Una noche demasiado calurosa

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Pasaron varios días, como que si nada, no volvimos a platicar, no nos volvimos a encontrar en el balcón, la verdad yo no salí, una que otra vez lo habré escuchado fumar o habré olido que estaba fumando. Pero no quise tomar la iniciativa. Otra vez era sábado, otra vez quería comer un brownie especial o algo, quería relajarme, la onda de calor no había terminado, era el calor de latinoamérica que nos quita las inhibiciones, que nos hace pensar en el sudor de las otras personas y como se sentirá resbalar sobre la piel caliente de otro. Me comí mi brownie, puse música a todo volumen, pensé en bañarme y me desnudé en mi cuarto, evadí la ducha bailando en un solo punto, calculé que había pasado una media hora.

Me metí al baño, quería quedar limpio, lavé cada centímentro de mi cuerpo con detenimiento, la música seguía, quizá había puesto demasiado fuerte el volumen pero lo dejé. Me sequé y escuché como tocaban a mi puerta. Salí en toalla, era mi roomate, en un short de hacer ejercicios bastante corto, fijo lo usaba para dormir, sin camisa, despeinado, visiblemente drogado, «¿Quería ver si estabas bien?» me consultó, «Lo siento, puse la música demasiado alto», me vio de arriba a abajo, mi cuarto estaba oscuro pero el igual me desnudó con la mirada, «¿Querés fumar en el balcón?», «Claro, vamos».

Creo que esperaba que entrara y me vistiera, pero salí en toalla, el fue a su cuarto y regresó con un porro armado, me senté en el sofá y él se sentó a mi lado, abrió sus piernas e invadió mi espacio, yo no me retraje, lo encendió, le do dos jalones y me lo pasó. Inhalé dos veces, «está buena» le dije mientras le pasaba el porro, nuestras piernas tenían más contacto del necesario, cuando nos pasabamos el cigarro nos tocabamos más de lo que debería. Me giré hacía a él, subí mi pierna al sofá y me recosté sobre el brazo del sofá. La toalla empezó a deslizarse de mi cuerpo para que el pudiera ver más. Me pasó el joint, estiró su mano a mi poca y cuando atrapé el filtro entre los labios bajo la mano para acariciar todo mi torso mientras la retiraba. Planeaba moverme un poco para que la toalla se cayera pero no fue necesario, mi verga estaba tan dura que deshizo el nudo, el vio mi pene salir al aire, lo vio fijamente y comenzó a acariciarlo.

Me acomodé, estiré una pierna entre él y el sofá y coloqué la otra encima de las de él, el se inclinó de más para pedirme el porro, yo lo apreté para que se acercara más. Seguía acariciando mi pene, masturbándolo, «nunca he chupado un pene», me dijo. «¿Querés probar?» le pregunté, asintió, «empezá lamiendolo, luego seguís como si fuera una paleta».

Sus manos estaban calientes, mi cuerpo estaba fresco por la ducha, su lengua estaba caliente, dio una prueba, luego otra, se metió la punta en la boca que estaba caliente y humeda, dejé ir un quejido. Necesitaba más práctica dando sexo oral pero aún así era muy placentero. Mis dedos acariciaban su cabellera, lo halaba el pelo suavemente, me encantaba sentirlo entre mis piernas.

«¿Querés que te la chupe yo?» le pregunté, se quitó el short, su pene me estaba esperando completamente erecto, estaba caliente, sentí sus manos acariciar mis hombros, mi cabeza, me senté en el piso mientras él seguía en el sofá, sus manos acariciaron toda mi espalda y seguían bajando, llevó un dedo a mi culo, no tenía idea de cómo acariciarme pero igual me excitó. Estaba disfrutando el sabor a su precum en mi boca. Lo sentí fascinado con mi culo, jugaba con su dedo alrededor. Me separé un poco, le agarré la mano y le lamí los dedos para que tuviera saliva. Acarició mi hoyo, el dedo humedo se sentía delicioso. «¿Me la querés meter?» le pregunté, no dijo nada, «Me la queres meter» repetí pero ya no era una pregunta.

Su verga estaba lo suficientemente húmeda, me puse en cuatro sobre el sofá, él se levantó, puso una rodilla en el sofá, su otra pierna apoyada en el piso, puso la punta de su pene en la entrada de mi ano y yo me empujé para atrás paraque entrara. La saliva es mal lubricante, así que dolió un poco que entrara, pero poco a poco iba abriéndose paso, mi culo estaba apretado, ya días nadie me la metía, el seguía suspirando, cuando sentí la mata de su vello público contra mis nalgas me detuve unos segundos, quería que mi culo se adaptara bien a su verga. Cuando ya estaba más acostumbrado empecé a mecerme, el empezó a gemir, no perdí el ritmo y estiré una mano para masturbarme, él se acomodó agarrando mi cintura.

Poco a poco ponía más presión sobre mi cintura, cuando ya tenía confianza empezó a llevarme el ritmo, quería más rápido, yo sentí mi ano satisfecho, aquel pene estaba delicioso, sentía como dejaba un vacío adentro de mi que luego llenaba con fuerza, habremos estado unos 10 minutos en esa posición. Cuando ya tenía más confianza todavía empezo a halarme con más fuerza, más rápido, esto me dio más placer y comencé a gemir, «dame más» le decía, «¿te gusta mi culo?» le pregunté, el asintió tímidamente, seguía cogiéndome.

Sus manos quisieron deterneme, pero yo la estaba pasando demasiado bien, yo mantuve el ritmo y la fuerza que ya sabía que le gustaban, empezó a quejarse pero no me detuvo, de prontó sus gemidos se hicieron más fuertes y yo sentí su leche llenarme, seguí bombeando incluso cuando ya había terminado, su placer era más así, yo me empecé a masturbar más fuerte hasta que me vine sobre el sofá. Me acosté sobre mi eyaculación y él se rescostó sobre mi. Sudados nos empezamos a besar.