Intercambio con personas con mi esposo

PROBABLE QUE POSPONGAMOS MI REGRESO.

Este relato, continuación de los dos anteriores, va a ser uno de los que yo más recordaré con cariño. Lo he ido escribiendo, parte en nuestra casa en Quebec, después en un café mientras esperaba y ahora continuo, hasta llegar, escribiéndolo en el avión, o hasta que me quede dormida. El tenue olor de la chamarra de gamuza que me obsequió Isaías, junto con el aroma de su loción, me dan mucha inspiración. Voy muy cansada después de las últimas noches que pude dormir un poco. Espero les guste como a mí.

Anoche, al repartir en sus domicilios a nuestros colegas, o mejor dicho cómplices, Candy, la chica maquillista que se unió a nuestras locuras, propuso que asistiéramos Nely y yo, éste próximo martes, al otro club de strippers, del Oscar, el dueño del club al que asistimos y en donde ella trabaja en las noches como maquillista de todas esas chicas que pretenden actuar y ser admiradas.

Mi vuelo de regreso ya se había pospuesto hasta que hubiera espacio, parecía que hasta después del martes, pero Charly, el chico muy guapo, güerito, que trabaja en el club prometió tratar de conseguirme un lugar en un vuelo. Inicialmente lo buscaría para que yo tuviera espacio el martes, pero con eso de la tentación que nos metió Candy, de actuar el martes en el otro club en el que los martes era día de mujeres, sería mejor para salir hasta el miércoles. Horacio tenía la palabra definitiva, no sabíamos si Fredy le permitiría a Nely.

Horacio no me dio razón, pero me aconsejó investigara primero, cómo era ese local, así que llamé a Candy.

Para explicarme de qué se trataba el asistir a ese otro club, le pedí me explicara:

“Amiga, no sé cómo ves a las personas de color, si te caen te diré que en ese lugar hay veces que Charly y John actúan junto con un par de ellos. Asisten muchos latinos, muy pocos negros. Yo los quiero mucho, son muy gentes conmigo y es por eso que a falta de personal yo me ofrezco. Necesitan chicas que sean ya expertas, así como ustedes dos. Sí hay bailes africanos, y hasta las levantarían, pero antes las ejercitarían, pero fuera de jaloneos y aparentas cogidas en el escenario, todo es igual.”

“Ahora sí, chéquenle cuáles son sus sentimientos frente a los chicos de color que ustedes tendrían que simular entre besos y cogidas, y lo más importante, enfatizar que las asustan porqué las tienen muy grandes y que ustedes se las comerían de todas maneras. Al final, una vez una mujer canadiense ofreció mucho dinero si la dejaban ver que la chica se tragaba todo ese pene, pero ha sido todo lo diferente.”

“Asisten muchos señores, pagan por el espectáculo y por la bebida, pero no son de la mejor clase. No tengas miedo, no hay peligro. Pero confírmame tus sentimientos respecto a los negros.” Así me puso al tanto.

Platiqué con Horacio y le dí todos los pormenores que Candy me había mencionado.

“Son negros, ya me dijiste. Son iguales a nosotros, pero nunca me has dicho lo que sientes por ellos, una cosa es tenerlos de amigos y otra es tenerlos adentro. Tú dime si quisieras actuar. Conozco tus pensamientos y entre ellos está llegar a acostarte con alguno, considerando que con seguridad sabes que la pueden tener a tu exquisito gusto especial. Si quieres ve, te llevo y te recojo, como siempre lo he hecho. No siento bien quedarme y desvelarme sin beber una copa, pero ve y me platicas. Ya sabes que en el fondo, siento bonito y si me vas a hacer que le saque brillo a mi cornamenta, lo haré con gusto, por ti. ¡Me va a dar gusto!” Fue la respuesta de Horacio.

Le platiqué a Nely, su marido no estaba muy de acuerdo, esperaba saber lo que Horacio opinaba. Ya le dije y le mencioné lo de la cornamenta.

“¿Qué le mencionaste que te acostarías con alguno de ellos, o por qué te dijo de la cornamenta?” Quería saber Nely.

“¡No, él dice que me conoce, como quién dice él cree que voy a terminar acostándome con alguno de esos chicos del bar, o club! No creo, no es mi plan. Pero yo estoy hablando por mí, tú dime que piensas, ¿qué te argumenta Fredy?”

“Si le platico todo, omitiéndole lo de la cornamenta y de lo cusca que eres, creo que lo tengo asegurado. Él insistiría en asistir, pero creo eso no nos estorba, al contrario, lo provocaríamos más y tendríamos el chofer a la mano, para el regreso. Malo si nos sale alguna movidita.”

“Bueno, a Charly le pediré me asegure un asiento para regresar hasta el miércoles. ¿Tú le entrarías a coger con uno de esos chicos negros, de cabo largo?” Le pregunté.

“No sé en dónde queda Cabo Largo, pero me imagino es un lugar de donde vienen chicos con penes largos.” Opinó, ingenuamente.

“¡Hay chica! La expresión Cabo Largo es para decir que tienen una reata larga, y una reata quiere significar un pene, pero como sea, lo que te pregunto es si te gustaría saber lo que es tener un pene muy grande dentro de ti. Puede ser que más grueso y largo que el de Troy.” Le dije.

“¡No me tientes, ya con la emoción de un interracial estoy que no puedo esperar, ahora imagínate que sueñe con meterme su cabo largo! ¡Qué rica sensación, su piel ha de ser lisita, suave, como de mujer! Ya la siento rozando mis labios, mi conchita.” Terminó diciéndome, pero aún faltaba la anuencia de su marido, espero no vaya yo a tener que convencerlo, Nely tenía que acompañarme, yo podría ir sola y ver que me pasaba, seguro algo novedoso, algo que valiera la pena la ausencia de mi trabajo en casa, pero la deseaba me acompañara.

Llamé a Candy y le confirmé nuestra asistencia, “Iríamos las dos. No te estorbamos tus planes?” Le pregunté.

“No, porqué me estorbarían, en todo caso siempre asisten los tres amigos juntos, uno para cada una, lo que sí hay que pensar es en qué lugar nos podríamos recluir después de las actuaciones.” Buena pregunta. No sabíamos si después de la actuación íbamos a tener oportunidad de estar con ellos.

Lo consulté con Horacio, me sentía un poco desvergonzada pues le estaba diciendo, claramente, que mi intención era de terminar cogiendo con alguno de ellos. Lo peor fue su respuesta, me causó más pena, propuso que nos fuéramos todos a nuestra casa, que él se iba a dormir a la casa de Nely y Fredy, que con gusto, sin decirles la razón, wtaba seguro de que accederían. Fredy se enteraría y sería el otro problema de disfrazarle los cuernos que le colocara su mujer.

Todo parecía que quedaba listo. El resto del domingo y el lunes la pasamos muy bonito, los dos solos recordando y fantaseando lo que he ido escribiendo en mis relatos, que él es mi mejor admirador. El lunes él fue a trabajar y llegó muy contento a reunirse conmigo.

En la nochecita se aparecieron Nely y Fredy, sin avisar. Me imaginé que venían a comentar sobre la nueva aventura a la que nos íbamos a enfrentar. Su mujer, igual de caliente que yo, y yo misma. La plática fue maravillosa, todo fue comentado en el mejor de los términos.

“¡Me escribes todos los detalles de tu cogida con los chicos negros. Ya sabes, con todos los detalles sin omitir cómo se los mamaste, ni qué les hicieron Nely y Candy. Ya le contaré a Fredy lo que me escribas!” Me decía mi marido, pero Fredy le pidió copia fiel de lo que yo le contara, sin omitir lo de su esposa.

“¡Claro, ella te dirá todo, pero yo también te contaré y tendré que poner en práctica contigo lo que con ellos aprenda!”

La hora acordada para asistir al club era a las 9 pero Nely y yo llegamos por nuestro lado, a las 8 y media, al rato también llegó Candy.

“¿Listas y bien calientes?” Nos preguntó Candy.

“Todo va a ser como en el otro club. Yo las maquillo, mientras tanto ustedes se ponen de acuerdo con los chicos.” Nos explicaba y en eso llegaron los tres muchachos negros, jóvenes, entre sus 25 y 30 años, bien parecidos, vestidos muy elegantes. Solo uno de ellos tenía un tatuaje en la pantorrilla, el más bajito. ¡Qué hermosos ejemplares!

Nos presentamos y tanto ellos, como nosotras nos revisamos de pie a cabeza. Nadie hizo comentarios, ellos no quitaban el gesto de seriedad, o a lo mejor de desacuerdo.

Los desvistieron y les dieron esos calzoncitos de látex para que con ellos actuaran y también les dieron una especie de suspensorios, para que sus penes les quedaran protegidos. Como estábamos distraídas en el maquillaje, no pudimos darnos cuenta de sus penes, ya de por sí muy famosos. Candy nos hacía señas y muecas para que se los viéramos, pero no nos daba tiempo, así que Nely y yo íbamos desconociendo esa parte del armamento que tendríamos que vencer.

Íbamos a salir a escena, pero los chicos estaban con más miedo y cobardía de la que nosotras tuvimos la primera vez.

“¡Ven, aparezcamos abrazados, de repente tú me abrazas por detrás y me aprietas fuerte mi pecho y me sobas los senos, hacemos movimientos cogiendo y ya verás, de ahí todo lo que sigue vendrá solo!” Le expliqué.

Teníamos acordado que me iba a levantar subiéndome una pierna, una posición que a mí me encanta. Me levantó, le sobé su pene, se le notó muy fuerte su erección, el público, la mayoría señoras, lo notó y empezaron a gritarle cosas bonitas, emocionadas por la presencia de ese abultamiento y hasta a mí me decían cosas eróticas y peladez y media, yo me esmeraba en que aquel me tentaleara más, excitaba a todos. Nos abrazamos, yo le quedaba muy abajo, él me sobrepasaba por bastante. Quedamos abrazados, su pene acariciando mis pechos, mientras tanto Nely entró con su pareja, bailaba, se alejaba de él, volvía se abrazaban y besaban muy fuerte, él le acariciaba sus pechos y su espalda, ella le sobaba sus nalgas, eso provocó más griterío entre las asistentes, las emocionaba que Nely se las apretara. Lo más tremendo fue cuando ella quedó detrás, de rodillas y le mordió una nalga pero con una mano lo jalaba para tener mejor agarre de su trasero. Ya los dos chicos sonreían un poco y se les empezaba a sentir más relajados.

Seguíamos mi chico y yo, él me levantó, me puso de cabeza, mi boca a la altura de su bola, yo lo agarré de sus nalgas, abría la boca e hice como que me comía su paquete, él tenía mi vagina a una muy buena altura e hizo como que me metía la lengua. Rápidamente llevé mi mano a mi entrepierna, hice a un lado el tiro del calzón y dejé que en la siguiente maniobra él sí me pudiera lamer mi conchita. Yo no me dejé así nada más. Abría mi boca y sobre su calzón, le mordía suavemente su pene que ya estaba muy erecto y mostraba un tamaño sumamente atractivo.

Nely hacia también unas pequeñas piruetas y entre los dos, además de esos besos idílicos, él le desprendió el brasier, ella, con una mano se lo detenía, pero al acercarse a mí se lo desprendí y su pareja aprovechó lo mejor del espectáculo, la mamaba o se lo besaba a cada vuelta, sus manos las tenía ocupadas en su trasero que le apretaba y jaloneaba como para lograr meterle su pene, que aún permanecía bajo el calzón, más profundo.

A mí me bajó el chico, me cargó como muñeca, me bajó un poco el calzón, lo que éste deseaba era iniciar una cogida real conmigo, porque me introducía, primero uno de sus dedotes, luego la lengua. Todo frente al público, yo buscaba fuera lo más discreto, antes de que el gerente parara el espectáculo y nos corriera, pero no, él estaba de pie hasta atrás de las mesas, reía y aplaudía.

En el intermedio que tuvimos que hacer, el gerente vino a nosotros cuatro. Creí que nos iba a despedir, pero su reacción fue felicitarnos y agradecernos.

El espectáculo continuó. Candy, la maquillista no había aparecido ni el tercer chico. Ella vestida de calle, con pantalones. Él sí, preparado para salir a escena. Los chicos que estaban con nosotras entendieron y ayudaron a sacar de los camerinos a esas dos figuras.

Alguien del público gritó “¡Mucha Ropa!” y se hizo eco. Con mucho cuidado, entre Nely y yo fuimos desvistiendo a Candy frente al público, cuando solo le quedaban sus pantis y su brasier, el chico que le correspondía, la levantó, por un lado le fue bajando los pantis, ella se defendía, entre Nely y yo la cargamos y le sacamos esos pantis feos que llevaba, su hermosa cabellera negra salió a relucir. Entre los tres chicos la cargaron, la rodaron dejándola boca arriba, ella hacía como que se rebelaba, pero con movimientos muy sugestivos. Su chico la recibía de sus hombros y la besaba, ella se le acurrucaba y le mordía los labios, su chico no protestaba.

Ya el espectáculo se estaba convirtiendo en ‘show pornográfico’. Terminamos y recibimos una cantidad enorme de propinas, además de los aplausos. El gerente, Oscar estaba muy complacido, había sido una noche muy productiva gracias a nosotras tres.

Fue después del espectáculo, ya en los camerinos, que conocimos a nuestros compañeros, el primero, el que fue mi pareja se llama Isaías los nombres de los otros dos eran Farid y Shakir, complicados y difícil de memorizar, pero muy decentes y comprendieron su labor muy bien. Les conseguimos un puesto muy bueno.

Nos vestimos, hicimos plática. Nely sí llevó su inicio de relación muy bien, se besaron, y fue seriamente, nada simulado. Parece que también Candy ligó bastante bien, más que ellos se seguirán viendo, y yo, con el chico que escogí también ligué, él fue el que me propuso continuar la velada en privado, también me besaba, pero más me besaba en mis pechos, esos pequeños que encontraron a un admirador de pechos de ese hermoso tipo en su país, él los ha de conocer enormes, probablemente hasta más ricos.

Por la hora, todos deseábamos comer algo. “En un hotel, o en motel no nos aceptarían, vamos a mi casa y pedimos nos lleven pizas, que es lo que aún tienen abierto.” Fue mi propuesta. Le llamé a Horacio para avisarle que íbamos a ocupar la casa, y que también íbamos a pedir unas pizas. Él se encargó de las pizas.

Al llegar a mi casa estaban entregando las 6 pizas solicitadas, las pagué, les dí la bienvenida a mis amigos y los pasé. Habíamos llegado en un solo taxi, así que muy apretados, aunque era una camioneta pequeña.

Repartimos platos y cubiertos, pero olvidamos la bebida. Yo tenía un envase de jugo de piña, grande, unas botellas de ron, lo mezclamos y así tuvimos nuestras piñas coladas. Después de devorar las pizas y saciar algo de la sed, con mucha cordialidad lo agradecieron.

“¡Ya no se permite seriedad, estamos aquí para divertirnos con alegría! ¡Siéntanse libres y hagan con nosotras lo que les guste!” Les dijo Nely, ellos entendieron y pusieron otra cara.

“¡Vamos a bailar, ustedes nos enseñan algún baile y después nosotras bailaremos para ustedes! Un problema, para que ellos bailaran necesitaban música y mujeres con las que hicieran pareja. El más joven comenzó a golpear en la mesa un ritmo y así ellos se movieron y nos invitaron a que les copiáramos. Nos divertimos, haciendo como que sí bailábamos y luego Candy los puso a bailar cumbia, lo hacían muy bien y bailábamos cada vez más apretaditos, les gustaba y se movían, en eso me quité la blusa del vestido de satín, mi pecho con brasier quedó al descubierto. Todos estábamos acalorados por el ejercicio, así que sin decir palabra les fuimos retirando sus camisas y nosotras descubriéndonos cada vez más. Nely llevaba un vestido completo, así que después de Candy, que se quitó el pully blanco que llevaba y quedó en brasier, su chico le subió el vestido y se lo sacó por la cabeza.

A ellos ya los habíamos desvestido, solo les quedaban los calzoncillos y nosotras tres con nuestras últimas dos prendas. ¡Aquí fue cuando ni ellos, ni ninguna de nosotras respetó la etiqueta, nos abrazamos, nuestros respectivos pubis se rozaban entre sí. Aquí fue cuando me dí cuenta de lo hermoso de las caderas de Candy, su pubis se le veía un poco abultado, con vellos negros, que después confirmé.

Discretamente fuimos apoderándonos de sus penes por debajo de sus calzoncillos y las tres gozábamos tener a la vista, o, mejor dicho, a la mano esas preciosidades. Les arrancamos sus calzoncillos y después de admirarles sus magníficos implementos, cada una se dedicó a aprovechar esta maravillosa oportunidad.

Fuimos hacia mi recámara, la cama de nosotros es muy grande. Isaías y yo nos apoderamos de una parte, mi almohada nos quedaba muy bien como ayuda para acomodarnos, al jalarla debajo estaba mi neglige que salió a relucir, uno color azul claro, claro muy translucido. Él lo levantó para admirarlo, lo vieron los otros y Candy lo pidió para posar con él, colocándose esa prenda íntima mía encima de su cuerpo.

“¡Póntelo, quiero ver cómo te ves con él!” Me pidió Nely, Isaías también deseaba vérmelo. Me lo puse, me sentía adorable, así que me lo dejé puesto, iba a ser por un rato solamente. Isaías, y los otros chicos, se emocionaron. Yo me sentía adorable, pero ellos me veían de alguna manera que a todos excitaba muchísimo ese neglige que yo no le había puesto mucha atención y que muy pocas veces usaba. Así que me lo dejé puesto durante todo el tiempo, ya me lo quité cuando fui a asearme, en la mañana, ya después de una, creo, tercera sesión con los chicos.

“¡Que hermoso pene tienes! ¡Me encanta, está lisito.” Le dije.

“¿De veras te gusta? ¿No es muy grande?” Me preguntó. En verdad sí es muy grande, se le veía ser el más largo de los tres. Recordé los que yo ya conocía de superdotados y decidí, mentalmente, que es muy parecido al de Greg en tamaño y me llenó de alegría y esperanza ¡Entonces ese sí me lo puedo dejar entrar totalmente! Me dije a mí misma. Lo lamí lo más que pude. Probé engüírmelo, aunque yo sé cómo dejármelo entrar hasta la garganta cualquier longitud, pero ni con la de Greg, en aquel entonces, ni la de éste Isaías logré pasar mi récord, pero lo disfruté enormemente y él gozaba, me empujaba la cabeza para que me entrara más su preciosidad, pero tenía su límite y yo ya presentía una descarga muy pronto. Me bajé y le chupé los huevos, él feliz, me levantó y me recostó en el sofá, me quitó el brasier y los pantis.

Se puso como loco a succionarme los pechos, lo hacía con tanta fuerza que parecía becerro mamándome, nunca antes ninguno de mis amores había llegado a mamarme con tal fuerza. Abría su boca lo más grande que podía y ayudándose con sus dos manos me los levantaba haciéndomelos más grandes, sellaba sus labios sobre mi piel, succionaba, se metía a su boca lo más de mi carnita que le cupiera, con la lengua me acariciaba los pezones. Me abrazaba con mucha fuerza para lograr comer más de esa carnita suave de mis pechos que yo le estaba ofreciendo. Yo lo acariciaba en su cara, animándolo a que continuara, me estaba haciendo pasar una excitación para mí, hasta entonces, desconocida. No sé de otras mujeres, pero si hubiera continuado yo sí habría llegado a un orgasmo provocado por ese tratamiento a mis senos.

Continuó mamándome por bastante tiempo, pero sus manos bajaban y me tomo por la cintura, me levantaban un poco y cuando se desprendió de mis senos, bajó su cabeza. Lentamente me iba lamiendo mi vientre, mi ombliguito y llegó hasta mi monte de Venus. Me mordisqueo suavemente mi pubis y me pasaba el dorso de su mano, y luego su lengua sobre mi pubis. “¡Hermoso, Hermoso!” repetía. Pensé que seguiría bajando y ya me hiciera sentir lo que yo esperaba.

Aunque él me lamia mi vagina yo esperaba sentir su pene. Me enderecé y lo recosté para disfrutar un poco de su preciosidad.

“¡ENORME Y HERMOSO! No dejo de vérselo así y eso me lo tengo que engullir completamente. ¿Cuánto me cabrá? Ésta es una oportunidad única. Tengo que gozarlo todo dentro de mí. Pero en eso él me volteó de panza, me abrió las piernas y metió su cabeza entre mis nalgas. Me lamió el ano, me lo dejó lleno de su saliva. Yo no deseaba que me fuera a meter su enormidad por atrás, tenía miedo de que lo fuera a intentar, pero afortunadamente solamente me golpeaba como con un garrote flexible sobre esa región con toda la extensión de su pene.

Me tomó de las caderas, me levantó ligeramente, quedando mi colita algo levantada. En eso ¡ZAS! Que me da una nalgada muy fuerte, raro en mí, esta vez sí sentí el dolor pero agradable. La punta de su pene se me movía de adelante, mi vagina, para atrás, a mi ano. Me depositaba más saliva, pero aún no iniciaba metérmela yo ya estaba desesperada esperándolo.

Me volteó de nuevo boca arriba, me abrió las piernas y volvió a solamente pasarme su glande por encima de mis labios y de mi clítoris, que lo sentía pasar con desesperación. Yo ya me iba a venir, pero no quería sin antes haberlo sentido muy adentro.

Se inclinó, me chupó nuevamente mi vagina y me dejó más de su saliva ahí dentro y también más en mí ano.

“¡Ay manita! ¿Te vas a dejar entrar todo ese monstruo?” Me preguntó Nely repentinamente, yo creía que ya a ella la habían pasado por el arma, o sea que ya se la habían cogido, pero no. Se acercó y me dijo que ella también tenía miedo y esperaba mi reacción.

“¡Claro! Se lo tengo que guardar todo adentro de mí.” Le contesté. Ella, por curiosa, me abrió los labios de la vagina y me puso más saliva, se enderezó y quedó a la expectativa. Su compañero la abrazaba por la espalda también esperando ver lo que me iban a meter, y además, cómo lo iba a hacer.

Sin emociones Isaías se decidió, al fin, ya a iniciar metérmelo. Me levantó la orilla del neglige, que aún llevaba puesto y primero acariciaba mis labios con su glande que yo sentía que se me movía sobándome todas las paredes de mi vulva. Sentía la fricción suave al deslizarse el pene, lentamente, dentro de mí.

¡No te detengas, SÍGUELE! Le gritaba y él seguía, aunque no muy lentamente, pero con la desesperación y las ansias que yo sentía, me estaba pareciendo una eternidad, sin embargo, recuerdo muy bien, él seguía. Las otras parejas nos observaban. Ellos ya deben de saber lo que me están haciendo, ellos también la tienen grande, ¿Qué esperan? ¡Ya cógenselas! Pensaba, me distraían en mis sensaciones que en ese momento yo gozaba con mi hombre.

“¡ENTRENLE YA, SIN MIEDO!” Les decía.

“¿Estas bien?” Me preguntó Isaías.

“¡Sí mi amor! Tú síguele metiéndomela, estoy sintiendo muy rico, UN POQUITO MÁS ¡POR FAVOR!” Le dije y siguió. No sé cuánto más, yo sucumbí a un orgasmo precioso. No sé qué hice. El efecto de ese orgasmo disminuyó y me preocupaba lo que mi Isaías había sentido, pero, aparentemente aún no se había venido y seguía su pene bien rico, paradito y creo que toda esa enormidad dentro de mí. Yo reiniciaba moverme, me monté sobre su pene, él ya boca arriba. Isaías se movía al unísono conmigo, teníamos un ritmo parejo, después de unos momentos, él empezó a darme muestras de su muy próxima venida.

¡Ahora es cuándo yo lo tengo que complacer! Pensé. Le tengo que prolongar el tiempo de la llegada de su venida y así lo hice. En unas tres ocasiones en que casi se venía, yo le detenía y así tardó en venirse explosivamente.

Fue cuando mi neglige se le enredó en la cara que sí se vino, su clímax lo había alcanzado, pero aún no terminaba. Lo seguí sintiendo, montándome, él seguía diciendo que se estaba viniendo, y materialmente rugía, hasta que se dobló sobre mi espalda. Reía, volteaba a ver a sus amigos y les hacía muestras de agotamiento y felicidad.

Candy y Nely seguían acariciando y lamiéndoles los genitales a sus parejas, observaron mi actuación y en eso se decidieron a emular lo que habían presenciado en mí y en Isaías. Candy y su chico se acostaron al lado de nosotros, también usaban mi otra almohada para levantarle la cola a ella y tener mejor alcance. Se preparaban, él empezó a forzar su entrada. Era verdaderamente más gordo ese pene que los otros de los dos, pero muy deseable. Ella ya le había mamado ese pene y por eso seguía asustada.

“¿Tiene miedo?” Le pregunté. Isaías me acostó de lado, aún con su pija dentro de mí, pero con la intención de que yo pudiera atender a Candy. Le tomé el pene a su pareja, sí asustaba de tan gordito, y bastante largo. Se lo besé suavecito.

“¡Vamos, que no está tan mal, está delicioso y tienes que aprovecharlo. ¡SIN MIEDO!” Le dije.

“¡Ya sabes, Abre tus piernitas y levántalas algo, así te entrará más fácil!” Sí siguió mis instrucciones, la enormidad del pene de su pareja empezó a entrarle ya ayudada de tanta saliva y del lubricante que traía el condón. Seguían, ya me concentré en lo mío y ya solo oía de Candy que lo animaba a que siguiera metiéndosela y gritaba varias veces, cuándo le aproximaba algún orgasmo.

Yo gozaba a Isaías, pero estaba pendiente de lo que Nely hacía, yo tenía compromiso de informarle a su marido, con todos los detalles, lo que ella hacía o dejaba que le hicieran. El observarla y grabarme los detalles fue lo que más me debilitó y causó no pudiera defenderme más de la llegada del clímax de mi Isaías. Más porque ella es muy creativa de situaciones, que me hacían fijarme en ellas.

Su pareja Farid logró irle metiendo su pija, pero no toda, en ese momento ella no deseaba más, pero a la hora en que oyó de Candy y de mí las enormes expresiones de placer y locura que íbamos teniendo, ella se doblegó. Le pidió que se la metiera más fuerte, pero no le entraba y solo cuándo le pregunté si le había pasado lo mismo con su Troy, lo recordó y fue que entendió, dejó de apretarse, se relajó.

El pene de este chico, Farid sí estaba también muy grande, pero accesible al tamaño de su vulva, o matriz, le tenía que caber. El chico la trataba con mucho cariño, así lograron una buena cogida, aunque todavía quedó un pequeño tramo de fuera, por seguridad así lo dejó, pero eso sí, tuvo varios orgasmos, gritó a cada rato y nunca dejó de decirle cosas de amor a su chico y resoplar. Hacía esfuerzos muy fuertes y notábamos que le llegaba a faltar el aire, pero repetía y al pobre chico me lo mallugaba, lo exprimía y le exigía. A mí me excitaba mucho, llegué a pensar el por qué yo no era así, ella lo hacía riendo, gozando cada metida o sacada. ¿Ha de ser así con su marido? Me preguntaba. Son felices y los dos igual de alocados ¿cómo nosotros dos somos? ¿Será?

Nely y su pareja terminaron viniéndose estruendosamente, los dos decían algo al estar en su cúspide. Se relajaron, ella me preguntó por el neglige, me lo quité y se lo ofrecí, “¡Pruébatelo, se siente bonito!” Me lo retiré, pero me dí cuenta de una mancha blancuzca, a un lado. Claro, era una mancha del semen que se me salió. Recordé que no había seguido la regla del condón, pero ya era muy tarde. Le dije a Nelly que se me había manchado de semen. Razón de más, se emocionó como chiquilla y se lo puso. Le pidió a Isaías que se la metiera ‘un poquito’,

“¡Así, sin condón, POR FAVOR! ¡Isaías lindo!”, Él ya en recuperación no se hizo del rogar e inició meterle esa enormidad, aunque la petición de Nely fue de ’un poquito nada más’.

Los dos estaban muy excitados, aumentado por la presencia del semen en ese, en mi neglige. Cogieron felices sin el condón, y ella tuvo el gusto de volver a gritar eufóricamente, ella brincaba y se agitaba como loquita. Los presentes los observábamos. Candy, por su lado se apoderó del chico que había estado con Nely, el del pene largo, y yo me apoderé del chico con su pene gordo y grande, Shakir. Creo que fui la más afortunada, el chico me aguantó mucho tiempo y yo lo logré hacer muy feliz. Su pene me acariciaba adentro, pude sentirlo mucho más fuerte que el de Isaías. Al final nos quedamos abrazados, su pene me quedó, aunque medio flácido, pero aún dentro de mi vulva, lástima que con el condón aún puesto, sino me hubiera llenado de su lechita, aunque yo aún llevaba adentro mi porción de lechita que me había dejado Isaías.

Nely recibió otra porción de semen de Isaías, probablemente pensaba llevársela de regalo, y comprobante, a Fredy, por lo menos sí parecía. Mi reporte iba a ser incompleto y no solamente de lo que a su mujercita le hicieron, sino lo que ella misma hizo, nos dejó a todos rendidos, ella fue la que provocó la segunda ronda que estuvo más bonita y relajada y fue cuando le terminaron de dar entre los dos. Estoy segura de que sí le entró todo el pene de Isaías, hasta el fondo, por lo menos ella no dijo nada y cuando le iba entrando solo reía, como siempre lo hace y daba sus gritos alegres. ¡Es envidiable! ¡Linda!

Candy también disfrutó de sus dos cogidas y terminó feliz. Es claro que ella no es de esas mujeres, como nosotras dos, con mucho espacio adentro, sus parejas sí fueron de penes demasiado largos, sin embargo los disfrutó. Era notorio que ya cuando tenía adentro alguno de los penes, éstos ya no podían entrar más, siempre dijo que no la lastimaban, se atoraban con algo adentro de ella, pero, de todas maneras siempre la trataron con mucho cuidado y cariño. Le obsequié mi neglige, la hice más feliz.

Dormíamos todos en mi cama, mi teléfono sonó, era Fredy que me saludó, yo no esperaba ninguna llamada, así que no aclaré mi voz y creía era Horacio.

“¿Están bien? ¿Cómo la han pasado? ¿Nely también cogió?”

“¡Claro, y rete bien, a todas nos dieron una muy buena cogida a cada una!” Creía que era Horacio, pero era Fredy que me marcaba porque Nely no contestaba su teléfono, quién sabe en donde había quedado escondido. Trató de entrar más en detalle pero ya me dí cuenta de quién era.

“¿Deseas hablar con tu mujercita? Te adora, solo sueña contigo. ¡Deja despertarla! Está aquí conmigo.

“¡Nely, Nely! Te llama tu patrón.” Le dije y Fredy había oído algo.

“¿Es tu teléfono, tu viejo quiere saber de mí?” Me respondió aún con la voz gangosa.

“¡Hola, cariño! Después te cuento, a tu mujer le fue muy bien, la envidié!”

“¿Y a ti, también te toco algo del bueno?” Oí que le preguntó.

“¿Quién me llama?” Ya Fredy se ha de haber identificado y ya hablaron coherentemente.

“¡Sí, ven por mí, aún me alcanza el tiempo! Ok en 20 minutos!” Le dijo. Fue volada, se duchó con el agua fría y medio se vistió. Le presté una blusa de jersey, por el frío que hacía. Llegó su marido a recogerla y uno de los chicos, creo Shakir, también decidió irse, tenía otro compromiso.

Le llamé a Horacio, le informé del estado y le dije que iba a buscar cómo prepararles desayuno, todos seguían durmiendo.

“Déjalo, al rato les mando algo de desayunar.” Ya era media mañana, no supe qué hora. Después de un tiempo nos llegó el desayuno. Todo mundo seguía dormido en mi cama, ya el lugarcito que a mí me correspondía estaba ocupado, por supuesto el correspondiente a él también lo ocupaba Candy, que se había puesto mi neglige.

Tocaron, era Horacio, llegó con dos bolsas enormes y varias charolas con vasos de café. “¡Aquí esta SU pedido!” Dijo muy formal, en eso Candy lo reconoció, se enderezó y tomó una almohada con la que pretendía cubrirse, fue y lo saludó de beso.

Los dos chicos se levantaron como de rayo y se escondieron en el baño.

“¡Vengan chicos, es solo el desayuno!” Les grité.

“¡Mi vida, qué pena! No creí que tú vendrías. Ahora no sé qué hacer!” Le decía, pero reaccionó como siempre, a su manera.

“¿Qué deseas hacer? Ya sabes que te comprendo y lo que decidas yo lo acepto.” Me dijo, en eso los chicos le pidieron a Candy les alcanzara su ropa que estaba regada en varias partes de la sala.

“¿Tu ropa también está por toda la casa? Si no aparece Silvia va a tener ropa nueva, bonita y tú puedes llevarte alguna camisa vieja mía, claro, si quieres.” Rieron. Candy colectaba la ropa, pero no aparecieron los calzoncillos de ninguno, ni la ropa completa de Candy.