Cuando termine en una posición indecente pero deseada

Elaine nació en república dominicana, allí su tío la dejó embarazada y por temor a lo que dirían sus padres y parientes emigró a Estados Unidos donde comenzó a trabajar con ayuda de unas primas y desde entonces ha vivido allí.

Tuvo a su niño, Ricardo, que hoy es un joven alto y apuesto, quiere estudiar medicina, pero su madre no sabe de dónde va a sacar tanto dinero para pagar la matrícula.

Al principio pensaron en pedir becas a diversas organizaciones del país, pero todas se las fueron negando por uno u otro motivo, con lo que la moral del joven fue deteriorándose y hoy en día piensa que sólo un milagro le dará la oportunidad de estudiar.

Una tarde se encontraba Elaine limpiando en la casa de los Clayton, donde trabajaba desde que comenzó a ser niñera de sus dos hijos, Nash y Amy. Por casualidades de la vida su hijo Ricardo estudió en el mismo colegio que Nash, por lo que desde su infancia son amigos y se llevan como hermanos, salvando las distancias económicas. Pues los Clayton tenían una posición verdaderamente desahogada en esos instantes, gracias al repunte del negocio del padre que vio como su fortuna crecía y crecía. Aunque él se sigue comportando como un padre más de la clase media norteamericana.

Aquella tarde Elaine limpiaba el despacho de Wayne, mientras este leía distraídamente el periódico.

— Señor Clayton, ¡hay que ver cuántos libros tiene usted aquí! —exclamó Elaine mientras pasaba el plumero por las estanterías.

— ¡Oh bueno si, me gusta leer! —dijo Wayne riendo.

— ¿Los ha leído todos?

— No, todos aún no, aunque los fui comprando porque quería leerlos, voy poco a poco —explicó el señor—. Pero por favor Elaine, te tengo dicho que me llames Wayne.

Elaine sonrió y siguió limpiando descuidadamente.

— Sabe qué, a Ricardo le han denegado la última beca que solicitó. El pobre está muy desolado porque quiere estudiar medicina y no vamos a poder pagarlos estudios.

— ¡Oh, cuanto lo siento Elaine, verdaderamente es una pena, porque Ricardo tiene talento! —se lamentó él.

— Claro que si Wayne, encima Nash ha conseguido ya que lo admitan en la facultad de medicina del Sacret Heart.

— Eso sin duda debe ser terrible Elaine, no me imagino lo triste que estará Ricardo.

En esos momentos Elaine estrujaba el trapo de la fregona y se disponía a pasarlo por el suelo para lo que se inclinó hacia adelante para hacer fuerza. Ahí fue cuando el padre de Nash se quedó admirando los preciosos muslos y el gran culo de Elaine, que si bien no tenía unos pechos generosos, como buena dominicana su culo era redondo, grande y muy bien proporcionado. Sin querer de su garganta salió un gruñido gutural.

— ¿Como dice Wayne? —preguntó Elaine girándose.

— ¡Oh no nada Elaine!

Esta le sonrió y siguió con sus tareas, pero el padre de Nash no cejó en sus observaciones.

— ¿Cuánto te pagamos Elaine?

— ¡Oh, pues unos mil! —balbuceó.

Elaine se sorprendió por la pregunta y pensó que le harían un aumento, a raíz de la conversación sobre los estudios de su hijo.

— ¡Oh claro, perdona mi ignorancia, pero esos temas los lleva mi mujer! —sonrió—. Estaba pensando que a lo mejor podíamos hacer algo con tu sueldo, ¿sabes?

— No se señor, le agradezco el detalle, pero creo que si no me duplica el sueldo no me alcanzará y creo que eso sería mucho pedir, ¿no cree?

Wayne quedó pensativo y tras un momento habló.

— Verás, lo que te propongo no debe salir de este despacho, tanto si lo aceptas como si no, en ese caso haremos como si nada, ¿me comprendes?

— Oh, no sé qué quiere decir señor, si no me explica —dijo Elaine confundida, aunque en el fondo sí temía lo que le propondría Wayne.

Este esperó unos segundos, dio unos sorbos de su güisqui con hielo y sólo entonces habló ante la tensa Elaine.

— Verás Elaine, ante todo soy un caballero y respetaré tu decisión. Pero yo te propongo pagarte otros mil al mes, siempre te los entregaré en mano y por adelantado.

Efectivamente, cuando Elaine escuchó la cifra tembló y supo por dónde iría su propuesta, por otro lado, pensó que con mil más al mes sí que podría pagar la universidad de Ricardo.

— ¿A cambio de qué señor? —preguntó alargando la última palabra.

— Voy a ser franco contigo Elaine, tienes un culo precioso, algo decididamente exquisito, como te puedes imaginar sería muy feliz de probarlo de vez en cuando.

Un tenso silencio se hizo entre ambos, Elaine estaba en lo cierto, siempre que hay dinero de por medio con un hombre era para una proposición indecente como aquella.

— Tranquila Elaine, no tienes que responderme hoy —rió Wayne tratando de quitar hierro al asunto—. Para que no te asustes, pactaríamos un máximo de cuatro encuentros al mes, a veces creo que no podré cumplirlos, por ejemplo, si estoy de viaje de negocios, aún así te pagaré lo estipulado.

Ella no podía creerlo, serían mil más al mes, a cambio de vender su cuerpo un máximo de cuatro veces al señor. También conocía las ausencias que solía tener debido a viajes y esto hizo que pensara que efectivamente no tendría que «cumplir siempre».

— Haremos una cosa más Elaine, para que veas que voy en serio te haré la primera entrega hoy mismo y mientras tú te lo piensas —le dijo mientras se levantaba y de una caja de madera cerrada con una combinación sacó un fajo de billetes y delante suyo los contó.

— ¡Y diez! —dijo extendiendo la mano y ofreciéndole un caro abanico de papel.

— ¡Oh señor, no puedo aceptarlo! —exclamó Elaine temerosa.

Wayne se puso detrás y la cogió por los hombros desnudos de su uniforme sin mangas.

— Vamos mujer, tú cógelos y piénsatelo, si mañana vienes y me dices que no, toma esto como una ayuda para los estudios de tu hijo, ¡sin compromiso! ¿Está claro?

Elaine recibió los billetes en la mano y notó como le temblaba todo el cuerpo. Sintió como la nariz de Wayne aspiraba su perfume y salía de detrás suyo, pero a modo de recuerdo se permitió pasear su mano por su culo desde atrás hacia adelante, rozando la tela de su falda.

Wayne se sentó detrás de la mesa de escritorio donde leía y tomó otro trago de güisqui. Ella aguardó sin saber qué decir y él esperó paciente a que esta se decidiese a hablar.

— Solo cuatro veces —afirmó con voz temblorosa.

— Solo cuatro veces —se reafirmó con voz serena.

— Bueno, podemos probar por un mes y si no me convence, ¿lo podemos dejar?

— Por supuesto Elaine, pero quiero que te quede claro que serás mi amante y si mi mujer llegase a enterarse de lo nuestro tanto tú como yo lo perderíamos todo, ¿lo has entendido?

— ¡Oh sí, claro!

Elaine se guardó el dinero dentro del sujetador, pues no quería dejarse aquellos billetes en el uniforme cuando se cambiase y se fuese a casa aquella noche.

— Bueno Elaine, puesto que parece que tenemos un acuerdo yo me preguntaba si podrías girarte y enseñarme sólo un poco ese culo exquisito tuyo.

— Pero señor, ha dicho que podía pensármelo —dijo Elaine nerviosa.

— ¡Claro, claro, hoy no haremos nada sólo me gustaría que me enseñaras algo de ese cuerpo tuyo, tómalo como marketing de tu producto! Antes de terminar sí te pediría que empezaras a tomar la píldora esta misma noche, pues no sabemos cuándo tendremos oportunidad de hacerlo y no quiero que te quedes embarazada, ¿lo entiendes verdad?

— ¡Claro, claro!

Wayne se quedó mirándola con los codos apoyados en la mesa y las manos levantadas con los dedos entre cruzados mientras su barbilla se apoyaba sobre éstos.

La mujer dudó unos segundos, pero finalmente en la tensa situación pareció sentirse empujada a dar algo cambio del dinero que había recibido. Así que se giró y dándole la espalda cogió la fregona, se inclinó exagerando mucho la pose y levantó su trasero.

Wayne pudo ver sus muslos en todo su esplendor y una pequeña porción de sus bragas blancas, en contraste con el negro de su uniforme y su marrón como el azúcar.

— ¡Oh Elaine esto es maravilloso! ¿Ves como no pasa nada?

Elaine se giró y le sonrió, siguió pasando la fregona y ahora de frente se agachó y mostró su canalillo donde Wayne pudo apreciar la profundidad de este entre sus pechos morenos.

— ¿Te levantarías la falda para este viejo verde?

Cuando Wayne lo pidió, dudaba si ella obedecería, pero efectivamente Elaine se subió tímidamente su uniforme y sus braguitas aparecieron curvándose hacia dentro de sus muslos. En el centro Wayne apreció un leve pliegue en la tela, que marcaba el inicio del surco de su vagina.

Extendiendo su mano, Wayne sacó un dedo y apuntando hacia abajo lo hizo girar trescientos sesenta grados. Ella entendió la señal y con la falda levantada se giró y dio una vuelta completa. Entonces él quedó complacido y sonrió.

— ¿No hay algo más para mí? —preguntó Wayne.

Elaine pensó unos segundos y entonces se desabrochó su uniforme y mostró sus senos a Wayne, cubiertos por el sujetador blanco que llevaba parecieron turgentes y de tamaño mediano, sin duda destacaba más por su culo que por sus pechos.

— ¡Espléndido! —aplaudió Wayne.

Entonces ella introdujo su mano y sacó uno de sus pechos y lo mostró desnudo ante Wayne, este quedó suspendido sobre el sujetador y ella se chupó los dedos índice y pulgar y se acarició el pezón hasta ponerlo duro.

— ¡Eres fantástica Elaine! —siéntate delante de mí y solamente permanece con una pierna levantada y ese pecho fuera, no tienes que hacer nada, sólo mostrarte para mí. Yo haré el resto debajo de mi mesa, como te prometí hoy no te tocaré, pero al menos tu dejarás que te vea mientras me toco, ¿de acuerdo?

— De acuerdo —contestó lánguidamente tras sopesarlo un instante.

Bajo la mesa Wayne ya empuñaba su miembro y frente a ella, Elaine estaba sentada en una silla cómoda con tapicería de cuero, su pierna estaba levantada y se apoyaba en la silla gemela a su lado, mientras ligeramente girada mostraba su pecho desnudo con su pezón puntiagudo y más negro y su pequeña areola que lo circundante de color más oscuro que su piel, pero algo más claro que su pezón.

Algo curiosa Elaine observaba cómo el brazo de Wayne se movía y de vez en cuando asomaba levemente la punta de su glande por encima de la mesa mientras este agitaba su verga con frenesí.

— Vamos Elaine, un poco más, sólo acaríciate encima de tus braguitas con un dedo, sólo eso —agregó a su petición el excitado señor que tenía en frente.

Una vez más Elaine obedeció y sensualmente se chupó un dedo, lo bajó y lo colocó encima de su raja, paseándolo por esta, haciendo que su surco se marcara más en sus bragas. Luego los subió y lo chupó de nuevo, para ahora simplemente con el índice acariciarse su pezón y dar pasadas circulares en torno a su areola.

La excitación era compartida, Elaine lo cierto es que se estaba poniendo cachonda, pasando del nerviosismo a la excitación del momento. Cuando llegase esta noche a casa tendría que aplicarse para calmar su sed de sexo.