Muchas ganas de follar a mamá

No se si fue la cuarta o la quinta vez que mi amigo Xabi me pasaba un memory stick donde había grabado los nuevos polvos que había echado a la Angelines, una buenorra, compañera de instituto que se hacía la tímida y la estrecha en público y era una auténtica fiera en la cama, una guarra que se comía todo y no decía no a nada, al menos con Xabi.

Pues bien, aquella misma noche antes de irme a la cama, en la soledad de mi habitación, me dispuse a ver los salvajes polvos para, una vez pajeado a gusto, dormir a pierna suelta más relajado y satisfecho.

Introduje la memoria en mi tablet, copiando su contenido en mi dispositivo, y, con los auriculares puestos, me dispuse a disfrutar del espectáculo porno.

Sí, ahí estaba la Angelines en pelota picada y con todas sus carnazas alborotadas, pegando brincos y berreando desmadrada como una loca en celo, mientras mi amigo se la trincaba, pim-pam pim-pam, y la amasaba y azotaba frenéticamente las cada vez más encarnadas nalgas como si no hubiera un mañana.

Desde que mi amigo se había agenciado unas gafas con las que grababa todo lo que veía, no paraba de proporcionarme espectáculos porno con la buenorra. Como siempre solía llevar gafas, las nuevas, las espías pasaban desapercibidas y, cuando la acción aconsejaba quitárselas, siempre las colocaba de forma que pudieran seguir grabando los polvos que estaba echando.

Gracias a Dios, la grabación se concentraba en la piba y no en el pene, no en él, porque una cosa es que fuera mi amigo y otra que me gustara verle en cueros con la polla por bandera, prefiriendo sin duda observar el cuerpo desnudo y magro de la calentorra y como se encendía hasta la incandescencia, hasta el clímax, al ser magreada y follada sin descanso.

Mientras contemplaba extasiado el frenético mete-saca, me concentraba en meneármela a un ritmo cada vez mayor, corriéndome, como solía acostumbrar, antes de que la tipa alcanzará su próximo orgasmo.

Limpiándome, con mis calcetines usados del día, manos y ropajes del jet espérmico, cerré la tablet más bien triste por haberme ya corrido y por no ser yo el que tirara a la calentorra de la Angelines, dejando la grabación para próximas pajas.

A la mañana siguiente me encontré en el instituto con Xabi que, a la salida de las clases, le entregué el memory stick que me había dejado y me preguntó muy sonriente, como siempre que me proporcionaba material caliente, que me había parecido. Intercambiamos opiniones, aunque era él el que me informaba con todo lujo de detalles del frenético folleteo. Antes de despedirnos me preguntó a bocabajarro:

¿Sabes a quien me gustaría pasarme por la piedra?
¿A quién?
Le pregunté riéndome a la espera de la última ocurrencia de mi amigo que me respondió con una extraña media sonrisa en su rostro.

A tu madre.
Al escucharle me dejó momentáneamente conmocionado y no daba crédito a lo que me parecía haber escuchado, por lo que le volví a preguntar.

¿A quién dices?
Me quiero follar a tu madre.
Me respondió más serio a pesar de que una extraña sonrisa se quedó congelada en su rostro.

Al confirmar lo que había oído, dudé si cabrearme, pero, aunque me pareció desagradable, lo consideré una broma y así le respondí sonriendo:

Eso no lo verán tus ojos.
Ya te pasaré la grabación cuando me la follé.
Ya … ya … Sueña despierto.
Y así quedó la charla, haciendo como si nos riéramos, y nos fuimos cada uno a su casa.

Al llegar a casa, cuando mi madre me daba la espalda, la observé detenidamente, durante unos segundos, el culo rotundo y erguido, bajo un vestido demasiado holgado para apreciar bien sus curvas, pensando pues sí que está buena, hasta que ella se giró y yo me escabullí a mi habitación sin que sospechara nada.

No volví a pensar en lo que me había dicho mi amigo hasta esa misma noche en la que, mientras me la meneaba observando los polvos a la Angelines, lo recordé. Si me desagradó cuando esa tarde lo dijo Xavi, ahora, sin embargo, me provocaba un auténtico morbazo, e imaginando a mi madre siendo follada por mi amigo, la dediqué la paja de la noche.

La imaginaba completamente desnuda encima de la cama, con sus enormes tetas desplazándose al ritmo de las embestidas de mi amigo y su culo, duro y respingón, moviéndose arriba y abajo siendo azotado una y otra vez.

Aunque ya tenía casi cuarenta años se conservaba muy bien, más bien diría que estaba muy buena, a pesar de ser mi madre, con una buena figura de grandes pechos, fina cintura, culo redondo y piernas fuertes y torneadas para su casi metro setenta. Sabía que atraía la mirada lasciva de los hombres y la envidiosa de las mujeres, pero pocas veces la consideraba yo como una hembra follable hasta la conversación que tuve ese día con mi amigo.

Me costó dormirme esa noche y me hice una segunda paja imaginándomela con sus tetazas y su culazo al aire y a mi amigo dándola una buena ración de mete-saca.

A la mañana siguiente, preparándome en mi habitación para ir al instituto, oí que llamaban a la puerta de la casa. Al salir de mi dormitorio escuché a Xabi conversando animadamente con mi madre. Me extrañó ya que hacía tiempo que no se pasaba por casa y, en cierta forma, me incomodó bastante por la breve conversación que mantuvimos el día anterior donde me dijo que quería follársela.

Salí escopetado de mi habitación y, sí, allí estaba, en la cocina hablando muy sonriente con mi madre. Apenas le saludé y ya estaba yo diciéndole que nos fuéramos, que no quería llegar tarde a clase.

¡Qué prisas, pero si tenéis tiempo!
Exclamó mi madre al interrumpir la conversación, pero, sin hacerla caso, caminé hacia la salida seguido por mi amigo.

En la misma puerta de la casa mi madre me detuvo y me dio, como acostumbraba, un beso en la mejilla, dando otro a Xabi que iba detrás de mí.

Pero … ¡que coño! ¿A Xabi? ¿Por qué a él si no es su hijo? Su hijo soy yo, su único hijo.
Pensé irritado y, en cierta forma, celoso.

Descendiendo con él en el ascensor, estaba tan molesto que no me atrevía a mirarle directamente, aunque, por el rabillo del ojo, podía ver que sonreía contento, y me comentó:

Tienes una madre muy simpática.
Como yo no decía nada, continuó diciéndome, sonriéndome todavía más ampliamente:

Y muy buena.
¿Muy buena? ¿Es muy buena o está muy buena, joputa?
Pensé, sin atreverme a decirle nada ni a mirarle para intentar que no percibiera mi grado de irritación, aunque sabía que ya estaba al tanto, que le gustaba a veces tocarme las pelotas, virtualmente claro está, aunque no tanto las de mi madre, en este caso no precisamente de forma virtual.

Pensé que era mejor que no le siguiera la corriente y cambiara de tema, así que ya en la calle, le pregunté por Angelines, la piba a la que se trajinaba.

¿Tienes nuevo material de la zorrita?
¿De Angelines?
Sí, claro, ¿de quién sino? ¿Es que tienes más?
Pero ¿no lo sabes? ¿no te lo había dicho?
¿El qué?
¡Que me rompió las gafas, la muy zorra, y a punto estuvo de cortarme los huevos!
¡No jodas! Pero ¿Cuándo? ¿Cómo?
Bueno, te cuento. Ayer por la tarde recibo un whatapp de la zorrita para quedar. Entiendo que era para follar, que la había dado un calentón y yo estaba dispuesto a apagárselo efusivamente con mi manguera, cubriéndola de la cabeza a los pies de esperma, así que me presento con la polla bien armada.
Pero ¿no te la trajinabas los domingos por la mañana cuando sus padres estaban en misa?
Sí, así era. Mientras a los papis les metían la ostia por la boca, yo a su niñita del alma la metía la polla por todos sus agujeros. Pero déjame que te cuente.
Sí, dime.
Me presento donde habíamos quedado y veo que no viene sola, sino que viene acompañada por unas amigas, unas diez o más. Al principio al verlas pensé “¡Ostías, que cojonudo!”, y ya me veía tirándome a todas, y deseé tener varias pollas para perforarlas sin piedad por todos sus agujeros y que ninguna se me escapara. Pero no, no era eso, sino que la muy zorra, aprovechando que estaba en el paraíso, ciego con tantas tetas y culos, me arrancó las gafas y, antes de que pudiera impedirlo, las estrelló contra el suelo y, pisoteándolas repetidas veces, me las rompió en mil pedazos, descubriendo la diminuta cámara que tenía en su interior y que también pisoteó con saña, la muy hija puta.
¡Joder!
Parece ser que a la zorrita la extrañaba que siempre me la follara con las gafas puestas, así que, investigando por internet, debió ver unas gafas como las mías y ató cabos.
¡Ostias, tío! ¿Qué hiciste?
¡Echar a correr, coño, salir por piernas a toda leche y sin mirar atrás! ¡No te puedes imaginar cómo se pusieron las muy locas! Si es que tenían unas enormes tijeras de esas de cortar las ramas de los árboles, y querían hacer lo mismo con mi polla. Imagínate sin polla, ¿cómo iba a mear? Y no te digo lo de follar. ¡Imposible!
¡Qué putada, tío! ¡Qué chungo!
Y además no sé de qué se quejaba la zorrita, se lo pasaba en grande y aprendía una profesión de futuro, que digo una, dos, la de puta y la de estrella porno.
¡En eso sí que tienes razón! ¡Una desagradecida! ¿Y ahora qué vas a hacer?
¡Seguir follando, por supuesto, y pasarte el material que grabe que para eso están los amigos! Ya me compré unas nuevas gafas y estoy trabajando a mi próxima zorrita.
¡Ah, sí! ¿Y quién es?
No te hagas el inocente que tú ya lo sabes.
Recordé lo que me dijo sobre mi madre pero aun así me atreví a preguntar por si era otra su objetivo.

¿Yo inocente? Pero ¿quién es?
Ya lo sabes. Tu santa.
¿Cómo? ¿Quién?
Tu mami, tío, tu mami.
Mis peores pronósticos se habían confirmado. Seguía siendo mi madre su objetivo o, al menos, eso me decía para incordiarme.

Eso no lo verán tus ojos, mamón.
Respondí irritado.

Mis ojos y los tuyos lo verán, tío, porque, en cuanto me la tire, te pasaré un vídeo con los polvazos que la eche.
Déjate de mariconadas y no pierdas el tiempo. Dedícate a niñas fáciles y olvídate de imposibles.
¿No jodas, que, con lo buena que está, nunca te has hecho una paja pensando en ella?
Por supuesto. Me has pillado. Sobre todo desde que me dijiste que querías tirártela.
Pensé, pero le respondí a la defensiva.

¡Déjate de gilipolleces y búscate nenas fáciles para meterlas el rabo!
Y con eso corte el escabroso tema y, mientras se reía y se cachondeaba de mí, cambie abruptamente de conversación.

No fue ese el único día que mi amigo venía todas las mañanas a casa para que, con la excusa de ir juntos al instituto, le daba a la lengua con mi madre, entendiéndose por conversar animadamente con ella y camelarla.

Al principio me cabreaba pero poco a poco me pareció normal encontrármelo todas las mañanas y dejé de darlo importancia ya que pensé que lo que me dijo era solamente para tocarme los cojones, para molestarme, sino también que era imposible que mi madre se dejara follar por alguien que no fuera mi padre.

Sin embargo, una mañana discutían acaloradamente mis padres cuando Xabi llegó y, a pesar de que nos marchamos enseguida, algo de la bronca escuchó.

¡No me digas que este pelo rubio no es de ella!
¡Te juro que …!
¡Pero si podía ser tu hija!
Muy interesado quería quedarse a escuchar, pero casi le empujo para sacarle de la casa.

Ya en el ascensor, me dijo entusiasmado:

¡Joder, tío, cómo se ha puesto tu madre! ¡Sí que estaba caliente! ¡Ardía!
Seguro que has escuchado broncas entre tus padres mucho peores que ésta.
Intenté quitar hierro al asunto.

¡Ya! Pero cómo se ha puesto tu madre. ¡Estaba muy caliente!
Cambiando de tema, continuamos camino del instituto y, cuando estábamos entrando, Xabi se detiene y me dice:

¡Te dejo!
¡Ah! ¿Qué pasa?
Le pregunté extrañado.

¡Luego nos vemos!
Me respondió, dándome la espalda, y se marchó a buen paso, dejándome sólo en la puerta del centro.

No le volví a ver en el instituto, aunque, al acabar las clases, camino de casa para comer, me crucé con él. Iba por la otra acera de la calle y, si me vio, disimuló y siguió su camino sin saludarme ni detenerse. Parecía exhausto aunque contento ya que una amplia sonrisa iluminaba su rostro. Despeinado, con el cabello mojado, la camisa por fuera y la ropa arrugada, parecía que había mantenido una pelea o que se había restregado por el suelo o más bien en la ducha.

Sin prestarle más importancia, llegué a casa pero mi madre no estaba.

Me resultó extraño porque ella no trabajaba y siempre que llegaba solía estar en casa con la comida preparada, pero esta vez no era así.

Esperando la llegada de mi madre me moví inquieto por la casa, observando un jarrón conteniendo un ramo de rosas rojas que descansaba sobre la mesa del salón y que juraría que antes no estaba.

Como transcurría el tiempo y no venía, ataqué la nevera y comí de casi todo lo que había, marchándome a continuación a la academia.

Estaba muy avanzada la tarde cuando volví a casa pero mi madre seguía sin aparecer. Preocupado la llamé al móvil, pero estaba apagado o fuera de cobertura.

No tardó en llegar mi padre y preguntó extrañado por su esposa. Venía con una caja de bombones con el fin de congraciarse con ella.

Como pasaba el tiempo y mi madre no volvía, me dijo que la llamara al móvil al no atreverse a llamar él, pero seguía apagado o fuera de cobertura.

Observé preocupado a mi padre que, con el teléfono en la mano, dudaba qué hacer y a quién llamar.

Me dijo que me acostara y eso hice, aunque no me dormí, preocupado también.

Escuché que llamaba a hospitales preguntando por ella, pero no siempre obtenía respuesta, por lo que se vistió dispuesto a salir a buscarla, cuando, de pronto, escuché que abrían la puerta de la vivienda.

Una sensación de alivio me recorrió el cuerpo sustituida casi inmediatamente por otra de preocupación al preguntarme:

¿Dónde ha estado? ¿Cómo se encuentra?
Estaba preocupado. ¿Estás bien?
Escuché decir a mi padre.

Mejor imposible.
Respondió ella, muy seria, para continuar diciendo:

Mejor duerme en el sofá.
Y, escuché cómo entraba al dormitorio conyugal, cerrando la puerta tras ella.

Sin rechistar lo más mínimo mi padre tuvo esa noche que pasarla en el sofá y, a la mañana siguiente, como mi madre no se había levantado a prepararnos el desayuno, como tenía por costumbre, y seguía cerrada la puerta del dormitorio, tanto mi padre como yo nos marchamos, tristes y afligidos, sin hacer ruido de casa, él al trabajo y yo al instituto.

Como me marché antes que lo habitual, me encontré por la calle a un Xabi radiante que iba hacia mi casa.

Muy sonriente se detuvo frente a mí y extendió su brazo para que cogiera algo de su mano, un memory stick, al tiempo que me decía:

Toma y hazte muchas pajas, mamón.
Era el que solía entregarme cuando grababa los polvos que echaba a la Angelines y hacía tiempo que no me lo daba.

Lo cogí y me lo guardé en un gesto automático, sin darle mucha importancia, en un bolsillo de la mochila.

¿Otra sesión de polvos?
No estaba hoy precisamente muy entonado para ver cómo se tiraba a una tetona en bolas, pero le pregunté mirándole, extrañado de que estuviera tan alegre y entusiasmado mientras yo estaba tan preocupado.

Por supuesto. ¡Es insaciable!
¿No será otra vez la Angelines?
Le pregunté sin mucho interés.

Esa ya es agua pasada. Era una principiante, una novata.
¡Ah! Entonces, ¿quién?
Ya lo sabes.
¿Quién?
Tu madre.
La respuesta estalló en mi cabeza y, mientras una nutrida red de pensamientos alocados se entrecruzaba a toda ostia inundando mi mente, solo pude articular incrédulo la pregunta, ganando tiempo para estabilizar mis pensamientos:

¿Mi madre?
Recibí carcajadas como respuesta. Estaba mi amigo demasiado eufórico para responder de palabra.

¿Qué dices? Es una broma, ¿no?
Le pregunté intentando negar lo que ya me pareció un hecho consumado.

¿Una broma?
Dijo en risas.

No me lo creo, tío. Me estás mintiendo para joderme.
¿Joderte? A la que me he jodido es a tu madre y cómo jode, tío, cómo jode.
¡Venga ya!
Tú ve el vídeo y hablamos. Está calentito, recién horneado.
Pero … ¿cuándo?
Ayer por la mañana cuando te dejé en la puerta del instituto me fui a tu casa y … ya sabes … pim-pam-pim-pan. ¡Me la tiré! ¡Y como folla tu mami, tío! ¡Las ganas que tenía! ¡Es una auténtica fiera! ¡Insaciable!
Por mi mente pasó como un rayo las imágenes de esa mañana, como dejé cabreada a mi madre y cómo Xabi se marchó en la misma puerta del instituto. Se me aflojaron las piernas y se me puso carne de gallina. A punto estuve de cagarme encima de puro miedo, miedo de que fuera verdad de que se la había tirado, pero me di cuenta de lo tocapelotas y bromista que era mi amigo, y, algo aliviado, le respondí en broma, quitando hierro al asunto:

¡Ya! ¡Y yo me follé a tu madre mientras tanto, joputa!
En ese momento viendo que se acercaban varios compañeros de clase me dijo en voz baja:

Mira lo que te he dado y hablamos, pero te recomiendo que no lo pierdas ni dejes que nadie vea su contenido.
Al incorporarse los compañeros la conversación fue por otros derroteros, aunque ocupando prácticamente todos mis pensamientos estaba la duda de que se la hubiera tirado.

En clase pensándolo pasaba por momentos que consideraba aliviado que era una broma de mi amigo, por otros que efectivamente se la había follado. Dudé también si volver sobre el tema al final de las clases con Xabi o quizá mejor no darle importancia y no volver a hablarlo. Frecuente sentía un profundo desasosiego al pensarlo, pero a veces era morbo lo que me invadía y mi verga se ponía dura y erecta.

Cuando finalizaron las clases Xabi se despidió de mí, agitando la mano, y, marchándose rápido, no me dio oportunidad de elegir si volver a hablarlo o no con él. Pensé que era lo mejor, que no hubiéramos ido juntos.

De pronto, me di cuenta que ahora mismo podía Xabi ir corriendo a mi casa para follársela y me entró miedo, por lo que yo también salí rápido del instituto, viendo como mi amigo se alejaba en otra dirección.

Aliviado, disminuí el ritmo, dándome cuenta de lo ridículo que era mi planteamiento. Según éste cualquiera podía ir a mi casa cuando mi madre estuviera sola para follársela. ¡Ridículo! ¿Ridículo? ¿Acaso pensaba que mi madre se abría de piernas cada vez que se quedaba sola, que era una ninfómana, que ponía los cuernos a mi padre? O quizá ¿pensaba que había salidos que esperaban que estuviera sola para follársela, para violarla? Llegaba un momento que dudaba de todo, hasta de la virtud de mi madre.

Al acercarme a casa me estremecí pensando, no ya en el aspecto sexual de mi madre, sino en su estado anímico. ¿Me la encontraría al llegar a casa? ¿Estaría en casa o se habría marchado? ¿Cómo estaría? ¿Enfadada, deprimida, …? ¿Pensaba separarse o divorciarse de mi padre, o quizá, él de ella?

Tal vez me la encontraría muerta, la habría asesinado mi padre o quizá ella se hubiera suicidado, se habría cortado las venas y habría muerto desangrada tumbada en el frío suelo del baño. Quizá habría ingerido un montón de pastillas y me la encontraría muerta sobre la cama, o tal vez me la encontraría sobre la cama de matrimonio follando como una posesa con cualquier desconocido.

Sumido en una vorágine de pensamientos negativos, caminaba cada vez más despacio, recorriendo caminos que alargaban mi caminata. Temía la llegada a casa y qué me encontraría.

Angustiado y a punto de echarme a llorar llegué al piso donde vivía y, escuchando atentamente cualquier posible sonido que emanara del interior de la vivienda, abrí con mi llave la puerta haciendo el menor ruido posible.

Caminando por el pasillo escuché voces al fondo, en la cocina. ¡Era mi madre! ¡Y mi padre! ¡Y no discutían!

Estaban sentados en la mesa comiendo, uno frente al otro, y … ¡me sonreían!

¡Cuánto has tardado, hijo! ¡Pensábamos que ya no venías a comer!
Me dijo mi madre, al tiempo que se levantaba de la mesa y, acercándose, me dio un beso en la mejilla y me dijo:

He hecho un estofado de los que te gustan. ¿Vienes con mucha hambre?
¡Está riquísimo!
Terció mi padre todo sonrisas y amabilidad.

Él, que siempre estaba cabreado y que nunca venía a casa a comer, hoy estaba amable, sonriente y comiendo en la cocina que tanto odiaba.

¿Qué había pasado? ¿Se han reconciliado? ¿Habrán follado?
Pensé mirándoles incrédulos y, como ni decía nada ni me movía y solo les miraba incrédulo con la boca abierta, mi madre me dijo sin perder la sonrisa, al tiempo que servía una abundante porción de comida en un plato hondo:

¡No te quedes ahí y siéntate, que se te va a enfriar la comida!
¡Ven, siéntate a mi lado!
Añadió mi padre, todo amabilidad, desplazando una silla para que me sentara, y eso hice, me senté y, cuando mi madre puso un plato lleno de comida frente a mí, me puse a comer en silencio, escuchando como ambos reanudaban una banal conversación como si acabaran de conocerse.

Cuando acabé de comer me fui a mi habitación para estudiar, sin dejar de escucharles parloteando y deseándome que pasara una buena tarde, que estudiara mucho y que no me cansara. Además, mi padre, que nunca estaba en casa y solo llegaba enfadado con el mundo, prácticamente para cenar y dormir, se quedó después de comer sin intención de volver al trabajo. ¡Increíble!

Ya en mi habitación, aunque abrí mis libros y apuntes, no me puse los auriculares para estudiar escuchando música clásica como acostumbraba, sino que estaba concentrado en escuchar lo que sucedía en las otras habitaciones, en lo que hacían mis padres, y así les escuché, agudizando el oído, como se encerraban en su dormitorio y, después de unos pocos minutos, se ponían a follar. ¡Estaban follando! ¡Follando, estando su hijo en la habitación de al lado!

Lo hacían despacio, haciendo el menor ruido posible pero el que producían era inconfundible, o quizá me equivocaba y mi padre la estaba estrangulando, ¡estaba estrangulando a mi madre! No, no, estaban follando, y yo, lejos de resultarme muy desagradable como me había sucedido en anteriores ocasiones que les había escuchado, me puse alegre y contento, muy muy contento. ¡Se había solucionado todo! O, al menos eso creía, que el follar solucionaba todo o que era un síntoma de que todo estaba arreglado.

Escuchándoles me imaginé a mi madre completamente desnuda cabalgando sobre mi padre, con sus carnes prietas y sonrosadas balanceándose al ritmo del mete-saca, y se me puso dura la polla, levantando la parte frontal de mi pantalón. Desee acercarme a la ventana que conectaba la terraza con el dormitorio conyugal para observar las tetas y el culo de mi madre mientras follaba y masturbarme, pero no quería que me pillaran y desbaratar la oportunidad de que se reconciliaran.

Recordé en ese momento el memory stick que me había dado Xabi donde, según él, había un fichero donde estaba grabado el polvo que echó a mi madre.

¿Sería verdad o una simple broma morbosa de mi amigo?
Dudando si prefería que fuera verdad o una broma, me incorporé de la silla sin hacer ruido y busqué en el bolsillo de la mochila donde lo había guardado, encontrándolo al momento.

Cogiendo mi tablet, lo enchufé y guardé el fichero en la misma carpeta en la que había guardado los anteriores vídeos que me había proporcionado Xabi, aquellos en los que se podía ver cómo se tiraba a la Angelines, la carpeta que para despistar había llamado “Problemas química” y, con tan poco sugerente título, no esperaba que nadie en su sano juicio quisiera acceder.

Desenchufando el memory stick, lo dejé sobre mi mesa de estudios y me dispuse a ver lo que mi amigo había grabado, eliminando el sonido y sin ponerme tampoco en esta ocasión los auriculares, más por seguir escuchando follar a mi madre que por que no me pillaran viendo el vídeo.

Empalmado como estaba me dispuse ansioso a ver el vídeo.

¡Coño! ¡Apareció en pantalla mi madre!

Abría la puerta de la vivienda. Su rostro estaba muy triste, pero intentó cambiarlo al ver a quien la abría. Debía ser Xabi al que abría.

Tenía los ojos empapados y gruesos lagrimones recorrían sus mejillas, que ella se limpió apresuradamente con la mano, al tiempo que intentaba esbozar una sonrisa.

Llevaba puesto el mismo vestido que llevaba la mañana en la que tuvo la bronca con mi padre.

Decía algo, como disculpándose, cuando apareció un ramo de flores, rosas rojas, ¡el mismo que estaba en el jarrón sobre la mesa del salón! ¡Xabi la daba un ramo de rosas rojas!

Hizo amago de no cogerlo pero finalmente, por no hacer un feo a mi amigo, lo cogió y, abriendo más la puerta, permitió que entrara en la vivienda.

De pronto cambió la escena y … ¡estaban abrazados, morreando y metiéndose mano en el sofá del salón!

Pero … ¿era ella? ¡Sí, sí, era ella, era mi madre! ¡Mi madre estaba morreando con Xabi! ¡Mi madre! ¡Y morreando! ¡No me lo podía creer!

La falda de mi madre se había subido, dejando al descubierto toda la longitud de sus piernas y una de las manos de mi amigo la sobaba el exterior de uno de sus voluptuosos muslos, mientras la otra la sobaba una teta por encima del vestido. ¡Y ella se dejaba, no oponía ninguna resistencia, como si no la estuviera metiendo mano!

Unos pocos segundos después, la mano de Xabi se desplazaba por el muslo, subiéndola incluso más la falda y mostrando las bragas blancas de mi madre.

Metió la mano bajo la falda de ella y, tirando de un borde de sus bragas, intentó bajárselas, pero, al estar sentada, solo pudo bajárselas un poco por el lateral.

Bajó mi madre su mano y, sin dejar de besarse con mi amigo, se la puso sobre el hinchado bulto que levantaba la parte frontal del pantalón, apretándole la congestionada verga, para restregarse reiteradamente a continuación sobre ella, excitándole todavía más.

Aprovechó Xabi para meter su mano por el escote del vestido de ella, desabrochándola varios botones de la pechera y, sacando uno de los senos de mi madre por encima de su sostén, continuó sobándoselo durante varios segundos. Hizo lo mismo con el otro seno y, una vez descubierto, comenzó a chupárselo y a mamarla apasionadamente el pezón.

Como Xabi no podía bajarla las bragas, metió su mano debajo de ellas, colocándola sobre una de sus nalgas, amasándola durante unos segundos sin dejar de morrearla lascivamente.

Atrayéndola hacia él, la levantó unos escasos centímetros del sofá, y, agarrando la parte posterior de las bragas, se las bajó por detrás, dejándola el culo al aire, y, tirando más de ellas, rompió uno de sus laterales, quedando colgada la prenda de uno de los muslos de mi madre.

Sentada de rodillas en el sofá, a horcajadas sobre Xabi, mi amigo metió sus manos bajo la falda que ella tenía recogida en la cintura, y, cogiéndola por las nalgas, una en cada nalga, la atrajo más hacia él, de forma que las tetas de mi madre estuvieron pegadas a la boca de él que empezó a lamerlas y a mamarlas apasionadamente.

Mi madre, entregada, se dejaba hacer sin oponer ninguna resistencia, disfrutando y, echando la cabeza hacia atrás, ofrecía sus generosos pechos a la boca y lengua de mi amigo.

Mientras la comía las tetas, la amasaba insistentemente las nalgas.

Deseando follársela allí mismo, sobre el sofá, intentó Xabi bajarse la bragueta, pero, observando mi madre que no lo conseguía fácilmente, se puso de rodillas en el suelo, entre las piernas de él, y, aunque no se podía ver en el vídeo al estar éste frente al sofá, debió sacarle el cipote y comenzar a mamárselo, por los movimientos que hacía con la cabeza y con los brazos.

¡No aguantaba más! ¡No solo quería ver sino también escuchar! Me coloqué los auriculares, activando el volumen y lo puse al máximo, como mi excitación.

¡Todavía no me creía lo que estoy presenciando! ¡Mi madre comiéndole la polla a mi mejor amigo! ¡No podía ser! ¡Imposible!

Ahora no solo veía a mi madre de espaldas a la cámara, mamándole la verga a Xabi, sino que también lo escuchaba. Escuchaba cómo le succionaba y manoseaba la polla y los cojones, y la respiración entrecortada de mi amigo.

Reposando su espalda sobre el sofá, mi amigo se fijó durante unos segundos en cómo le comía la polla mi madre, y levantando la mirada hacia la cámara que le estaba grabando, sonrió abiertamente, guiñó un ojo e hizo con sus dedos el signo de la victoria.

Reclinándose nuevamente sobre el respaldo del sofá, cerró los ojos, relajado, disfrutando de la generosa mamada con la que mi madre le estaba obsequiando.

Después de varios minutos comiéndole la polla mi madre se incorporó y, en pie, entre las piernas de mi amigo, dejó caer su vestido hacia atrás, cayendo al suelo junto con las bragas rotas. Dejando al descubierto su culo redondo y respingón, se quedó solo con el sostén como única prenda.

De espaldas a la cámara que la estaba grabando, se colocó de rodillas sobre el sofá, a horcajas sobre Xabi, y, cogiéndole la verga erecta y congestionada, se la metió por el coño, comenzando a cabalgar sobre él, subiendo y bajando el miembro iba entrando y saliendo.

¡Se estaba follando a mi madre! ¡Mi amigo se la estaba follando! ¡Qué cabrón! ¡Qué cacho cabrón! ¡Y que puta! ¡Qué puta mi madre!

La cámara grababa el culo rotundo y redondo, subiendo y bajando, apareciendo y desapareciendo el cipote bajo él.

¡Qué culo! ¡Qué culo tiene mi madre! ¡La ostia!

Las manos de Xabi se colocaron primero sobre las caderas de mi madre para descender enseguida a sus nalgas, una en cada nalga, apretándolas, sobándoselas, mientras ella subía y bajaba a un ritmo cada vez mayor.

¡Arriba-abajo-arriba-abajo! ¡Dentro-fuera-dentro-fuera!

Se escuchaban perfectamente los suspiros, gemidos y chillidos de los dos amantes; las pelotas de mi amigo, chocando una y otra vez contra el perineo de ella; el cipote restregándose por el interior de la vulva de mi madre; el chirriar del sofá y de los cojines al ser aplastados en el folleteo. ¡Lo escuchaba todo! ¡Lo veía todo!

El ritmo era ya frenético y mi madre, más que subir y bajar, botaba incansable sobre las pelotas de mi amigo, una y otra vez, hasta que, de pronto, Xabi la sujetó las nalgas, deteniendo sus brincos. ¡Se había corrido! ¡Se había corrido dentro del coño de mi madre!

Pero no solo se corrió mi amigo, ¡también me corrí yo! ¡Sin menearme la polla, solo con la excitación de ver y escuchar cómo se follaban a mi madre, me corrí! ¡Me corrí a lo bestia! ¡Aaaaaaaahhhh!¡Queeeee plaaaaaceeeer!

Sin apartar hipnotizado la mirada de la pantalla me limpié con unos kleenex el esperma que empapaba tanto mi verga como el pantalón y la camiseta que llevaba.

Permaneció mi madre unos segundos montada a horcajadas, con el cipote dentro de su vagina, y, cuando se incorporó, al girarse, se pudo observar una visión a escasos centímetros de la vulva abierta y chorreando semen, desapareciendo enseguida de pantalla, quedando solo Xabi con el pene empapado de lefa, que, con cara de satisfacción plena, sonreía abiertamente a la cámara.

De repente cambió la escena y apareció mi madre, de cintura hacia arriba … ¡quitándose el sostén! ¡Mostrando sus tetas desnudas, sin nada que las cubriera!

¡Eran enormes, redondas y tan erguidas que retaban a la gravedad!

De las areolas casi negras del tamaño de monedas de dos euros brotaban unos gruesos pezones sonrosados que parecían cerezas maduras a punto de reventar.

¡Una sonrisa que no la había visto nunca deformaba su rostro, haciéndolo incluso más hermoso, pero de una hermosura distinta, más bien salvaje! ¡Una lujuria extrema se reflejaba en su boca, en su cara! ¡Disfrutaba, la gran puta, follando con mi amigo, con alguien que no era su marido! ¡Disfrutaba poniéndole los cuernos, la muy viciosa!

De pronto, su rostro cambió, y, girando su cabeza, miró hacia atrás, hacia la puerta abierta del dormitorio. ¡Algo atraía su atención!, e incorporándose, pude observar que estaba completamente desnuda.

Dando la espalda a la cámara, mostró su culo redondo y respingón a la cámara, y salió de prisa del dormitorio sobre cuya cama estaba, desapareciendo por el pasillo.

La escena cambió y ahora la cámara grababa a mi madre de espaldas a la cámara, trotando completamente desnuda por el pasillo camino de la puerta de entrada a la vivienda. Estaba cerrada y mi madre, al llegar, poniéndose de puntillas, miró por la mirilla durante bastantes segundos, como buscando el origen de algún ruido que hubiera escuchado.

Al acercarse mi amigo, ella, sonriendo juguetona, giró la cabeza, mirándole un momento, y, llevándose un dedo a la boca, le conminó a que no hiciera ruido para, a continuación, volver su atención a lo que sucedía fuera de la vivienda.

De puntillas sus glúteos y los músculos de sus piernas se contrajeron lascivamente y, al inclinarse más hacia delante, puso el macizo culo en pompa como si deseara recibir un buen azote o un buen pollazo. Y algo de eso recibió, un fuerte y sonoro azote en una de sus nalgas, provocando que emitiera un breve chillido, que amortiguó con su mano para que no la escucharan desde el otro lado de la puerta.

Volteando su rostro hacia la cámara, sonrió ampliamente, y, alejándose de la puerta, caminó de puntillas, sin dejar de sonreír, hacia la cámara, por el pasillo, totalmente desnuda, sin nada que la cubriera. ¡Totalmente despreocupada, feliz y contenta de mostrar su hermoso cuerpo desnudo al amigo de su hijo, a un joven que tenía la edad que su hijo, y que ya se la había follado!

¡Estaba buenísima! ¡Sus pechos grandes, erguidos y redondeados se balanceaban ligeramente acompasados con los agiles pasos que daba! ¡Su vientre liso! ¡Su entrepierna apenas cubierta por una fina franja de vello púbico! ¡Sus muslos macizos y torneados! ¡Sus pequeños y cuidados pies con las uñas pintadas de color rojo!

Como la cámara se desplazaba al ritmo de mi madre, siempre la seguía a la misma distancia, ocupando casi toda la pantalla su hermosa y voluptuosa figura.

De pronto echó a correr hacia la cámara, desatando el erótico bamboleo de sus senos.

También la cámara echó a correr, como escapando de mi madre, entrando ambos en el dormitorio.

Una nueva escena apareció en pantalla.

¡Era mi madre sonriendo lascivamente y completamente desnuda!

Estaba a cuatro patas encima de la cama, gateando hacia mi amigo, que, con las piernas abiertas, la esperaba.

Apareció en pantalla la verga erecta de Xabi. Estaba desnudo, al menos de cintura para abajo, y mi madre, entre sus piernas, cogió con la mano el miembro y acercó sus voluptuosos y sonrosados labios a él.

Un ligero lametón dio al glande, como saboreándolo, como si no lo hubiera hecho antes. Luego le dio otro más largo y otro, hasta que se lo metió en la boca y empezó a acariciarlo con sus labios y con su lengua. Se lo metió casi hasta el fondo de la garganta para lentamente sacárselo sin dejar de acariciar con sus labios casi la totalidad del miembro, gozando de cada milímetro. Y una vez fuera de su boca, jugueteó con su lengua, dándole tanto pequeños toques como largos lametones, mientras una de sus manos le sujetaba y la otra le acariciaba los cojones

¡Era una experta, una auténtica experta mi madre! ¿Cuántas veces lo habría hecho antes? ¿Cuantas vergas habría mamado, se habría comido?

Con el rabo a punto de estallar, mi madre le dejó de comer la polla e, incorporándose, se colocó de rodillas, a horcajadas sobre mi amigo, con un muslo a cada lado de su cuerpo.

Cogió con una de sus manos la verga congestionada y enorme de mi amigo y se la metió por el coño, hasta que desapareció dentro, y comenzó a balancearse adelante y atrás, adelante y atrás, follando otra vez.

Sonrió lujuriosa cuando las manos de Xabi la tocaban, la manoseaban las erguidas tetas.

Sin dejar de mecerse adelante y atrás, follando, ya no sonreía, sino que se concentraba en follar mientras mi amigo la sobaba insistentemente las tetas y jugueteaba entre sus dedos con los pezones cada vez más congestionados y encarnados.

¡Adelante-atrás- adelante-atrás! ¡Dentro-fuera-dentro-fuera!

Escuchaba no solo los gemidos y suspiros de mi madre sino también los resoplidos de Xabi, el chocar del perineo contra los cojones y de la cama contra la pared.

Sacando mi polla erecta y congestionada del pantalón comencé a meneármela sin dejar de mirar obnubilado la pantalla.

Al aumentar mi madre el ritmo del mete-saca, las manos de mi amigo abandonaron las tetas y se trasladaron a las caderas y a las nalgas de ella, provocando que, en pocos segundos, Xabi se corriera.

Mientras ella incrementaba el ritmo del folleteo, yo hice lo propio con la paja que me estaba haciendo, alcanzando por segunda vez un orgasmo, llenando mi mano de lefa.

Deteniendo mi madre su folleteo, llevó su mano a su vulva y, con la verga de Xabi todavía dentro, se masajeó con energía el clítoris. ¡Se estaba masturbando! ¡Se masturbaba mientras fijaba su vista directamente en el rostro de mi amigo!

Con la boca semiabierta y su lengua deslizándose por sus sonrosados y voluptuosos labios, su rostro destilaba puro vicio y lascivia.

No tardó en correrse y chilló de placer al hacerlo, tumbándose a continuación bocabajo sobre mi amigo que aprovechó para apretarla y amasarla fuertemente las nalgas.

Otra escena apareció en pantalla.

Ahora era el culo de mi madre la protagonista absoluta e inundaba toda la pantalla.

Estaba dando la espalda a la cámara y a mi amigo, de rodillas y a horcajadas sobre la cadera de Xabi, follando. ¡Estaba nuevamente follando!

Se balanceaba adelante y atrás, una y otra vez. Sus blancas nalgas, macizas, redondas y erguidas, sin granos, manchas o celulitis se bamboleaban acercándose y alejándose de la cámara.

Las manos de Xabi la abrazaban la fina cintura mientras se deleitaba, nos deleitábamos, del hermoso culo respingón de mi madre.

Desplazaba las manos a las nalgas, sobándolas insistentemente, y, separándolas, me permitió observar el prieto agujero, el ano que, blanco e inmaculado, se escondía entre ellas.

Metiendo los dedos entre los dos cachetes, se lo masajeó delicadamente, pero, no por esto, mi madre dejó de cabalgarle, de moverse rítmicamente adelante y atrás, follándoselo.

Incrementando el ritmo, mi amigo se corrió nuevamente, por tercera vez si no contaba mal.

Aunque yo continuaba con la polla fuera del pantalón, hacía pocos minutos que me había masturbado por segunda vez por lo que, a pesar de que me la estaba meneando otra vez, no lo conseguí esta vez.

Deteniéndose mi madre y, al incorporarse, se podía ver su coño rezumando un semen blanquecino semejante a leche, fluido y casi nada denso, goteando sin parar.

Una nueva escena se mostró donde veía la espalda de mi madre. Estaba a cuatro patas sobre la cama y Xabi montándola por detrás. Desde arriba se podía observar el culo de ella en forma de gran corazón, como de un gigantesco melocotón, y el cipote de mi amigo apareciendo y desapareciendo dentro del cuerpo de ella.

Las manos de Xabi la sujetaban por las caderas mientras se la follaba por detrás, en la postura del perrito, ¡como la perra calentorra que era! ¡Mi madre era una perra calentorra y en celo! ¡la muy perra!

En cada embestida los glúteos se contraían y el cuerpo de mi madre se desplazaba adelante y atrás.

Una de las manos de mi amigo propinó un fuerte azote en una de las nalgas de mi madre. Un par de embestidas después la otra mano flageló la otra nalga. Con tanto azote las nalgas de mi madre tenían ya un color rojo intenso.

La cámara se desplazaba hacia un lateral. Dejé de ver el culo y el cuerpo de mi progenitora, y apareció un espejo, en el que se observaba reflejado el dormitorio de mis padres. Y vi a … ¡Xabi!

El joputa había mirado hacia el espejo y, al llevar puestas las gafas espías, observé reflejada su imagen en él.

¡Está sonriendo! ¡Tanto sonrió que le vi todos sus dientes u muelas! ¡Qué cabrón! ¡Cómo se estaba poniendo!

Sin dejar de sonreír, levantó una mano e hizo el signo de la victoria con sus dedos, propinando a continuación un fuerte azote a mi madre en una de sus nalgas, haciendo que emitiera un breve y agudo chillido.

También se reflejó mi madre en el espejo, completamente desnuda, a cuatro patas sobre la cama de matrimonio. A los pies de la cama estaba Xabi, con una pierna sobre el suelo y la rodilla de la otra sobre la cama, impulsándose una y otra vez para embestir con fuerza con su rabo dentro del coño de mi madre, follándosela.

Una de las embestidas provocó que mi madre apoyara codos y antebrazos sobre el colchón, escondiendo la cabeza entre ellos y disfrutando, con el culo en pompa, del polvazo que la estaba echando.

Sin dejar de follársela volvió a mirar mi amigo hacia el culo colorado de mi madre y, entre mete y saca, el bajo vientre de él rebotó una y otra vez contra las macizas nalgas de ella, con tanta fuerza que amenazó con expulsar violentamente a Xabi hacia atrás, provocando que su cipote, erecto y colorado, se saliera de la empapada y dilatada vagina.

Una vez desmontado, la empujó por los glúteos, tumbándola bocarriba sobre la cama, sin encontrar ninguna resistencia, exponiendo sus dos tetazas a la cámara.

¡Brillaban, deslumbrando por instantes a la cámara, por los fluidos que se deslizaban por su superficie!

¡La miré al rostro y no la reconocí, tan desfiguradas están sus facciones por el vicio y el placer! Pero sí, ¡era ella! ¡mi madre! ¡la que se estaba follando mi amigo a placer!

Cogiéndola por los gemelos la levantó las piernas y las colocó Xabi sobre su pecho.

Cogió mi amigo su verga, erecta y dura semejante a una porra, y aporreó con ella sobre la vulva abierta de mi madre, una, dos, tres veces, para restregarse a continuación entre los empapados surcos que formaban sus violáceos y sobre congestionados labios vaginales. Entre roce y roce, la penetró, desapareciendo, como por arte de magia, su cipote, en toda su longitud, dentro de la vagina.

Sujetándola por las caderas, empezó a embestirla, a follársela con fuerza y rapidez.

¡Aparecía y desaparecía la verga, una y otra vez, dentro del coño!

¡Las enormes tetas de mi madre se balanceaban caóticas y desordenadas al ritmo que marcaban las violentas embestidas! ¡Crecían, aumentaban de tamaño, se hinchaban en cada embestida semejando grandes globos!

¡Sus empitonados pezones apuntaban hinchados al techo a punto de reventar!

Con sus brazos extendidos sobre el colchón, en dirección a la cabecera de la cama, mi madre cogía fuertemente la sábana, retorciéndola frenética, mientras, gozando del polvo que la estaba echando, se agitaba inquieta sobre la cama, manteniendo los ojos semicerrados y la boca semiabierta, con su sonrosada lengua deslizándose entre los voluptuosos labios.

¡Entregada, mi madre ya no suspiraba, gemía o resoplaba, sino que ya chillaba a pleno pulmón! ¡Vaya polvo! ¡Vaya polvos que la estaban echando a la guarra de mi madre!

Tantas veces se había corrido Xabi que tenía que embestir, que follar, con energía si quería correrse nuevamente. Yo hice lo propio con la manola que me estaba trabajando duramente. Era una carrera que mantenía con mi amigo para ver quién se corría antes. Él me llevaba ventaja, había echado más polvos a mi madre que yo hecho pajas viéndolo, pero supuse que transcurría más tiempo entre polvo y polvo que entre paja y paja, así que él jugaba con ventaja.

Me escocía terriblemente la polla de la cantidad de enardecido manoseo con la que la estaba castigando, pero continué sin aminorar el frenético ritmo hasta que me corrí, y, apartando mi mirada por un momento de la pantalla, la dirigí a mi castigado cipote de donde un escaso flujo de esperma líquido y casi transparente brotó a duras penas.

Al dirigir la vista a la tablet observé que la escena había vuelto a cambiar.

Aparecía mi madre, totalmente desnuda, bajo la ducha del cuarto de baño de mi casa.

¡Estaba buenísima! ¡Su esbelto cuerpo brillaba bajo el agua caliente que abundantemente fluía, envuelta en vapores, desde la alcachofa de la ducha hasta la alcachofa de mi madre, por encima de sus curvas, de sus tetas, culo y muslos, introduciéndose entre sus piernas, inundando su voraz conejito!

Entrando en la ducha apareció mi amigo, también desnudo y, por supuesto, con el miembro siempre erecto y listo.

Acercándose por detrás a mi madre, la tocó con una de sus manos una de las nalgas, y con la otra un seno, provocando que mi madre se girara gratamente hacia él, simulando una sorpresa que evidentemente no existía.

Abrazándose bajo el flujo de agua, se besaron apasionadamente durante un buen rato, estando casi siempre las manos de Xabi sobre los glúteos de mi madre, atrayendo su cuerpo hacia él y apoyando firmemente su inhiesto cipote en el bajo vientre de ella.

Algo la susurró mi amigo al oído y, separándose ligeramente, se volteó mi madre, dándole la espalda y, levantando una pierna, la apoyo en el poyete de la ducha. Inclinándose hacia delante, facilitó que Xabi, cogiendo su miembro, lo dirigiera al sexo de ella, penetrándola.

Una vez la hubo metido la polla, la sujetó por las caderas y comenzó a balancearse adelante y atrás, adelante y atrás, follándosela bajo el agua de la ducha. Pronto mi madre se incorporó al bamboleo, siendo ella la que llevaba el ritmo del folleteo, y mi amigo solo la sujetaba por las caderas, gozando del polvete.

¡Dentro-fuera-dentro-fuera! ¡Mete-saca-mete-saca!

Un par de minutos después, Xabi la dijo algo al oído y la desmontó, propinándola un ligero azote en una de sus nalgas, mientras ella se giraba, colocándose frente a él.

Pasando sus brazos alrededor del cuello de mi amigo, éste la sujetó por las nalgas, una mano en cada nalga, y, brincando mi madre, abrazó la cintura de él con sus piernas.

Sin soltarla de los glúteos, tanteó Xabi con su erecto cipote por la entrepierna de ella, buscando la entrada a la vagina, penetrándola a continuación.

Apoyando la espalda de mi madre sobre los azulejos de la pared, continuó follándosela bajo el agua de la ducha.

De pronto, observé de soslayo como la puerta de mi habitación se abría. Levanté la mirada de la tablet y … ¡era mi madre! ¡Mi madre!

¡Me quedé paralizado sin reaccionar! ¡Conmocionado no me subí el pantalón para cubrirme la verga erecta que me estaba meneando y seguí con mi mano cogiéndomela!

¡No apagué ni hice nada con la tablet! ¡Tampoco me quité los auriculares!

¡Mi amigo seguía follándosela en la ducha y ella estaba a punto de pillarme pajeándome al verlo!

Se acercaba ella hacia donde yo estaba, y yo horrorizado observaba cómo se acercaba, como a cámara lenta.

¡Gruesas gotas de sudor surcaban mi rostro colorado como un tomate! ¡Mi rostro ardía y mi cabeza amenazaba con reventar!

A menos de un metro de donde yo estaba se detuvo y, con una sonrisa angelical iluminando su hermoso rostro, me dijo algo que, conmocionado como estaba y con los auriculares puestos, no escuché.

¡Gracias a dios me había colocado frente a la puerta de mi dormitorio y mi madre, donde estaba, no podía observarme de cintura para abajo ni lo que yo estaba viendo en la tablet! ¡No veía cómo mi amigo se la follaba en la ducha! Si se acercaba me vería la polla erecta y mi mano cogiéndola. O quizá sí, quizá estuviera viendo mi verga erecta y cómo me la manoseaba.

Mirándome fijamente me habló otra vez, quizá repitiendo lo que me acababa de decir, pero sin perder la sonrisa, y yo, sin reaccionar, tampoco la escuché.

¿Me estará mirando la polla erecta? ¿Se dará cuenta que me estaba masturbando?
Dudé más turbado todavía mientras la miraba aterrado.

Logré reaccionar a duras penas y, despegando unos pocos milímetros uno de los auriculares de mi oreja, la escuché ahora sí decirme con una dulce y melodiosa voz que semejaba a la protagonista de una película rosa y acaramelada:

¡A cenar, hijo! ¡Que tenemos ya la cena en la mesa y se te va a enfriar!
¡A.. ahora … voy, ma … mamá!
Balbucee y, aunque dudo mucho que mi madre me entendiera, me dijo suavemente:

¡No nos hagas esperar, cariño, que te he preparado un plato que te gusta y, si tardas, nos lo tomaremos frío!
Y se dio la vuelta, caminando hacia la puerta por donde había entrado.

La observé el culo y cómo lo balanceaba provocativamente al caminar mientras se alejaba. La fina tela del vestido se le pegaba a los glúteos como una segunda piel, resaltando sus voluptuosas curvas.

¡Juraría que no llevaba bragas! ¡Que debajo del vestido no llevaba nada, que iba completamente desnuda!

En ese mismo momento en la pantalla de la tablet aparecía un primer plano del culo desnudo de mi madre, brillando bajo el flujo de la ducha, y con la inhiesta polla de mi amigo desapareciendo y apareciendo de su empapado coño.

A pocos metros frente a mí, se inclinó hacia delante, cogiendo algo del suelo y, por unos segundos, que me parecieron eternos, la observé el culo desnudo bajo la falda. ¡Sí! ¡No llevaba bragas! ¡Mi madre no llevaba bragas!

Mis ojos se clavaron en su culo y, al tiempo, pude observar en la pantalla de la tablet las nalgas de mi madre en la misma postura, inclinada hacia delante, ofreciendo a la cámara sus más que lascivos encantos.

Estaba viendo al mismo tiempo dos veces el culo y el coño de mi madre, sin nada que los cubriera, una en la vida real y otra en diferido, y, si no me corrí en ese mismo momento, fue porque no me quedaba una sola gota de semen en todo mi cuerpo.

Tardó más de lo normal en levantarse. Juraría que se demoraba para que yo pudiera disfrutar de la morbosa visión de su hermoso culo desnudo y de su jugosa vulva.

Incorporándose, se acercó al perchero que estaba colgado en la pared y, colocándose de puntillas, colocó en el mueble lo que había cogido del suelo.

¡Sus fuertes glúteos, así como los músculos de sus torneadas piernas, se contrajeron al ponerse de puntillas!

Se giró mirándome con una sonrisa que ya no era tan dulce sino más bien perversa y viciosa, y caminó hacia la puerta.

Cuando salió de mi dormitorio, cerró la puerta y, al escuchar sus pasos alejándose por el pasillo, fue el pistoletazo de salida para masturbarme frenéticamente, con toda la fuerza que todavía disponía, hasta, a pesar del más que doloroso escozor que sentía en mi manoseada y maltrecha verga, milagrosamente me corrí nuevamente.

Cerrando la tablet y, guardándola en el cajón, salí de mi dormitorio hacia el baño para limpiarme los restos de semen.

Allí mientras me lavaba miré hacia la ducha y recordé, como si lo estuviera viendo en ese mismo momento, cómo mi amigo se tiraba a mi madre bajo el agua caliente.

¡Qué cabrón! ¡Qué suerte, el joputa, tirarse a mi madre! ¡Y qué puta mi madre! ¡Qué calentorra y buenorra!
Pensé envidioso y cachondo perdido.

Ahora estaba seguro que me había visto masturbándome mientras miraba la tablet pero lo que no se imaginaba es que la estuviera viendo a ella mientras mi amigo se la tiraba.

O quizá sí, quizá lo sabía. Dudé ya si mi madre no se había dado cuenta que mi amigo la estaba grabando mientras se la follaba y dejó que lo hiciera, incluso la daría más morbo que todo el mundo la pudiera ver completamente desnuda y follando. ¡Una sobrada venganza contra mi padre!

¡Venga, coño, a cenar, que te estamos esperando!
Sacándome de mis morbosos pensamientos, escuché ahora a mi padre que, con menos miramientos que mi madre, me llamaba a voces para cenar.

Mientras cenaba permanecía en silencio, con la mirada baja, mirando mi plato. No me atrevía a mirar a mi madre, a la calentorra de mi madre, que estaba sentada en la mesa frente a mí.

Cada vez que la miraba la veía completamente desnuda, follando y comiendo la polla a mi amigo.

Mis padres hablaban más que de costumbre. Mi padre, lejos de estar eternamente cabreado, parecía casi humano, y mi madre, ya no estaba hecha una auténtica furia. Lo de follar y poner los cuernos era una terapia ideal para el buen rollito.

Sentí por un momento cómo algo, bajo la mesa, se apretaba contra mi verga y pegué un pequeño brinco sobresaltado.

Me dio tiempo a ver cómo el pie desnudo de mi madre se retiraba rápido de mi entrepierna.

Colorado miré hacia ella, pero conversaba animadamente con mi padre, como si no me hubiera sobado la polla, y, al ver que la miraba, también quiso incorporarme a la conversación, pero yo, avergonzado, continué comiendo en silencio sin atreverme a mirarla.

Cuando acabamos de cenar, mientras mi madre recogía la mesa y ponía el lavavajillas, mi padre me dijo que me quedara un momento y, muy serio, me sermoneó:

Ya te he visto lo callado que estabas cenando. No debes avergonzarte si nos has escuchado en el dormitorio. Tu madre es una santa y solo ha cumplido con uno de sus deberes conyugales. No lo olvides nunca. Y ahora vete.
Y, muy obediente, me levanté de la mesa sin rechistar y sin osar mirar a mi padre que permanecía, mayestático, sentado en la misma silla donde acababa de comer, mirando indolente un programa estúpido de televisión mientras subía el volumen del aparato.

¿Mi madre una santa? ¡Ja! ¡Una ninfómana calentorra devorapollas es lo que es!
Pensé camino de mi dormitorio y, al pasar delante de la cocina, allí estaba mi madre, de espaldas a la puerta, inclinada hacia delante, haciendo como si colocara los platos en el lavavajillas, y la volví a ver el culo desnudo, sin bragas, ofreciéndose a mi polla.

Miré hacia atrás por si mi padre me seguía y, al no verlo, me decidí.

Entré a toda prisa a la cocina, sacándome el cipote, y, levantándola del todo la falda por detrás a mi madre, la penetré de golpe hasta que mis cojones chocaron con su entrepierna.

La violenta embestida la impulsó hacia delante, provocando que emitiera un ligero chillido como de sorpresa, y haciendo que cayera a cuatro patas sobre el suelo.

Sujetándola por las caderas, impulsado por mis piernas y cadera, empecé a follármela.

Escuché a mi madre decir en voz baja y entrecortada:

¡Ay, ay, Dioni, no, ahora no, que nos va a pillar nuestro hijo!
La muy falsa, se dirigía a mí como si yo, el que se la estaba follando por detrás, fuera su marido y no su hijo.

Bien sabía que era yo, su hijo, al que había pillado masturbándose y al que había provocado sexualmente, el que se la estaba tirando pero disimulaba.

Su espíritu puritano negaba la evidencia de que la encantaba que se la follara todo dios, incluyendo su hijo.

Temiendo que nos pillara mi padre, en cinco o seis embestidas me corrí y, desmontándola rápidamente, salí a la carrera de la cocina, tapándome con las manos el cipote.

Ya en mi dormitorio, cerré la puerta a mi espaldas, temeroso de una posible reacción violenta de alguno sino de los dos progenitores, pero nadie, ni mi madre ni mi padre, se acercaron ni me incordiaron.

Aquella noche volví a ver el vídeo completo varias veces e incluso pude masturbarme alguna vez más, aunque mi polla ya parecía una hamburguesa sanguinolenta de carne picada.

Y mientras lo veía, una duda me corroyó y me pregunté morbosamente asombrado:

Si mi amigo se la había follado durante toda la mañana, ¿dónde estuvo mi madre el resto del día? ¿Con quién y donde estuvo poniendo los cuernos a mi padre toda la tarde y parte de la noche?