Papá me acompaña a comprar ropa y me termina dejando bien claro que yo soy de él y de nadie más

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Daniel está metido con un montón de papeleo sobre la mesa de su dormitorio. Hay problemas para que su aseguradora cubra los daños del accidente dado que en su sangre se detectó una presencia anormal de medicamentos. Dicha anomalía podría haberle causado somnolencia y en este caso, a razón de una de las clausulas de su seguro, la compañía se negaría a darle la cobertura deseada.

Por otro lado, Genoveva, la de personal, le ha enviado toda la documentación que necesita para ponerse al día y poder hacer frente al trajín laboral que le espera a partir del lunes.

Una acalorada discusión telefónica le saca de sus quebraderos de cabeza. Viene de la habitación de su hija. Katia no parece estar de demasiado buen humor y arremete contra alguien a través del auricular de su móvil:

+ Di lo que quieras pero te aseguro que me tienes har-ta.

+ !!Pero que me da iguaaaaaal!!

+ Pues vete con ella y a mí me dejas en paz.

+ ¿Te crees que yo soy como tu coche?… ¿Qué me puedes tunear a tu gusto?

+ No es decisión tuya. A mí no me puedes cambiar las llantas ni la pintura.

+ Si no te gusta mi tapicería te buscas a otra que vista como tú le digas.

+ Pues anda y que te den. Olvídate de mi esta noche… y para siempre.

-Será capullo el tío- dice Katia para sí misma después de colgar.

-¿Qué pasa cariño? ¿A qué viene este alboroto?- mientras se asoma por la puerta.

-Pues que he cortado con Edu papá. Es un capullo- con tono de berrinche infantil.

-Puede que sea una riña pasajera, no seas tan dramática-

A pesar de su serena escenificación, Daniel está muy esperanzado. Desearía no volver a ver a ese malnacido nunca más en la vida. Pagaría cualquier precio para que Katia se hiciera lesbiana y no quisiera saber nunca más nada sobre ningún hombre.

K: Tienes razón. Puede que haya sido demasiado dura con él. ¿Le llamo?

D: No, ahora no. Date un poco de tiempo para pensarlo. Cuéntame que es lo que pasa.

K: Que el tío se cree que puede decirme a mí cómo vestir y lo que no me puedo poner.

D: Eso no se lo consientas. Si no me haces caso ni a mí cuando te lo digo.

K: !Pues eso! Si no te escucho a ti voy a dejarle a el que me prohíba vestidos.

D: ¿Pero qué vestido te quiere prohibir?

K: Pues ese rojo y negro que me compraste el día que fuimos de compras.

D: …eh. Ahora mismo no caigo. ¿De verdad fuimos de compras tú y yo? ¿Qué raro no?

K: ¿En serio no te acuerdas de ese día?

D: Pues… no. Ya sabes que tengo lagunas muy grandes cariño.

Daniel recuerda perfectamente ese día y todo lo que aconteció en él, pero está decidido a ocultar su mano y marcarse un buen farol. Katia rebusca en su armario hasta que:

K: Míralo. Aquí lo tienes. A que es bonito. ¿De verdad no te acuerdas?

D: No aunque la verdad. Si que parece un poco atrevido así a primera vista.

K: !Ya sé!. Estoy segurísima que si me lo ves puesto te volverá la memoria de golpe.

D: ¿Y eso?

K: Te causó mucho impacto cuando te lo enseñe en el probador. Casi te desmayas.

Una sonrisa algo forzada es la respuesta a esa traviesa afirmación. Daniel no quisiera meterse de nuevo en ese berenjenal. Tiene que hacer creer a su hija que ha olvidado por completo los depravados actos que perpetró con ella durante los primeros meses de este descabellado verano.

-¿No mires eh? Cierra los ojos- le dice tapándole la cara con su fría manita.

-!Que no! !Que no te miro!- mientras la aparta con sus ojos ya cerrados.

El caso es que Daniel no siente que su hija supervise en ningún momento su invidencia. Katia le da la espalda mientras se desnuda grácilmente desatendiendo a su padre, quien no puede controlar su indiscreta mirada lujuriosa. Su lasciva curiosidad discrimina el disimulo que sus párpados pretendían salvaguardar y los abre de par en par.

Las espléndidas redondeces de Katia se manifiestan abusando de ese pequeño tanga negro que solo alcanza a dibujar un discreto trazo ornamental. Ese sublime cuerpo adolescente se apoderan de Daniel brillando bajo la luz de la puesta de sol que, a través de la ventana, da todavía da una dimensión más poética a tan armoniosas formas.

De pronto saltan todas las alarmas. La bestia dormida se ha despertado y parece hambrienta. Daniel solo viste unas bermudas bajo esa negra camiseta de algodón. Ni si quiera lleva ropa interior. Una repentina erección empieza a deformar su perfil amenazando gravemente su decoro cuando Katia termina de enfundarse su pequeño vestido nuevo.

Daniel se sienta a toda prisa en la cama un instante antes de que su hija se dé la vuelta y:

K: ¿Qué ha sido eso?

D: ¿Qué? No sé a qué te refieres.

K: Pensaba que te caías.

D: !Qué va!

K: ¿Qué te parece?

En cualquier otra chica ese vestido se vería simplemente atrevido pero, en el cuerpo de Katia, esa ajustad prenda le da un nuevo significado a la palabra provocación.

K: No digas nada, tú cara ya habla por ti.

D: N. no.n s que. mm n. D.

K: !Bueno! Eso todavía es más halagador. Ni si quiera puedes pronunciar palabra.

D: No. n. no quisiera ponerme de parte de Edu pero…

K: Pero si me lo compraste tuuú. ¿Cómo puedes decir eso?

D: No, no me acuerdo cariño.

K: Pues… parece que tu polla tiene más memoria que tú.

D: Pero !¿A qué viene eso?!

K: Vamos papá, ¿Te crees que no sé el porqué has tenido que sentarte tan rápido?

D: Es que… es que me he mareado.

K: !O sea! … Que mientes peor que Sele. No me creo nada sobre tus lagunas mentales.

D: Eso no. No tiene nada que ver. Puede que me haya empalmado contigo pero…

K: No me creo que no te acuerdes de lo que pasó ese día.

D: Claro que no. No. No recuerdo la mayoría de cosas de este verano.

K: !YA! Mira: el «papá de antes» no me hubiera mirado el culo mientras me cambiaba.

D: Yo no. ¿Qué dices? Ha sido al verte el vestido puesto.

K: ¿Tan rápido? Ni tu pene calenturiento es tan veloz.

D: Que nooo. De verdad.

K: !!Que te he visto por el espejo mentirosoooo!!. Que mientes más que hablas.

D: … Vale, vale. Tienes razón. Te he mirado.

K: Ya verás cuando se lo cuente a mamá, que risas nos pegaremos.

D: No Katia. Ni lo pienses.

K: Claro que sí. Solo le contare que se te ha puesto dura mirándome con el vestido nuevo. No te preocupes. No le contare todo lo que dices haber olvidado.

D: Que noooo. Me hundes la vida.

K: No es tan grave. Mamá tiene buen humor para estas cosas. No se las toma en serio. Además es una reacción natural. Es como si vas a una playa nudista y sin querer te empalmas mirando a otra. Eso no es infidelidad, es naturaleza. Hasta lo encontrará divertido, ya verás.

D: !Mamá se cree que soy impotente! … ¿Vale?

K: !¿Queeé?! ¿¿Y eso??

D: Le dije que no le hago el amor porque no puedo. Por la medicación y tal.

K: ¿Lo ves? No paras de mentir.

D: Lo que tú digas. Pero estate calladita ¿Vale Katia?

K: Me callaré si dejas de mentirme.

D: Te he dicho la verdad.

K: ¿Quieres follarme?

D: Noooh, claro que no. Eres mi hija.

K: ¿Lo ves? eres… eres un mentiroso compulsivo.

Katia pronuncia esa acusación con un tono sinuoso mientras se acerca con pasos lentos y sugerentes. Discretamente se sube el vestido hasta que ese diminuto tanga vuelve a ser visible ante la aturdida mirada de su padre.

D: No, Katia. ¿Qué haces? Para de una vez. En serio.

K: Todo tú eres una mentira. Solo hay un trozo de ti que es sincero y precisamente es eso lo único que quieres ocultar.

Aún sentado en la cama, Daniel se ve acechado por las perniciosas manos de su hija, quien intenta abalanzarse encima de él. No tiene más remedio que ponerse en pié para eludirla. Su vergonzosa tienda de campaña queda en evidencia expresándose con toda su notoriedad.

K: Joh papá, cómo se te ha puesto la polla. Si no me follas vas a reventar.

D: Eres mi hija Katia. Eso no puede volver a suceder.

K: ¿Volver?

D: Sí. Emm. Esto… esto que estás haciendo. No lo vuelvas a hacer nunca.

K: Has dicho «eso». ¿Qué es «eso» a lo que te refieres?.

D: Quería decir «esto» ahora, aquí.

K: No me lo trago.

D: Pues trágatelo.

K: !Ahá! ¿Así que quieres que me lo trague? Edu prefiere salpicarme la cara.

D: No ¿Qué? N !Cállate! !Por Dios!

K: Es sábado. Voy a salir y voy a llevar este vestido. Ya me has visto. Cualquiera que me vea me suplicará que lo folle. Seguro que me encontraré con Edu. A no ser que…

D: !¿Qué?! ¿Qué es lo que quieres Katia?

K: Yo no he dicho que quiera nada. Solo te digo lo que voy a hacer esta noche. Lo que va a pasar cuando baile sensualmente en la disco con esta ropa que tú mismo me compraste y que, por lo tanto, no me la puedes prohibir ahora.

D: ¿Estás chantajeando a tu propio padre? ¿Cómo eres capaz?

K: !Solo te cuento mis planeeeees!

Katia ha abandonado ya la mística sensualidad con la que intentaba seducir a Daniel y sus movimientos son ahora de lo más naturales. Mientras sigue hablando se deshace de su flamante vestido rojo para recuperar su indumentaria original, más adecuada para andar por casa.

Daniel a penas puede seguir el hilo de esa explicación mientras contempla ese desinhibido relevo textil.

-N. No deberías llevar ese sujetador. Te hace los pechos demasiado grandes-

-!Vamos papá! Las tetas grandes es lo que más atrae a los tíos, ya lo sabes-

-Pero tú ya las tienes grandes, no necesitas esa clase de artimañas-

-¿De qué tienes miedo? ¿De que sea verdad lo que te estoy contando?-

Katia ha recuperado ese tono vacilón y se acerca de nuevo a su padre. Ya se ha enfundado su pantalón corto pero aún no ha recuperado su infantil camiseta de los «osos amorosos»

K: Si no quieres que lo lleve quítamelo. Puedes confiscarlo.

La chica se acaricia el pelo a cámara lenta mientras pronuncia su oferta. Daniel a penas puede contener sus propias babas. Su careto desgobernado denota la debilidad de su propio temple. Hipnotizado por la cercanía de ese par de tetas apretadas a penas puede reaccionar cuando Katia le sujeta la polla a través de la fina tela de sus bermudas.

K: ¿Quieres que no salga de fiesta hoy? ¿Quieres que corte con Edu? ¿Quieres que no ande con más chicos? que sea solo para ti? ¿Quieres que no le cuente a mamá que te has empalmado mirándome?

D: S.s..s..s.s…ss.s..s

Katia se desabrocha el sujetador con un simple gesto facilitándole el trabajo. Daniel lucha contra viento y marea pero esas juguetonas tetas prisioneras piden a gritos ser liberadas. Finalmente termina por rescatarlas de esa cruel opresión.

-¿Dónde está tu hermana?- completamente embobado.

-No sé, estará paseando con sus amigos imaginarios. ¿Y mamá?-

-Creo que ha ido a hacer la compra. No sé cuándo volverá-

-Entonces será mejor no perder el tiempo-

Reafirmándose en sus propias palabras, Katia le baja las bermudas bruscamente liberando ese impetuoso pedazo de carne palpitante.

-Echa el pestillo- le ordena mientras mueve sensualmente su dedo índice.

Katia se da la vuelta y anda contoneándose mientras termina de desnudarse. Con una elegancia impropia de una chica de su edad, se encarama gateando encima de la cama.

Daniel sabe que nunca toma buenas decisiones con el estomago vacio ni con la polla tiesa, pero aun así no puede resistirse a tal imperativa tentación. «Dice la verdad: cualquier hombre mataría para poder cometer este pecado. ¿Quién soy yo para rechazar tal honor?». Si la alternativa es permitir que su niña caiga en manos de otro hombre peor que él… no hay lugar para las dudas.

Tras cerrar el pestillo se ha sacado la camiseta quedándose tal y como su madre lo trajo al mundo. Con pasos mucho más inseguros avanza hacia ella fustigado por su mirada burlona. Katia lo espera ya acomodada con una postura de lo más decorosa y estética.

Dani se siente algo patoso y fuera de sitio en una cama tan pequeña y llena de peluches, pero Katia le hace sitio para que pueda acomodarse bien. La chica no tarda en sentir las cálidas manos de su padre peinando su cuerpo a medida que ella toma la iniciativa. Ya encima de él le besa y se restriega mientras inicia una escalada de suspiros de lo más sugerentes.

En un momento dado, el osito Floppy le clava la nariz en la espalda. Nada más deshacerse de él, Dani siente el húmedo aliento de Katia en su polla. Sin mediar palabra entra en otra dimensión existencial: deslumbrante, confusa, arrolladora…

A raíz del accidente, llevaba casi tres semanas sin una sola inquietud fálica y, de pronto, todos esos morbosos estímulos le han arrastrado por un desbocado río sensorial que le arrastra incontroladamente hacia una vertiginosa cascada orgásmica.

Sin sacarse ese enorme trabuco de la boca, Katia cambia de postura para configurar el sesenta nueve. A Daniel le viene un poco de sorpresa pero no tarda en devolverle el trato a su hija lo mejor que puede. A pesar de su avanzada edad, nunca había practicado esa postura con nadie. No le llamaba mucho la atención pero ahora que tiene la ocasión de comerse a su niñita no repara en gozo.

-Joh, papá me has puesto muy cachonda- aún salibando.

-No puedo más cariño, ven aquí. Te voy a dar lo tuyo- esforzándose para no chillar.

Daniel la acomoda boca abajo con urgencia para poder acceder a su precioso culo. Con firmeza, le mete el pulgar bien adentro dando continuidad a ese indecente trafico digital.

K: Oh… mmm… Cómo te gusta darme por el culo papá… mmmmh.

D: Ni te lo imaginas Katia. Es que me tienes loco.

K: ¿Será por algún trauma? Oooh… Algún motivo tendrás porque esto no es normal.

D: No lo sé cariño. Solo sé que te quiero follar por el culo y nada podrá pararme ya.

En ese preciso instante se escucha la puerta de la entrada acompañado de un «!Hola!» pronunciado por Mariela.

-Creo que mamá está a punto de pararte – entre risas y susurros.

Daniel niega con la cabeza con las venas hinchadas de frustración. «No puedo parar ahora». El ojete de su niña ya está húmedo y listo para acogerle. Sin dejar de susurrar:

K: Da igual papá. No querrás que mamá te pille.

D: No me pillará. No haré ruido.

K: Créeme que a mí también me cuesta parar pero no podemos.

D: No puedo parar cariño.

K: Oooh, mmmmm. mmmmh.

Katia no logra oponer resistencia mientras siente cómo la poderosa polla de su padre se abre paso muy dentro de ella. A penas consigue contener sus gemidos mientras ese bochornoso ritmo empieza a balancear su cama.

A lo lejos escuchan la voz de Mariela:

+ ¿Si?

+ Dime cariño.

+ Vale. Dame un momento que meta los congelados en la nevera y voy.

+ No descuida hija. No me cuesta nada.

+ No sé. No sé donde está. Ni tu hermana tampoco. Debe haber quedado con Edu.

+ Vale. Hasta ahora.

-¿Has oído? Mamá se va. Estate quieto un momento. Ssssh-

Katia intenta escuchar los movimientos de mamá pero su padre no parece muy dispuesto a alcanzar es absoluto silencio que necesita. La tiranía de su pene le obliga a perpetuar ese vergonzoso recorrido anal.

-Ohh, oooh, mmmmm… papaaaah- ya desistiendo.

-Ahh, Katia… ¿Cómo puedes estar tan buena? ooh, oooh-

Cómo si se tratara de un pistoletazo de salida, el portazo de Mariela desata una aceleración frenética de las embestidas de Daniel. Los pausada penetración preliminar ha propiciado una óptima lubricación que permite a papá dar rienda suelta a su desenfrenado entusiasmo.

K: Ohh. Oohhh. Oohhh… Un momento. Dame un momento.

D: Aah, ¿Qué? Ohh. No. Ahh ¿Por qué?

K: OOOh. Necesito ah. aaaah.. Nece – sito – al – Señor – Copooh. Oh.

Daniel no alcanza a comprender el porqué su hija requiere, precisamente ahora, a su peluche más enorme pero, en vista de los concienzudos intentos de Katia, le da un respiro. La chica levanta su culo para meterse al peluche por debajo. Por un momento, a él le parece que puede tratarse de alguna filia extraña pero no presta demasiada atención a esos pensamientos. Está muy focalizado en lo suyo. Ciertamente, ese osaco eleva las nalgas de su hija de modo que su postura resulta más funcional todavía.

Katia está tumbada, tiene sus piernas juntas con el culo en poma. Dani, encima de ella, se empeña en entrar una y otra vez su nabo colapsado y reluciente hasta el fondo. Empuja como si quisiera tocar el corazón de su amada con la punta de su lanza mientras no deja de amasar esas generosas nalgas.

K: !!Ooh!! . !Ooh!, !ooh! .. !!ooooh!! . !!ohh!!… !!siiii!! .. !!!ooh!!!

D: Tomaa. tomaaa, tommmaa.. oooh.. !!siii!!

K: !!!AAAhhh!!! . !AAAaaahh!! !!!!AAAAAAAAHH!!!!

Los gritos de Katia son cada vez más agudos y escandalosos anuncian la llegada de lo inevitable. Daniel teme por la discreción que puede ofrecerle el cristal de esa ventana cerrada pero la inminente explosión de su gozo nubla su raciocinio.

La chica se corre holgadamente mientras su padre imprime sus últimos empujes. Daniel saca su polla en el momento justo para poder regar abundantemente la espalda de su niña al tiempo que ella sufre aún unas incontrolables contracciones pélvicas.

-Joh papá, cómo me has puesto- aún con la respiración entrecortada.

-Sera… ah. Sera mejor que te tomes una ducha- apoyándose mareado en la pared.

-¿Cómo se te ocurre empaparme así? Aunque yo no puedo hablar. He hecho lo mismo con el Señor Copo. Míralo pobre, va directo a la lavadora.

Katia pone cara de cierto asco mientras se palpa la espalda aún de rodillas sobre su cama. Daniel empieza a tocar de nuevo con los pies en la Tierra después de surcar los siete cielos. Mientras mira esa habitación tan propia de una adolescente empieza a sentirse descolocado y desnudo de repente.

*Esta es solo una parte del séptimo capítulo de tan morvosa historia.Daniel está metido con un montón de papeleo sobre la mesa de su dormitorio. Hay problemas para que su aseguradora cubra los daños del accidente dado que en su sangre se detectó una presencia anormal de medicamentos. Dicha anomalía podría haberle causado somnolencia y en este caso, a razón de una de las clausulas de su seguro, la compañía se negaría a darle la cobertura deseada.

Por otro lado, Genoveva, la de personal, le ha enviado toda la documentación que necesita para ponerse al día y poder hacer frente al trajín laboral que le espera a partir del lunes.

Una acalorada discusión telefónica le saca de sus quebraderos de cabeza. Viene de la habitación de su hija. Katia no parece estar de demasiado buen humor y arremete contra alguien a través del auricular de su móvil:

+ Di lo que quieras pero te aseguro que me tienes har-ta.

+ !!Pero que me da iguaaaaaal!!

+ Pues vete con ella y a mí me dejas en paz.

+ ¿Te crees que yo soy como tu coche?… ¿Qué me puedes tunear a tu gusto?

+ No es decisión tuya. A mí no me puedes cambiar las llantas ni la pintura.

+ Si no te gusta mi tapicería te buscas a otra que vista como tú le digas.

+ Pues anda y que te den. Olvídate de mi esta noche… y para siempre.

-Será capullo el tío- dice Katia para sí misma después de colgar.

-¿Qué pasa cariño? ¿A qué viene este alboroto?- mientras se asoma por la puerta.

-Pues que he cortado con Edu papá. Es un capullo- con tono de berrinche infantil.

-Puede que sea una riña pasajera, no seas tan dramática-

A pesar de su serena escenificación, Daniel está muy esperanzado. Desearía no volver a ver a ese malnacido nunca más en la vida. Pagaría cualquier precio para que Katia se hiciera lesbiana y no quisiera saber nunca más nada sobre ningún hombre.

K: Tienes razón. Puede que haya sido demasiado dura con él. ¿Le llamo?

D: No, ahora no. Date un poco de tiempo para pensarlo. Cuéntame que es lo que pasa.

K: Que el tío se cree que puede decirme a mí cómo vestir y lo que no me puedo poner.

D: Eso no se lo consientas. Si no me haces caso ni a mí cuando te lo digo.

K: !Pues eso! Si no te escucho a ti voy a dejarle a el que me prohíba vestidos.

D: ¿Pero qué vestido te quiere prohibir?

K: Pues ese rojo y negro que me compraste el día que fuimos de compras.

D: …eh. Ahora mismo no caigo. ¿De verdad fuimos de compras tú y yo? ¿Qué raro no?

K: ¿En serio no te acuerdas de ese día?

D: Pues… no. Ya sabes que tengo lagunas muy grandes cariño.

Daniel recuerda perfectamente ese día y todo lo que aconteció en él, pero está decidido a ocultar su mano y marcarse un buen farol. Katia rebusca en su armario hasta que:

K: Míralo. Aquí lo tienes. A que es bonito. ¿De verdad no te acuerdas?

D: No aunque la verdad. Si que parece un poco atrevido así a primera vista.

K: !Ya sé!. Estoy segurísima que si me lo ves puesto te volverá la memoria de golpe.

D: ¿Y eso?

K: Te causó mucho impacto cuando te lo enseñe en el probador. Casi te desmayas.

Una sonrisa algo forzada es la respuesta a esa traviesa afirmación. Daniel no quisiera meterse de nuevo en ese berenjenal. Tiene que hacer creer a su hija que ha olvidado por completo los depravados actos que perpetró con ella durante los primeros meses de este descabellado verano.

-¿No mires eh? Cierra los ojos- le dice tapándole la cara con su fría manita.

-!Que no! !Que no te miro!- mientras la aparta con sus ojos ya cerrados.

El caso es que Daniel no siente que su hija supervise en ningún momento su invidencia. Katia le da la espalda mientras se desnuda grácilmente desatendiendo a su padre, quien no puede controlar su indiscreta mirada lujuriosa. Su lasciva curiosidad discrimina el disimulo que sus párpados pretendían salvaguardar y los abre de par en par.

Las espléndidas redondeces de Katia se manifiestan abusando de ese pequeño tanga negro que solo alcanza a dibujar un discreto trazo ornamental. Ese sublime cuerpo adolescente se apoderan de Daniel brillando bajo la luz de la puesta de sol que, a través de la ventana, da todavía da una dimensión más poética a tan armoniosas formas.

De pronto saltan todas las alarmas. La bestia dormida se ha despertado y parece hambrienta. Daniel solo viste unas bermudas bajo esa negra camiseta de algodón. Ni si quiera lleva ropa interior. Una repentina erección empieza a deformar su perfil amenazando gravemente su decoro cuando Katia termina de enfundarse su pequeño vestido nuevo.

Daniel se sienta a toda prisa en la cama un instante antes de que su hija se dé la vuelta y:

K: ¿Qué ha sido eso?

D: ¿Qué? No sé a qué te refieres.

K: Pensaba que te caías.

D: !Qué va!

K: ¿Qué te parece?

En cualquier otra chica ese vestido se vería simplemente atrevido pero, en el cuerpo de Katia, esa ajustad prenda le da un nuevo significado a la palabra provocación.

K: No digas nada, tú cara ya habla por ti.

D: N. no.n s que. mm n. D.

K: !Bueno! Eso todavía es más halagador. Ni si quiera puedes pronunciar palabra.

D: No. n. no quisiera ponerme de parte de Edu pero…

K: Pero si me lo compraste tuuú. ¿Cómo puedes decir eso?

D: No, no me acuerdo cariño.

K: Pues… parece que tu polla tiene más memoria que tú.

D: Pero !¿A qué viene eso?!

K: Vamos papá, ¿Te crees que no sé el porqué has tenido que sentarte tan rápido?

D: Es que… es que me he mareado.

K: !O sea! … Que mientes peor que Sele. No me creo nada sobre tus lagunas mentales.

D: Eso no. No tiene nada que ver. Puede que me haya empalmado contigo pero…

K: No me creo que no te acuerdes de lo que pasó ese día.

D: Claro que no. No. No recuerdo la mayoría de cosas de este verano.

K: !YA! Mira: el «papá de antes» no me hubiera mirado el culo mientras me cambiaba.

D: Yo no. ¿Qué dices? Ha sido al verte el vestido puesto.

K: ¿Tan rápido? Ni tu pene calenturiento es tan veloz.

D: Que nooo. De verdad.

K: !!Que te he visto por el espejo mentirosoooo!!. Que mientes más que hablas.

D: … Vale, vale. Tienes razón. Te he mirado.

K: Ya verás cuando se lo cuente a mamá, que risas nos pegaremos.

D: No Katia. Ni lo pienses.

K: Claro que sí. Solo le contare que se te ha puesto dura mirándome con el vestido nuevo. No te preocupes. No le contare todo lo que dices haber olvidado.

D: Que noooo. Me hundes la vida.

K: No es tan grave. Mamá tiene buen humor para estas cosas. No se las toma en serio. Además es una reacción natural. Es como si vas a una playa nudista y sin querer te empalmas mirando a otra. Eso no es infidelidad, es naturaleza. Hasta lo encontrará divertido, ya verás.

D: !Mamá se cree que soy impotente! … ¿Vale?

K: !¿Queeé?! ¿¿Y eso??

D: Le dije que no le hago el amor porque no puedo. Por la medicación y tal.

K: ¿Lo ves? No paras de mentir.

D: Lo que tú digas. Pero estate calladita ¿Vale Katia?

K: Me callaré si dejas de mentirme.

D: Te he dicho la verdad.

K: ¿Quieres follarme?

D: Noooh, claro que no. Eres mi hija.

K: ¿Lo ves? eres… eres un mentiroso compulsivo.

Katia pronuncia esa acusación con un tono sinuoso mientras se acerca con pasos lentos y sugerentes. Discretamente se sube el vestido hasta que ese diminuto tanga vuelve a ser visible ante la aturdida mirada de su padre.

D: No, Katia. ¿Qué haces? Para de una vez. En serio.

K: Todo tú eres una mentira. Solo hay un trozo de ti que es sincero y precisamente es eso lo único que quieres ocultar.

Aún sentado en la cama, Daniel se ve acechado por las perniciosas manos de su hija, quien intenta abalanzarse encima de él. No tiene más remedio que ponerse en pié para eludirla. Su vergonzosa tienda de campaña queda en evidencia expresándose con toda su notoriedad.

K: Joh papá, cómo se te ha puesto la polla. Si no me follas vas a reventar.

D: Eres mi hija Katia. Eso no puede volver a suceder.

K: ¿Volver?

D: Sí. Emm. Esto… esto que estás haciendo. No lo vuelvas a hacer nunca.

K: Has dicho «eso». ¿Qué es «eso» a lo que te refieres?.

D: Quería decir «esto» ahora, aquí.

K: No me lo trago.

D: Pues trágatelo.

K: !Ahá! ¿Así que quieres que me lo trague? Edu prefiere salpicarme la cara.

D: No ¿Qué? N !Cállate! !Por Dios!

K: Es sábado. Voy a salir y voy a llevar este vestido. Ya me has visto. Cualquiera que me vea me suplicará que lo folle. Seguro que me encontraré con Edu. A no ser que…

D: !¿Qué?! ¿Qué es lo que quieres Katia?

K: Yo no he dicho que quiera nada. Solo te digo lo que voy a hacer esta noche. Lo que va a pasar cuando baile sensualmente en la disco con esta ropa que tú mismo me compraste y que, por lo tanto, no me la puedes prohibir ahora.

D: ¿Estás chantajeando a tu propio padre? ¿Cómo eres capaz?

K: !Solo te cuento mis planeeeees!

Katia ha abandonado ya la mística sensualidad con la que intentaba seducir a Daniel y sus movimientos son ahora de lo más naturales. Mientras sigue hablando se deshace de su flamante vestido rojo para recuperar su indumentaria original, más adecuada para andar por casa.

Daniel a penas puede seguir el hilo de esa explicación mientras contempla ese desinhibido relevo textil.

-N. No deberías llevar ese sujetador. Te hace los pechos demasiado grandes-

-!Vamos papá! Las tetas grandes es lo que más atrae a los tíos, ya lo sabes-

-Pero tú ya las tienes grandes, no necesitas esa clase de artimañas-

-¿De qué tienes miedo? ¿De que sea verdad lo que te estoy contando?-

Katia ha recuperado ese tono vacilón y se acerca de nuevo a su padre. Ya se ha enfundado su pantalón corto pero aún no ha recuperado su infantil camiseta de los «osos amorosos»

K: Si no quieres que lo lleve quítamelo. Puedes confiscarlo.

La chica se acaricia el pelo a cámara lenta mientras pronuncia su oferta. Daniel a penas puede contener sus propias babas. Su careto desgobernado denota la debilidad de su propio temple. Hipnotizado por la cercanía de ese par de tetas apretadas a penas puede reaccionar cuando Katia le sujeta la polla a través de la fina tela de sus bermudas.

K: ¿Quieres que no salga de fiesta hoy? ¿Quieres que corte con Edu? ¿Quieres que no ande con más chicos? que sea solo para ti? ¿Quieres que no le cuente a mamá que te has empalmado mirándome?

D: S.s..s..s.s…ss.s..s

Katia se desabrocha el sujetador con un simple gesto facilitándole el trabajo. Daniel lucha contra viento y marea pero esas juguetonas tetas prisioneras piden a gritos ser liberadas. Finalmente termina por rescatarlas de esa cruel opresión.

-¿Dónde está tu hermana?- completamente embobado.

-No sé, estará paseando con sus amigos imaginarios. ¿Y mamá?-

-Creo que ha ido a hacer la compra. No sé cuándo volverá-

-Entonces será mejor no perder el tiempo-

Reafirmándose en sus propias palabras, Katia le baja las bermudas bruscamente liberando ese impetuoso pedazo de carne palpitante.

-Echa el pestillo- le ordena mientras mueve sensualmente su dedo índice.

Katia se da la vuelta y anda contoneándose mientras termina de desnudarse. Con una elegancia impropia de una chica de su edad, se encarama gateando encima de la cama.

Daniel sabe que nunca toma buenas decisiones con el estomago vacio ni con la polla tiesa, pero aun así no puede resistirse a tal imperativa tentación. «Dice la verdad: cualquier hombre mataría para poder cometer este pecado. ¿Quién soy yo para rechazar tal honor?». Si la alternativa es permitir que su niña caiga en manos de otro hombre peor que él… no hay lugar para las dudas.

Tras cerrar el pestillo se ha sacado la camiseta quedándose tal y como su madre lo trajo al mundo. Con pasos mucho más inseguros avanza hacia ella fustigado por su mirada burlona. Katia lo espera ya acomodada con una postura de lo más decorosa y estética.

Dani se siente algo patoso y fuera de sitio en una cama tan pequeña y llena de peluches, pero Katia le hace sitio para que pueda acomodarse bien. La chica no tarda en sentir las cálidas manos de su padre peinando su cuerpo a medida que ella toma la iniciativa. Ya encima de él le besa y se restriega mientras inicia una escalada de suspiros de lo más sugerentes.

En un momento dado, el osito Floppy le clava la nariz en la espalda. Nada más deshacerse de él, Dani siente el húmedo aliento de Katia en su polla. Sin mediar palabra entra en otra dimensión existencial: deslumbrante, confusa, arrolladora…

A raíz del accidente, llevaba casi tres semanas sin una sola inquietud fálica y, de pronto, todos esos morbosos estímulos le han arrastrado por un desbocado río sensorial que le arrastra incontroladamente hacia una vertiginosa cascada orgásmica.

Sin sacarse ese enorme trabuco de la boca, Katia cambia de postura para configurar el sesenta nueve. A Daniel le viene un poco de sorpresa pero no tarda en devolverle el trato a su hija lo mejor que puede. A pesar de su avanzada edad, nunca había practicado esa postura con nadie. No le llamaba mucho la atención pero ahora que tiene la ocasión de comerse a su niñita no repara en gozo.

-Joh, papá me has puesto muy cachonda- aún salibando.

-No puedo más cariño, ven aquí. Te voy a dar lo tuyo- esforzándose para no chillar.

Daniel la acomoda boca abajo con urgencia para poder acceder a su precioso culo. Con firmeza, le mete el pulgar bien adentro dando continuidad a ese indecente trafico digital.

K: Oh… mmm… Cómo te gusta darme por el culo papá… mmmmh.

D: Ni te lo imaginas Katia. Es que me tienes loco.

K: ¿Será por algún trauma? Oooh… Algún motivo tendrás porque esto no es normal.

D: No lo sé cariño. Solo sé que te quiero follar por el culo y nada podrá pararme ya.

En ese preciso instante se escucha la puerta de la entrada acompañado de un «!Hola!» pronunciado por Mariela.

-Creo que mamá está a punto de pararte – entre risas y susurros.

Daniel niega con la cabeza con las venas hinchadas de frustración. «No puedo parar ahora». El ojete de su niña ya está húmedo y listo para acogerle. Sin dejar de susurrar:

K: Da igual papá. No querrás que mamá te pille.

D: No me pillará. No haré ruido.

K: Créeme que a mí también me cuesta parar pero no podemos.

D: No puedo parar cariño.

K: Oooh, mmmmm. mmmmh.

Katia no logra oponer resistencia mientras siente cómo la poderosa polla de su padre se abre paso muy dentro de ella. A penas consigue contener sus gemidos mientras ese bochornoso ritmo empieza a balancear su cama.

A lo lejos escuchan la voz de Mariela:

+ ¿Si?

+ Dime cariño.

+ Vale. Dame un momento que meta los congelados en la nevera y voy.

+ No descuida hija. No me cuesta nada.

+ No sé. No sé donde está. Ni tu hermana tampoco. Debe haber quedado con Edu.

+ Vale. Hasta ahora.

-¿Has oído? Mamá se va. Estate quieto un momento. Ssssh-

Katia intenta escuchar los movimientos de mamá pero su padre no parece muy dispuesto a alcanzar es absoluto silencio que necesita. La tiranía de su pene le obliga a perpetuar ese vergonzoso recorrido anal.

-Ohh, oooh, mmmmm… papaaaah- ya desistiendo.

-Ahh, Katia… ¿Cómo puedes estar tan buena? ooh, oooh-

Cómo si se tratara de un pistoletazo de salida, el portazo de Mariela desata una aceleración frenética de las embestidas de Daniel. Los pausada penetración preliminar ha propiciado una óptima lubricación que permite a papá dar rienda suelta a su desenfrenado entusiasmo.

K: Ohh. Oohhh. Oohhh… Un momento. Dame un momento.

D: Aah, ¿Qué? Ohh. No. Ahh ¿Por qué?

K: OOOh. Necesito ah. aaaah.. Nece – sito – al – Señor – Copooh. Oh.

Daniel no alcanza a comprender el porqué su hija requiere, precisamente ahora, a su peluche más enorme pero, en vista de los concienzudos intentos de Katia, le da un respiro. La chica levanta su culo para meterse al peluche por debajo. Por un momento, a él le parece que puede tratarse de alguna filia extraña pero no presta demasiada atención a esos pensamientos. Está muy focalizado en lo suyo. Ciertamente, ese osaco eleva las nalgas de su hija de modo que su postura resulta más funcional todavía.

Katia está tumbada, tiene sus piernas juntas con el culo en poma. Dani, encima de ella, se empeña en entrar una y otra vez su nabo colapsado y reluciente hasta el fondo. Empuja como si quisiera tocar el corazón de su amada con la punta de su lanza mientras no deja de amasar esas generosas nalgas.

K: !!Ooh!! . !Ooh!, !ooh! .. !!ooooh!! . !!ohh!!… !!siiii!! .. !!!ooh!!!

D: Tomaa. tomaaa, tommmaa.. oooh.. !!siii!!

K: !!!AAAhhh!!! . !AAAaaahh!! !!!!AAAAAAAAHH!!!!

Los gritos de Katia son cada vez más agudos y escandalosos anuncian la llegada de lo inevitable. Daniel teme por la discreción que puede ofrecerle el cristal de esa ventana cerrada pero la inminente explosión de su gozo nubla su raciocinio.

La chica se corre holgadamente mientras su padre imprime sus últimos empujes. Daniel saca su polla en el momento justo para poder regar abundantemente la espalda de su niña al tiempo que ella sufre aún unas incontrolables contracciones pélvicas.

-Joh papá, cómo me has puesto- aún con la respiración entrecortada.

-Sera… ah. Sera mejor que te tomes una ducha- apoyándose mareado en la pared.

-¿Cómo se te ocurre empaparme así? Aunque yo no puedo hablar. He hecho lo mismo con el Señor Copo. Míralo pobre, va directo a la lavadora.

Katia pone cara de cierto asco mientras se palpa la espalda aún de rodillas sobre su cama. Daniel empieza a tocar de nuevo con los pies en la Tierra después de surcar los siete cielos. Mientras mira esa habitación tan propia de una adolescente empieza a sentirse descolocado y desnudo de repente.

*Esta es solo una parte del séptimo capítulo de tan morvosa historia.

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