Las confesiones de una incestuosa

Raquel era una joven morena, de ojos marrones, cabello negro y corto, con buenas tetas, buen culo y tirando a guapa. Aún no cumpliera los diecinueve años y era de las mujeres que he conocido la más incestuosa y la más puta. Incestuosa porque había follado con una de sus tías, con una de sus primas, con su padre, con su hermano, con uno de sus tíos, con uno de su primos y con su madre postiza, entre otros y otras, y puta porque se había tirado a medio pueblo.

Rosalía, la madre postiza de Raquel, que era una treintañera que estaba como un queso de tetilla, había ido a hacerle la cama a su hijastra. Le dio la vuelta al colchón para que se aireara y se encontró con un diario. Leerlo hizo que se descuidara y cuando Raquel llegó a casa la encontró leyéndolo, con las tetas al aire y una mano dentro de las bragas… ¿Qué ponía en el diario? Infinidad de cosas, pero os contaré las más sustanciales.

Viernes 20 de enero de 2017

Querido diario, hoy he tenido mi primera experiencia sexual. Fue con mi primo Carlos. Tiene cinco años más que yo y está separado. Es algo más bajo que yo, moreno, de ojos azules y muy echado para delante. Lo habían despedido del trabajo y como mi tío y mi tía trabajan tuve que hacerle yo unos huevos con patatas fritas, de hecho cociné para los dos. Tanto a él como a mí nos gusta hacer sopas en las yemas de los huevos. Viendo como mojaba pan en la yema de uno de ellos, me dijo:

-Si pudiese te comería el coño y cuando te corrieras haría sopas con los jugos.

En mi vida me había puesto tan colorado como me puse después de oír lo que me había dicho.

-No digas tonterías, primo.

No me hizo caso.

-¿Aún no te ha comido el coño tu novio?

-Para ya.

-Seguro que no.

Hizo una sopa, lamió la yema del pan. Le dije:

-Deja de hacer tonterías.

Se levantó, sacó la polla y comenzó a masturbarse mirando para mí.

-También podrías tocarte y cuando estuvieras mojada podría hacer las sopas.

Me puse en pie para irme porque me estaba empezando a poner cachonda y corría el peligro de dejarme llevar. Mi primo no tenía pensado dejarme marchar. Vino a mi lado, me echó las manos al vientre, al tiempo que me sujetaba los brazos. Cómo era más bajo que yo, su polla empalmada chocó con mi coño. Me revolví como una gata, pero no logré deshacerme de él. Sentí como me me mojaba al besar mi cuello y mientras quería empitonar mi coño con el vestido y las bragas de por medio. Luego me sujetó con un brazo y me bajó la cremallera del vestido y luego me quitó el sujetador. Los platos con la comida, los cubiertos y el pan acabaron en el piso. Los platos eran de duracell y se convirtieran en pequeñas astillas y los huevos y las patatas las empezaron a comer los tres gatos de mi primo. Yo acabé sobre la mesa, pataleando y pegándole puñetazos en el pecho y llamándole de todo menos guapo. Luego, al comerme las tetas, los puñetazos se los di en los hombros y en la espalda, aunque bien es cierto que lo golpeaba con menos fuerza porque sus magreos y mamadas me estaban gustando una barbaridad. Después me quitó las bragas. Las vio empapadas, pero no dijo nada. Se agachó y yo me incorporé para saltar de la mesa y hacerme la difícil, un poco más, pero al enderezarse con un trozo de pan en la mano, en vez de saltar de la mesa, le pregunté:

-¿No irás a hacer una sopa?

Puso una mano entre mis tetas y me empujó sin fuerza. Me dejé caer hacia atrás para ver si hacía aquella guarrada. Hizo la sopa y luego se la comió. Le dije:

-Cochino.

A esa sopa siguieron dos más, y luego lamió mi coño virgen, virgen de polla, no de dedos, lo lamió tan dulcemente que mi coño se volvió a encharcar. Me sorprendí a mi misma diciéndole:

-Métemela y desvírgame.

No me la metió. Lamió mi coño con celeridad y me arrancó una corrida bestial.

Al acabar de correrme, hizo una gran sopa y se la comió. Era un guarro de libro. Luego me metió la polla lentamente. Cuando la tenía toda dentro, me cogió en alto en peso. Le eché los brazos alrededor del cuello, y con mis tetas espachurradas contra su pecho, le comí la boca. Mi primo me dio leña hasta que me volví a correr. Corriéndome, la quitó y se corrió entre mis piernas.

Al acabar de corrernos había una pequeña charca de jugos y leche sobre el piso.

Nos vemos, querido diario.

Lunes 13 de marzo de 20017

Querido diario. Hoy me ha pasado algo increíble. Resulta que mi padre recibió una llamada telefónica de su doctora. Hablando con ella me dejó muy preocupada porque le oí decir:» Ya tomé la pastilla. ¿Qué voy a hacer? Me puede dar algo».

Después de comer, y de beber más de la cuenta, mi padre, cogió la botella de coñac y se fue a su habitación a rematarla. No le dije nada porque cuando está pedo se pone demasiado cariñoso conmigo.

Pasado un tiempo fui a su habitación a cerciorarme de que no le pasara nada. Me encontré con un desastre de habitación. Los calzoncillos tirados por aquí, los calcetines tirados, por allá, los zapatos tirados, por otro lado. La botella de coñac tirada al lado de la cama… Aquello era un caos. Mi padre estaba durmiendo a pecho descubierto y tenía las piernas y los pies tapados por una sábana. A altura de su polla, la sábana hacía algo así cómo una diminuta montaña. Mi padre roncaba y pensando que no se iba a despertar, levanté la sábana, la levanté con mucho cuidado y vi una polla larga, gorda, dura y descapullada. La visión me calentó. Me senté en el borde de la cama, empuñé la polla y lo masturbé suavemente, al tiempo que acariciaba sus gordos huevos. Ya estaba tan cachonda que abrí cuatro botones de mi blusa y acaricié mis tetas. Al rato aparté las bragas hacia un lado y con las yemas de tres dedos me masturbé mientras lo masturbaba… Estaba a punto de correrme cuando se despertó mi padre. Sin incorporarse, me dijo:

-¿Lo estás pasando bien, Raquel?

Me llevé un susto tan grande que la corrida que me venía, se fue. Avergonzada, solté la polla y me puse en pie. Miré para mi padre y vi que tenía en los labios aquella sonrisa de cabrón que ponía de bebido al tocarme cuando nadie lo veía, y me vino a la cabeza mi madre.

-No le digas nada a mamá.

-Haz lo que te diga y no le diré nada.

Tenía que aceptar su proposición.

-¿Qué quieres que haga?

-Desnúdate y hazme todo lo que le haces a tu novio.

-Yo no le hago nada, me hace todo él a mí.

-Pues lo que le haces en tus pajas al del polvo de turno.

Me desnudé y me dije a mi misma que, ya que tenía que ser, lo disfrutaría a tope. Lo primero que hice al meterme en la cama fue hacerle lo que no me atrevía a hacerle a mi novio. Empuñé su gorda polla y le metí una larga y golosa mamada. Luego se la lamí y le lamí y le chupé sus huevos. A continuación froté el glande de la polla en mis pezones y en mis areolas. Mi padre, con las manos detrás de la cabeza y sonriendo, me pareció un chulo barato, pero su polla me encantaba. La metí entre las tetas. Las apreté con las manos y bajando y subiendo la tetas, lo masturbé. Al rato ya estaba yo de un cachondo subido. Le puse el coño mojado en la boca y le dije:

-Quiero correrme en tu boca.

Quitó las manos de detrás de la cabeza, me las puso en la cintura, sacó la lengua y me la clavó en el coño. De mi garganta salió un gemido desgarrador. Aquella lengua dentro de mi coño con su blanda textura casi me provoca un orgasmo. Mi padre sacó la lengua y luego la volvió a sacar y a meter varias veces, después lamió el coño y lamió mi clítoris cada vez más aprisa buscando mi corrida. Cuando vio que me iba a correr. Paró de lamer y me dijo:

-Córrete cuando quieras.

Apretó la lengua contra mi coño, yo lo froté contra ella. Me corrí como una perra y lo hice sobre su lengua.

-¡Me secas papá, me secas!

Luego de correrme tenía más ganas que cuando me estaba masturbando. Me puse en la posición de la rana, o sea, con los pies y las manos apoyados sobre la cama y las piernas abiertas. Luego coloqué la entrada de la vagina sobre su polla, bajé el culo y después comencé a subirlo y a bajarlo para que la polla saliese y entrase en mi coño. En nada la bañé con otra torrencial corrida. Al correrme caí sentada de culo sobre las piernas de mi padre.

Luego de recuperar la compostura, le di las tetas a mamar. Mi padre sabía cómo mamarlas y cómo magrearlas. Lo hacía tan lentamente y tan rico que casi me corro mientras me las comía. Cuando dejó de mamarlas quise volver a meter la polla en mi coño, pero no me dejo, ya que me dijo:

-Ponme el culo en la boca.

Se lo puse. Al sentir la lengua entrar y salir de mi culo me recorrió un estremecimiento, el estremecimiento fue en aumento y derivó en una corrida brutal, corrida que bajó por el cuello de mi padre mientras yo me retorcía de placer y gemía cómo una zorra en celo.

Al acabar de correrme, me dijo mi padre:

-Limpiarme el cuello y el pecho con tu lengua.

Lamí mis jugos y lamiéndolos me volví a calentar. Mi padre me sorprendió al decirme:

-Ahora quiero follarte el culo.

-Me va a doler!

-Vete a la cocina y trae la margarina.

Fui a la cocina, volví con la tarrina de margarina y me dio instrucciones. La primera fue engrasar su polla con ella y masturbarlo y la segunda ir metiendo los dedos dentro del culo pringados con la margarina. Esto lo hice a cuatro patas mientras mi padre me magreaba las tetas con las manos pringadas de margarina. Nos dimos el primer beso. Fue algo asqueroso porque a mi padre le olía la boca a perro que lleva muerto quince días. La cosa la solucionó enjuagando la boca con coñac y luego besándome y haciendo que tragara el coñac. En mi vida había probado algo tan fuerte. Los ojos me empezaron a llorar y la cabeza se me calentó, tanto se me calentó que acabe metiendo cuatro dedos dentro del culo. En fin, que llegó la hora de la verdad. Puse la polla en la entrada del ojete, bajé un poco el culo y me entró el glande. Me empezó a tintinear un ojo, que más que un ojo parecía el intermitente de un auto señalando que se va a desviar a la izquierda, bromas aparte… Parecía que me había metido un gato, pues al entrar había sentido cómo si me arañara. En mi vida me había sentido tan llena, y sin haber comido nada, bueno, comer había comido, pero no por la boca. Me quedé quieta. No me atrevía a meter más, pero mi padre la fue metiendo con pequeños empujones y acabó toda dentro de mi culo. Ahora parecía que me había entrado un elefante por el culo. La verdad es que era una sensación muy molesta. Luego, la fue quitando cómo la había metido hasta dejar solamente la puntita dentro. Mi padre me dijo:

-Ahora vas a empezar a disfrutarlo.

Estuve a punto de decirle que se fuera a tomar por culo, pero no me atreví, más que nada porque por el culo estaba tomando yo. El caso fue que, magreando mis tetas, estuvo un rato largo metiendo y sacando la punta de la polla de mi culo y me empezó a gustar, luego metió el glande, despacito, y despacito lo quitó. Así estuvo otro rato largo. Tiempo después, al salir la polla, mi coño se cerraba y se abría, echaba por fuera, iba mojando su pelvis, bajaba y mojaba su ojete. Perra perdida, bajé el culo y metí la polla un poco más, el gato ya no arañaba, así que despacito la fui metiendo y sacando hasta llegar al fondo del culo. Del elefante solamente quedaba la trompa y me gustaba sentirla, cómo me gustó sentir la leche de mi padre dentro de mi culo mientras le daba lo suyo. Lo seguí follando y vi que la polla de mi padre no se ponía blanda cómo la de mi novio. A la cabeza me vino la pastilla y la doctora. Y pensé que la doctora no era más que una zorra que lo dejara colgado y la pastilla era una de esas que producen una erección prolongada.

Unos cinco minutos más tarde, me corrí. El coño y el ojete se me empezaron a cerrar al mismo tiempo y le anegué los huevos con una corrida larga y copiosa.

Y aquí lo dejo, querido diario. Pronto volverás a saber de mí.

Martes 15 de mayo de 2017

Querido diario. Hoy volví a casa con mi prima Natalia después de tomar unas cañas. Eran a las seis y algo de la tarde. Al entrar en casa sentimos gemidos en la habitación de mis padres y Natalia, en bajito, me dijo:

-¿Miramos?

En bajito le respondí:

-No.

Natalia no me hizo caso, entornó la puerta, miró y luego me cogió de la mano para que mirase. Vi a mi tío Ricardo comiéndole el coño a mi madre y a mi padre dándole a mi madre la polla a mamar. Todo mi cuerpo comenzó a arder. Mirando lo que hacían, Natalia, me tocó el culo. No le dije nada para que siguiese. Mi amiga siguió y la mano se metió dentro de mis bragas. La mitad de uno de sus dedos, rozando mi ojete, se introduzco en mi coño. Luego me besó en el cuello y acabamos besándonos con lengua en el pasillo. Natalia había despertado la lesbiana que dormía en mí. La cogí de la mano y la llevé a mi habitación, cerré la puerta con llave y luego, junto a la cama, le quité la blusa y el sujetador. Tenía unas tetas medianas, duras y puntiagudas, con areolas oscuras echadas hacia fuera y pezones pequeñitos. Le comí las tetas con tantas ganas que le debió parecer que se las quería devorar. Al rato, desnudándome, le dije:

-Quítate la falda y las bragas.

Las quitó y quedamos las dos en cueros. Se abrazó a mí y la volví a besar. Estábamos las dos temblando y no era de frío, era debido a la excitación. Natalia me comió la boca con lujuria, luego me echó sobre la cama, me comió mis redondas tetas y después me lamió el coño. No era su primer coño, puesto que sabía bien cómo atacarlo. A saber, lamió mis labios vaginales, lamió y chupó mi clítoris, metió la lengua dentro de la vagina… Metiendo la lengua dentro de mi vagina, esta se cerró y se abrió varias veces y mis jugos calentitos impregnaron su lengua. Mis piernas no pararon de temblar, mientras me corría. Corriéndome balbuceé:

-Me corro en tu boca.

Al ponerse en pie, besarme y ver que me costaba trabajo respirar, me dio unos picos. Luego me dijo:

-¡Vaya corrida, me has dado!

Había sido una corrida guapa de verdad. Tenía que devolverle el favor, le dije:

-Ponte boca arriba, ábrete de piernas y pon las manos en la nuca.

Hizo lo que había dicho. Le comí la boca y luego le lamí las axilas peludas, primera la derecha y luego la izquierda. Después masajeando sus tetas, lamí sus pezones y sus areolas y mamé sus tetas. A continuación, con la palma de mi mano derecha acaricié su coño mojado y peludo. Luego puse la mano sobre el felpudo y besé su clítoris varias veces. Acto seguido abrí su coño con dos dedos e hice círculos con a punta de mi lengua en la entrada de la vagina… Después se lo lamí de abajo a arriba. Natalia me cogió la cabeza con las dos manos, apretó mi boca contra su coño, y moviendo la pelvis de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y alrededor, se corrió en mi boca, lo hizo entre tremendas convulsiones y mordiendo el canto de su mano derecha para ahogar sus gemidos de placer.

Mi primera experiencia lésbica fue tanto, o más placentera, que cualquiera de los polvos que había echado antes. Hasta otra, querido diario.

Domingo 27 de agosto de 2017

Querido diario, ayer noche he tenido otra aventura, esta vez fue con mi tía Marta y con mi tío Ricardo, sí, el que vi follando con mi madre postiza. Ese mismo día me habían contratado para cuidar de su bebé por las noches, ya que ellos trabajan los dos. Fue la noche del sábado, o sea, ayer noche. Mi tía Marta, que tiene treinta y seis años y está de muy buen ver, vino a mi habitación, cogió el bebé, se sentó en el borde de la cama, bajo las asas del camisón y dándole el pecho, se puso de cháchara conmigo.

-La verdad es que lo del biberón con la leche que me quitaré con el sacaleches para que tú le des el biberón es antinatural. No hay cómo darle el pecho para que el bebé sienta el calor maternal.

-Tienes mucha razón, tía.

Se lanzó sin paracaídas.

-¿Has probado alguna vez la leche de una mujer?

-De bebé, supongo.

-¿Quiere probarla de mayor?

Miré para la teta que no estaba chupando el bebé, que era una teta grande con una areola rosada y un pezón largo y gordo, del que en aquel momento salían gotas de leche. El coño y el culo se me cerraron y se me volvieron a abrir, pero le dije:

-No, no quiero.

Mojó la yema de un dedo en la leche que salía del pezón y me la pasó por los labios.

-Lame y prueba.

Sabía lo que estaba haciendo, pero aun así quise cerciorarme.

-¿Estás intentando seducirme, tía?

No se cortó un pelo.

-Sí, estoy.

La verdad es que tenía ganas beber leche de sus tetas.

-Aunque quisiera jugar contigo, el tío está en la habitación de al lado.

-Jugaríamos los tres.

Me hice la sorprendida.

-¡¿No te importa que folle con tu marido?!

-Al contrario, me gustaría verlo.

El bebé se había quedado dormido. Lo puso en la cuna, luego se sentó a mi lado en la cama, cogió la teta izquierda y me puso el pezón entre los labios. Chupé. Los latidos de mi coño y de mi culo se aceleraron mientras tragaba aquella leche dulce. Al dejar de mamar, me preguntó:

-¿Te gustó?

-Es muy dulce.

-¿Y tu leche cómo sabe?

-Yo no tengo leche en las tetas.

-Me refería la de tu coño. Yo, después de masturbarme y de correrme, me chupo los dedos.

-Esa no es leche.

-Entonces es que sí. ¿A qué te sabe?

-Supongo que sabe cómo la tuta.

Oímos la voz de mi tío.

-En ese caso sabe agridulce.

Miramos para la puerta y lo vimos en calzoncillos. Se metió en cama y se sentó a mi lado. Me cogió la cara con las dos manos y me besó, los ojos se me cerraron al sentir su lengua frotarse con mi lengua, Luego los abrí y vi a mi tía mirando cómo nos besábamos. Cuando dejó de besarme mi tío, me besó mi tía. También me echó las manos a la cara mientras nos besábamos. Sus besos eran muy dulces. La eché hacia atrás sobre la cama y seguí disfrutando de ellos. Luego mi tío me quitó el camisón y me quedé en bragas. Mi tía me dio picos en el coño antes de quitármelas, después de quitarlas me echó las manos al culo y medio picos en el clítoris. Antes de que me comiera el coño le di las tetas a mamar. Me las chupó y lamió con tanta delicadeza, que era cómo si pensara que se fueran a romper. Mi tío subía y bajaba lamiendo mi columna vertebral. Era todo muy tierno. Entre las manos de mi tía se coló la mano derecha de mi tío y acarició mi ojete. Después lo lamió y lo folló con la punta de su lengua. Poco más tarde era yo la que estaba boca arriba y mi tía la que me daba las tetas a mamar. Las mamé y acabé con la cara, el cuello y parte de mis tetas, mojadas de leche… Mi tío se la metió a mi tía y la folló mientras ella lamía la leche de mi cara y me besaba. Le eché las manos a las tetas, las magreé y al momento se me mojaron de leche. Poco después la respiración de mi tía empezó a acelerarse y supe que se iba a correr. Le eché las manos a la cara y la miré fijamente a los ojos, ella también me miró fijamente a los ojos, lo hizo hasta que se le fueron cerrando y, con ellos cerrados y con la cara descompuesta, se corrió como una bendita.

Al acabar de correrse mi tía, mi tío me puso la polla en los labios, una polla que estaba pringada con los jugos de la corrida. Se la cogí y se la chupé. Él me echó una mano al coño, me metió dos dedos dentro de la vagina y me masturbó. Poco tiempo después, a la que se le aceleró la respiración fue a mí. Le dije:

-Me voy a correr, tío, no pares.

No solo paró, sino que me quitó los dedos del coño. Iba a decirle que me siguiera masturbando cuando sentí la lengua de mi tía lamer mi coño y la polla de mi tío correrse en mi boca. Mi tía no tuvo que lamer mucho. No sé si llegaría a media docenas de lamidas, fue lo que necesité para correrme en su boca con una fuerza demencial, al tiempo que me tragaba la leche de la corrida de mi tío.

Lo curioso de esta aventura es que cuando dejamos de follar, mi tía y mi tío me dijeron que estaban enamorados de mí. ¡Lo que hay que oír!

Jueves 23 de septiembre de 2027

Querido diario. Ya no se puede hacer una paja sin que moleste a una. Te cuento. Resulta que estaba desnuda en mi cama masturbándome. Acariciaba mis tetas con una mano y mi coño con la otra, cuando sentí un ruido muy débil y extraño. Encendí la luz y vi a mi hermano Javier sentado en una silla con el pantalón del pijama bajado y con la polla en la mano. Me tapé con una sábana y en bajito, para no despertar a mis padres, le dije:

-¡¿Cómo te has atrevido?!

Juntó las piernas, bajó la cabeza y tapando la polla con las dos manos, en bajito, me respondió:

-Es que estoy enamorado de ti.

Últimamente, se enamoraba de mí hasta los gatos.

-No mientas.

-No miento, y no te enfades.

-¿Cómo quieres que no me enfade? ¡Vete de mi cuarto!

Se levantó y se fue de vuelta a su cuarto con el rabo de punta. Apagué la luz y me vino a la cabeza la polla de mi hermano y sus palabras. Me volví a destapar, pero no para masturbarme. Puse la chaqueta del pijama y, descalza, para no hacer ruido, fui a su habitación de mi hermano y entré sin llamar.

Mi hermano, que es alto, moreno, delgado y muy guapo, tenía la polla en la mano y estaba apoyado con la espalda a la pared que separaba su habitación de la mía. Al verme se tapó la polla con sus grandes manos. Me senté en el borde de su cama y otra vez en bajito, le pregunté:

-¿Ya habías ido antes a mi habitación a espiarme?

-Sí, pero nunca te había encontrado masturbándote.

-Y yo que pensaba que eras mariquita.

-Tú y el resto del pueblo. Pero tenía mi secreto, y ese secreto eras tú.

-Con todas las chicas que hay en el pueblo. ¿Por qué yo?

-Ya te lo he dicho, porque que estoy enamorado de ti.

-Yo no creo en el amor.

-¡¿Y tienes novio?!

-Sí, pero es por guardar las apariencias.

-Si supieras cuánto lo envidio…

-No debías. Tiene más cuernos que años.

-No me lo creo, lo dices para que me olvide de ti.

-No, Javier, soy más puta que las gallinas.

-Mientes.

Me quité la chaqueta del pijama y vio mis gordas tetas en la claridad.

-¿Te piensas que si no fuera una puta le enseñaría las tetas a mi hermano?

Javier creo que no me oyó. Tenía la vista clavada en mis tetas y volvió a masturbarse. Fui a su lado, me puse en cuclillas, le cogí la polla., la metí en la boca, la chupé, y sin más ya se corrió.

Al acabar de correrse él y de tragar yo, me puse en pie y le dije:

-¿Te convences ahora de que soy una puta?

-No eres una puta, eres un cielo de mujer.

Me dio un beso, sin lengua, y tan dulce, que me di cuenta de que algo empezaba a no funcionar como yo esperaba. Cuando me quiso mamar mis tetas, me las babeó. En vez de un amante parecía una calamidad con patas. Después me bajó el pantalón del pijama, se puso en cuclillas, se quedó mirando para mi coño y luego me dijo:

-¡Qué bonito es!

Ganas me dieron de llamarle tonto, pero no quise herir sus sentimientos. Hice que se sentara en una silla. Al tenerme desnuda delante de él, me dijo:

-Eres la mujer más bella que un hombre puede llegar a ver.

-Y la más puta.

-Si fueras puta, que no lo eres, serías la puta más hermosa de este planeta.

Me estaba haciendo sentir mal, así que le dije:

-A ver, Javier, iba a jugar contigo porque soy muy puta, pero si sigues con la galantería, vuelvo para mi habitación y te quedas con las ganas de follarme.

-En ese caso, me callo.

Mi hermano tenía a polla empuñada y descapullada. Le lamí y le chupé el glande y comenzó a gemir. Paré. Me puse pie, metí un dedo dentro del coño y acaricié el clítoris con el otro, luego le dije:

-Haz con tu lengua en mi coño lo que acabo de hacer yo con los dedos.

Me metió la lengua hasta donde le entró y al sacarla lamió el clítoris. Su inexperiencia me ponía más que si supiera comer el coño cómo los ángeles. Le dije:

-Me estás poniendo realmente cachonda.

Pasado un tiempo, hice que se pusiera en pie, lo besé con lengua y le dije:

-¿Quieres que te enseñe a comer unas tetas?

-Quiero.

Le puse un pezón en los labios.

-Lámelo, chúpalo y luego mama la teta por la areola, pero mama, no babees, ah, y amasa as tetas mientras me las comes.

Hizo lo que pudo, pero eso sí, con una delicadeza exquisita. Yo ya estaba más que cachonda. Veía la polla gorda y tiesa y me moría por meterla dentro de mi coño, pero tenía miedo de que mi hermano se corriese dentro y me dejase preñada. Le dije:

-Cómeme el culo.

No rechistó. Creo que estaba tan pillado por mí que si le dijese que se pegase un tiro en la sien, me preguntaría:

-¿En cuál de ellas?

Pero cómo le dije lo del culo, me preguntó:

-¿Cómo se come?

-Lames el ojete, luego metes y sacas tu lengua de él, vuelves a lamer..

Esta vez hizo un buen trabajo.

Al rato me senté en su polla, froté el glande en el ojete, le metí el glande y me llenó el culo de leche. Le dije:

-Duras menos que un suspiro.

-Es que estás tan buena…

Al acabar de correrse me volví sentar sobre su polla. Esta vez la froté en la vagina, la clavé de un tirón y luego lo follé a toda mecha mientras Javier me amasaba las tetas.

Ni tres minutos tardé en correrme para no darle tiempo a que se corriera él, y justa fue la cosa, ya que aún me estaba corriendo yo cuando la sacó y se corrió en mi ojete.

No seguí follando, y no lo hice por dos razones, la primera fue porque mi madre postiza tenía el sueño ligero y la segunda porque no se debe jugar con un pistolero que dispara con tanta rapidez.

Hasta la próxima, querido diario.

Miércoles 18 de octubre de 2017

Querido diario, hoy ha pasado algo que nunca creí que sucedería. Te cuento. Cuando llegué a casa de tomar algo, vine a mi habitación, abrí la puerta y me encontré a mi madre postiza sentada en mi cama. Estaba sentada, con la espada apoyada a la cabecera de la cama, con las tetas al aire, una mano dentro de las bragas y leyendo mi diario. Al verla me enfurecí. Fui a su lado, le quité el diario de las manos, la agarré por el pelo y tirándole de él, le dije:

-¡Fuera de mi habitación, puta!

Su reacción fue coger mis pelos y tirar con tanta fuerza, o con más fuerza, de la que le estaba tirando yo.

Chillando cómo gatas, caímos de la cama. Yo caí debajo de ella. Me dio dos bofetadas, de banda a banda, luego me sujetó los pulsos para que no le devolviera las bofetadas y me dio dos tetazos en la cara, «paf, paf» No me cagué en sus muer…, de puro milagro, pero le dije:

-¡Cómo te pille un pezón, te lo arranco de un bocado!

Me pasó un pezón por los labios, pero no me dio tiempo a mordérselo.

-¿Te excita lo que te hago, zorra?

-¡Qué me va a excitar si tienes las tetas más decaídas que una vieja!

Sabía que no era verdad, por eso no le importó que se lo dijera. Me pasó el pezón de una teta por los labios, luego el otro. Saqué la lengua para que se confiara y poder meterlo un bocado en un pezón, pero no era tonta.

-Si no doliera tanto dejaría que me lo mordieras.

-¿Morder? ¡Te lo arrancaría de un bocado!

Me puso el pezón entre los labios y empujó con la teta.

-Arranca.

Le puse los dientes sobre el pezón, y mordí, pero suavecito, luego aparté la boca de él, y le dije:

-Me das pena.

-Mámamela, por favor.

No me gustaba el cariz que tomaban las cosas porque ya estaba muy cachonda.

-Ni en tus sueños.

-En mis sueños ya lo has hecho.

-¡Te odio!

-Lo sé.

Siempre me llevé mal con mi madre postiza, al principio porque creía que era una cabrona, que quería que la mantuviera mi padre, y después de saber que era rica, porque supe que era una puta, pero ahora lo que quería era follar con ellas, aunque antes tenía que hacer el paripé. Le dije:

-Suéltame y olvido todo lo que ha pasado.

La ingenua me soltó, se puso en pie y agachándose para coger una de sus zapatillas, me dijo:

-Perdona, no debí leer tu diario.

La agarré por el cuello, la tiré sobre la cama y comencé a estrangularla.

-¡No, no debiste leerlo, pécora!

Ella también me echó las manos al cuello, y cómo era más fuerte que yo, acabó otra vez encima de mí… Nos tuvimos que soltar porque nos estábamos quedando sin aire. Me senté en el colchón y le dije:

-Vete de mi habitación.

Ni puto caso me hizo. Me levantó la camiseta. La miré con ojos de loca y le dije:

-¡Qué coño haces!

-Estoy muy cachonda, bueno, ya estaba por lo que leí en tu diario, pero ahora tengo las bragas encharcadas.

-Vete a dar una ducha, zorra.

-¿Vienes conmigo?

Me hubiese gustado que en vez de levantarme la camiseta me la hubiese roto a dentelladas, que luego a dentelladas me hubiese roto la falda y las bragas y que después me llevase a rastras por los pelos hasta la ducha, pero le respondí:

-Contigo no voy ni a comprar el pan.

Al darle la espalda para salir de cama me quitó el sujetador. Me giré para insultarla, pero la vi con la mano en la boca mirando embobada para mis tetas y ne callé. Me dijo:

-¡Madre mía, madre mía, qué cositas más bonitas ¿Me dejas que las toque?

-Eres la última persona del mundo a la que dejaría tocarme las tetas.

-Creo que me he enamorado.

-Eso sí que no, eso sí que no. ¡Estoy hasta el coño de tanto enamoramiento.

Rosalía ya iba a su bola. Me echó las manos a las tetas, las acarició y mirando para ellas con ojos de cordera degollada, dijo:

-¡Qué maravilla! ¿Me dejas chuparlas?

Tenía unas ganas locas de que me comiera las tetas y de que me follara, pero al mismo tiempo no quería sucumbir así de fácil.

-No, pero tampoco quiero seguir peleando

-Hagámoslo.

-Ni harta de vino lo haría contigo.

-En cinco minutos haría que te corrieses.

-No seas fantasma.

-¿Qué te apuesta?

Ya no me hice más la remolona.

-Si no lo consigues te vas de esta casa.

-Y si lo consigo después me haces correr tú a mí.

-Trato hecho.

Me echó hacia atrás sobre el colchón y luego me bajó el vestido y las bragas. Me puso un cojín debajo del culo, y después me lamió el ojete y me metió y me sacó la puntita de él cantidad de veces. A continuación me abrió el coño con cuatro dedos, vio que estaba mojado y me dijo:

-Ni tres minutos me duras..

Con la punta de la lengua, y despacito, me lamió el labio derecho, luego, despacito, me lamió el labio izquierdo. La punta de su lengua fue de labio a labio más de veinte veces. Luego la lengua entró y salió de mi vagina otras tantas veces y a la misma velocidad. Sentí que me iba a correr y para no perder la apuesta pensé que era una vieja muy fea que había en el pueblo la que me estaba comiendo el coño. Logré contenerme. Pero cuando la punta de su lengua lamió el glande de mi clítoris ya no pude más.

-¡Me corro, cabrona, me corro!

Rosalía no dejó de lamer el glande de mi clítoris hasta que acabé de correrme.

Mientras recuperaba el ritmo normal de mi respiración, Rosalía, se desnudó. Totalmente desnuda, tenía un polvo brutal. Lo que más me llamó la atención fueron sus axilas peludas y su coño. Aquel coño tenía una mata de pelo tan grande que habría que hacer un mapa para encontrar su clítoris.

Se echó boca arriba sobre la cama y me dijo:

-Paga la apuesta.

No la besé, eso era algo que reservaba para quien me caía bien, lo que hice fue meterme entre sus piernas, cogerle las tetas con mis palmas por los laterales y, magreándolas, se las junté y se las separé. Le lamí los pezones, se los succioné y se los mordí suavemente. Al rato, Rosalía comenzó a gemir. Bajé besando y lamiendo su vientre y llegué a su coño, le aparté los pelos con dos dedos y lamí el clítoris de abajo a arriba, hacia los lados, se lo chupé… Rosalía iba a durar menos que yo. Sus gemidos así me lo decían. Mojé el dedo medio de mi mano derecha en mi boca, con la yema le acaricié el ojete, aceleré las lamidas de coño y me dijo:

-¡Me voy a correr!

Le metí la mitad del dedo dentro del culo, seguí lamiendo y se corrió como una loba.

Al acabar me puse seria y no quise follar más, aunque me quedó la boca dulce y lo volveríamos a hacer.

Me sabe mal hacerlo, pero hoy me despido de ti, querido diario, y me despido porque eres una bomba de relojería si caes en malas manos. Adiós, querido diario.

Quique.