Una increíble fiesta de adolescentes con mucho alcohol

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Hola! Muchas gracias a todos los que han comentado mis relatos y me han pedido que publique uno nuevo. Aquí está, y espero que les guste. Ya saben que aprecio sus comentarios!

Como siempre, está levemente inspirado en hechos reales. Siguiendo las travesuras de una adolescente caliente, me había unido a un grupo de amigos, muy fiesteros y muy calientes. Las reuniones, sin llegar a orgías, eran bastante intensas; y las tres, a veces cuatro, chicas que íbamos tuvimos nuestras experiencias con aquellos chicos, que ya les iré contando.

Como yo soy la estrella de este relato, no pondré el nombre de ninguno por ahora y ya luego les iré contando más travesuras de este grupo de amigos.

Me había hecho novia, o algo así de uno de ellos; y ya había quedado con mis dos amigas de pasar toda la noche en la fiesta. No sé qué tanto tuvimos que inventar en nuestras casas para que nos dejaran, pero sabía que sería inolvidable.

Tenía listo un uniforme sexy de colegiala, pero me pareció demasiado, digo, tampoco se trata de ir pidiendo sexo a gritos. Así que sólo me puse la faldita escocesa, botas altas y blusa de tirantes. Bastante sexy, pero aceptable para salir a la calle. Jaja.

La cita era en un viejo departamento del papá de uno de los chicos. Estaba prácticamente inhabitado. Tenía varias habitaciones y recámaras, algunas amuebladas y otras no. El señor sólo lo visitaba de vez en cuando, y servía principalmente para nuestras fiestas.

Cuando llegue sólo estaba el Anfitrión, por decirlo así.

– Hola Vane. Llegaste temprano. Te ves increíble. ¿No trajiste nada?

– ¿Nada de qué?

– Quedamos de traer algo de tomar todos.

– ¿Piensas que voy a andar por la calle cargando cervezas? Y menos vestida así.

– Claro que no. Tú no tienes que esforzarte en nada… todos quieren complacerte… todos los hombres… te ves increíble… deliciosa… súper sexy… y tal vez no tenga otra oportunidad para decírtelo… Me encantas, me vuelves loco, y hoy así vestida… Daría lo que fuera por tocarte…No me lo tomes a mal… es la verdad… sabes que todos te deseamos… Haría lo que fuera… daría lo que fuera… por una vez contigo…

– Estás loco. No tarda mi novio.

– Me avisaron que vienen juntos y van a tardar todavía… de verdad te daré lo que pidas!

Ok, el chico no estaba mal, y con tanto ruego y ofrecimiento…

– Quiero las llaves de este lugar para usarlo cuando se me antoje y como se me antoje, sin que hagas preguntas. Y sólo te voy a dar una chupada. Tómalo o éjalo.

– Acepto!!

Lo tomé de la mano y lo llevé a una de las habitaciones, había un sofá y era una de las más limpias, ya se imaginarán que no hacían limpieza diario, jajja.

Lo besé y deje que metiera su lengua en mi boca, apreté mis pechos contra él. Puse mi mano en su pecho y lo empuje para que se sentara. Se quitó la chamarra y yo la tomé y la puse en el piso. Con mi mirada más seductora fui bajando lentamente hasta quedar de rodillas, sobre la chamarra obviamente; mientras él se bajaba los pantalones.

Ya estaba muy dura, creo que desde que me abrió la puerta, pero de todas formas se la jalé y luego, sin dejar de mirarlo a los ojos como una buena putita, la fui lamiendo toda, chupando y besando la cabeza y poco a poco la fui metiendo en mi boca. Puse las manos en la espalda y se la mamé agitando la cabeza. Cuando me detuve, me tomó de la cabeza para marcarme el ritmo y metérmela toda.

– Qué rico!… qué bien lo haces… qué buena estas Vanessa… te ves riquísima así hincadita mamando mi verga

Me gustaba lo que me decía y cómo lo hacía. La tenía bastante grande y rica, tal vez debería repetirlo otro día!

Me tomó la cabeza con las dos manos y me la empujó hasta adentro, me empezó a lanzar su leche directo en la garganta. Cuando soltó un poco la cabeza, me zafé de inmediato para respirar, su leche me escurrió por la barbilla, afortunadamente alcancé a inclinarme para que no cayera en mi ropa. Odio que me hagan eso, pero… la verdad me gustó que se pusiera rudo, después de tanto rogar.

Mientras me lavaba la boca pensaba: Me la había pasado bien, estaba segura de que él no diría nada, y me había ganado un lugar privado… y la fiesta apenas iba a empezar.

Fueron llegando todos. Eran en total cinco chicos, incluido mi novio, y dos amigas. Tomamos bastante muy rápido y sólo de vernos a las tres sexys nenas, todos estaban bastante calientes.

La noche avanzaba. Bastantes tragos, música, baile, risas, insinuaciones.

Mi novio era uno de los más calientes. Le encantaba que fuera vestida tan sexy y que todos vieran como me besaba, me metía mano y me hacía sentir su cuerpo.

Ya avanzada la noche, me dijo sencillamente: ven. Me llevó a una de las recámaras, y antes de cerrar la puerta, ya me estaba tallando su verga en las nalgas y tenía mis pechos en sus manos.

Traté de detenerlo, le dije que el dueño de la casa se iba a enojar…

– A mí nadie me va a reclamar nada, no te preocupes.

Bueno… a mí tampoco me iban a reclamar nada, pensé y seguí. Me empujó a la cama. Casi me arranca la ropa, pero dejó que yo me la quitara, no quería que la rompiera.

Me talló su verga en la cara y en los pechos… ya estaba lista para chupársela, el sonrío y me dejó metérmela en la boca pero muy rápido me dijo.

– No quiero eso.

Me jaló a la cama, me tiró boca abajo y me hizo levantar las nalgas para quedar en 4, por un momento me talló su verga, pero casi de inmediato me la metió toda. Me sostuvo de las caderas para metérmela muy fuerte. Sabía cómo acomodarme para metérmela toda y hacerme gemir… cada vez más fuerte. Y al ver que le excitaban mis gemidos, yo casi gritaba. Se dio gusto dándome de nalgadas y apretando mis pechos.

– Eres una puta caliente. Gime para mí como buena perra.

Yo sólo quería complacerlo, pero ya no importaba mi voluntad. Su verga entrándome hasta el fondo, sus nalgadas y sus insultos me tenían gimiendo como perra en brama. Y él lo disfrutaba.

Mi último gemido fue al recibir su leche inundándome la vagina.

Me hizo limpiarle la verga con la boca. Después necesité un momento para recuperar el aliento y vestirme; mientras él volvía a la fiesta. Cuando lo alcancé noté algo raro y tardé un poco en darme cuenta: todos me habían oído gemir… que fama de puta me había ganado… bueno ya lo arreglaría después. Por ahora la fiesta seguía.

Más alcohol, más baile, algunos besos entre chicas para calentar a los machos.

Poco a poco fuimos cayendo dormidos. Estaba junto a mi novio en un sillón angosto, pero no me acomodaba y entre tumbos, mareadísima, fui a otra habitación y caí para dormir.

Me despertó una sensación que no sabía… no sabía que era, y no sabía si estaba despierta. Estaba tan tomada que no podía pensar con claridad. Pero pude reconocerlo. Era otro de los chicos manoseándome las nalgas, encima de mi faldita de colegiala. Me apretaba y poco a poco me tallaba su verga dura.

– Qué buena estás Vanessa. Que rica, Qué puta te ves así. Y con esos gemidos quién no va a querer cogerte.

– Déjame. Ahí está mi novio!

– ¿Quieres que me quite? ¿No te gusta? ¿Entonces por qué te acomodas para sentir mi verga? Él no va a oír nada. Sólo le importa presumir cómo te hace gemir. ¿Quieres que te la meta? Dímelo.

Esa vergota me estaba encantando. Estaba tan tomada que no sabía lo que hacía. Sólo sabía que quería verga.

– Sí! Métemela! Quiero que me metas tu vergota.

Me acomodé boca arriba y abrí las piernas. Me ayudó a quitarme la ropa. Lo apretaba hacía mí con brazos y piernas. Me la metía riquísimo. Me metía sus dedos en la boca. Me besaba, me chupaba los pechos. A pesar de la embriaguez, yo estaba disfrutando mucho!

– Qué buena estás. Qué rica. Eres la mejor de todas. La más buena y más caliente.Yo si te valoro. Metértela es lo mejor del Mundo. ¿Quieres ser mi perra?

– Sí, sí! Quiero ser tu perra. Dámela. Métemela. Soy tu puta obediente!

Lo hice voltearse para montarme en su vergota. Me entraba tan profundo… Pero estaba tan mareada que no pude seguir mucho así. Me bajé y quedé en cuatro patas como una perra en celo.

Me la talló por todo el trasero. Yo estaba lista para volver a sentirla, pero…

– No! Por ahí no!… por favor…

– ¿No eres mi perra obediente? ¿No vas a complacer a tu macho?

– No lo hagas y yo… te busco mañana para que me vuelvas a coger…

Lo convencí. Me apretó con sus manos y me la metió durísimo, delicioso. Se sentía tremendo y me tapaba la boca con la mano. Después de otro orgasmo, ya no sé cuántos llevaba, me la sacó sin avisarme y me lanzó su leche en el culo… no lo dejé metérmela por ahí, pero me lo dejó bien embarrado de leche.

– Gracias papi. Vete ahora antes de que alguien despierte.

– Te espero mañana para darte más verga, putita.

Se despidió con un beso y yo seguí durmiendo.

Me desperté adolorida, con tremendo dolor de cabeza y la boca seca. Todos seguían durmiendo. No sé exactamente que tan bien atendieron a mis amigas esa noche, pero sé que tuvieron otras tremendas. Pensé que debería bañarme… ya me sentía la dueña de la casa.

Fui al baño y abrí la llave. Me empecé a desvestir, y recordé que debería buscar una toalla. Tocaron la puerta, abrí y era otro de los chicos ofreciéndome una toalla, limpia al parecer.

– Gracias

– ¿No quieres que te ayude?

¿Escuché bien? ¿Quería cogerme? ¿Qué tanto sabría de como pasé la noche? ¿Me gustaría otra verga? Tal vez sí, pero… ¡Era el perdedor del grupo! Del que todos se reían. Feo, torpe, inútil. El típico chico que se arrastra junto a los chicos populares para sentirse menos perdedor. Meterme con él tiraría mi dignidad más que todo lo que había hecho esa noche…

– Toma mis bragas húmedas. Es lo mejor que vas a conseguir hoy, ¡Valóralo! Adiós.

Tengo la sensación de que las guardará el resto de su vida!