Una mamada inolvidable e invaluable

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Lo sentí entre mis manos. Caliente. Miré su glande fijamente. Intentaba memorizar su forma. Memorizar cada detalle de cómo su cuerito lo cubría, pero no por completo, de como se descubría y dejaba ver esa hermosa cabecita.

Me decidí y acerqué mi boca. Con mis labios besaba profundamente la punta. Buscaba ese pequeño agujerito. Fui abriendo un poco más. Pude meter su glande. Que caliente, suave. Tenía su sabor. Intenté que me entre más y más en la boquita. Sentía como se endurecía dentro. Estaba tan caliente. Tan duro, como una barra de metal.

Sentí salir su pre seminal. Lo miré a los ojos, para que sepa que lo había notado. Mi lengua envolvía y daba vueltas. Lamí cada gota que emanaba de su cabecita. Sin sacármela de la boca.

Golpeaba mi paladar. Mi lengua. Mis cachetes. Lo amo. Solo éramos él y yo. Lo tenía en mí. Él estaba disfrutando de mis caricias orales.

Hacía presión con mis labios cada vez que subía y bajaba por su tronco. Acompañada de mi mano, la cual subía y bajaba su cuerito. Mi otra mano acariciaba sus testículos. Que lindo se veía. Amo verlo así. Jadeante.

Le di un chupón. No uno cualquiera. Sino un verdadero chupón. De esos bien bien largos. Succionando su glande. Casi arrancándolo. Fuerte. Muy fuerte. Sonoro. De esos que te hacen sentir sin fuerzas en las piernas. Que rico era verlo disfrutar de mis chupones. Le di otro. Y otro. Y otro.

Puse ojitos de niña buena. De ser la más inocente del mundo. Sé que eso le pone mucho. Y a mí también. Después lo guiñé y le lancé una mirada de pasión y lujuria.

Estaba cerca. No hacía falta que me lo diga. Podía sentirlo en sus espasmos y contracciones. Podía sentirlo en él. Estaba cerca.

Aceleré el ritmo, para que sienta el máximo placer. Para que disfrute todo lo que pueda de mi mamada, que con tanto amor le hacía.

Y terminó. Se vino en mi boca. Se corrió en mi lengua. Estaba caliente. Muy muy caliente. Casi me quemaba. Era espeso. Salado. Esta delicioso. No dejaba de salir. Debió haber largado su tibia leche por más de cuarenta segundos. Me llenó la boquita. Pero no dejé caer ni una gota.

Lo miraba. Como disfrutaba. Como amaba ésto tanto como yo. Sentí su sabor un rato más y lo tragué. Sin molestarme en sacar su glande de mi boca. Cuando terminé, usé la punta de mi lengua para acariciar su frenillo. Quería que largue todo. Salían un par de gotas renegadas. Que por supuesto no podía dejar escapar.

Antes de soltarlo le di un último chupón y un tierno beso en la punta. Me acosté en su pelvis. Sintiendo su olor. El calor de su miembro en mi cara. Como se iba poniendo poco a poco flácido en mi mejilla. Me froté en él. Quería quedarme así toda la noche. Besandolo donde más le gustaba. Acariciando sus testículos. Su tronco. Su pelvis.

Y así me dormí. Con mis labios sobre su suave piel.