Mi tío me regala romperme el culo

Hola, disculpen de nuevo la demora pero las ocupaciones me han impedido continuar escribiendo de la forma regular como lo venía haciendo el mes pasado. Debido a mi poco tiempo para escribir con regularidad me veo en la obligación de contarles que haré un relato a la semana, tal vez dos si me da tiempo. Espero comprendáis y seáis pacientes, faltan muchas vagabunderías por contar.

Continuamos…

Como decía en el relato anterior el sexo anal no fue algo que sucedió de la noche a la mañana, no sé si habrá chicas a las que se les hizo fácil todo esto de dar el culito, yo hablo por mi, lo que yo viví y cómo me preparé para ello.

El solo hecho de imaginar que un chico metiera su pene en mi ano me daba asco, me resultaba asqueroso pero a medida que crecía y pasaban mis años de adolescencia y la experiencia sexual con chicos fui enterándome y entendiendo que el sexo anal era un acto rodeado de mucho morbo. Supe de compañeras que tuvieron sexo anal, no puedo negar que conocía historias y también vi contenido porno al respecto.

A pesar de eso ninguno de mis amantes que ya pudisteis leer en mis relatos anteriores pudo convencerme de darle mi culito.

Fue con mi tío que lo vi como posibilidad y como confesé en mi relato anterior llegar al punto de entregar mi culito tomaría su tiempo.

Los juguetes

Ya pasado un buen tiempo de tener relaciones con él, sentía que ya estábamos haciendo anal pues como dije en el relato anterior, él metía sus dedos en mi ano, ambos lo disfrutábamos, yo me limpiaba bien para eso y disfrutaba de la doble penetración, su pene en mi coño mientras sentía uno o dos de sus dedos entrar en mi culito.

Yo enloquecía de placer, era delicioso y mi tío era paciente, no me presionaba, creo que sabía que tarde o temprano yo le daría mi culito en bandeja de plata.

Y así fue. Ya me sentía preparada para el anal, las últimas veces que cogimos empezamos a usar los dildos, él me cogía vaginalmente mientras usaba los dildos en mi ano, era delicioso, él disfrutaba tanto el verme gemir y disfrutar, decía que era lo mejor, mis gestos de placer al sentir mis agujeritos ocupados.

Hubo momentos en los que me hacía enloquecer solamente con dildos, yo le hacía oral tumbada en la cama mientras él encima de mi metía diferentes dildos en mi coño y culito haciéndome doble penetración con ellos y llevándome a la locura, me chupaba el coño, el culito, metía los dildos en mis agujeritos mientras yo le chupaba la verga.

Esta modalidad le encantaba, lo hicimos en distintas partes de la casa, a mi tío le fascinaba doble penetrarme con sus juguetes y cuando estaba muy cachonda y con varios orgasmos encima decía que era su turno entonces me daba una cogida monumental dejándome exhausta en la cama, adolorida de tanto sexo frenético.

Sé que os cuesta creer que mi tío no aprovechara la situación para darme por el culo con su pene pero no, no lo hizo y el momento de darle mi culito no tardaría mucho más.

Adiós culito virgen

El día pensado para ello sería un domingo, lo hablamos durante la semana, le dije: «Rómpeme el culito el domingo». Se emocionó, dijo que estaba esperando ese momento.

Recuerdo que ese día me preparé muy bien, ya para entonces sabía como lavarme de forma correcta sin que hubiera sorpresitas para cuando estuviéramos en el acto. Mis dildos más grandes entraban con facilidad en mi culito durante la limpieza en la que también terminaba auto provocándome ricos orgasmos.

Eran casi las 4pm, ya habíamos almorzado, él por su parte y yo en casa de mis padres, ya me había hecho la limpieza, estaba tan cachonda de querer anal con mi tío.

Llegué a su casa, nos besamos, le sonreí y le dije: hoy me vas a romper el culito, tío.

Me hizo cosquillas, me llamó puta entre risas y bromas, terminamos en la cama besándonos como enamorados y empezó el show, me desnudó, le fascinó lo rico que olía mi cabello, mi piel, mi coñito que no tardó en comerse y luego empezó a lametear mi culito. Yo gemía como si estuviera a punto de llorar, le decía que me hiciera disfrutar, que no me doliera.

Me puso lubricante, usó varios juguetes hasta que mi culito empezó a prepararse, a dilatarse, los dildos hicieron el trabajo, hicimos la pose del 69, él quería sentir mi boca chupándole la polla mientras él jugara con mis agujeritos.

Luego de eso me recostaría a la cama y empezó el sexo anal de verdad, sin juguetes, sin dedos, su pene gigante iba a entrar por primera vez en mi culito. Sin condones pero con mucho lubricante a base de agua, bastante.

Empezó, sentí la cabecita de su pene, Dios mío, que rico se sentía, era diferente a sentir un dildo.

Yo me mordía los labios y gemía de nervios, de miedo y también de placer.

Mi tío se movía rico, metía la cabezota, la sacaba, la volvía a meter, me estimulaba el clítoris con los dedos, me tiritaban los dientes, qué rico.

Mi tío hacía pausas, me chupaba el coño, el culito y volvía de nuevo y su pene pudo entrar un poco más y mi tío lo metía y lo sacaba y me corrí y él continuó hasta que empezó a darme a un ritmo ni tan lento ni tan rápido, luego me cambiaría de pose, me preguntaba si dolía, me pedía relajarme, yo le decía si estaba todo bien o tenía que detenerse.

Y así serían nuestros primeros anales, no crean que de repente me la metió toda hasta el fondo y me cogió como un perro salvaje, eso no pasó.

Continuaríamos los siguientes días igual que esa riquísima primera vez en la que se corrió dentro de mi culo y por primera vez sentí lo delicioso de la leche llenándome pero por el culito.

Las siguientes veces haríamos anal casi siempre pues me encantó, quería darle mi culito todas las veces que se pudiera y así fue.

Poco a poco fuimos aprendiendo a saber cómo dilatar mi culito, las poses más cómodas para el anal hasta que de tanto practicarlo llegaría lo que ambos queríamos, yo quería sentir todo su miembro dentro y él por supuesto que también.

Mucho tiempo después me cogía a placer, me hacía gritar de placer y también dolor pero un dolor diferente, un dolor delicioso, yo gritaba y gemía mientras mi tío enloquecido me rompía el culo, llegarían también los momentos en los que me oriné mientras él me rompía el culito, llegué a llorar literalmente de tanto placer, terminábamos goteando sudor de tanto tirar, llegué a sentir su pene dentro de mi completamente en diferentes poses y me sentía tan perra que le decía que me pegara, que me abofeteara, que me pellizcara, que me mordiera, que me nalgueara, era tan rico. Mi tío me cogía el coño y luego pasaba a cogerme el culito, podéis imaginar todas las variantes que pudimos hacer con sexo anal, en cada lugar de la casa, cambiando las poses y sin olvidarnos de lo que más me gustaba, que me llenara la boca de leche.

Hubo días en los que le propuse que solo me diera por el culito, le encantaban mis proposiciones, luego él se destacaba por las formas. Me ponía tirro en el coño y me decía: Hoy te tienes que correr sin saber lo que es llevar por la cuca, concéntrate para que seas hoy bien puta, una zorra anal.

Cuando se hace bien el anal puedes incluso llegar al orgasmo sin que haya estimulación vaginal, en mi caso creo que depende de un buen pene, un hombre que sepa llevar los tiempos, que use el lenguaje correcto, que te desee, que sepa tocarte, que sepa como cogerte como su perra y de seguro que los orgasmos llegan aunque luego de cogerme con el tirro tapando mi coñito al tiempo me lo quitaba y me metía sus dedos haciéndome gemir y gritar como toda una perra.

Me desmayé varias veces con sexo anal y sus dedos moviéndose dentro de mi coño con intensidad, me oriné muchas veces, era sexo salvaje, sexo duro, sexo delicioso y no siempre acabó en mi boca después de la llegada del anal, a veces se corría dentro de mi culito ya que descubrió que también era demasiado placentero para él, también se corría en mis pechos, mi espalda, mi abdomen, mis piernas, mis nalgas.

Los siguientes meses serían sexo desenfrenado, mi tío enloqueció al saber que yo era una perra insaciable, no podía faltar el anal y no hacía falta que él me lo pidiera, era yo la que siempre estaba dispuesta a permitir que mi tío me rompiera el culo.

Así llegué a mis 22 años, «llevando güevo parejo» como vulgarmente él solía calentarme antes de vernos. «Hoy te voy a dar güevo parejo». Yo le preguntaba haciéndome la inocente: «¿Por la cuquita o por el culo?» y le cortaba la llamada sin dejar que respondiera. Ja, ja. No siempre era la misma conversación, es solo un ejemplo del cachondeo previo que usábamos antes de disfrutar del sexo.