Cuando mi hermano se convirtió en mi hombre
Querido Diario:
No había podido dejar de pensar en mi hermano desde el día en que estuve con él, era imposible pensar en cualquier otra cosa, simplemente no podía y, como después supe en las palabras de mi hermano, el tampoco logró sacarse a su hermanita de la cabeza.
El pretexto llegó con la semifinal del mundial, pues me dijo que no quería ver el partido con papá, pues a veces se ponía muy necio, lo cual es cierto, así que me pidió que lo dejara verlo en mi habitación y que, aunque sabía que no me gustaba mucho el futbol, sería lindo que lo viéramos juntos, como hermanos. No tuve razones para negarme a tal petición y tampoco hubiera querido hacerlo, la sola idea de tenerlo conmigo, solos en mi cuarto, hacía que todo mi cuerpo se estremeciera.
La hora del partido llegó y él entró en mi habitación. No me extrañó que no llevara algo de comida, pues sabía que todo aquello no fue más que una treta, un pretexto inventado para que pudiéramos estar a solas. Ambos nos recostamos en la cama, era evidente que estábamos nerviosos, pero ello no nos impidió vestirnos muy ligeros para la ocasión a pesar del frío que había en casa. Los dos nos habíamos puesto shorts y una playera ligera, ninguno llevaba ropa interior pues sabíamos que solamente estorbaría a nuestros planes.
El partido avanzó pero él no hacía nada y yo no quería ser quien diera el primer paso, así que traté de incentivarlo un poco cuando coloqué mi cabeza en su hombro y le pasé mi mano por su pecho, tratando de animarlo a hacer un movimiento, pero el sonso estaba como una estatua, se había puesto muy rígido de todo el cuerpo,menos de la parte correcta. Pasados los minutos, me di cuenta de que si quería que pasara algo, debía ser yo quien lo iniciara, así que no esperaría un segundo más para que las cosas ocurrieran.
Levanté un poco la cabeza y lo miré, él estaba sonrojado, lo cual me dio algo de ternura. Le di un beso en los labios, un gesto tierno antes de sonreír y bajar mi mano a su miembro, el cual estaba ligeramente endurecido, aunque no tanto como para que se notara demasiado su bulto en su ropa. El sonreí de nuevo, mordiéndome el labio, acariciando su pene que cada vez era más grande, deleitándome con la sensación de sentirlo endurecer bajo mi mano.
Me acerqué de nuevo a él y mis labios encontraron los suyos, nos besamos, pero esta vez lo hicimos diferente, pues nuestras lenguas se encontraron y se estrecharon con gusto en un húmedo abrazo que añoraba ser infinito. Mis labios se desplazaron a su cuello, lo besaba y le daba algunos chupones que erizaban su piel, mientras su miembro se levantaba duro e imponente bajo mi mano.
Yo no quería esperar más, estaba ardiendo y mi vagina estaba humedecida, lista para dar la bienvenida de vuelta a mi hermano, para sentirlo dentro mientras mi boca expulsaba gemidos incontrolados, motivados por el placer que sentiría al coger de nuevo con él.
Metí mi mano dentro de su ropa y saqué su pene, lo miré por unos segundos, era tan hermoso, nunca me cansaré de decirlo. Me quite el short y me monté sobre mi hermano, moviendo mis caderas para que mis labios recorrieran el miembro de mi macho, haciendo que mi boca comenzara su sinfonía de gemidos, un poco apagados por mi mano, pues la familia se encontraba en la planta baja de la casa.
Tomé el miembro de Roco y lo dirigí a mi interior. La sensación de tenerlo dentro, sintiendo el calor de su verga, penetrándome, haciéndome nuevamente el amor; me hizo cerrar los ojos y dejarme llevar por la magnífica experiencia de ser poseída por aquel chico con quien había compartido una vida entera.
Mis caderas se movían con frenesí, tuve que tomar un un oso de peluche y morderlo para no gritar, para que mis gemidos se ahogaran entre las costuras de Teddy. Roco me quitó la playera, tomó mis senos y comenzó a acariciarlos; sentir sus dedos jugando con mis pezones fue la gota que derramó el vaso y me llevó a experimentar un nuevo orgasmo, bañando de mi esencia el miembro de mi hermano, quien ahora movía las caderas, obligándome a dar pequeños saltos sobre su pene.
Cuando la euforia de mi orgasmo terminó, Roco me atrajo hacia él, me quitó el peluche de la boca y me besó. Sentir su lengua jugando con la mía mientras me penetraba, fue un nuevo nivel de éxtasis que me hizo ahogar mis gemidos dentro de su boca, mientras él subía sus manos por mis piernas, acariciándolas hasta posarlas en mis nalgas y apretarlas con fuerza.
Nuestros movimientos de cadera se acompasaron al perfección, lo abracé del cuello y dejé que mis gemidos escaparan en susurros que estimularon su oído, haciendo que su dominio sobre sí mismo se cayera a pedazos, obligándolo a dejar de soportar todo lo que sus hermosos huevos contenían. Me tomó de la nuca y me besó de nuevo mientras sentía cómo su semen llenaba mi vagina, me aferré a él con los brazos y enredé mis piernas con las suyas mientras su semen escurría por los labios de mi entrepierna.
Nos quedamos así algunos minutos, abrazados, con mi cabeza recargada en su hombro, mientras él me sobaba las nalgas de una forma sumamente tierna, en caricias que no quería que terminaran nuca. Me levanté un poco y lo miré. Las palabras salieron de mi boca con autonomía cuando, sorprendida, me escuché decirle a mi hermano aquello que me había guardado durante toda la semana, algo que solamente tendría sentido al tener su miembro dentro de mi, estando desnudos, uno frente al otro.
Te amo.
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