Eyaculadores pervertidos, protagonista de una situación rara en la vía pública

Le escribí a mi hijo, que los lunes sale temprano de la universidad, para ver si nos íbamos juntos a casa. Yo trabajo media jornada en una tienda vendiendo las cosas típicas que compran las personas cuando van a la playa o a piscina, como vestidos de baño, pelotas, flotadores, toallas, etc. La tienda queda a unas cuantas calles de la playa y algo alejada de la zona céntrica, que es donde vivo, por lo que me beneficia que mi hijo me recoja en su moto y evitar el largo camino a pie hasta mi casa.

Salí a la calle y el abrasante sol de medio día me impactó de lleno, ya sudaba, pero al no tener aire acondicionado ni un ventilador cerca, la sudoración se hizo constante. Como todos los días, iba con algo ligero encima, en este caso un vestido blanco de tirantes, dibujado con un mosaico de hojas por todas partes, bastante escotado eso sí y por encima de la rodilla. Buscaba comodidad y frescura a la hora de vestir, sin dejar de lado lo coqueta porque mal cuerpo no tengo.

Me puse mis lentes de sol y eché a caminar, mientras me recogía el cabello con una coleta. Llegué a la última calle antes de llegar a la playa, en ese momento recibí el mensaje de mi hijo diciendo que ya venía, que esperara un rato. Pasé con cuidado hasta el otro lado de la vía. La calle tiene un bordillo y luego unos arbustos de forma paralela que dividen la calle de la playa. También hay unas palmeras que generan algo de sombra y que con ese sol, se agradece que estén allí.

Seguí caminando hasta que encontré una palmera algo torcida, daba una sombra adecuada para descansar. Me senté sobre el bordillo, saqué de mi bolso un pañuelo para secarme el sudor, la sombra refrescaba de forma espectacular. El sonido de las olas atrás mía hacía que deseara echarme un chapuzón en el agua, lastimosamente no tenía traje de baño y no quería que mi hijo perdiera el tiempo buscándome mientras yo estaba echándome un baño. Decidí que mejor sacaría mi celular un rato y para a ver tonterías en mis redes sociales mientras esperaba a que mi hijo llegara.

No había mucha gente ese día, se escuchaba alguna persona por la playa, algún que otro turista y vendedor pasaba frente a mí. Uno me echó una mirada descarada, pero no me importó ya que en la tienda era común y ya estaba más que acostumbrada a que me vieran el escote, unos más disimulados que otros, o que me dedicaran algún piropo algo descarado.

El tiempo pasaba y de verdad me empecé a impacientar. El sol se iba moviendo y la sombra a la par de éste. Los rayos ya empezaban a tocar de lleno mis expuestos dedos y a calentar las sandalias.

En ese momento oí en los matorrales un ruido, como algo moviéndose. No presté mucha atención ya que creía que se trataba de algún perrito. Volví a lo mío cuando un tipo pega un brinco de entre los arbustos. Instintivamente hice un amago de salto y giré la cabeza, pensé que me querían robar.

Al voltear a ver, me di cuenta que el tipo tenía entre su mano algo que sacudía, en un principio creí que era un cuchillo, aunque inmediatamente me percaté que se trataba de su mondá, ¡su gigante mondá! Darme cuenta de esto me dejó sorprendida con la boca abierta, pasmada ante esa escena. Fue ahí que el bastardo apuntando hacia mí, disparó un potente chorro que dio de lleno en mi cara. Al tener la boca abierta, alcanzó a entrar un poco. El tipo lanzó otra carga de leche y una tercera. Estas últimas cayeron en mi pecho y regazo. Luego de esto, salió corriendo nuevamente hacia los arbustos.

Quedé completamente en shock, con esperma deslizándose sobre mi cara, cayendo sobre mi vestido y deslizándose entre mis pechos. Escupí lo que tenía en mi boca, sintiendo en el proceso ese gustillo asqueroso. Sintiendo algo de vergüenza pensando que alguien me había podido ver, quise levantarme para irme lo más rápido posible, cuando en ese momento salió otro tipo de los arbustos

Este no demoró y de inmediato eyaculó sobre mí. El muy maldito llenó de ese asqueroso líquido mis gafas, dejándome prácticamente sin visión. En medio del susto, solté mi celular al piso, al tiempo que oía que aquel tipo echaba carrera huyendo del lugar. Con mis dedos quité el semen de los lentes, al tiempo que los sacudía tratando que se quitara de mis manos. El semen de este tipo parecía más espeso que el del otro, no sé por qué en mi mente hice esa apreciación.

Me limité a agacharme de cunclillas para tomar mi celular. Pude notar que la pequeña caída ocasionó una grieta en la pantalla. Justo en ese momento de distracción, sentí que de atrás me agarraban de la coleta con mucha violencia, jalándome tan fuerte que mis gafas salieron volando y dejándome con la vista directa hacia arriba, con el sol dando de lleno en mis ojos. En esa posición por fin pude ver uno de los rostros de los desgraciados, aunque de forma borrosa, vi que se trataba de un chico negro bastante joven, no más de 20 años. También pude ver su mondá en todo su esplendor mientras la sacudía, nunca había visto un miembro tan grande en mi vida, ni tampoco tan negro, esto tal vez por el contraste que hacía con el sol.

A diferencia de los otros malnacidos, este se tomó todo el tiempo del mundo, o esa era mi percepción. El agitado resoplido que empezó a emitir avisó de que ya casi acababa, y así fue, todo sus líquidos genitales los derramó en mi cabeza, como si de shampoo en el salón de belleza se tratara. Cuando desocupó sus huevos, golpeó su pene con mi frente un par de veces, luego se acercó hacia mí y me escupió en la cara. Me soltó el cabello, dejando que me cayera sobre mi culo, quedando sentada. Él, con la misma calma con la hace un momento se masturbó sobre mí, guardó su mondá en la bermuda y se fue caminando como si nada.

Quedé aturdida, totalmente humillada, sentada sobre el caliente asfalto de la calle que quemaba mi culo, pero ni me inmutaba. Luego de unos segundos, me levanté mientras trataba de procesar todo. Recogí mi celular, los lentes y el bolso que estaba en el suelo, mientras buscaba la sombra para sentarme. Sentí que mis ojos se llenaron de lágrimas, desbordándose mientras recurrían mis mejillas y se mezclaban con el semen de esos desconocidos que todavía tenía en el rostro. Busqué entre el bolso mi pañuelo para limpiarme la cara, sentí que era la mujer más sucia del mundo.

De pronto sentí que volvía a la realidad, lo primero que hice fue voltear para ver si alguien había presenciado lo ocurrido, pero parecía un sitio fantasma. No recordaba haber visto pasar a ninguna persona ni ningún carro mientras todo ocurrió, tal vez estaba en un trance que no me permitió sentir nada a mi alrededor. Era como si se hubiera detenido el tiempo mientras aquellos pervertidos tiraban su líquido sobre mí.

Era claro que en esas circunstancias no podía seguir esperando a mi hijo. ¿Cómo le explicaría lo que acababa de ocurrir? No sabía la forma en la que reaccionaría y preferí evitar saberlo. Me dispuse a caminar mientras que con el pañuelo seguía limpiando los restos de semen en mi cabeza y vestido. Fue inútil ya que en cuestión de nada el pañuelo estaba totalmente empapado de ese asqueroso líquido, no sé por qué no lo tiré, sino que lo guardé mientras buscaba algo más para limpiarme, encontrando un pequeño trozo de papel higiénico que también se cubrió rápido de moco.

Seguí caminando, al tiempo que el sol me daba de lleno en la cabeza, golpeando mi cabellera cubierta de semen, haciendo que se produjera un potente hedor que en un principio casi me hace vomitar. No sé si en unos minutos me adapté al olor o qué, pero me empezó a dejar de desagradar, olía mal, pero no podía decir que me desagradaba. Tampoco me percaté si otros transeúntes con los que me cruzaba podían sentir mi olor, o tan siquiera notar las manchas sobre mi vestido, en realidad no me importaba. Más bien empecé a sentirme algo rara, como acalorada, pensé que podría tratarse por la larga caminata que estaba haciendo, pero no.

Mi celular empezó a sonar, era mi hijo, se excusó por no poder pasar a recogerme y me pidió que me fuera a la casa porque se demoraría. Le dije que no se preocupara, que ya casi estaba por llegar, eso sí, notó algo raro en mi voz porque me preguntó si me pasaba algo, le dije que no.

Al llegar a casa lo primero que hice fue tirar mi bolso al sofá y salir corriendo al baño, allí me desnudé dándome cuenta de que ese raro sentimiento que traía era porque ¡tenía la pepa toda mojada! ¡Cómo era posible si me habían ultrajado como a una puta! Me bañé con tanta agua, jabón y shampoo como nunca lo había hecho, quería erradicar cualquier rastro o aroma. Inevitablemente pasé miano por mi pepa sintiendo un corrientazo, fue tan excitante que volví a pasar mi mano y sucedió lo inevitable, me hice tremenda paja bajo aquel chorro de agua. En el momento lo disfruté como nunca, tenía varias semanas sin hacer nada de nada con mi marido, por lo que me froté con tantas ganas que llegó rápidamente un potente orgasmo que hizo temblar mis piernas.

Dios, Dios, Dios ¿Qué estaba pasando por mi mente? Me había hecho una paja imaginando a aquellos degenerados pervertidos que me habían acabado en la calle. Me sentí la más sucia del mundo, ya para ese entonces había perdido la cuenta de las veces que me sentí así. Salí del baño y para tratar de distraer la mente de la situación que había vivido, me puse a cocinar y hacer algo de limpieza en la casa, mi marido y mi hijo seguro estaban por llegar.

Hice todos los oficios por hacer, incluyendo lavar la ropa, y parecía que funcionaba, no me sentía ni caliente, ni sucia. Entonces me topé con el bolso en el sofá, fui a echarle un vistazo cuando al abrir ese maldito hedor, tan penetrante me resultó que ni el abundante perfume pudo contrarrestarlo. Saqué primero el pequeño trozo de papel y lo tiré, luego el pañuelo, que en cada esquina tenía semen, así que por más cuidado que tuve no evité que quedará un poco pegado en mis dedos. Fui a lavarme las manos cuando me entró la curiosidad por oler por última vez, olor que ya ni me desagradó a esas alturas.

Por último, quedaba el celular y las gafas, también tenían rastros de semen. Fui por algo para limpiar cuando se me cruzó la idea más asquerosa que jamás tuve. Empecé a limpiar con mi lengua la pantalla del celular, creí que vomitaría, pero el sabor no me pareció desagradable. Limpié así el celular y las gafas, calentándome nuevamente y teniendo que ir al baño a darme algo de satisfacción nuevamente.

Traté de lavar el bolso con sumo cuidado, cuando llegó primero mi esposo y luego mi hijo. Serví la comida y el resto del día pasó con relativa normalidad. Mi hijo notó la pantalla rota de mi celular y lo tomó con sus manos, con sus manos estaba agarrando ese celular que hace poco tenía el semen de unos desconocidos y que su madre había limpiado con su lengua, qué vergüenza. Expliqué que se me cayó estando en la calle, algo que se creyeron sin cuestionar.

En la noche le di a mi marido el polvo de su vida, seguro también el de la mía. Todo pensando en la situación del medio día, estaba tan arrecha que le pedí que terminara en mi boca, algo que nunca había hecho. Se sorprendió cuando me tomé todo su semen, aunque le encantó. Fue algo tan espontáneo que no me importó, fue una noche llena de orgasmos para ambos como nunca la habíamos tenido.

Al otro día volví al mismo sitio donde todo ocurrió, sabía que quería experimentar algo como lo del día anterior, aunque me lo negaba a mí misma, igual estaba ahí. No pasó nada. Volví al día siguiente y al siguiente, así por varias semanas, pero nada. Los pervertidos eyaculadores no volvieron por aquel sitio, siempre quise volver a encontrarlos. Lo único que supe, es que varias mujeres habían sido víctimas de sus lechosas andanzas. Ojalá las haya cambiado para bien como me pasó a mí.

Fin.