Una sumisa nunca debe jugar al pocker

Mi pareja, bueno, en estricto rigor mi amante, juega póker y ya conté cuando oficié de premio. Los días posteriores a esa primera vez también descubrí que abría una cuenta que desconocía su fin. Porque por supuesto que volvió a suceder. Y yo ya no era premio, era un objeto para hacer lo que no hacían con sus esposas: un objeto para usar, para divertirse, para experimentar sus perversiones. Una mujer para todo uso, en la cama se entiende. Y yo cada sesión cada encuentro con ellos mas asumida en mi papel de sometida, de víctima, un papel que ellos comenzaban a explorar, a buscar mis límites. Y todo porque mi pareja JL ha logrado seducirme sexualmente de tal forma que he terminado abandonando mi libido a su arbitrio, y ello ahora se traduce en entregarme a sus amigos. Lo que para mi resulta sorprendente es que lo acepto, y este sentirme usada, un objeto desamparado en medio de ellos, sin destino claro, cada noche que llego donde él me provoca una morbosa sensación de miedo y excitación, mientras mas expuesta e indefensa he ido quedando mas intensos son mis orgasmos, mientras mas débil más penetrantes las sensaciones. Cada vez que bajo del taxi que me ha traído desde el aeropuerto titubeo frente a la entrada del edificio, debo entrar?… claro que no, pero quiero y ese quiero como ventarrón me empuja hacia dentro, me recojo el pelo, me abrocho la blusa, escondo una mano en el bolsillo del pantalón, y la curiosidad y el miedo me aguijonean hasta hacerme tocar ese tímido timbre que tiene el departamento, suena suave como la entrada que hago y allí está él y están ellos, desapercibidos pero correctos, con sus anillos de matrimonio, me saludan como la señora de 50 ya, separada, la amante del dueño del depto, ejecutiva. Amables, incluso se ponen de pie y me dejan un beso en la mejilla después que me he sacado la mascarilla de protección. Y retoman el juego pidiendo permiso.

A esa hora ya ha oscurecido y paso al dormitorio a dejar mi cartera siempre muy grande, paso al baño, enciendo luces que después me arrepiento y me siento en la sala a ver una pelí, o sobre la cama, esperando que terminen, porque ya sé que luego terminan. Y sentada allí mi corazón late apresurado, mi entrepiernas se humedece, mis narices están dilatadas y me embarga la angustia, unas ansias que me cuesta dominar… se quedarán?, se irán?. si se quedan, ya sé, o en verdad no sé que sucederá, que dejaré que me hagan esta vez… quedo atenta a cada ruido que nace de esa mesa, me sirvo un trago de whisky, me siento y me vuelvo a parar pero muy despacio para no llamar la atención, para no perturbarlos, para que no se fijen en mi mas de lo necesario, voy al dormitorio ordeno algo, y salgo a sentarme al sillón frente a la TV las rodillas muy juntas, el pelo bien tomado, se irán…? si se van donde sus esposas que no han visto en quince días con Jorge Luis iremos a comer afuera y nos quedaremos solos los dos a pasar la noche acá, teniendo buen sexo, usando nuestros juguetitos y viendo pelis porno, pero habitará en mi por días la duda: se habrán ya aburrido de mi?… como mi ex marido?. Quiero que se queden, que me prueben, que me usen, que me sometan, pero ese querer me da un indescriptible miedo también.

Ruego que se vayan, que se vayan ya, sí, que nos dejen solos como pareja casi normal, tener una vida casi normal. Pero si se van… podría ser porque no les intereso, no les atraigo como mujer, muy vieja ya?, muy aburrida en la cama?, muy pequeños mis senos? Falta de iniciativa y de imaginación? Poco “traviesa”? Muy vieja… y plana sin pechos… porque amistad no hay, ni trabajo, ni vecindad ni nada que nos acerque, solo sexo, y si se van me cambian, me postergan, hasta me desprecian podría pensar porque les he dado todo lo que piden, y ya les aburro… como aburrí a mi Ex?.. Y deseo que se queden y que me tomen. Ya!, ahora y pasar por esto rápido.

Sin embargo esa noche fue diferente, me enseñaron a jugar póker abierto porque uno de ellos se había ido y se necesitan cuatro dijeron. Y claro, el que ganaba me llevaba al dormitorio. Suponían que no ganaría nunca y el juego en verdad no era ni tan complicado, reunir la mayor cantidad de números iguales mas algunas variantes como colores o escalas, y me concentré en donde tenía mis fortalezas, recordar números, algunos los mas valiosos, trabajo como ejecutiva de cuentas del banco de ellos y con números de cuentas desde hace 20 años por lo que fui rápidamente mejorando mi juego pero ellos tenían experiencia y rápido uno de ellos quedó fuera y otro ganó el derecho de pernada como decían.

Se puso de pie y miré a Jorge Luis que me alentó sonriente con un gesto y el ganador salió conmigo al dormitorio. Le seguí sintiendo la mirada de ellos en mi espalda. No era ese el trato con Jorge Luis. El me dijo que estaría a mi lado siempre, que quería ver mi cuerpo, mi hermoso cuerpo dijo, de espiga, en manos de otros y ahora me dejaba caminar sola a la pieza con un desconocido para mí. Me sentí huérfana, desatendida, como carne al matadero, hasta cierto punto engañada. Cerró la puerta cuando entré e inmediatamente me apretó contra ella buscó mi boca y me introdujo la lengua dentro invasiva buscando la mía. Sorprendida por su reacción en medio de la oscuridad de la pieza comencé lentamente a reaccionar, a responder su beso, a colgarme de él, Jorge me abandonaba allí quizás probándome y yo no iba a ser menos como mujer, abrí mi boca para recibirlo y seguir su juego, me dolía el cuello de tanto besarle hacia arriba pero luego siguió con mis hombros mientras con una mano en mi nuca sujetaba mi cabeza y con la otra me abría el vestido y manoseaba mis pechos que se subían al contacto de sus dedos, mis pezones se endurecían se hinchaban tersos y seguía por mi estómago hasta meter su mano entera en mi sexo sin separar su boca de la mia. Yo estaba húmeda hace mucho y mi sexo hinchado de sangre, caliente, desde que comenzaran a jugar conmigo, a jugarme a mi. Rápidamente mis caderas comenzaron a buscar su cuerpo a pegarme a él, me deshizo de mi ropa y me dejé. No pienso, me decía no debo pensar, nada…

“Jorge me esta probando, seguro es eso”, me repetía, me prueba, ahora no soy un espectáculo soy una hembra para ellos y quiere demostrarle a sus amigos lo buena hembra que puedo ser con cada uno de ellos, la hembra del… del mas hevy?, del macho alfa?, del dueño de casa, del Jefe de la Manada. Y claro, eso soy, ninguna otra cosa, la pernada, el premio, un juguetito sexual mas… y le abrí la camisa y comencé a besarle el cuello, a besarle sus bíceps, a lamer sus pezones y mordisquearlos suavemente, luego con mi lengua fui bajando por su estómago mientras con mis manos le desabrochaba el pantalón y se lo bajaba junto con sus slips ajustados que hicieron que su sexo saltara como resorte. Si mi ex no quiso nunca que le hiciera eso no fue porque lo hiciera mal (creo), porque no le pusiera entusiasmo o porque no supiera hacerlo, y me arrodillé y lentamente lamí su ingle, bajé con mi lengua por sus piernas mientras con mi mano le agarraba la verga fuerte desde la base y con la otra le acariciaba las nalgas. Arrastraba mi lengua toda por sus rodillas y subía por la parte interior de su pierna hasta los testículos, dos bolas peludas e hinchadas que chupaba, que las refregaba con mi cara, que las pasaba por mi cabeza, y bajaba con toda mi lengua de nuevo por el interior de su otra pierna que a la vez acariciaba con mi mano. Arrodillaba ante él suevamente le miré como suplicándole que se diera vuelta contra la puerta mientras lo guiaba con mis manos y comencé a subir mi cara mi boca pegada a su pierna hasta llegar a su duro trasero que le lamí, que le mordí suavemente mientras con la otra mano le masturbaba con cuidado desde la base misma hasta la cabeza de su miembro. El, mi Ex, nunca quiso que le hiciera algo así pero a Jorge Luis y ahora a este les gustaba. No, no era yo pensaba mientras de rodillas detrás de él con ambas manos le abrí levemente sus nalgas y comencé a pasar lentamente por ellas la punta de mi lengua, rodeando, acercándome a su ano sin tocarlo, luego le solté y volví a masturbarlo desde atrás, y con la otra mano a acariciarle esas dos pesadas bolas peludas, cuando sentía que se agitaba demasiado paraba y volvía a abrirle por atrás a recorrerle con mi lengua alrededor de su ano. No tenía olor, y el gusto era ácido pero no del todo desagradable, quizás el aerosol del anti-transpirante pensé mientras unos pelos se me enredaban en la boca y debía interrumpir todo para quitármelos lo que le daba también a él un descanso. Luego volvía a abrirle con ambas manos, rodearle esa anillo rosado que latía frente a mi boca, a recorrer su rajita desde su inicio hasta que se perdía entre sus bolas con mi lengua siempre húmeda, tres, seis diez veces, lenta húmeda pero rodeando ese anillo rosado y negro que latía a centímetros de mi nariz, de mi boca salivosa, de mi lengua dura en su ápice.

– Mete la lengua… murmuró quedándose con una palabra a medio decir…

– Qué?…, qué ibas a decir?, me escuché respondiéndole. “Dilo, dilo…” le provoqué sorprendida de mi misma de lo que hacía

– Mete la lengua… puta

– Puta? Solo eso… mas no era yo la que hablaba, no, claro que no era yo.

– Mete la lengua, puta. Mete la lengua zorra. Me decía masticando cada palabra.

– Sí, la perra la perra va a meter la lengua donde le digan, le dije a media voz.

Y le abrí las nalgas con ambas manos y empujé la punta de mi lengua dentro de su ano, la dejé allí con la nariz y mi boca dentro de la comisura de su trasero y pasé una mano adelante con la que le agarré la verga que estaba por estallar, con una mano la anillaba en su base fuerte y con la otra le masturbaba la cabeza y presentí que si seguía iba a terminar allí contra la puerta, así que volví a abrirle sus nalga y mejor recorrerle los alrededores de su hoyito para luego introducir la punta de mi lengua nuevamente, dejarla dentro, jugar a tratar de moverla allí atrapada dentro de él mientras con mis dos manos le apretaba contra mi cara.

Las rodillas no me soportaban mas en esa posición y presentía que él como yo estábamos listos. Me paré lo mas dignamente que pude apretando mi cuerpo a sus piernas mientras él aun permanecía con sus manos apoyadas en la puerta. Apreté en un abrazo mi cuerpo a su espalda, le solté, me di media vuelta y me tiré boca arriba sobre la cama.

“Abre las piernas” me dijo y encendió la luz del velador. Quedé frente a él totalmente desnuda. Sentí que mis zapatos caían sobre la alfombra del piso. Separé las piernas dejándole mi sexo plenamente expuesto, sorprendida en verdad de lo que era capaz, de lo que esta señora no había hecho en 24 años. El se terminó de sacar los pantalones y zapatos y dejó caer sus 80 kilos sobre mi penetrándome llanamente, me cubría toda, me perdía como una muñeca bajo él, solo mis piernas sobresalían por su cintura tratando de abrazar las suyas y apretarlo contra mi y mis manos resurgieron recorriendo su espalda sin alcanzar mi objetivo allá abajo donde había estado antes mi boca. Me penetró de una hasta mi matriz y su peso hacía que rozara mi clítoris. Me abrazó fuerte dejándome casi sin respirar pero no importaba estaba a punto de explotar por el peso el calor y el roce de un hombre encima, incrustándome su sexo inmovilizada allí bajo, su olor su piel sus manos en mi espalda su transpiración, atrapada y abierta, sentía sus caderas golpear las mías y su sexo cruzar todo mi sexo y mi entrepierna que buscaba y encontraba el roce con él, de él, y en un segundo coincidieron el clavarse con el dejarse clavar, el bajar con el subir, el golpe con la pausa la respiración con el ahogo cuando me llenaba, me rebalsaba de ese líquido caliente lechoso y agridulce que yo pedía. En el instante de sentir que ese chorro me golpeaba como golpeaba mi clítoris su entrepierna en ese instante llegué: solté un grito sordo, y gruñí y exhalé como ahogada y creo le enterré mis uñas en su trasero mientras mi cuerpo convulsionaba con tal fuerza que arqueada llegué a levantarle a él que estaba encima mio, una, dos veces, mi cabeza atrás, el estómago levantado, todo soportado solo en mi trasero y mi espalda, los brazos levantados sobre mi cabeza que movía frenética a cada lado. Fue como un calambre total, dos, y un tercero suave que me relajó. Era el primer orgasmo de una larga noche en que solo esperaba que me llevaran a ese momento: sí, estaba convertida en una puta, allí al lado de ese desconocido que se había despegado de mi y quedaba tendido a mi lado sobre la cama, resoplando aún, vacilando, y me pregunté si es así como habría querido Jorge Luis que me comportara. Porque ahora soy su hembra en primera y última instancia. Su pareja sexual, eso lo tengo absolutamente claro, pero este juego era para él, para cumplir sus deseos, no los míos, los míos son solo estar con él, él me basta, él llena todas mis expectativas, y ahora solo esperaba su aprobación, que supiera que me había portado bien.

Intuía, presentía que esa noche había sido una prueba, algo a lo que me sometía Jorge Luis que no alcanzaba a comprender, bueno, ya me lo dirá pensé.

Esta puta tenía que terminar su trabajo. Lo supe cuando sentí la mano de él en mi nuca enderezándome y guiando mi cabeza a su sexo aún caliente y mojado. “Aprende, me dijo, toda buena puta como tú lo limpia después de hacerlo transpirar, entendido?” y lo tomé con mi mano y me llevé a la boca ese sexo doblado, aún caliente y empapado de semen blanco y líquido transparente de mis entrañas. Lo puse entero dentro de mi boca y lo sacaba limpio, dos tres veces y luego debí tragarme esa viscosidad fuerte densa y pegajosa. Cuando hube terminado de limpiarlo le miré hacia arriba y sentí que su mano guiaba mi cara hasta sus bolas y entrepiernas, entonces con una mano las levanté y lamí también los restos que había sobre ellas como en los alrededores de la base de esa verga ahora flácida. “buen trabajo perrita, buen trabajo” dijo por todo comentario, y se enderezó y ordenó “ponte algo transparente y te vas a la sala”.

Pasé del dormitorio al baño aun tiritando, me limpié bien y comprobé que tenía mi clítoris hinchadísimo y sensible, mi respiración aun estaba alterada y sentía rojo mis pómulos, era algo que en verdad no imaginé nunca podía hacer yo. Madre de dos hijos, una señora. Y por un momento me invadió la idea de vestirme, de irme, de escapar de allí, un “que hago aquí Dios mio” y cruzar la sala y no volver jamás pero mis manos independientes, ajenas, subían por mis piernas un colaless y me ponían una bata negra de seda y bordados casi entera transparente que me había regalado y que le gustaría a Jorge Luis que me pusiera ene sos momentos. Así que apague la luz del baño y salí como un zombi. La cabeza gacha lenta y tímida, JL estaba de pie en el bar de la sala haciendo un trago combinado, los demás en la mesa repartiendo cartas.

– Se portó bien la señora Jorgito, así vale la pena jugar, y ganar. Y tiene iniciativa también -me llevó a su lado donde me senté- me aguantó encima sin reclamar, tiene fuerza… por qué tenís fuerza flaquita? Hacís pesas en el gimnasio… dijo refiriéndose a mi.

– Ahora pesas, antes hice kick boxing años atrás, -dije a media voz-, japonés, casi un año.

– Boxing?, eris toda una sorpresa flaquita, y peleaste alguna vez, con otras mujeres? Campeonatos?

– Nooo, no. Campeonatos no, solo mucho punching, pelota, saco, y alguna vez entrené con otras mujeres del mismo peso, -hablaba despacio, lenta, sin quitar la vista de las cartas- Pero yo solo seguía el programa, y a veces hacía lona con mi entrenador.

– Te tirabas a lona con él? No te creo -dijo riéndose-. Seguro te dejaban como bolsa si eris tan flaca. Y chica, agregó el Tres mientras me pasaba un trago de whisky porque sabe que es lo único que tomo de alcohol

– Al principio si, quedaba como bolsa, pero el entrenador no te deja subir hasta que estas en forma y el castigo no te produce lesiones serias. Yo golpeo bien. Recibo mucho en el pecho y patadas en la cintura sí. Como tengo piernas gruesas y duras no me daban allí. Hombros y pechos si…, por la estatura claro, quedaba adolorida, muy adolorida después.

– Pero ustedes usan protección además del casco, dijo el Dos mientras repartía cartas y me di cuenta de que me escuchaba con atención.

– Claro, en los pechos y abajo una especia de calzón con forma de T, de un material como el plástico reforzado. Muy liviano. Se pone debajo del buzo o del pantaloncillo. Las que tienen los pechos grandes la pasan mal.

– Un calzón de plástico? Eso se ponen?

– Si, eso nos ponemos…

– Entonces eris aguantadora. Y cuánto tiempo practicaste?

– Un año, un poco mas, después lo dejé, se fue el entrenador.

Aún era temprano y abrieron una caja para volver a jugar, yo esta vez deposité como un jugador mas. La conversación había sido un paréntesis, incluso descubrí que dudaban en como tratarme. No sabían si era la hembra que tenían para todo uso o la ejecutiva de banco. Y no me gustó, estaba vestida como prostituta. No estaba allí para que me respetaran, eso debía entenderlo, mi sexualidad no iba por ese camino, seguro Jorge Luis no quería eso, no. Pero igual me dejó un sabor agradable ese momento y cuando comenzamos a jugar nuevamente fui particularmente cuidadosa, apostaba solo donde estaba segura y abandonaba lo que no fueran números iguales. No puedo negar que en medio del juego tuve algo de suerte, y que el suave roce de la tela translúcida en mis pezones los endurecía y alzaba, y constantemente me pedían que les sirviera algo porque había quedado mas cerca del bar y mi colaless se debe haberse transparentado bien desde mi espalda, seguro eso los distraía mas que a mí. Se jugaba con el tope de dinero de la caja y se iba saliendo cuando se llegaba a él, Jorge Luis salió primero y una secuencia de más suerte que probabilidad me hizo ganadora: ninguno había pensado que pudiera ganar yo. Y ese ganar me llevó a cometer un error que luego debí pagar, pagar de una forma que no me imaginé nunca. Pero en ese momento estaba feliz:

– Heyyy ustedes aunque me hagan lo que me hacen respetan los acuerdos, y este era un acuerdo. Era el juego y gané. Puedo cobrar, dije toda envalentonada y feliz.

– Si. Bien. Ganaste flaquita, suerte de principiante, pero apostamos el derecho a pernada así que eso ganaste, y claro puedes elegir al que quieras… incluido el Jorge Luis?.

– Y, además ustedes hacen lo que quieran conmigo, así que yo puedo ahora hacer lo que yo quiera con el que me lleve adentro. Va a aceptar hacer lo que le pida…

– Sí, claro, es el trato dijo el Tres, curioso y sorprendido

Claramente nunca se habían puesto en mi situación, demasiados machitos, demasiados mineros, seguro. Sin que lo pensara dos veces y para sorpresa de ellos elegí al Dos. El Dos era el que primero me había usado, allí en el borde de esa mesa. El primero que delante de todos me había humillado. El que me había quebrado y hecho pedir, rogar por sexo. Jorge Luis me miró ahora sí con sorpresa, como sin entender nada, y me acerqué a él y le pregunté bajito a su lado: no te molesta? puedo?…

— claro, porque no? me respondió.

Era ya cerca de medianoche y habíamos bebido bastante. Fuimos a la pieza, el delante. Abrió la puerta, me hizo entrar y la cerró con llave. “Te gustó como te lo hice la otra vez. No te aguantaste. Y se puede mejorar, Quieres eso?” y sin contestarle me acerqué a su boca y le besé primero suave y después mas intensamente, me pegué a él y metí una pierna entre las suyas y la refregaba. Sentía la dureza de su sexo bajo el pantalón y le hice que se recostara en la cama. Le saqué los zapatos, los calcetines, le abrí la camisa y desabroché el pantalón que medio se lo bajé. Me puse en cuatro sobre él y comencé a chupárselo lo justo para que quedara duro, enhiesto frente a mi y me retiré a los pies de la cama, arrodillada delante de él comencé a acariciarme los pechos a tomar la punta de mis dos pezones y estirármelos hasta mas no poder. Me acariciaba el cuello, el pelo me lo echaba adelante como había visto lo hacían en el cine, y me saqué la bata quedando solo en el colaless que se me enterraba en el sexo. De rodillas así me fui acercando a sus piernas le saqué el pantalón totalmente y me monté para cabalgarlo. Cuando estiraba las manos para tocarme se las quitaba. Solo lo tenía enterrado y mi sexo reaccionaba a tanto exhibicionismo y penetración. Luego me desmonte abrí la parte baja del velador y saqué un dildo que Jorge Luis guarda allí y lo dejé al lado nuestro.

– Tienes tus secretos Flaquita, así que te gustan los fierros eh?

– Clávame tu primero, te prefiero a ti, le dije bajito recostándome a su lado de espaldas recogiendo las rodillas hacia mis hombros y dejando mi sexo dispuesto a su entrada que no se demoró en calzarme y penetrarme hasta mi fondo, en esa posición con los pies en los hombros, en verdad doblada con mis rodillas en mis hombros y mis pies en los hombros de él cualquiera que sea grande llega hasta el fondo produciéndome un dolor frío. Es un dolor extraño como si tocara mi fondo. Y así me puse para que me lo metiera, soportando su peso con mis pies en sus hombros y él dentro mío hasta el final. Me clavaba delgado y largo tocando mi fin y me lo clavaba una y otra vez. Soporté su peso y sus embestidas hasta que le ví transpirar y le pedí que me alcanzará el dildo. Se salió de mi, su sexo parecía humear de caliente y yo pude volver a respirar. Me lo alcanzó y me preguntó dónde quería metérmelo.

– No cariño, le dije titubeando, entre cohibida y asustada, pero igual se lo dije: quiero que te lo metas tú.

Me miro con cara de sorpresa primero y risa después. Su verga se contrajo. Tenía el dildo en la mano y era grande, mas al menos que una verga normal. Lo miro de nuevo y volvió a reírse.

– Y por donde quieres que te lo meta? Volvió a preguntar en la cama en cuclillas delante mio y con el consolador en la mano.

– Quiero que te lo metas tú. –le dije ahora mas segura- O que me dejes a mi metértelo, tengo crema… sin alcohol. Y ahí entendió que era mi venganza, nunca debí decir sin alcohol. Es el trato eh?, agregué ya no muy segura de nada. Yo gané la mano, y harían lo que pidiera. Ese era el trato no?

– Estas loca? A mi no me gusta. No. No, me estas confundiendo. Además esto es inmenso. No. No. Estaba desnuda en la cama con el delante mio y la puerta con llave. Pero confié en lo que sabía de él: sus números de cuenta bancaria personales, sus fondos en dólares en otro país.

– Heyyy no te estoy confundiendo. Sé que no te gusta. Y no estoy loca. Quiero que sientas como cuando me lo hiciste en la mesa, cuando me diste vuelta y con apenas crema me empalaste por atrás. Quería que sintieras como a una le duele si no tienes cuidado.

– Ya. Bien. Te entiendo. -comenzó a agregar conciliador- Pero no te confundas conmigo. Como se te ocurrió que haría algo así?

– Era el trato, el que ganaba decidía, no? Deberías cumplir, era tu palabra. Y si no la vas a cumplir, está bien. De mi no saldrá nada, ni con Jorge Luis.

– Sí, esto queda entre los dos. Y nadie está aquí a la fuerza ah?. Todos somos grandecitos ya y podemos decir “no mas”. O “eso no”. Y si te quedaste la otra vez, y volviste, fue porque te gustó. O no? Me dijo sonriéndose.

– Porque José Luis me lo pide, por eso volví, le dije, solo por eso. Aunque ya sabía que en el fondo eso no era totalmente verdad.

Se recostó en la cama nuevamente, el sexo le colgaba flojo, de lado, húmedo y como cansado. Me pasó el consolador y me dijo ya, úsalo, no voy perder la oportunidad de disfrutar a este pedazo de perra. Pensé que tener sexo era una buena forma de enmendar la situación. Me fui a los pies de la cama me puse en cuclillas, cerré los ojos y encendí el consolador que su solo olor y ronroneo me perturbaba.

Salimos como media hora después del dormitorio, Tres y Jorge Luis compartían un whisky y nos sentamos en los sillones, yo junto a Jorge Luis y ellos al frente en los individuales. Era ya pasada la medianoche y al poco rato se fueron

Esa noche Jorge Luis me hizo contarle en detalle como fue tener sexo sola con esos dos. Le conté cuanto me esmeré en hacerlo bien, cada beso que di, como tomé la iniciativa, como traté de ser solícita y complaciente, todo incluso lo del consolador con el Dos. Y al tiempo de contarlo fui percibiendo que mi sexualidad mas íntima e intensa estaba ligada a la dependencia de Jorge Luis, a someterme a él. A saberme degradada y segura a su lado. El tenía la capacidad de hacerme vivir mi otra cara, mi Lado B, el que me permitía equilibrar. El me permitía descansar del rol de victimaria para pasar al de víctima, y eso me encantaba. Cuando él me tomaba, o cuando me entregaba a otros estando él presente comenzaba a pagar, es decir a equilibrar, y ese equilibrio finalmente debía reconocerlo me hacía sentir bien. Expiaba mi rol de ejecutiva, de maldita, de “muñeca del diablo”. De haber sido culpable que él se fuera, es terrible escribirlo pero también lo he sentido, yo debí ser también culpable de que él se fuera. Y en el sexo con Jorge Luis nada dependía de mi, otros decidían y yo ejecutaba, otros ordenan yo cumplo, otros me mandan yo obedezco, sin pensar en nada, sin razonar ni concluir, y mientras mas duro, mas cruel o degradante el mandato, mas denigrante o intenso, mas sublime la expiación, mientras mas extremo mas me convenzo de lo que él, mi ex, se perdió.

Sin embargo debo reconocer hay algo en mi naturaleza lo intuyo que, liberada de toda presión social, mi sexualidad responde mejor a la complacencia y la entrega, que la adrenalina que aumenta en mí con el peligro y el dolor aumenta también mi placer sexual. Han existido hombres en mi vida que han sabido llevarme a esas fronteras, y no es que tuviera muchos hombres, todos creo caben en un párrafo: mi esposo, luego un amante de un día en una casa de playa, y ahora Jorge Luis, bueno Jorge Luis y sus amigos (aunque miento, porque siempre olvido una oprobiosa vez en que por el trabajo tuviera sexo con un desconocido), aun así soy una mujer inexperta. Que no quiere dejar de tener sexo. Que no quiere que otro hombre la vuelva a abandonar. Que se le acaba el tiempo y ya perdió la mitad de su vida. Que tiene miedo pero ese miedo es también como una droga que la excita.

Y Jorge Luis sabe tratarme como hembra que es como quiero que me trate. Sus miradas, sus manos, el tono de su voz me doblegan. Debe ser que solo nos vemos para tener sexo y recostado en la cabecera de la cama me hace vestir cual prostituta, vendada la vista, masturbarme con un pepino y castigarme el sexo con un cepillo, me ha llevado desnuda a un motel parejero, o atado los senos y colgado los pezones de pinchos. Todo es sexo con él y creo ambos deseamos que sea solo así, incluso me abrió un correo privado que lleno de obscenidades y que leo cuando estoy sola. Incluso le prometí en un momento de debilidad, de alcohol, de calentura que los únicos límites que tendría con él serían fotos, niños y marcas, que con él estaba dispuesta a probar todo lo demás. Todo.