Mi novia prueba a otro hombre

Era sábado por la tarde. De esos sábados por la tarde del mes de abril en los que te apetece salir a dar una vuelta por que el tiempo acompaña y tampoco tienes nada mejor que hacer.

De esta manera tan inocente comienza esta historia. Una historia que no terminará de igual manera y en la que acabaré siendo testigo de cómo mi novia recibe la corrida de otro hombre en su cara…

Pero no querría adelantarme a los acontecimientos. Antes de contaros de como acabamos así os tengo que explicar cómo llegamos a esa situación; y es que el azar, la casualidad o el destino jugaron un papel protagonista esa tarde.

Mi chica Alba y yo tenemos 35 años y llevamos juntos desde hace 7. Son muchos años compartiendo una vida juntos y han sido unos años felices en los que hemos pasado de conocernos, a vivir juntos a plantearnos proyectos a largo plazo. Ella es delgada y bajita, de caderas anchas y de pecho pequeño y firme, morena de pelo largo y, lo que es más importante, es una fiera en la cama. Le gusta tanto el sexo y es tan activa que es habitual que montemos trío con otros hombres, generalmente desconocidos con los que quedamos por internet. Lo cierto es que nunca falta voluntarios que quieran compartirla. Los dos lo disfrutaos bastante y de vez en cuando hemos tenido también tríos con otras mujeres (aunque muchos menos).

Ese sábado mientras paseábamos decidimos entrar en unos grandes almacenes. Yo necesitaba mirar unas camisas para el trabajo y aprovechando que estábamos por allí decidí entrar a ver si había alguna que me gustara. Tras dar unas vueltas sin rumbo fijo por el edificio llegamos a la planta de caballeros, donde había disponible una amplia selección de camisas, trajes, zapatos corbatas, etc…

Fue entonces, mientras buscábamos las camisas, que una persona se nos acercó y exclamó, «¡Alba!».

Tanto mi chica como yo nos giramos automáticamente para encontrar detrás de nosotros a un hombre sonriente, de una edad similar a la nuestra, de pelo corto, moreno de piel, bastante alto y bastante ancho de hombros. Alba reaccionó instantáneamente, “¡¡¡¡ David!!!!», contestó.

«Cuanto tiempo chica! No te veía desde aquel fin de año en casa de Julián, ¿¿no??»

«Joder tío… como pasa el tiempo… de eso hace ya cuánto? 8 años?!!…»

La conversación, continuó con ambos poniéndose al día de sus vidas hasta que Alba tuvo a bien presentarme a su amigo. Resultaba que el tal David era un compañero de la universidad. Había ido perdiendo el contacto con los años, tal y como suele pasar con muchas amistades, pero la casualidad había querido que tantos años después se encontraran fortuitamente en unos grandes almacenes.

Entiendo que desde el punto de vista Alba una tarde bastante convencional en pareja, en la que tomarse un par de cervezas iba a ser lo más divertido, acababa de mejorar sustancialmente. Se la veía muy animada hablando con su antiguo amigo, compartiendo anécdotas y preguntándole por si tenía contacto con el resto del grupo de la universidad.

David tuvo entonces una idea, «Oye, ¿por qué no vamos algún sitio de por aquí cerca y nos tomamos algo? Vamos a estar más cómodos que aquí de pie.

A lo que Alba le contestó, «Venga sí. Vamos y nos ponemos al día tranquilamente.»

En eso momento tuve que interceder ya que aún tenía pendiente lo de comprarme unas camisas, «Alba espera, si os parece bien, me compro un par de camisas super rápido y nos vamos a donde querías, no me va a llevar ni 15 minutos.»

Ambos me miraron como si les acabase de cortar el rollo completamente. David permaneció callado, pero Alba me contestó con un tono de hastío, «Joder cari… bueno venga, cómprate las camisitas rápido y nos vamos. ¿No te importa, no David?»

«Que va, que va, tu tranquilo, cómpratelas.», respondió el.

Permanecieron hablando animadamente siguiéndome a cierta distancia detrás de mi mientras yo buscaba unas camisas de mi talla. Tras dar con un par de camisas blancas que me encajaban me dirigí al probador para ver que tal me quedaban.

La primera camisa que me sentaba bien, pero quería pedir la opinión de mi chica, con lo que salí del probador para buscarla. La encontré fuera hablando animadamente con David. Ambos reían recordando cualquier anécdota mientras ella le ponía la mano en el antebrazo a el. Señal inequívoca de que tenían confianza y buen recuerdo el uno del otro.

«Alba.» interrumpí. «¿Me queda bien esta?”

Ella se giró y con cara de desinterés me contestó «Sí, sí. Te queda muy bien cari. Anda paga ya y nos vamos.»

«Es que aun me tengo que probar la segunda camisa.» contesté.

Su cara de desinterés mutó a una de molestia. «Joder… perdona David, que aún le queda probarse una camisa…»

«A mí no me importa.», contestó David a mi chica, y luego dirigiéndose a mí me dijo «Tómate tu tiempo campeón, no tenemos prisa.»

No entendía muy bien porque mi novia estaba tan desagradable. Me estaba empezando a cabrear, pero David parecía un chico majo con lo que no quería estropear la tarde. Me probé la segunda camisa sin pedir segunda opiniones. Viendo por mí mismo que me quedaba bien me dirigí a pagarlas para seguidamente salir del centro comercial. Ya me estaba cansando de estar allí también.

Mientras pagaba ellos seguían hablando de forma animada. Seguidamente nos dirigimos a la salida con la intención de encontrar alguna terraza en la que poder tomar algo.

Para salir, teníamos que bajar varias plantas. Desde la de caballeros pasamos a la de moda joven, y desde esta a la de señoras. Fue entonces, en esa planta, en la que David se paró, señaló a un maniquí e hizo un comentario que desencadenaría todo lo que sucedió después, «¡Mira Alba! ¿¿te recuerda a algo??».

David señalaba a un maniquí de mujer, que vestía un biquini a rayas horizontales azules y blancas. Era un biquini de lo más convencional para mi, pero parecía que para ellos tenía algún significado especial.

Alba contestó con tono de sorpresa, «¡Joder! ¡¡es verdad!! ¡como el que tenía cuando fuimos a Mallorca!»

«Bueno, el que llevaste a Mallorca tapaba menos que este, te recuerdo…» contestó David.

Alba soltó una pequeña risa nerviosa y no pudo evitar mirarme de reojo. Pero confesó, «Sí… la verdad es que mi bikini no dejaba mucho a la imaginación…»

Yo estaba ahí de pie junto a ellos, siendo testigo de su complicidad fruto de algún viaje universitario quizás. ¿Habrían ido ellos solos o con más gente? Lo cierto es que tampoco importaba, no iba a sentirme mal por los líos que hubiera tenido mi novia antes de conocernos, yo también había tenido los míos, al fin y al cabo.

David me sacó de mi reflexión diciendo «¿Lo tienes todavía? te quedaba muy bien, todavía me acuerdo.»

«Que va, ya lo tiré. La verdad es que no me lo ponía desde hace mucho, me he vuelto menos atrevida desde que senté la cabeza…» contestó Alba mientras volvió a mirarme de reojo de manera nerviosa.

«Joder, pues cómprate este que es muy parecido, sigues teniendo el mismo cuerpo que hace 10 años, seguro que te queda igual de bien.», insistió David.

Mi novia parecía dubitativa, pero finalmente se animó a contestar, «Venga vale. Me lo voy a probar por los viejos tiempos.», seguidamente se dirigió al muestrario de bikinis y escogió uno del mismo tipo.

Hace unos minutos mi chica me estaba presionando para irnos, y ahora resulta que era ella la que quería probarse ropa… Si antes estaba molesto ahora ya estaba enfadado, con lo que no pude evitar intervenir.

«A ver Alba, hace un rato me estabas metiendo prisa, y ahora eres tú la que se va al probador… date prisita tú también, ¿eh?»

Lo cierto es que ni me contestó. Cogió otro bikini del mismo tipo, pero de otra talla y se metió al probador.

David y yo quedamos fuera esperando. Me sentía mal por el chico. Estaba siendo testigo de una situación incómoda, y el pobre no tenía culpa de nada, con lo que intenté ser todo lo amable que pude con él.

«Perdona David, cosas de pareja, las tías pueden ser muy raras a veces.», le dije.

«Ya… no te preocupes. Lleváis mucho juntos, ¿no? Es normal.» me contestó comprensivamente.

«Sí, hay que tener paciencia. Esa es la clave.»

Continuamos hablando de manera cordial hasta que nos interrumpió mi novia llamándonos desde la lejanía con un «YA ESTOY.»

David y yo nos acercamos para descubrir a la puerta del probador de Alba abierta con ella dentro luciendo el bikini de rayas.

«¿Que tal me queda?», nos preguntó.

«Te queda bien, la verdad.» le contesté. Lo cierto es que estaba espectacular. Ya fuera por genética o porque era deportista Alba tenía un cuerpo de escándalo. La verdad es que verla así era suficiente para que se me fuera el enfado. Pero para mi sorpresa, David fue algo más crítico que yo.

«Hmmm, sí te queda bien, pero el de Mallorca te quedaba mejor», contestó David. «Tienes el mismo culo de escándalo que hace 10 años, deberías hacer más por lucirlo.»

Yo o soy un chico celoso, la verdad es que lejos de que me sentara mal el comentario, estaba bastante de acuerdo con lo que decía.

Alba contestó, «Ay, David, que majo eres… Pero no te preocupes que me voy a probar esta otra talla que a lo mejor se parece más a lo que recuerdas. Dejadme que ahora os llamo.»

David y yo nos retiramos de nuevo a la entrada de los probadores. Empezaba a entender la relación que tuvieron mi novia y el hace tiempo. No hacía falta ser muy listo para entender que toda la confianza que mostraban tras tantos años sin verse se debía a que tenían muy buen recuerdo el uno del otro. Si ese buen recuerdo se debía a una bonita amistado o a algo más todavía no lo sabía, pero mi intuición hacía que me decantara por lo segundo. David al fin y al cabo era un chico extrovertido y atractivo que Alba conoció en una época de su vida más sencilla, más libre y divertida. Si sentía cariño o atracción por él era algo bastante natural.

Tras unos instantes Alba volvió a llamarnos y acudimos de nuevo al probador.

El bikini que llevaba en esta ocasión era igual al otro en todo menos en una cosa: el tamaño.

Las caderas anchas de mi chica hacían que la parte de abajo apenas le cubriera el pubis y casi se podría intuir su pelo rasurado por encima del tejido. Dos finos cordones de tela unían la parte delantera con la trasera, que le cubría una parte minúscula de sus nalgas, sin llegar a ser un tanga.

En cuanto a la parte de arriba, la tela llegaba a cubrir los pezones sin problema, pero la parte inferior y la lateral de sus pechos sobresalían del tejido, dejando perfectamente a la vista su forma completa.

Por último, Alba lucía una sonrisa en la cara, mientras nos miraba y esperaba expectante nuestras opiniones, aunque algo me hacía sospechar que quizás le interesase la opinión de David más que la mía. Ambos permanecimos callados disfrutando del espectáculo que era ver a mi chica medio desnuda en un lugar público.

«¿¿Y bien?? ¿¿No decís nada o qué??, dijo Alba mientras seguía sonriendo.

David fue el primero en romper nuestro ensimismamiento, «Joder Alba… este sí… este sí se parece mucho más al de Mallorca…. aunque para saber si es igual del todo tendría que ver cómo queda en el suelo de un dormitorio…», contestó en el típico tono en el que sabes que puedes estar diciendo algo inapropiado y lo intentas disfrazar como una broma, para ver cómo reacciona la gente.

La reacción de Alba fue positiva, ya que empezó a reír, mientras que mi reacción fue más de sorpresa. David se había tirado a la piscina y le estaba entrando a mi chica directamente conmigo delante.

Yo tenía que marcar mi territorio, así que intervine, «No te preocupes David, que esta noche te mando una foto de cómo queda en el suelo de nuestra habitación para que puedas verlo.», le contesté mirándole a los ojos sin ocultar cierto tono desafiante.

Alba intervino antes de que David pudiera decir nada, «¡Ay cari! no seas tonto, que David está de broma…»

A lo que yo le contesté de una manera muy calmada, «No, no está de broma. Te quiere follar y es normal, por que tu idea era ponerle cachondo. Le has calentado la polla y ahora quiere que te hagas cargo. ¿Y sabes qué? que no le culpo. Soy consciente de lo buena que estás y de lo que te gusta follar, lo único que le pido a David es que si tantas ganas tiene de metértela que por lo menos tenga la delicadeza de pedirme permiso antes.»

A mi novia le pilló algo desprevenida la respuesta, pero al que descoloque del todo fue a David. Como no obtuve reacción de ninguno de los dos continué hablando, «A ver David, está claro que si mi novia se toma la molestia de calentarte de manera tan descara es porque le gustas, con lo que la pregunta que te hago es «¿te la quieres follar, sí o no?».

David seguía descolocado, pero consiguió contestar «Sí…»

«Pues mira, es muy fácil», contesté, «esta noche te vienes a casa, cenamos algo tranquilamente, nos tomamos unas copas y nos la follamos. Pero entre los dos. No eres el primero ni serás el último.»

Antes de que David pudiera contestar intervino Alba, «Di que sí David, por los viejos tiempos, ¿no?»

«Venga va, que sí. Joder, yo encantado.» contestó por fin el amigo de mi novia.

«Pero chicos esperad,» interrumpió Alba. «¿Os puedo pedir un favor? ya que estamos aquí y que llevo esto puesto, porque no entráis al probador conmigo…»

«Alba, como nos pillen nos montan un escándalo… esta noche te hacemos lo que quieras.», le contesté.

«Venga por favor, llevo cachonda un buen rato… no me puedo ir a casa así…» replicó ella con tono suplicante.

Antes de que yo pudiera contestar David tomó la iniciativa y se metió en el probador con Alba. Ella reaccionó con una sonrisa y seguidamente me dijo «Cari, si no quieres entrar no pasa nada, quédate fuera y nos avisas si la gente sospecha… ¿vale? te prometo que te lo compenso luego.»

No me dejó ni contestar. Acto seguido cerró la puerta y echó el cerrojo. Me quede en la puerta del probador con la palabra en la boca y con la única compañía de mis camisas recién compradas, mientras mi chica, cachonda perdida y luciendo un minúsculo bikini, estaba dentro del probador con otro hombre.

La verdad es que la situación me cabreaba y ponía cachondo a partes iguales. Es difícil de explicar… Por una parte, te cabrea que tu chica no tenga ningún autocontrol y le dé lo mismo desahogarse con quien pille cuando está cachonda, pero por otra parte te excita que sea una putita de tanto calibre.

Estaba claro que estaban siendo todo lo silenciosos que podían, porque apenas se oía nada de lo que ocurría dentro salvo algunos susurros. Solo pude intuir el sonido del cinturón de David siendo desabrochado y como le bajaban la cremallera de sus pantalones vaqueros, seguido de una atenuada risa nerviosa de mi chica. En ese momento terminaron los susurros, y sin nada que oír y mi imaginación se desbocó.

Imaginaba a mi novia de rodillas con la polla de David delante de la cara, completamente erecta.

Me imaginaba que era una polla grande (como el), rasurada y dura como una piedra, muy difícil de resistir por una chica tan activa sexualmente como Alba.

Me imagina como mi novia la cogía con una mano y la pajeaba suavemente antes de comenzar a lamer, desde la base hasta la punta, poniendo cuidado en mirar a David a la cara mientras lo hacía.

Imaginaba como le pajeaba mientras centraba su lengua en sus testículos e incluso se los metía en la boca succionándolos, saboreándolos, disfrutándolos…

Imaginaba como, cansada de lamer, volvía a recorrer el tronco de la polla de David desde la base hasta la punta y al llegar a arriba abría la boca todo lo que podía para tragársela entera.

Imaginaba que David la miraba excitado mientras se preguntaba cómo podía ser Alba tan puta como para estar comiéndole la polla de aquella manera tan voraz, con su novio al otro lado de una puerta de contrachapado de un probador cualquiera, en un conocido centro comercial del centro de Madrid.

Imaginaba como Alba, absorta en la polla de su amigo se había olvidado de todo y de todos (incluido de mi), menos de aquel miembro que intentaba engullir.

Me imaginaba como mi novia intentaría metérsela todo lo que podía en la boca hasta tener una pequeña arcada o hasta que le empezaran a llorar los ojos.

Me imaginaba como David, viendo que tenía semejante puta a su disposición empezaría a mover las caderas para empezar a follar la boca de mi novia,

Me imaginaba como Alba, relajaba su garganta y se dejaba follar por su amante.

Me imaginaba como tarde o temprano David no podría aguantar más y no tendría más remedio que correrse.

Y me imaginaba como ante la corrida mi novia, abría la boca y sacaba la lengua todo lo que podía para recibir su premio sin que nadie se desperdiciase.

Así permanecí durante un tiempo que no sabría deciros. El silencio de dentro del probador efectivamente se vio interrumpido alguna vez por alguna arcada, o por el sonido leve del típico «chup… chup… chup…» de una mamada bien ejecutada.

De pronto, David hablo de nuevo en susurros y me pareció entender que estaba anunciando que estaba a punto de correrse.

Mi novia le contestó, también en un susurro «Dámelo aquí…»

Tras unos instantes, ambos empezaron a reír. nerviosamente. David consiguió decir, ya sin mucho cuidado porque nadie le oyera, «Sigues siendo una máquina…»

A lo que mi novia le respondió «Pues esta noche en casa más y mejor…»

La puerta del probador comenzó a abrirse lentamente y con cuidado y al intentar mirar dentro, pude ver que mi novia estaba intentando ver si había alguien fuera. A pesar de que la puerta solo estaba entornada, no puede evitar observar cómo mi chica tenía toda la cara llena de lefa.

Susurrando de nuevo se dirigió a mí y me dijo, «¡Te has quedado en la puerta vigilando todo el rato! qué bueno eres cari. No te preocupes que no me he olvidado de ti.»

Seguidamente sacó un brazo por la puerta entornada, metió su mano en la bolsa donde llevaba mis camisas recién compradas, sacó una, y se limpió la lefa de David de su cara con una de ellas. Cuando hubo acabado me sonrió, me mando un beso y volvió a sacar el brazo para dejar la camisa de nuevo dentro de la bolsa…

Definitivamente, mi novia era una zorrita de primer nivel, y eso a mi me encantaba.