Una colombiana más que viciosa ¡Adicta!

SANDRA, COLOMBIANA VICIOSA

Hace unos meses publiqué un primer relato donde explicaba como conocí a Sandra. Al final del relato expliqué que en los años venideros, cada vez que viajo a Bogotá por negocios o placer, siempre me reúno con Sandra para salir a tomar algo o cenar. Pero, como pueden imaginar nuestros reencuentros siempre acaban en una sesión de sexo duro. Esta es la historia de uno de esos reencuentros que empezó por salir a cenar un viernes, y acabó un lunes por la mañana.

Llegué al aeropuerto de Bogotá un viernes de finales de junio. Aunque era un viaje de negocios, que empezaba el lunes, adelanté mi llegada para pasar el fin de semana con Sandra. Cogí un taxi y me dirigí al centro, donde ella me había reservado una habitación en una casa particular donde alquilan habitaciones, una especie de pensión con un comedor común. La habitación no estaba nada mal, cama de matrimonio enorme, y el servicio dentro de la habitación. Me di una ducha y justo cuando me acababa de vestir escuché la voz de la propietaria al otro lado de la puerta.

-Tiene visita. –Dijo, escuetamente.

Por supuesto, sabía quién era. Salí al pasillo y me dirigí al comedor. Allí estaba Sandrita. Vestía una minifalda ondulada, una camiseta de tirantes azul sin sujetador y zapatos de tacón, pero no muy exagerados. A medida que me aceraba a ella los dos nos sonreímos. Cuando estuve junto a ella la besé en los labios y la observé de arriba abajo, estaba supersexy, sus piernas, muy morenas, brillaban, y la faldita le hacía una cinturita estrecha.

-¿Cómo ha ido el vuelo? –Preguntó.

-Bien, bien. –Le contesté, cogiéndola de la mano, tirando de ella para que me siguiera.

-Pero, ¿A dónde me llevas?

-A la habitación, ya cenaremos luego. Solo de verte con esa faldita se me ha puesto la polla como una piedra. Estoy deseando ponerte a cuatro patitas y reventarte el culo cogiéndote por la cinturita.

-Ufff, me encanta cuando te pones romántico. –Bromeó, justo cuando llegábamos a la puerta de la habitación.

Nada más entrar la apoyé contra la puerta y la besé con verdadera lascivia. Subí su camiseta y empecé a chuparle sus juveniles tetas, succionado sus pezones, haciendo que gimiera de gusto.

-Ufff, sí, sí, eso es, chúpame las tetas, estoy muy cachonda.

Yo estaba enloquecido, casi fuera de mí. Rápidamente abrí mi cinturón y me bajé la cremallera y de un tirón también bajé mis pantalones y calzoncillos, haciendo que la polla quedara al aire, totalmente empalmada.

-Anda zorrita, chúpamela como tú sabes.

Con una sonrisa de oreja a oreja se puso de rodillas, me escupió en el capullo y empezó a chupármela.

-¡Haaa! Eso es putita, sigue chupándomela. Así, así, succiona más fuerte. Eso es, traga, trágatela hasta el fondo.

Ella, obediente, empezó a hacerme una garganta profunda que me estaba volviendo loco. Con la polla totalmente metida en la boca, sacó la lengua y me lamió los huevos. Entre arcadas y atragantándose, no paraba de emanar saliva, que me encharcaba la polla y resbalaba por su barbilla cayendo sobre sus tetas. Estaba claro que la niñata sabia chupar una polla, y sabía cómo nos gusta a los hombres que nos la chupen. En ese momento no pude evitar pensar en cuando la conocí, prostituyéndose por los bares y discotecas de la capital, y en la cantidad de turistas a los que les habría chupado la polla. Estuve disfrutando de su ensalivada mamada un buen rato. Decidí que, como estaba muy cachondo, iba a correrme en su boca y después ya la follaría. Coloqué mis dos manos sobre su cabeza y empecé a follarle la boca con furia, la visión de su saliva saliendo y el ruido de su garganta al atragantarse me puso tan cachondo que ya no pude más.

-¡Ufff! Eso es preciosa, traga, trágatelo todo. –Le dije entre suspiros, con la polla totalmente clavada en su boca, mientras los chorros de mi semen inundaban su garganta- Eso es, buena putita, sigue, sigue chupando un poco más.

Ella, sumisa como siempre, estuvo un par de minutos más chupándomela, tragando los restos de semen que quedaban sobre ella, dejándomela reluciente con su lengua y su saliva.

-¡Dios! Cómo me gusta tu polla. Y menuda corrida te has pegado, no sabes lo cachonda que me pone cuando te corres en mi boca o mi cara. –Dijo, y a continuación se metió el glande en la boca, succionándolo con fuerza, saboreándolo, lo que hizo que tuviera una última descarga de placer.

-Voy un momento al servicio, sigue empalmado que en cuanto salga quiero que me folles hasta reventar de gusto.

-De eso puedes estar segura, estoy tan salido que creo que la tendré dura toda la noche.

En apenas unos minutos regresó a la habitación, totalmente desnuda.

-Me he dado una ducha, quiero estar recién duchadita para que me metas la lengua por todas partes.

Sus palabras, y su apariencia de no haber roto nunca un plato, me pusieron más cachondo aún, si es que eso era posible.

-Ven aquí zorrita, ponte a cuatro patas en la cama.

Ella, obediente como siempre, así lo hizo. Me situé detrás de ella y empecé a lamerle el coño desde atrás, lamiéndoselo de arriba abajo y viceversa, subiendo hasta su culo, lamiéndoselo, metiéndole la lengua lo más profundo que podía.

-¡Eso es cabrón! Lámeme el culo, ¡Joder que gusto! –Gritó, mientras yo no paraba de lamerte el ojete, metiéndole de vez en cuando dos dedos. Ella, con su mano derecha se masturbaba con furia. -¡Sí, sí, sí, joder, me voy a correr! –Estallando a continuación en un orgasmo antológico. –Ufff, que gusto me has dado, me dijo tumbada boca abajo, mientras yo me tumbaba a su lado.

Sin mediar palabra empezó a besarme en el pecho, bajando rápidamente hasta la polla y empezó de nuevo a chupármela.

-¡Joder! Estaría todo el día con la polla metida en tu boca ¡Ufff que bien la chupas!

Pasados unos minutos decidí que ya era hora de disfrutar de su rasurado coño.

-Ven, ponte a cuatro patitas, como estabas antes.

Me coloqué detrás de ella, de pie, fuera de la cama, y le metí la polla en su húmedo coño, primero lentamente, pero en apenas un minuto fui subiendo el ritmo y la fuerza de mis embestidas.

-¡Eso es cabrón! ¡Fóllame el coñito!

-Toma rabo en tu coñito de putita!

Pasados unos minutos Sandra exploto de nuevo en un ruidoso orgasmo.

-¡Haaa, haaa ¡Si, joder, qué rico! –Gritó entre estertores, para a continuación quedarse con la cabeza ladeada sobre la cama resoplando.

En ese momento decidí que había llegado el momento de disfrutar de su respingón culo.

-Prepárate zorrita, sabes lo que voy a hacer ahora, ¿No?

-Claro que sí, me vas a meter la polla por el culo, lo estoy deseando.

Me cogí el rabo por la base y lentamente se lo fui metiendo en el culo. Poco a poco, como ya había hecho con su coño, fui subiendo el ritmo, y en un par de minutos le estaba dando con todas mis fuerzas.

-¡Toma polla, por puta! –Le grité, sabiendo que ese tipo de comentarios la ponían cachonda a más no poder.

-¡Eso es! ¡Rómpeme el culo! ¡Quiero que me hagas daño, joder!

En apenas tres minutos noté que mi corrida era inminente, por un momento pensé en correrme dentro de su culo, pero me vino a la mente la visión de su trasero mulato con mi leche blanca haciendo contraste, resbalando hacia abajo, ese pensamiento hizo que ya no pudiera aguantar más.

-¡Haaa! ¡Toma corrida zorra! –Grite, pajeandome la polla sobre su culo, mientras los chorros de semen caían sobre el. Apunte bien y el último chorro cayó justo en su glorioso agujero entrando en el.

Como había imaginado un momento antes, la visión de su culo, allí, en pompa, con el semen chorreando, resbalando por el hasta caer, en parte, sobre las sabanas, fue una imagen que nunca olvidaré.

-Ufff, me has dejado seco, que ganas tenía de meterte una buena follada. –Le dije, tumbándome a su lado. Ella con sus dedos fue recogiendo el semen de su culo, llevándoselo a la boca para saborearlo mientras no paraba de sonreír. –Joder, menuda viciosa estás hecha, como te gusta tragar lefa.

-Ya sabes que me encanta.

Dormimos un par de horas. Luego salí a la calle para comprar comida y regresé rápidamente a la habitación. Aquella sesión de sexo salvaje, que había empezado un viernes por la noche, se alargó hasta el lunes por la mañana, apenas media hora antes de mi reunión.