigo también, pero ya. Te mando ubicación y quiero que vueles.

I – Voy. – Volví a revisar que llevara todo y me llegó la ubicación de dónde estaba. Espera. Esto es… ¿me está esperando en el portal? Abrí la puerta y me encontré de frente a ella. Estaba muy seria, casi con cara de cabreo. Y aún así estaba preciosa. Se había maquillado mínimamente de manera perfiles de su triangular cara estaban perfectamente marcados. Sus labios. Unos labios perfectamente pintados en un color rojo que destacaban sobre todo. Llevaba un abrigo negro anudado a la cintura que le llegaba a las rodillas y unos altísimos tacones, igualmente negros y cerrados que le hacían un cuerpo mucho más estilizado de lo que ya tenía. Sus alargadas y delgadas manos sobresalían por debajo de las mangas portando varias pulseras de Pandora y la alianza, que aún se negaba a quitarse a pesar de su separación.

¡PLAF! Joder, esa ostia no la vi. Sin tiempo a reaccionar me empujó hacia el interior de la casa haciéndome que me sentara en el sofá.

P – Eres un gilipollas.- Joder, empezamos bien.- ¿Qué esperabas que hiciera con tus fotos? ¿Y la lencería?

I – Yo..a ver… Pilar… escucha… -balbuceé.

P – Ni escucha ni pollas, – me dijo mientras se desabrochaba el chaquetón- Si le regalas a una mujer lencería tienes dos opciones, avisarle de que lo has hecho y qué esperas a cambio o llevártela de compras y qie elija ella.

Su chaquetón abierto mostró lo que os estáis imaginando. Pilar llevaba puesto el conjunto de lencería que le había comprado. Dejó caer el abrigo por su espalda y, poniendo los brazos en jarra me espetó,

P – ¿Qué, te gusta?

I – Sí. Mucho. Al menos he acertado.

P – Pues claro que has acertado, pedazo de imbécil. Siempre has tenido muy buen gusto con estas cosas. ¿Sabes qué? – preguntó mientras acercaba su cara a la mía. Negué con la cabeza.- A mí me gusta más el azul. Me habría puesto éste para ti si me lo hubieses pedido después de comprármelo , pero si querías algo conmigo, y ya que te había mandado unas fotos de mis tetas para que hicieras un buen pajote, me podrías haber llevado a que eligiera yo.

I – Pero, Pilar, lo llevas puesto…

P – ¡Cállate, idiota! Pues claro que lo llevo puesto… – y, susurrándome al oído, me dijo- lo que quiero que te quede claro, que ya tiene pelos en los huevos, es que di una mujer se entera que que quieres correrte en sus tetas y te manda fotos, cojas y se lo pidas.

Y bajando entre mis piernas, quedó arrodillada ante mí, con sus manos en mi bragueta, su sonrisa maliciosa y su mirada de absoluto y desbordante deseo.

– Al menos la tienes bien gorda. Me gusta. – Y liberó mi miembro, que saltó como un resorte, mientras lo sujetaba con la mano.

– ¡Ah! Las manos quietas.

Yo no decía nada. No sabía ni que decir en realidad, estaba absolutamente cachondo pero la situación me había desbordado. Coloqué las manos en el respaldo del sofá y la dejé hacer. Jugó mi verga largo rato masturbándome hasta que, por fin, acercó su boca a ella con intención de metérsela entera. Llegué incluso a sentir su aliento cuando, a menos de dos centímetros de mi palpitante polla, cerró los labios, me miró, negó con la cabeza y dijo – no, hoy no te vas a llevar una buena mamada.- Levantó su cabeza mirándome a los ojos y acerco sus pechos, esos preciosos y deseables pechos hasta mi más que erecta verga, levantó el puente del sujetador e hizo pasar mi miembro por dentro, quedando atrapado entre su sujetador y sus tetas. Su mirada lasciva y su sonrisa malévola estaban fijadas en mí que, sobrepasado por la situación, estaba a punto de babear. Se agarró las tetas con las manos y comenzó un sube y baja lentísimo pero extraordinariamente intenso a todo lo largo de mi polla. El ritmo fue creciendo. Las sensaciones atravesaban mi cuerpo como mil descargas eléctricas desde mi miembro hasta la nuca. Mi cabeza cayó hacia atrás y mi respiración denotaba que mi cuerpo estaba a punto de explosionar. El corazón me bombeaba sangre a un ritmo acelerado. Estaba punto y… paró. La muy zorra paró justo cuando estaba a punto de correrme. Me quede mirándola con cara de incógnita.

P – ¿Tanto tiempo queriendo ésto y no vas a hacer ni una sola foto? – Agarré el móvil y le hice no menos de una docena de fotos en las que no solo se le viera bien las tetas aprisionando mi polla sino que también fotografié su preciosa carita. Sabedora de su poder sobre mí se dedicó a posar y a moverse para dar más juego al reportaje fotográfico. Retomó el ritmo. La suerte estaba echada. Quedaban apenas segundos para la gran explosión. Pegó dos sacudidas fuertes apretando más aún sus senos contra mi verga. Mi espalda se encorvó hacia atrás. Mis manos apretaron fuertemente el respaldo del sofá. Contraje fuertemente los dedos de los pies sobre la alfombra. Todo mi cuerpo se tensionó. Cerré los ojos con fuerza, arrastré mi cabeza hacia atrás, de mi boca salió un bufido como hacia tiempo que no lo hacia y mi verga lanzó descargas de lefa sobre los pechos de Pilar una y otra vez. Es imposible que recuerde cuántos fueron.

Minutos después (u horas, porque durante todo ese tiempo perdí la noción del tiempo) cuando recuperé el aliente abrí los ojos y miré fijamente a Pilar, que había retomado lenta y dulcemente la cubana que me había estado haciendo. Sonreía.

P – Esto no venía en el lote de hoy- comentó señalándose dos latigazos de semen que le habían cruzado la cara desde el mentón hasta la frente y ahora caían sobre sus senos desde la barbilla y la nariz. – Pero te perdono. Está rica. Anda, hazme una foto y mándamela, que tenga algo de material para pajearme cuando me apetezca. – Me reí. Le hice varias fotos y aproveché para mandárselas todas, incluidas las anteriores al móvil. Se retiró y se marchó al baño a limpiarse un poco. Cuando volvió yo aún estaba tirado en el sofá, con mi polla flácida colgando e intentando recuperar la respiración.

P – Sé que te ha gustado, pero ¿qué posición ocupo en el ranking de cubanas que te han hecho?

I – ¿Y esa competitividad?

P – Izan, que tonto eres. Todas las mujeres somos competitivas en el sexo. Y no me has contestado.

I – Pues la número 1. Sin dudas.

P – ¿En serio?

I – Sí. También te digo que es mi primera cubana. Pero eso no quita que haya sido brutal.

P – ¿La primera? ¡No te creo!

I – Tal cual.

P – ¿Te he desvirgado cubanamente hablando? Jajajaja

I – JAJAJAJAJA. Sí, podría decirse así.

P – Bueno, venga. Arréglate que Jenny nos estará esperando.

I – ¿Pero qué hora es?

Miré el reloj y eran tan solo las nueve menos veinte. Todo esto había sucedido en menos de media hora. – Sí que soy buena-. Dijo sonriendo y sacándome la lengua.

Me arreglé un poco, me perfumé y cogiendo todas las cosas salimos de casa en dirección al coche.

Continuará…