Una orgía infernal en donde se permite TODO

-«Si quieres, en 60 segundos la tienes toda dentro»

-«¿Cómo?»- respondo yo. Lo había oído perfectamente pero no me lo podía creer.

-«Me has oído perfectamente»- Me contesta el desconocido con el humo de un Camel flotando entre sus labios. Sus ojos negros brillan mientras me mantiene la mirada. Durante unos instantes me parece captar un leve olor a azufre y una especie de aura brillante rodeándolo. En ese momento no existe nadie más. Sólo él y yo.

Me lo miro fascinada y caigo en un vacío del que sólo me pueden rescatar su mirada, sus gestos y sus palabras.

-«Yo no lo hago en los lavabos» contesto segura de haberle tirado los planes por los suelos.

-«Nada de eso. Aquí al lado tengo un pequeño estudio, arregladito, limpio y, lo más importante, solo para nosotros.»

Su mirada me hipnotiza. Me siento extraña y, sin saber cómo, acepto.

Nos presentamos mientras salimos del bar. Nos sonreímos mientras él abre la puerta de la calle. Contactamos por primera vez en el ascensor con roces suaves y rápidos. Nos besamos mientras la puerta del estudio se abre y entramos dando tumbos sin soltarnos. Avanzamos por el pasillo dejando rastros de ropa en el suelo. Me la mete nada más caer sobre la cama.

Al final no han sido 60 sino 300…. Pero no está mal, cinco minutos para dejarse follar por un desconocido.

El polvo es extraordinario para tratarse de algo tan improvisado y con alguien desconocido. Casi ni la he visto, pero siento una polla maravillosa, potente e incansable. Lo mejor es el bis, donde dejamos la penetración para el final y seguimos con un buen repertorio bucal recíproco y generoso, unos toqueteos completos y, por su parte, una histórica comida de ano que me deja temblando hasta que vuelve a acabar dentro del condón. Es de enmarcar su movimiento de lengua. Parece algo con vida propia, demostrando, dentro de mi ano, una movilidad abrumadora para un sitio tan estrecho. Y ya vista de cerca, su magnífica polla. Unos 20 centímetros, poderosos y recios que no me canso de chupar y recibir dentro de mí. La cosa llega a su fin de madrugada, sobre las cinco de la mañana, con cuatro condones anudados en el suelo de la habitación.

Todo acaba con la facilidad que empezó: -«bueno, un placer, ha sido genial, adiós, adiós. Nos llamamos. Sí claro» – y un portazo de despedida. Ni yo esperaba más ni él quería menos. Todo en su justa medida.

Una semana después:

-«Si quieres, en 60 segundos la tienes toda dentro». El ofrecimiento me viene desde atrás, susurrado en mi oreja con decisión. No puedo reprimir una sonrisa.

Me giro.

No es él.

-«Vale. Demuéstramelo»- le digo interesada por la coincidencia.

Le sigo fuera. La misma puerta. El mismo ascensor y la misma secuencia de sucesos. Las diferencias: vamos a otra habitación y el nuevo empieza con una generosa comida de coño que le agradezco arrancando unos cuantos cabellos al correrme en su boca.

Mientras intentamos llenar el segundo condón me llegan unos alaridos de la habitación contigua, la que ocupé la semana pasada.

Viendo lo interesada que estoy por lo que pasa al lado me propone una OPA hostil. Además, no le llega a la suela del zapato del de la semana pasada.

Cinco minutos después somos cuatro en la cama y dos pollas para mí. El de hoy me folla a cuatro patas mientras el de la semana pasada alterna entre mi boca y la de la tía que se ha subido hoy. Las dos nos deshacemos por la polla del de la semana pasada. Hay de sobra para las dos pero luchamos por conseguirla, ya sea en la boca, o en cualquier otro sitio. Nuestras bocas la buscan contínuamente mientras el otro nos la va metiendo alternativamente por detrás.

Las dos acabamos exhaustas de tanta polla, sudando desnudas sobre la cama y repletas de leche, tanto por fuera como por dentro.

Nos despedimos con la misma eficiencia de la otra vez pero hoy el nuevo me ofrece una llave del estudio para venir a disfrutar cuando y con quien quiera.

Es genial comprobar cómo el encuentro con un desconocido en un ascensor no cambia nunca, aunque le acabes de comer el coño y ella te haya metido tres dedos en el tuyo, ni que ella te haya lamido el clítoris mientras te sodomizaban, o tu hayas acompañado una polla bien dentro de su culo… Pese a todo eso, somos incapaces de hablar de nada más que no sea el tiempo mientras nos miramos de reojo cabizbajas y movemos los pies nerviosamente.

Dos semanas después:

-«Si quieres en 60 segundos la tienes bien dentro de mí».

El receptor de la oferta me mira ensimismado.

-«Aquí al lado tengo un pequeño estudio, arregladito, limpio y, lo más importante, solo para nosotros.»

Ahora soy yo la guía, la que abre la puerta, la que llama el ascensor y la que entra en el estudio.

Ya con nuestras lenguas enredadas nos llevamos la sorpresa de no estar solos. En el pasillo una pareja folla contra la pared, impasible a nuestra presencia, él con los pantalones en los tobillos y ella con la falda por encima de la cintura y su cara contra la pared.

Gritos y muelles chirriando nos indican que las habitaciones tampoco están desiertas. Y, no sé cómo, pero estoy segura que en la habitación de siempre está el primero dando buena cuenta de otra fémina bien abierta de patas.

Descartada la opción de marcharse y, siendo imposible esperarse, rematamos la faena en el pequeño sofá de la sala.

De rodillas con la boca abierta y la lengua fuera, y ya esperando el regalo final, veo como el del primer día acompaña a la chica de hoy hasta la puerta. Después de cerrar y despedirse, se gira y nos ve. De nuevo ese brillo en los ojos. Tengo que contenerme para no levantarme y dejar al de hoy ahí tirado. Con los chorros impactando en mi cara le oigo reír. Los chorretones en mis ojos me impiden ver cómo se marcha por la misma puerta que la chica. De nuevo capto ese olor a azufre, pero lo atribuyo a que el tío que me está alicatando la cara debe ser minero.

Después de limpiarme me encuentro con la sala desierta. De camino a la puerta compruebo que el acompañante de hoy se ha unido a la pareja del pasillo. Sin compasión ambos se trajinan a la chica que, a cuatro patas, recibe en su boca y en alguno de sus orificios bajos.

Salgo sin despedirme y pensando por donde se la estaba metiendo el de atrás.

Un mes después:

-«Si quieres, en 60 segundos mi coño es tuyo».-

Las formas cambian pero el resultado es el mismo.

Hace un mes que no subo y estoy cachonda perdida. Ya en el ascensor se la chupo sin ni preguntarle el nombre. Abro la puerta con una mano en la llave y en la otra su caliente verga.

Nada más abrir ya vemos una pareja ajetreada tras la puerta. El pasillo es una alfombra de cuerpos enroscados y la sala una oleada de miembros acoplados y goteantes. Sin mirarnos, los dos nos unimos, cada uno por donde puede. No hay caras, ni personas, sólo cuerpos entrelazados, miembros colgantes que chupar, cuencas donde meterse, rodillas y codos que se clavan y lenguas incontrolables que contactan con lo primero que pillan. Yo recibo y doy por todos sitios sin saber por dónde viene cada cosa ni saber exactamente lo que se introduce dentro de mí. Es un puzzle infinito y nosotros somos las piezas. De vez en cuando alguna se resiste y hay que forzar un poco pero acaba cediendo. Tampoco importa si encajas o te encaja una pieza de tu mismo color o del color opuesto. Y, luego, una vez encuentras tu sitio, detrás de ti llega la siguiente pieza buscando lo mismo. Y lo encuentra. Y así sin parar hasta formar un cuadro abstracto al que cualquier idiota podría ponerle título.

Y todo esto sin descanso. Algunas pollas se retiran totalmente exprimidas y exhaustas, algunos culos irritados, algunas mandíbulas desencajadas, otros, simplemente salen a respirar. Cuando lo hacen, no duran más de cinco minutos. Enseguida caen sobre ellos nuevos miembros, ávidos por follar y ser follados.

Enseguida tod@s resbalamos sobre un mar de semen y fluidos vaginales.

Intento escaparme un par de veces, pero soy arrastrada y cubierta por cuerpos ardientes y todos mis huecos se llenan de pollas, dedos, culos y coños de todas las edades, colores y sabores.

Mis sentidos se saturan: mi olfato no da abasto, océanos profundos, cloacas malolientes, axilas e ingles concentradas, el sabor es incapaz de acertar: semen, sudor, fluidos varios. El tacto, joder el tacto. Toda yo soy un tacto. En mi cara unos huevos, en mis tetas otras tetas, en mis manos pollas pasan sin parar, en mis piernas de todo. La vista no logra captar nada a más de un metro, sólo carne, pelos. El oído es brutalmente golpeado por continuos jadeos, gritos y gruñidos. El ruido de un sexo separándose de otro, el ruido de la carne chocando…

Por fin logro salir medio vestida con las ropas de otra y aún mareada de la intensidad del ambiente de ese estudio. Cierro la puerta observando ese enjambre de cuerpos en éxtasis retorciéndose como un único ser. La ropa se engancha a mi cuerpo y me encuentro con el primer amante en el rellano.

Sigue fumando un Camel y sus ojos le brillan como siempre.

Sin decirme nada abre la puerta y se queda ahí observando: -«esto va bien. Muy bien.»-

Otro mes después:

Ni siquiera llego al bar.

En la puerta de la calle se acumula un gentío desproporcionado, todos empujando e intentando entrar.

Como puedo me voy colando entre la gente. Siento una necesidad irrefrenable de seguir subiendo. A medida que voy avanzando las ropas empiezan a escasear. Las escaleras son un río de gente fornicando, manoseándose. No llego al primer piso y ya he perdido mi camiseta. Ya en el rellano unos dedos me agarran las tetas y tiran de mi sujetador. Una polla entra en mi boca. Es enorme. Me cuesta dejarla, no suelen encontrarse de semejante calibre, pero debo seguir. De subida al segundo piso pierdo los pantalones y, de nuevo en el rellano algo se mete en mi coño. Una de mis piernas cuelga sobre el vacío del ojo de la escalera y una polla me trepana el coño sin parar. Cansada de oírme gritar otra polla me silencia con toda su longitud.

Llego al tercero, el piso del estudio, completamente desnuda y habiéndome comido tres pollas, dos coños otros tantos culos y con el coño y el culo bien servidos.

La entrada al estudio está imposible. A medida que me acerco el calor que siento es insoportable. Todo mi cuerpo cosquillea y soy incapaz de controlarme. Me vuelvo a comer una polla hasta que revienta en mi boca con todas sus fuerzas. Con la leche sobre mi lengua me giro un poco y meto toda esa leche en el coño de alguna. Mi blanquecina lengua separa los labios hasta encontrar el caramelo interior y se mete dentro. Saboreo su ácido mientras una polla se mete en mi culo. Duele. Escuece, pero no me importa. Quiero y necesito más. El coño de mi boca se convierte en un culo. Aún me queda un poco de semen para él y así se lo hago saber. Nunca había probado nada tan delicioso.

Repto entre la gente hasta llegar al centro del estudio. El espectáculo no tiene fin: negros, blancos y amarillos. Mujeres, hombres y de todo. Me entretengo un momento con un travesti de polla imposible y tetas perfectas. A mi lado una mujer consigue ponerse de pie y, arqueando un poco sus piernas, empieza a mear sobre la gente que tiene debajo. De repente las caras se giran y las bocas se abren para recibir la lluvia brillante. Yo me estiro e intento acercarme con mi boca bien abierta. Apartando cuerpos y miembros a mi paso logro acercarme. Parezco una náufraga que ve un río después de años de navegar por el mar. No consigo llegar a tiempo. La fuente se ha reducido a unas simples gotitas moribundas. Viendo mi desesperación enseguida se une algún otro voluntario a darme de beber. Miles de lenguas me recorren sorbiendo el caliente champán que me cubre el cuerpo. Con las gotas salpicando mi cara y mi cuerpo convertido en una inmensa copa me friego las tetas, me pellizco los pezones.

De repente siento como me alzan. Mi cuerpo flota sobre el gentío, goteando brillantes chorros. Yo misma aflojo mi vejiga. Enseguida una boca tapona mi entrepierna y se da un festín con mis entrañas.

Como una cantante de rock voy pasando de mano a mano hacia el fondo de la sala mientras me manosean por donde quieren. De repente me paran donde la jauría humana llega a su fin. En la sala de estar, ahí sentado en una gran butaca, está el del primer día. Más bien diría que es un trono. Sus ojos brillan como nunca, sus dientes se muestran en el fondo de una enorme y contínua sonrisa. Sus pies parecen pezuñas y en su mano izquierda sostiene un bastón que repica contra el suelo. La habitación parece retumbar con cada bastonazo y, entonces, los fieles seguidores me dejan suavemente sobre el suelo.

Soy la única dentro ese radio de seguridad que parece rodearle. Entonces su ropa desaparece y, entre sus piernas, una enorme polla parece desenredarse como un gran tentáculo.

No me muevo, estoy segura, pero mi cuerpo se acerca a él como si flotase. Siento un miedo irracional e intento frenar mi avance con los dedos de mis pies, pero no hay nada que hacer.

Al llegar junto a él vuelve a invadirme ese olor a azufre. Mi visión se nubla y caigo de rodillas.

Lo que tiene entre las piernas no es normal. Parece palpitar con un corazón propio en su más de medio metro de longitud.

Cierro los ojos y la boca.

Una uña afiladísima me recorre la barbilla.

Abro los ojos: no hay uñas, ni pezuñas, ni apéndices de medio metro.

No entiendo nada, pero hago lo que creo más normal: tragarme esa polla con todas mis ganas. Ayudándome con una mano ejercito la parte del miembro que no me trago. La saco y pego mi lengua al tronco hasta llegar a sorber sus huevos. Vuelve a la punta y me la meto casi entera. Entonces parece crecer dentro. Siento mis mandíbulas a punto de desencajarse y le miro aterrorizada.

Su sonrisa me tranquiliza y puedo volver a cerrar la boca alrededor de esa verga tan deliciosa.

Sosteniendo mi barbilla me alza y me pide que me gire. Su voz suena rocosa, como si procediera del mismo centro de la Tierra. No puedo más que obedecer la orden.

Vuelvo a ver el montón de gente enredada, fornicando como locos, la mayoría, pero algunos mirando alrededor, extrañados y confusos, como si no entendieran que estaban haciendo allí.

Entonces, sin moverme, siento algo presionando por debajo, reptando por mis muslos con un destino claro.

Grito al sentir mis labios vaginales separándose como nunca. Soy incapaz de girarme para ver qué me está follando. Ni puedo ni quiero.

El intruso se mueve a sus anchas en mi interior, llega al fondo y se detiene.

Una enorme lengua viscosa me recorre la espalda desde la raja del culo hasta la nuca.

En mi vagina eso se ensancha y crece.

Grito.

Todo mi ser arde de placer. Bajo mis caderas un poco y entra más. Parece casi imposible pero logro sentarme en su regazo, con toda su estaca clavada.

Una sonrisa suena en mi oído junto a unas palabras que vienen directas del averno: -«Sí,sí sabía que eras tú»- y entonces mi cuerpo empieza a subir y bajar sin manos que me ayuden.

Quizás debería preocuparme, pero no puedo. Toda yo soy una herida abierta. Hasta el contacto del aire me hace gritar. Mis pezones parecen a punto de estallar y a mi vagina le falta poco para desgarrarse.

Algo tapona mi culo y empieza a recorrerme el clítoris.

Mis caderas suben y bajan con ritmo endiablado. Apoyo mis manos en el suelo y algo se mete en mi culo. Y se mueve. Y crece.

Estoy al borde de todo: mi cordura se escurre patas abajo mientras bombean mis dos agujeros a la vez. En mi intestino esa cosa se retuerce y gira para contactar con el miembro de mi coño que no parece querer detenerse… Entra más y más.

El cuerpo me arde con una fiebre uterina desbocada. Me muerdo el labio inferior y cierro mis ojos con fuerza mientras aprieto mis pezones, los pellizco y retuerzo como quiero: la intensidad que proviene de mis bajos me deja el resto del cuerpo insensible, adormecido. Nunca había sentido nada igual y me corro con una violencia inusitada. Mis manos agarran mi cabeza y grito. Mis muslos se contraen y los dedos de mis pies se separan. Las paredes vaginales sudan placer sobre eso tan enorme que las separa y toda yo tiemblo. Siempre había creído que el orgasmo femenino era más mental que otra cosa, pero éste me lo han arrancado a la fuerza. Cada embestida me iba enloqueciendo

Entonces un enorme y ardiente torrente me llena por completo. Salgo disparada contra el suelo por la violencia eyaculatoria y con mi coño repleto de esperma.

El olor a azufre se hace insoportable.

Litros y litros silban por encima de mi cabeza salpicando a la concurrencia.

La gente se vuelve loca intentando conseguir una sola gota… Y todo vuelve a empezar. Los que antes se preguntaban qué hacían ahí, ahora vuelven a chupar, meter y recibir…

Tiemblo tirada sobre el suelo.

Giro mi cabeza… Una mano se postra sobre mi vientre.

-«Ya está. Todo ha acabado y empieza una nueva era».

Y todo se oscurece.

Las noticias del día siguiente:

Desapareció tal y como llegó. Nadie es capaz de entender las razones que llevaron a más de un millar de personas a participar en una orgía multitudinaria. Ninguno de los participantes fue capaz de responder ni una sola pregunta al respecto. Miradas perdidas y bocas desencajadas fue lo único que tuvimos por respuesta. Parece que todo empezó en un pequeño estudio del barrio antiguo hasta llegar a pleno centro de la ciudad. Calles repletas de gente copulando y, lo más extraño de todo, como pueden ver en las imágenes, aquello acabó de golpe. Personas desnudas se preguntaban cómo podían tener los genitales de un desconocido en su boca o en partes que no sabían ni que existían. Las imágenes completas de tan bestial bacanal las podrán ver esta tarde en el especial «Tomate en plena calle» que les estamos preparando»…

Nueve meses después

Hay gente que al verlo sale corriendo al ver sus ojos completamente negros, otros son incapaces de acercarse aludiendo un insoportable hedor a azufre, otros, ateos convencidos, rezan o se santiguan antes de salir corriendo sin saber porqué…

No lo entiendo , viendo como el niño más precioso que he visto en mi vida descansa en mis brazos, como me agarra un dedito, como se acurruca en mi pecho.

No tenemos que preocuparnos por nada: los dos sabemos quién es su padre y lo orgulloso que está y estará de su retoño.