Mi primera vez de rodillas

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Me has dejado la puerta entreabierta, tal y como te pedí por chat. La empujo y entro en tu cálido recibidor. El calor de tu piso contrasta con el frío del exterior, así que me quito la chaqueta y la cuelgo de un perchero. Nunca había estado en tu casa, pero me la has descrito tantas veces que es como si llevara meses habitándola; conozco hasta el más mínimo detalle.

Recorro el largo pasillo y al fin te veo. Estás arrodillada en medio del comedor, que a la vez te sirve de salita. La luz es ténue y has encendido varias velas. Encima de la mesa reposan dos copas de vino tinto y varios quesos troceados, listos para tomar. Tu apartamento es más bonito de lo que había imaginado: decoración nórdica, muchas plantas y pequeños cuadros por las esquinas. Me gusta, pero lo que más me gusta eres tú. De espaldas ya se intuye lo guapa que eres. Llevas ropa interior de encaje, muy obscena, de puta, y vas descalza, con medias hasta los muslos. Sonrío, me gusta que me hayas obedecido hasta el más mínimo detalle. Me acerco por detrás y te acaricio el cuello, te lo beso con suavida y siento como te estremeces. Entonces agarro una silla de la mesa y la pongo delate tuyo. Permaneces inmóvil, pero me miras a los ojos. Eres bellísima. Te había visto en fotos pero la verdad es que en persona todo es mejor, como la luna llena o las puestas de sol. Estás seria, probablemente nerviosísima. Te digo que estás muy guapa, es la primera vez que hablo, tú bajas la mirada y me das las gracias. Me hace mucha gracia que estés tan cortada, porque tú eres la extrovertida y yo el tímido, pero ahora parece que los roles clásicos han cambiado. Te pido que te sientes conmigo y señalo una sill vacía, quiero que te relajes un poco. Tomas asiento y te alargo una copa. Comemos los quesos y bebemos, está todo buenísimo. Te has tranquilizado un poco y la conversación fluye, podría parecer una escena entre dos amigos pero tú estás en ropa interior, y no cualquier ropa interior, te pedí que fuera lo más guarra posible, de puta, dije. Tus pechos casi salen por encima del sujetador de encaje y las braguitas transparentan tu culo y tu coño, que se leen a la perfección. Pero yo hago como si no viera nada, como si estuvieras vestida, y tú te has olvidado de lo expuesta que estás.

Cuando llevas tres copas de vino y te noto el rubor en las mejillas te pido que te levantes y te sientes en mi regazo. Te quedas cortada pero obedeces. Ahí te beso, nos morreamos, sé que vas cachondísima, porque hace más de una semana que no te corres. Te quería así, chorreando para mí. Te acaricio suavemente los pechos y empujo el sujetador hacia abajo, pero sin quitártelo, quiero que sientas que hoy eres mi puta, que voy a exponerte y a jugar contigo y que tú te dejarás, porque hace mucho tiempo que deseas justamente eso. Al rato, cuando me he cansado de recorrer tu cuerpo con mi lengua y manos te pido que vayas a buscar una toalla. Confundida, con los pechos al aire y ligeramente húmedos por mi lengua, te levantas y vas a buscarla. Cuando regresas te pido que la extiendas en el suelo y te pongas a 4 patas encima. Dudas, nunca te has expuesto así, pero al final lo haces. Para animarte te digo que lo estás haciendo muy bien, que serás una buena sumisa.

Entonces me levanto y rebusco en mi mochila, a tus espaldas. Haces además de mirar qué hago pero te corrijo con la mano, quiero que te entregues completamente a mí, sin saber qué haré. Te acaricio el culo con suavidad y gimes. Me agacho y te lamo las braguitas de encaje, me flipa como transparentan tus curvas hasta el más mínimo detalle. Te separo un poco las piernas y lamo tu coño por encima de la ropa, subiendo por tu culo. Gimoteas desesperada y vuelvo a hacerlo. Sé que te mueres por correrte, que estás cachonda como nunca, pero quiero torturarte. Te bajo las braguitas, sin quitártelas, y las dejo por las rodillas mientras tú sigues a 4 patas, totalmente expuesta a mi voluntad. Entonces te doy una palmada, más sonora que fuerte, pero te coje de improviso y te revuelves. Me unto los dedos con lubricante y los acerco a tu culo. Das un respingo, el contacto frío e inesperado te ha asustado, así que te acaricio el culo y la espalda y te calmo un poco, te digo que tienes que confiar en mí, ya hemos hablado eso, y tú te disculpas con la voz ronca haciendo que mi polla lata con fuerza dentro de mis boxers.

Continúo acariciándote y, mientras lo hago, meto un dedo en tu culo. Lo saco, impoluto porque hiciste los deberes, y lo acerco a tu boca, sacas la lengua y lo lames con fruición. Te pongo más lubricante y empiezo a darte palmadas en el culo, cada vez más fuertes. Estás sudando, te está costando aguantar el ritmo y cuando lo tienes rojo y empieza a dolerte de verdad, paro al fin. Te digo lo buena que estás, cómo deseo follarte, lo puta que eres, de cuatro patas en el comedor, totalmente expuesta ante un desconocido, siendo la sumisa que eres en realidad. Te digo que repitas algunas frases, lo hace con voz entrecortada, te sientes algo ebria e inexplicablemente cachonda. Entonces empiezo a meterte un plug anal, muy lentamente. Te pido que te relajes y me ofreces el culo, cachondísima y completamente entregada. Te duele pero te encanta.Cuando lo tienes dentro te acaricio el coño, que está chorreando. Te pregunto quién eres y, sin titubear, me respondes que eres mi puta. Siento la polla tensionada contra los vaqueros, me muero por follarte, pero me apetece hacerlo de otra manera. Rebusco en la mochila y saco las bolas chinas. Son bastante grandes, me costó encontrar unas así, pero quiero que te sientas llena por todos tus agujeros mientras te follo la boca. Te pido que abras más las piernas y empiezo a meterlas. No cuesta nada, ya que estás lubricadísima. Una vez rellena te repito que hoy eres mía, que quiero que te sientas mi puta, mi muñeca, un objeto para darme placer. Tu asientes y mueves las caderas adelante y atrás, para que las bolitas que hay dentro de las bolas chinas golpeen tus paredes vaginales, te dos tres azotes muy fuertes para que pares y das un pequeño grito y permaneces inmóvil, en posición. Entonces me levanto del suelo y me dirijo hacía el sillón. Me sigues con la mirada y al fin te vuelvo a ver la cara. Estás preciosa, se te ha corrido ligeramente el rímel pero tienes el pintalabios intacto. Te brillan los ojos. Te pido que te acerques, pero a 4 patas, no quiero que te incorpores, quiero que vayas a 4 patas como una perra, mi perra. Te mueres de vergüenza, porque las tetas te cuelgan libres desde que las saqué por encima del sujetador y porque te parece denigrante acercarte así, con el culo y el coño rellenos y las tetas colgando como un animal, pero también te encanta, así que lo haces, muy lentamente, con las mejillas tan rojas como el culo.

Cuando llegas a mí te acaricio la cara, los pechos, te morreo otra vez, recordándote lo cachondo que me pones y lo guapa que estás, quiero despojarte de todo atisbo de inseguridad. Abres la boca, recibiendo mis besos com ansia. Te acerco dos dedos en la boca y empiezas a chuparlos como si fueran una polla, te voy un pequeño bofetón, muy suave, casi cariñoso, y te ordeno que me comas la polla, que quiero descargar en tu boca, usarte. Me abres la bragueta torpemente y te golpea en la cara. Empiezas a dar lametones lentos alrededor del tronco y yo me derrito, no sé si voy a durar mucho, pero quiero gozar cada segundo de ti. Te la metes lentamente, ensalivándola bien y empiezas a subir y bajar la cabeza. Te dejo unos segundo y te pido que pongas las manos atrás, te sujeto la cabeza y te follo con fuerza. Te cuesta aceptarla toda y las babas empiezan a salirte de la boca y caerte encima de los pechos, pero aguantas, porque sabes que eres mi sumisa y deseas complacerme, porque nada te encharca más el coño que entregarte a mí. Te aprieto contra mí con fuerza y te dejo así unos segundos, hasta que me retiro para que respires. Toses y te caen más babas por encima de las tetas, así que avergonzada haces ademán de secarte los pechos con la palma de la mano pero te paro, “te quiero mojada y sucia, puta”. Esa frase te vuelve loca y empiezas a darme la que va a ser la mejor mamada de mi vida. Tiro de tus pezones con fuerza, estrujo tus pechos y los acaricio suavemente después. Tú lames mis huevos, intentas ponértelos en la boca con suavidad y vuelves a repasar mi glande con la lengua. Siento que no puedo más, te sujeto por el pelo y me corro con fuerza dentro de tu boca. Cuando recobro el aliento te pido que me lo enseñes, pero pones cara de susto porque te lo has tragado. Sonrío y te beso, me vuelves loquísimo. Te agarro por las axilas y te ayudo a incorporarte, te atraigo hacía mí en el sofá y nos fundimos en un beso largo.

Al rato veo que te estás quedando medio dormida así que te pido que te pongas de pie. Te quito el sujetador con un gesto rápido y te bajo las medias con mimo, besando tus piernas. Sé que sigues cachonda, que no te has corrido y te digo que lo estás haciendo muy bien. Cuando estás totalmente desnuda te digo que quiero que dejes las bolas en mi mano. Acercas tu mano a la pequeña tira de silicona que sobresale de tu coño, pero te freno, así no, quiero que empujes y caigan solas sobre mi mano. Te ruborizas, dices que no puedes. Entonces me acerco y te beso el coño, con lengua, lentamente, te digo que quiero que lo hagas ya o voy a castigarte. Así que, resignada, entregándome toda esa vergüenza, abres las piernas encima de mi mano y haces fuerza hasta que sale una bolita primero y luego la segunda, totalmente empapadas de ti. Me las llevo a la boca y las lamo. Te digo que lo has hecho muy bien, pero que la próxima vez espero que sea a la primera. Apago las velas y las luces que quedan encendidas y te llevo a la cama. Nos tumbamos, solo iluminados por la luz auxiliar de la mesita de noche. Te digo que podrás correrte esta noche y se te iluminan los ojos, pero que como dudaste para darme las bolas chinas no voy a hacerte correr yo; si quieres correrte tendrás que masturbarte a 4 patas encima de la cama, mientras yo te miro, lamo y hago lo que quiero contigo. Te pregunto si lo harás y sin dudar me dices que sí. Entonces pido que me digas por qué y tú sola me regalas los oídos diciéndome que porque eres mi putita, mi sumisa, mi juguete sexual, mientras te pones a 4 patas y empiezas a tocarte el clítoris con la boca entreabierta y los ojos brillantes.