Mucho amor, demasiado sexo y placer intenso

Siento que no puedo terminar de expresar el amor que tengo por ella. La pienso, siento el aroma de su piel, cierro mis ojos y sus besos me transportan fuera de mi cuerpo.

Mi prima me había invitado a una reunión con amigos de ella, verano, piscina, ¿Qué mejor? Accedí y fuimos en mi auto. Al llegar nos dimos cuenta de que ya todos estaban ahí, pero bueno daba igual. Nos bajamos del auto y ahí la vi, llegó a saludarnos junto con el resto, me acuerdo la sensación de verla por primera vez y sentir una sensación en el estómago de cuando alguien te gusta demasiado y se te desborda del cuerpo.

Cuando se acercó, pensé “wow que lindos ojos que tiene!”. A su lado venía otra chica, que resultó ser su novia. Era la primera vez que conocía a una pareja de lesbianas y yo recién venía descubriéndome, asique todo era un poco nuevo para mí.

Durante el resto del día conversamos con todo el grupo, llegando al final del día, nos encontramos sentadas alrededor de la piscina charlando las dos solas, apartadas de los demás, hablamos muchísimas cosas, pero la verdad es que esto pasó hace años y no me acuerdo nada, excepto que la miraba a los ojos, me perdía en su mirada, pensaba por dentro lo genial que sería besarla, estar con una chica tan hermosa como ella era impensable pero imaginármelo no me costaba nada y ahí estaba hablándome y yo no me podía concentrar en ni una sola cosa que decía.

Después de ese día, los años pasaron y cada una siguió su propio camino, ella termino casándose con su novia y yo seguí viajando, trabajando en distintos países, también me casé. A casi fines del año pasado, después de ocho años juntas, decidí ponerle fin a la relación y le pedí el divorcio.

Costó un montón al principio, no me preocupaba estar sola, porque la verdad, lo único que quería era eso. Pero el hecho de terminar una relación tan larga, te das cuenta de que hay cosas que se van descubriendo con el tiempo, me terminé dando cuenta de lo mal que me hacía, sentía que no podía avanzar y cuando por fin nos separamos, todo se desmoronaba, no tenía ganas ni motivación en absoluto. El tiempo fue pasando y decidí tomarme unas pequeñas vacaciones en Paris.

Días antes de viajar, recibo un mensaje en Instagram, me pareció extraño leer ese nombre, después de tantos años, algo se removió dentro de mí, pero ahí estaba, preguntándome si me acordaba de ella, por supuesto que me acordaba, nunca la había olvidado.

Hablamos del día que nos conocimos en la piscina, para terminar diciéndonos que ambas estamos divorciadas y lo bien que nos hizo hacerlo, terminamos la conversación, me agradeció por el rato compartido, y yo… yo me estaba muriendo de la emoción, eso que alguna vez pensé sobre estar con ella, quizás pueda terminar siendo real.

El viaje a Paris fue una semana donde me descubrí a mí misma, no la pasé muy bien, tampoco mal, fui a un hostal porque creía que podía llegar a una habitación con más gente y compartir, pero no es mi estilo, salí de fiesta con unos amigos que conozco, llegué a la habitación muerta de cansancio. Al día siguiente me despierto con el ruido de los demás moviéndose para irse o llegando a la habitación. Estaba super incomoda y lo único que quería era irme de ahí.

Sali a recorrer la ciudad con mis amigos, con la intensión de despejarme un poco, pero la sensación que tenía por dentro era la misma, no quería volver al hostal, quería estar en una habitación sola y llorar desconsoladamente, porque en ese momento la vida no tenía sentido, todo era caos a mi alrededor y no encontraba nada positivo.

Esa noche, estaba cenando en un restaurante sola, decidí buscar un hotel que no quedara lejos de la ubicación en la que estaba, para poder ir y lograr mi cometido… hacerme bolita y llorar como un bebé toda la noche. Encontré uno a pocas cuadras, agarré todas mis cosas y me fui, cuando llegué a la nueva habitación, increíblemente, no me dieron ganas de llorar, estaba cómoda y tranquila. Lo que fue el resto de ese viaje fue autodescubrimiento, darme cuenta de qué cosas me gustaban, que cosas me daban ganas de hacer, donde me sentía cómoda, etc.

Volví a mi casa en Londres, con otro estado mental. Estaba dispuesta a pasarla bien, a disfrutar lo que estaba a mi alrededor, ir al gimnasio, preocuparme más por mí, cuidarme.

En el trabajo me empezó a ir mejor notablemente, empecé a ir al gimnasio, estaba comiendo muy bien, me sentía estupenda y eso atraía la atención, cosa que estaba disfrutando. Me sentía en la cresta de la ola.

Por una cosa o por otra, finalizando el año, me terminé lesionando un nervio de la pierna y me tenía con muchísimo dolor. Para ese entonces yo ya venía hablando con ella esporádicamente, tirándonos muchas indirectas por acá o por allá, de todo lo que hablábamos, nunca le comenté que tenía ese problema hasta que un día me sentía mal anímicamente y necesitaba alguien que me escuche y ahí estaba ella, escuchándome, haciéndome sentir liberada de muchas cosas, con ganas de querer contarle todo y que ella me cuente todo a mí. Quedé fascinada, pasamos horas y horas hablando.

Pasó el año nuevo, pasaron los días y pasaron los meses, nuestra relación, ya era formal, nos amábamos y nos queríamos ver. Asique viajé a los pocos meses de habernos reencontrado por las redes sociales.

Cuando nos reencontramos ese día en el aeropuerto, fue todo un choque, para bien, hacía mucho que no volvía a mi país y además a ella la había visto por última vez 10 años atrás.

Pero su primer abrazo hacia mí fue más de lo que me venía imaginando, sentir sus brazos rodear mi cuello, apretándome con fuerza hacia ella, hundí mi cabeza en su cuello y me sumergí en el aroma de su perfume, “¡ay por dios que rico huele esta mujer!”

Me besó, sentí sus labios posando sobre los míos, su lengua acariciaba la mía, sentía cosas dentro de mí cada segundo que pasaba.

Con el correr de los meses, hemos ido y venido, porque la verdad que la relación a distancia no es algo que quisiéramos para nosotras, el amor que nos tenemos es demasiado fuerte y las ansias de estar la una con la otra son inmensas.

Cada vez que la miro, me pierdo en su mirada, me encantan sus ojos azules, me encantas ella, su pelo, su cuerpo, lo nuestro no es solo algo físico, nuestro deseo por la otra a veces nos abruma. El amarnos es tan grande como el deseo de sentir el calor de nuestros cuerpos, ella para mí es lo que estaba buscando y me terminó encontrando. Yo siempre dije que tenía mucho amor para dar, pero no había encontrado a la persona indicada con quien compartirlo.

Las ganas de querer hacernos el amor todo el tiempo son increíbles, he llegado a niveles inimaginables si de orgasmos hablamos. Tanto que hasta algún punto en medio del éxtasis a veces siento que mi cabeza estalla porque no puede más del placer, y seguimos haciéndolo hasta estar exhaustas.

Recuerdo todavía como en una de nuestras tantas idas y vueltas, horas antes de que yo emprendiera viaje de vuelta a casa, estábamos en su cama, besándonos, haciéndonos cariños. Estábamos llenas de pena porque nos íbamos a separar, nos dolía demasiado el hecho de pensar en que no íbamos a poder estar juntas, compartir, tocarnos, todo.

Nos empezamos a besar intensamente, tratando de sentir que el beso que me daba no iba a ser el último. Tomé su rostro con una de mis manos, besé su cuello, posaba mis labios sobre su piel, el calor que me hacía sentir me estremecía, me quitaba el aliento.

Ella estaba sentada sobre mí, desnuda igual que yo, suspiraba en cada beso que le daba, bajando poco a poco, recorriendo su piel, besando sus pezones, rozándolos con mi lengua sintiendo como se paraban y la sentía gemir suavemente. Acariciaba su espalda, la abrazaba contra mi cuerpo con fuerza, para sentirla más cerca. Volví a besar sus labios, su lengua invadía la mía con fuerza, con desesperación, con ansias.

La giré recostándola en la cama, la besaba por todos lados, mordía el lóbulo de su oreja, haciendo que gimiera, sintiendo como una corriente eléctrica recorría su cuerpo.

Pasé mi lengua sobre su abdomen, como marcando el camino hacia mi objetivo, llegando a su vagina, sentía su cuerpo arquearse levemente, con la respiración entrecortada, comencé a besar su clítoris, que estaba hinchado de tan caliente que estaba.

La besaba, sentía como su humedad iba recorriendo mi boca, mi cuello, ese sabor dulce y tibio que tanto me gusta, masajeaba su clítoris, lo recorría de arriba abajo con mi lengua, lentamente, sintiendo su cuerpo estremecerse de tanta calentura, sus manos afirmaban mi cabeza contra ella con fuerza, pidiéndome que no parara, apenas podía respirar, pero estar entre sus piernas, sintiendo como su cuerpo vibraba y sus gemidos eran cada vez mas fuertes, me ponía a mil. Hacía cada vez más presión, para que sintiera el calor de toda mi lengua, mis movimientos se iban acelerando a medida que sus gemidos se volvían gritos ahogados, sintiendo como sus líquidos irrumpían mi boca en un exquisito orgasmo.

Apoyé mi cabeza sobre su abdomen, esperando que se recupere. Con la respiración todavía entrecortada me giró ella esta vez. Se posó sobre mí y comenzó a besarme con la misma fogosidad que antes, nos abrazábamos con fuerza, tenía una mano sobre su espalda sosteniendo la base de su cuello y con la otra le agarraba fuerte las nalgas, presionándola contra mí, sintiendo su vagina tocando la mía. Estábamos demasiado calientes, nuestros besos parecían torpes, nuestras lenguas chocando entre sí. Besaba mi cuello, me mordía las clavículas, me encantaba que lo hiciera, una corriente de calor pasaba por todo mi cuerpo cuando lo hacía.

Nos acomodamos la una con la otra para sentir nuestros clítoris tocarse, la sensación de sentir toda su humedad junto con la mía era inigualable, nos movíamos en sintonía, sabiendo que estaba sintiendo a flor de piel el placer que nos estábamos dando. Nos besábamos con fuerza, me metía la lengua hasta el fondo, yo la afirmaba, con las dos manos, de las nalgas. Ella con sus brazos sobre mis hombros, ponía su cabeza sobre mi cuello, la sentía gemir, suspirar. La apretaba cada vez más hacía a mí, sentía que estaba pasando el umbral, que la electricidad que recorría nuestros cuerpos se hacía cada vez más intensa. No podía dejar de besarla, tenía que interrumpir cada dos segundos porque me hacía suspirar, sentía su clítoris penetrarme levemente, seguíamos moviéndonos rápido, con pasión, gemíamos cada vez mas fuerte, nuestras pulsaciones estaban muy aceleradas, sentía las gotas de sudor recorrer su abdomen, su espalda, dándolo todo. Nos abrazamos con fuerza, nuestras vaginas estaban tan mojadas que sentía todos nuestros fluidos ir bajando por entre mis nalgas, me gritaba “sí, sí, ahora sí, ahora sí” y yo estaba igual, apenas podía respirar de la fuerza con la que me estaba viniendo, su cuerpo vibraba, como si estuviera electrizada, cuando siento como ella estalla dentro mío, nunca en mi vida había sentido que me acabaran adentro de esa manera, fue tan fuerte el orgasmo, que sentí toda la sangre subirse a mi cabeza, provocándome un leve mareo.

Como esa noche no hubo otra, pero porque cada vez que nos tocamos, que nos hacemos el amor, son todas sensaciones diferentes, distintos niveles de salvajismo o ternura, pero siempre con muchos orgasmos de por medio.

Ella provoca todo en mí, me siento tan en contacto con mis emociones, tan libre, tan feliz. El deseo de querer que la otra persona esté bien, de desearnos físicamente, escucharnos, reírnos, es entregar sin esperar nada a cambio, y sin querer, recibir mucho más de lo que esperabas.

Ahora estoy acá sintiendo el aroma que dejaste sobre la almohada, pero este perfume no es lo mismo sin tu piel. Acá te espero a que vuelvas, para seguir amándote con locura hasta el fin.