Con mi tía terminamos en una orgía
Este relato es sobre mi tía y yo. Como mi primer relato, está basado en una experiencia real. Mi tía se llama Verónica, tiene 35, es alta, blanca, rubia y con una figura espectacular que le encanta lucir. Desde muy joven ella ha sido super caliente, me ha contado varias de sus travesuras, que poco a poco les iré contando.
Ella y yo somos muy unidas. Salimos con frecuencia de compras, a tomar café al cine y cosas así. Nos tenemos mucha confianza. A ella le conté cuando perdí la virginidad.
Mis papás iban a salir de la ciudad el fin de semana y yo les dije que no podía por trabajos de la escuela. Al fin los convencí, pero no querían que me quedara sola, así que les propuse quedarme con mi tía. Mi mamá la llamó, hablaron un buen rato y asunto arreglado. Me quedaría con ella.
El viernes en la tarde pasó por mí para irnos a su casa. Nos quedamos platicando un rato, las dos teníamos ganas de salir de fiesta. Nunca habíamos salido juntas de noche y bueno, yo ya tenía edad. Decidímos aprovechar la oportunidad y salir a un antro de moda. Verónica me ayudó a preparar la maleta y escoger la ropa para la noche: Una faldita negra, botas, blusa de tirantes con chamarrita de piel. El conjunto me quedaba bastante bien, con mi cuerpo delgado, piel morena clara, cabello castaño, había que lucieran mis pechos y mis nalgas. Ya en su casa, Verónica escogió un vestido negro, cortito y escotado. Yo también quiero verme sexy, me dijo. Nos arreglamos, nos maquillamos con los labios muy rojos y salimos en el auto de Verónica.
Llegamos a buena hora. Había bastante gente, pero alcanzamos un buen lugar y de inmediato pedimos algo de tomar. Desde el principio llamamos la atención de los hombres. Varios trataron de hacernos plática, invitarnos tragos y sacarnos a bailar. Nosotras estábamos en plan de fiesta, así que no rechazábamos nada, pero tampoco dejábamos que ninguno se quedara con nosotras.
Conforme avanzaba la noche, el alcohol nos desinhibía más. Ya algunos nos habían manoseado al bailar, nos habían dicho lo buenas que estamos; y a los que no dejaban de mirarnos las piernas, les dábamos algún espectáculo de vez en cuando, cruzándolas o dejando que se nos subiera la falda. Éramos las mejores amigas. Ninguna tenía otra amiga con quien divertirse tan abiertamente. Yo me sentía más madura con ella, no me gustaba que me trataran como niña, y creo que ella se sentía más joven saliendo conmigo. Todo era perfecto.
Más noche se nos acercaron dos chicos, digamos Rick y Frank. Ni siquiera me acuerdo de sus nombres reales. Tendrían entre 25 y 30 años. No sé. Nos hicieron la plática, nos invitaron más tragos, nos hicieron reír y los dejamos sentarse con nosotras. Muy rápido subió el tono de la plática. Nos dijeron que estamos buenísimas, preguntaron si éramos hermanas y nos dijeron que nos vemos súper calientes. A la dos nos gustaba lo que nos decían pero Verónica se me acercó y me dijo.
– Estos dos andan super lanzados, ¿prefieres que sigamos la fiesta solas?
– No… Vamos a seguir con ellos. Me la estoy pasando bien.
– Ok, la verdad yo también.
La noche siguió y ellos iban tomando más confianza con nosotras que no protestábamos, al contrario seguíamos tomando y poniéndonos más accesibles. Después de unas rondas quise ir al baño y Rick me acompañó. Había una buena fila y sin buscar ningún pretexto me abrazó por detrás mientras esperábamos, tallándome su cosa dura y besándome el cuello. Entré al baño y cuando salí me esperaba para abrazarme apretarme las nalgas y besarme muy profundo. Nos quedamos ahí unos minutos y volví tratando de disimular para encontrarme a Verónica recibiendo los besos de Frank y sus manoseadas en piernas y pechos. Bueno ya no tiene caso disimular nada, así que seguimos un rato dando el espectáculo de cómo nos agasajaban esos dos.
Rick me tocaba las piernas a su gusto. Tomó mi mano, la puso sobre su verga dura haciéndome tallarla y me dijo: ¿Te gustaría probarla en tu boquita y que te la meta toda? Seguro a tu amiga también le gustaría si compramos una botella y vamos los cuatro al hotel. Verónica estaba inclinada sobre la mesa, Frank le manoseaba el trasero y se tallaba en ella.
Yo sonreí encantada con la idea. Verónica titubeo un poco y me dijo aparte:
– No te voy a llevar a ningún hotel, ni te voy a dejar ir sola.
– Verónica, yo estoy calientísima y tu igual. Tenemos que aprovechar la noche.
– Está bien…
Estaba decidido, subimos al coche de Verónica y fuimos a su departamento. Creo que se pasó algunos altos porque llegamos en un momento. Nos acomodamos la ropa para entrar al edificio, pero los chicos no nos quitaban las manos de encima. Ya en el departamento Verónica quiso repartir cuartos, pero no pude prestarle atención porque Rick ya me había tumbado en el sillón y se acomodaba entre mis piernas, me iba desnudando sin dejar de besarme toda. Cuando giré la cabeza la vi de rodillas chupando la verga de Frank. Me pareció buena idea así que hice lo mismo.
– Qué buen par de zorritas encontramos
– Desde que las vi me pusieron muy caliente
– Dos ricas zorritas buscando verga, se les notaba enseguida.
– Se veían putísimas desde lejos.
Nosotras sólo asentíamos con la cabeza y sonreíamos, mamándoselas como verdaderas zorras. Verónica ya desnuda empujó a Frank al sillón y se montó sobre él, dio un buen suspiro cuando se la clavó toda. A mí ya me tenía Rick en 4 patas en el piso . Cerré los ojos cuando me la metió. Sólo podía oír nuestros gemidos. Después de un buen rato, Rick me acostó de espaldas en el sillón para seguir metiéndomela por delante. Me encontré con Verónica en una posición similar. Nos sonreímos disfrutando de esos dos buenos machos.
Nos dimos cuenta lo que les gustaba oir y lo repetíamos para que nos dieran más duro:
– ¡Sí somos sus putitas!
– ¡Me encanta tu verga!
– ¡Métemela toda!
Así seguimos hasta que uno de ellos dijo:
– Si quieren más verga tienen que obedecer, zorritas.
– ¡Sí, sí haremos lo que quieran!
– ¡Sigan cogiéndonos duro!
Sonrieron y se hablaron en secreto.
– Queremos verlas besarse.
No supimos qué responder. No esperábamos algo así. Era muy raro para nosotras.
– Sólo un buen beso y las haremos disfrutar como no se imaginan
Estábamos demasiado calientes para negarnos. Nos pusimos de pie frente a ellos, nos abrazamos y acercamos lentamente nuestros labios. Las dos bañadas en sudor. Puse mis manos en sus pechos y ella me tomó de las nalgas para jalarme hacia ella. Un largo y caliente beso. Eso debía bastar como espectáculo.
Los chicos festejaron, aplaudieron, se jalaron un poco las vergas y nos ordenaron ponernos en 4 en el sillón. Se pusieron detrás de nosotras y la metieron por nuestras vaginas mojadas , de inmediato aceleraron el ritmo y nosotras gemíamos de placer. De pronto Rick se detuvo, la sacó y aproveché para tomar aire. Antes de que pudiera preguntar, volvió la fuerte cogida pero… algo era diferente. Giré la cabeza y vi que era Frank quien me cogía, mientras Rick se la metía a Verónica. Nos habían intercambiado. Me sentí aún más puta. Ya no había marcha atrás.
Apenas recuerdo los detalles de lo que pasó después. Sólo flashazos en mi memoria. Nos intercambiaron varias veces. Ya no sabía cuál se cogía a cada una. Recuerdo a uno de ellos tumbado, yo montada en su verga y Verónica en su cara recibiendo su lengua. Recuerdo a las dos chupando una misma verga y tallándola en nuestros pechos. ¿Nos volvieron a ordenar besarnos? El único momento donde no tenía una verga en mi boca, pechos, vagina o nalgas, me estaba tocando yo misma mirando a Verónica cabalgando uno de esos machos mientras se la chupaba al otro que estaba de pie a su lado. También recuerdo estar en el piso como perrita mientras uno me la metía duro, dándome de nalgadas y el otro me la metía por la boca.
Recuerdo estar de rodillas mamando y escuchar a Verónica gemir más fuerte que antes. Miré y vi que estaba recibiendo verga por el culo, loca de placer. Disfrutamos el espectáculo y cuando ellos bajaron el ritmo, mi macho en turno quiso darme también por atrás. Le dije que no, eso no. Antes de que insistiera Verónica dijo:
-Está bien, métemela por el culo a mí. Estoy muy apretada.
Rápidamente los chicos cambiaron de lugar. El recién llegado se la metió a Verónica de un golpe y le jalaba el cabello mientras se la metía toda con fuerza, de nuevo ricos gemidos, casi gritos.
Su amigo se puso frente a mí y me hizo jalársela frente a mi cara. Me tomó del cabello para apuntar y darme su leche en la cara, la boca y los pechos. Me la embarré con la manos, la tomé con los dedos y la llevé mi boca.
Verónica dio un último gemido, dejó caer la cara. Su macho la sostenía de las caderas, mientras se descargaba dentro de ella. Cuando la sacó, vi su culo escurriendo leche.
Los chicos se limpiaron las vergas con nuestra ropa interior, dijeron algunas palabras que no escuchamos y se fueron.
– Vanessa… no puedes contarle esto a nadie…
– No, Vero, no le diré a nadie… así podremos volver a hacerlo.